Mostrando entradas con la etiqueta Pensamiento. Mostrar todas las entradas

Theodor W. Adorno: La tragedia de la cultura y la ilustración de la razón.

Theodor W. Adorno en un contexto moderno, ilustrando la tragedia dialéctica de la cultura y la crítica del pensamiento basado en la identidad, con un enfoque en la dialéctica de la cultura como una regresión del espíritu, un retorno a la naturaleza y la necesidad de una dialéctica negativa para romper este ciclo.



La crítica del pensamiento identificador de Theodor W. Adorno como un nuevo trabajo sobre el lenguaje, se produce de la profundización de la dialéctica de la cultura como testimonio de la historia social constituida en la modernidad como Tragedia. En ningún momento quiere recoger la idea de Cultura en una definición única, que agrupe la esencia en el concepto mismo; por el contrario, lo que busca es mostrarla en su Constelación. 

 



Los análisis sociológicos hechos por Theodor W. Adorno sobre la cultura, señalan que esta no ha devenido, en su proceso histórico de constitución, como camino hacia una humanidad, sino todo lo contrario, la cultura para él, es una Regresión del Espíritu un asomo de la barbarie. Con esto no se entienda que  para Adorno, la Cultura  es  un mal para el ser humano; ella en cuanto tal, no es ni buena ni mala, antes bien, se puede presentar de ambas maneras, pero, su ser está definido por “ eso  a cuyos servicios se encuentre” [i]. Y La cultura moderna, está al servicio de aquello mismo que dice dejar, es el fracaso de lo que promete.  Por ello es una tragedia. La cultura como el mundo resultante del despliegue del Espiritu humano (Hegel), es un esfuerzo por liberarse de la naturaleza, no obstante, es una ilusión creer que la cultura ignora las condiciones naturales donde se desarrolla.  Así, hay una dialéctica interna en el concepto mismo de cultura, que muestra que la cultura es creada a partir de la praxis, pero al mismo tiempo es el alejamiento de ella.  La naturalidad de la existencia humana, ha llevado al ser humano a tener una organización sustentada en el intercambio económico, y el espíritu que promete la libertad y autonomía, al liberarse de la «mera naturalidad»> de la experiencia humana del mundo, termina siendo aquello que no quería ser: mera  «Historia Natural».

 El individuo que parecia haber conquistado la total autonomia y libertad en la esfera del Espiritu (objetivo), en su Cultivo [Kultur] , sustraido de la mera produccion material de la extencia, queda sometido a  esas condiciones naturales de existencia. El sentido trágico de  esta dialéctica, es que aquellas fuerzas contrapuestas son auto- antagónicas  y autodestructivas, pues , aquello mismo que imposibilita el cultivo del ser humano, es la cultura misma que ha construido para ese cultivo, que ha olvidado desde el principio su origen natural. La ilustracion, se auto destruye porque desde su origen se consolidó como dominio de la naturaleza. Aquel sujeto  y su lógica implacable de dominio, queda subsumido en el proceso de dominio mismo, reducido a mero dato sustrato de ese dominio. El sometimiento de la naturaleza al dominio producto del  despliegue del  Espiritu  humano, se revela  como sometimiento de la naturaleza interna,  como retorno a la antigua servidumbre hacia la naturaleza. Como el propio Adorno lo enuncia ,

“El Aislamiento del Espiritu respecto de la producción Material eleva sin dudas su cotización, pero al mismo tiempo hace de él, en la conciencia general, el chivo espiatorio de todo lo cometido por la práctica…”[ii]  

Porque la cultura está sometida al dominio de la economía de intercambio, y naturalizando las condiciones materiales  de existencia se orienta a  Formar [Bildung]  protectoramente al ser humano, constituyéndose en un Engaño de masas; ha devenido reificación y cosificación, una “segunda Naturaleza”. El sentido trágico de  esta dialéctica, es que la ilustración se auto destruye porque desde su origen se consolidó como dominio de la naturaleza. 



Estas apreciaciones sociolológicas de Adorno sobre la cultura no son muy bien interpretadas muchas veces. Se tiende a perder de vista que no muestra el cómo salir de este resultado del Espíritu, no viendo con ello, que lo que mayormente intenta demostrar  es por  qué  es necesario salir de la realidad existente. Así, es preciso describir detalladamente la Dialéctica de la Cultura en Adorno, para  no caer en aquellos "enredos de detalle".  

La aparición de la identidad como operación  mental e instrumento de poder y dominio, es la condición  previa  para la civilización en todo su complejo desarrollo, de este modo, la historia es tan natural como el pensamiento  identificador; ambos son  constelaciones del fracaso de la humanidad. La historia se hace natural, porque  cada momento histórico   es la manifestación del proyecto de humanidad, es decir,  cada episodio de la historia de la humanidad es la muestra del autoconocimiento del ser humano en el despliegue de sus facultades (Racionales) hasta llegar al Saber Absoluto. La Cultura del mundo es  un constante movimiento y experiencia de sí mismo, un autoreflejarse en lo otro de sí; esto indica que la formación [Bildung] es un Desgarramiento producto de experimentar el dolor de lo negativo.  La formación que enuncia Hegel,  y que representa la forma más elevada de cultura burguesa,  es más que mera enseñanza o educación, su idea implica autoformación, un  autodesarrollo,  que parte de la pura inmediatez (Certeza sensible), muestra de lo más particular, pero que siempre se da a partir de los conocimientos universales:

“La tarea de llevar al individuo de su estado de no-formación hasta el saber, había que tomarla en un sentido general o universal, y por tanto había que considerar en su proceso de formación al individuo universal, es decir, el Espiritu Humano” [iii]

La dialéctica de la cultura de Hegel, es  la verdad de un mundo falso.  Tanto más  son reducidos los individuos concretos por la totalidad social, más se encarga la cultura de elevar al sujeto como lo constitutivo. El Espíritu hace conmensurable lo inconmensurable, convierte lo contingente en necesario, desvinculándose con la naturaleza, se impone sobre  ella a través de la abstracción propia del pensamiento, sometiendo  lo disperso a  la unidad del concepto. El particular se totaliza para poder considerarse como cultura (Espiritu) y dominar el mundo, pero esa misma totalización hace que el individuo particular termine siendo una mera pieza de su despliegue. El espíritu olvida su origen particular y somete a eso mismo particular a su dominio, porque en su interior  odia la naturaleza y por ello no tolera lo particular. La cultura y la Razón se han vuelto contra el sujeto pensante, pues, al convertirse la razón en herramienta de dominio de la naturaleza,  nada escapa a su control, ni siquiera la subjetividad particular,  todo debe funcionar según su dictamen. Así, cada vez que el sujeto se levanta como el Absoluto señor del mundo, se hace más evidente que el sujeto empírico viviente, se hace un mero apéndice de la maquinaria social. Adorno rechaza en esa medida, el espíritu universal de Hegel porque está por encima de las particularidades concretas y la historia no tiene un sujeto universal, sino sujetos particulares. Si la Fenomenología fuese lo que dice ser, ciencia de la experiencia de la consciencia, entonces  el pensamiento no pudiese liquidar la experiencia individual de lo universal, que se impone como algo irreconciliadamente  malo, ni erigirse en apologeta del poder desde su puesto presuntamente superior. Lo que puede ser una “Tragedia de la cultura”, aparece en Adorno, cuando enuncia que aquel sujeto totalizado en un Espíritu Absoluto, termina por consumir y mutilar la particularidad de la que nació. Este hecho hace que el mito sea  ya ilustración; y  la ilustración recaiga en mitología[iv]  

La enfermedad de la razón encuentra sus orígenes  en la primera sospecha de la razón misma; el pensamiento desde el inicio reviste una forma de identidad, ya que pensar es esencialmente dominar la naturaleza[v] .De esta manera, si desde el principio fue el dominio, el mito es ya ilustración. La Razón es el arma con la que el ser humano enfrenta el miedo a lo desconocido; desencantando el mundo lo somete a su dominio,  de ese modo,   el ser humano conoce el mundo porque puede someterlo y dominarlo.  Este dominio ya está presente en el mito, pues, al querer narrar el origen del mundo ya lo está explicando, desencantando y como tal racionalizando. En consecuencia, en el mito ya hay ilustración porque el mito es ilustración.  Siguiendo esta dialéctica, la naturaleza se venga del espíritu  porque se ha olvidado de ella. El sujeto que era el completo dominador, queda sometido a la mera naturalización, su meta está determinada por la auto-conservación.  La ilustración recae en mitología porque cae víctima de su propia lógica, a la necesidad y coacción de la que pretendía liberar a los seres humanos. De esta manera, si la razón funciona bajo los principios de autoconcervación y dominio de la naturaleza, sucede una autodestrucción de la Razón misma, toda vez que la historia del espíritu, es al mismo tiempo derrumbe del espíritu y regreso al mito.




El pensamiento identificador o equivalencial, es el núcleo de la articulación  entre el dominio y la autoconservación que sostiene el despliegue de la civilización occidental, por esto, la  cultura se convierte  en algo que meramente existe, se entrega al dominio natural del mercado,  creando una falsa identidad entre el particular y el universal, y en su totalidad termina constituyéndose en el moderno “opio del pueblo”. La experiencia concreta del sujeto es homogenizada  en una producción  en masa del espíritu, que antes de alejarse  de los burdos imperios de la práctica natural,  es  tan natural como la práctica del  proceso productivo mismo, por ello, lo que se tiene como su degeneración de la cultura es su puro llegar a sí misma. Al hacerse mera  mercancía cultural, el dominio se introduce en el Geist [espíritu], pues, éste se limita simplemente a reproducir el orden dado, imponiendo  lo objetivo a lo subjetivo,  mutilando la experiencia del individuo particu-lar por la civilidad del todo social.   La cultura que  se autodefine como industria, funciona  con base a  la racionalidad técnica del dominio, y en la medida en que el proceso de producción cultural está determinado por la forma de producción para el intercambio, se modifica también la infraestructura del ser humano, teniendo como resultado la pobrezadel espíritu,  ya que, los medios técnicos con los que se produce tienen una uniformidad recíproca,  que determinan un correcta producción en serie de los sentidos del mundo. El individuo media todo su sensibilidad por los productos homogéneos que la industria le provee,  y  la sesudo- individualidad creada  como afirmación de la libertad en el acto de consumo, es una ilusión subjetiva creada objetivamente, pues solo por medio de la autoconservación individual  funciona el todo. La tarea del  sujeto de realizar la síntesis de la multiplicidad sensible (Kant), le es quitada por la industria cultural, así, el sujeto  tiene que clasificar lo ya clasificado: “el mundo entero es construido por el filtro de la industria cultural”.  La cultura es hoy ideología. Aquel sujeto  y su lógica impacable de dominio, queda subsumido en el proceso de dominio mismo, reducido y eliminado en su autonomía. 

El pensamiento crítico de Theodor Adorno, vislumbra así mismo una dialéctica inmanente en la propia Crítica cultural. Inmersos en una exorbitante masificación de la conciencia, la propia crítica cultural es producto de la manipulación; el crítico mismo, se mide por su éxito en el mercado, siendo él mismo y su crítica, productos del mercado de la sociedad de masas. La vanidad del crítico cultural, se suma a la vanidad de la cultura.  Una dialéctica de la Crítica cultural, es desde el principio  conciente de  la propia mediacion cultural de la crítica misma; desde el principio enfrenta la contradicción flagante según la cual,  el crítico cultural  que parece elevarse sobre la cultura que critica, en una especie de estadiao superior, y sin embargo, participa de la entidad  de la que se cree superior, siendo en realidad el último nível de eso mismo que crítica.  Como el propio Adorno dice:

  “Cuanto más total es la sociedad, tanto mas cosificado esta el Espíritu, y tanto más paradójico es su intento de liberarse por sí mismo de la cosificación… La dialéctica cultural se encuntra frente al último escalon de  la dialéctica de la cultura y barbarie…” [vi]

Adorno ve que el Geist [epíritu]  al librarse de las condiciones materiales de existencia del feudalismo, se somete a la  «aglomeración», a la extrema socialización de las relaciones sociales, aún cuando dice poseer libertad representada  en la libertad de  opinión y de expresión de la sociedad burguesa; libertad que además es la base de la propia crítica de la cultura, y por  lo que ésta también posee su propia dialéctica. Al hacerse mera  mercancía cultural, el dominio se introduce en el Geist, pues, se limita  a reproducir el orden dado, imponiendo  lo objetivo a lo subjetivo,  mutilando al individuo particular a la civilidad del todo social.  El reflejo de esto en el crítico cultural, es que él vuelve a objetivar la misma cultura que crítica al convertirla en su objeto, dejando la realidad tal cual la encontró.  El crítico cultural se autosatisface con su contemplación,  es como  la melodía que armoniza  un campo de concentración.  Su privilegio es producto de la injusticia sobre la que se levanta  la cultura, el sometimiento de unos para el privilegio de otros; la antigua escisión entre trabajo físico y trabajo intelectual, es la ceguera en común del crítico y su objeto.

 No obstante,  se hace necesario una dialéctica de la crítica de la cultura, pues, 

si la teoría dialéctica se desinteresa de la cultura como mero epifenómeno, contribuye a la difusión  de la falsedad cultural, y por tanto,  a la reproducción del mal…” [vii]

Así, el pensamiento crítico de Adorno,  se protege del peligro de la mercantilizacion que ya esta presente en la critica y su culto al Espíritu, como tambien, de la hostilidad completa a  la cultura.  El proyecto de Dialéctica de la Ilustración, quizá el libro más leído de la escuela critica de Frankfurt, buscaba revelar las contradicciones del proceso de civilización, para darle una posibilidad a una sociedad verdaderamente ilustrada.  Adorno y en general  toda la teoría crítica,  al auscultar las contradicciones inmanentes al Espíritu, buscan   una  experiencia del mundo capaz de sentir el sufrimiento y el dolor. La dialéctica como una autorreflexión critica de las posibilidades del pensar, como un cuestionamiento por la completa identidad entre pensamiento y ser, abre la posibilidad de un pensamiento no Reificado, a través de  una Dialéctica Negativa, posibilidad de una nueva cultura: “Propio de la Dialéctica, no es reforzar opiniones, sino, por el contrario, liquidar la opinión, volver a pensar lo previamente pensado”[viii]  





   La dialéctica de la cultura, como hemos visto,  muestra  que la modernidad se ha consolidado como tragedia, toda vez que,  el conflicto entre el individuo y la sociedad, ha terminado por instrumentalizar al individuo  frente a la totalidad social, postulando a esta como la gran vencedora. Por otro lado, y esto en términos muy materialistas,  Adorno ve que el contenido de la cultura no está determinado en sí  misma, sino también por  su relación con su reverso, es decir,  la vida natural, el proceso de construcción material del mundo.

 

 Notas:



[i] Cultura y Administración, 1960 [Edición AKAL]

[ii] Crítica Cultural y Sociedad , 1984/1965,  p. 230 [Prismas]

[iii] HEGEL, G. W. FENOMENOLOGIA DEL ESPIRITU. Mexico: Fondo de Cultura Economica. 1807/1996,  132-136).

[iv] Horkheimer, Max, Adorno, Theodor.  Dialéctica de la Ilustración. Buenos Aires: Trota,  1966, p. 56

[v]  ibíd. p. 129 

[vi] Crítica Cultural y Sociedad  1984, p. 248[Prismas]

[vii] Crítica Cultural y Sociedad  1984, p. 238  [Prismas]

[viii] Cultura y Administración, 1960[Edición AKAL]


Obtenciones de la medida del lenguaje






Que rara es la politica, curiosa. Todas las cosas están llenas de dioses. Las religiones politeístas reconocen este pensamiento el cual podría incluirse dentro de un factor lógico, teogónico, teleológico para el nacimiento de los mitos, los cuales son el recurso de una explicación anticipada de las cosas que han sucedido en una civilización y de las que podrían suceder. La política usa el mito, por ello quizás las religiones se acusen unas a otras de meretrices si se les ven inmiscuidas en la promiscuidad de verdades que atrae la política (al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios). También y continuando (lógico, teogónico, teleológico), para la obtención de una fe que participa activamente en el nacimiento de lo imposible, de una co-respondencia con la realidad, con los actos y pensamientos de un pueblo; la fe es por tanto un modulo de acoplamiento con la realidad, un atraque de dos naves que parecieran ser de la misma naturaleza, pero que quizás jamás lo sean, ya que no hay instrumentos de medir que sean capaces de detectar una relación causal entre ambas partes. Una institución la de la religión o la política, o la de política-religion, elija usted, nos muestra las verdades, mientras que la institución de la fe las crea. Aunque hay que tener claro que, para identificar el verdadero conducto del “acto” de tener fe, se debe asumir que ésta escapa del lenguaje, de lo probable, de lo plausible y de lo especular. 

Las religiones forman parte activa de la sociedad del siglo XXI. Desde el primer ser primitivo que se atrevió a considerar sagrado un lugar, muy probablemente su hogar, muy probablemente con la invención de la agricultura, las religiones han participado en una disputa; una disputa de tierras, por lo tanto de población, por lo tanto de ideas (aunque no necesariamente en este orden), que han encontrado su campo de batalla en el arte, las ciencias, la filosofía, la técnica; esta última engloba todos los acercamientos por parte de los reinos y orquestadores del poder hacia la opinión pública, incluso antes de la imprenta (intelectualmente), hasta nuestra interacción con las inteligencias artificiales para la obtención de output a nuestras más íntimas preguntas.

Nuestras concepciones básicas del conocimiento y de la verdad son aprovechadas por quienes quieren usufructuar de la intimidad humana, pero esto es solamente una pretensión al hecho de que los individuos, los grupos y las poblaciones sean propensos a caer en esta usufructuación, la que es permanente dado que la ambición no espera por la pérdida de fuerza que esto conllevaría, si no fuera permanente el engaño no sería engañoso, cualidad inherente del mal, el cual gana (cuando gana) por abundancia, actuando “naturalmente” en un área que le pertenece a la naturaleza. La mentira misma es pretender que la naturaleza (que no es el estado natural) es nuestra víctima. En este proceso se han usado muchos dioses, los griegos, que permiten hoy por hoy utilizarlos de ejemplo sin que, quizás, nadie se dé por ofendido (Ares, Dionisio, Apolo, Hades, Hermes), han contribuido para darnos verdades que pueden ser usadas para el drama y la comedia aprovechando lo más sensible de ellos: sus creencias (φιλεῖν σοφία). Aunque puede que la Era posmoderna sea una de las Eras más monoteístas que hayan existido jamás, ya que vive por la invitación permanente a verdades y sentimientos cada vez más complejos (modernus: modo) que no se pueden definir, que no se pueden teologizar, ni argumentar, ni discutir, la Era de un solo dios, desconocido, ha llegado, y por tanto una Era en la que se profesa la no fe, o la fe desconocida. 

San Agustín, el seguidor de Platón por lo menos con el afán de conceptualizar los primeros esbozos de unas de las tantas miradas que generó el cristianismo primitivo (islam), decía algo brillante: “Si intellexeris, non est Deus” (si entiendes no es Dios). Es por esto que el invierno de la religión puede estar anunciando nuevamente su primavera, lo que se creyó superado no lo ha sido ni por unos cuantos centímetros, dado que la esperanza de aquello que pasará mañana y no hoy, posmodernidad, ha sido mantenida bajo respiradores artificiales por décadas; lo curioso es pensar que esta sociedad a aprendido a sentir que se debe tener esperanza para tener esperanza, o deuda para la deuda, o un poco de fe para la Fe. El hecho de que todo no esté aquí (de facto) es uno de los factores dominantes de la intuición que se agudiza con el deseo que es el sentir del mañana. Pensadores como Spinoza han teorizado sobre su opuesto, una realidad inmanente que podría llegar a ser solipsista si se le ve con el lente de nuestros días, el lente del engranaje-sujeto que hace funcionar todo en esta sociedad, modo (posmodernidad) de ver sobre el cual y en general da lo mismo, el fin es hacer que la maquina funcione, para eso tienen el lenguaje. Ojo con su Leviatán. 

A estas alturas se puede afirmar que el mal es inmanente pero que su actuar es como si éste trascendiese. El lenguaje y la mente misma no pueden entender lo trascendente, solo pueden creer en él como un método para construir e incluso deconstruir las palabras, filosofar y, ser engañados; todo lo construido necesariamente debe entrar a un sistema inmanente para poder comunicarse, lo que involucra que quién trascienda, el iluminado, el visionario, el santo, sea el ser más solitario de todos o el más manipulador. El marketing es trascendentalista porque la religión ha sido la institución más esperanzadora de la historia, y consecuentemente quien más señala los deseos. El paraíso debe ser necesariamente no definido.
 
¿Es por tanto dios o los dioses un imposible? Sí, porque lo imposible es una de las palabras más cercanas que habría para aquello que nos da la libertad por completo, o en palabras judaicas, un libre albedrío. Si un trueno es un dios, es un dios sólo y mientras esté delante nuestro.

Sería bueno preguntarse qué mito inventaremos para el nacimiento del dios de nuestra fe.
 Descartes anunció que dudaría de todo, pero no podía dudar del imposible de su yo, es por ello que la fe no coincide. Es la oveja negra, una apátrida, una intocable, sólo puede ser vista a lo lejos en los terrenos conceptuales. Se le trata de hacer partícipe de lo inmanente, aunque pertenezca a lo trascendente, es un fantasma del lenguaje, sobre el cual penan día y noche los vigilantes. Lo difícil es visualizar quien es un solitario en este juego o un manipulador, dado que el individuo de este siglo es el más solitario de los manipuladores y viceversa.
Dios nos dió lo que el César nos quitó.

El sentido del sujeto en un sonriente

.


Se sabe muy poco de la vida de Demócrito, pero se puede llegar a ella por medio de quienes lo mencionaron; los que, en mayor parte, fueron fragmentos o menciones breves de obras más extensas, llegan a nuestros días  pocas evidencias de su pensamiento; dado que la mayoría de los escritos originales de Demócrito se perdieron, solamente se puede confiar en la fiabilidad de esas pocas fuentes, tales como: Diógenes Laercio, Plutarco, Aristóteles, Epicuro y Teofastro.

 

Se cree que nació en Abdera, una ciudad griega en Tracia alrededor del año 460 ac. Su familia era acomodada y tenía relaciones comerciales, lo que le permitió recibir una educación completa. Viajó mucho por el mundo antiguo, visitando Egipto, Persia, India y Babilonia. Se cuenta que aprendió de los sabios y filósofos de las diferentes culturas que visitó, también que tuvo una importante amistad con el matemático y filósofo Pitágoras, aunque existan historiadores que crean que nunca se hayan conocido directamente. 


Demócrito es conocido por desarrollar una teoría sobre los átomos, los cuales, afirmaba, componían absolutamente todo en el universo. Según esto, los átomos serían eternos e indestructibles, moviéndose constantemente por el espacio vacío. Éstos, serían los bloques fundamentales de la materia, los que, al chocar entre sí formaban los diferentes elementos y objetos. Pero, ¿hasta qué punto podían dos objetos interactuar y dejar de ser una relación netamente determinista? En otras palabras, ¿qué complejidad objetiva crea el azar y qué complejidad objetiva crea la determinación? Estas preguntas surgen de las creencias de Demócrito en ambas realidades; probabilidad y determinación, en una misma filosofía.


Demócrito creía que el azar es un factor importante para la fundación del mundo y los eventos que ocurren en él, pero igualmente, que los sujetos podían responder a este azar a través de su libertad y su autodeterminación, aunque sin ignorar que las acciones humanas son influenciadas por factores más allá de su control. En este sentido, el pensamiento de Aristóteles (disculpando la torpeza con la que entro en él), era un poco más primitivo, dado que él pensaba que la materia se componía primariamente por cuatro elementos (tierra, aire, agua, fuego), argumentando que la materia no podía ser dividida indefinidamente en partículas más pequeñas. Aristóteles también rechazó la teoría de Demócrito sobre el azar y el determinismo, alegando que el mundo no podía estar plenamente regido por la probabilidad y la causalidad, sino que seguía un orden y propósitos divinos. Con estas argumentaciones, Aristóteles tildó a Demócrito como un filósofo que se limitaba solamente a la observación empírica. Es digno de resaltar que Aristóteles se refería a la observación como un ejercicio especular, y no como se le puede ver hoy más generalmente, en cualquier debate rápido.  


Se decía que Demócrito veía la vida como una comedia, por ello en las obras de arte donde se le ha caracterizado se le suele representar sonriendo. Se dice que solía reírse al observar el comportamiento de las personas y del mundo en general. Por ello, en el arte se le muestra con una visión optimista y despreocupada del mundo. Comedia, tragedia, dependían de la perspectiva y de cómo ellas se inmiscuían en todo; como la propia filosofía democritoína, que se dedicaba a ejercer la filosofía desde su ambivalencia y de la hipotética “tercera apertura”, la que será quizás la única solución de este dualismo en este pensador griego.   


Supongo que muchos se preguntarán cómo se fusiona el azar con el determinismo, ya que a simple vista son ideas que pueden presentarse como contradictorias, pero algunos filósofos sostienen que ambos conceptos pueden coexistir en la misma realidad. Por ejemplo, hay muchos eventos que son imprevisibles, pero hay otros que se rigen por leyes y patrones deterministas, esto es, y llevado a nuestros tiempos, las mismas leyes económicas, y el eterno debate de si son una disciplina científica o más bien filosófica; lo que depende, en tanto y en cuando lo azaroso no sea dominado por el determinismo de los estados, de las empresas, de los conflictos y/o de las fechas, las que intervienen muy convenientemente sobre el disminuido azar de estos parámetros. Con este pequeño ejemplo se puede argumentar que la vida es una combinación de sucesos aleatorios y determinados por elementos en cualquiera de las dos partes, cuyos poderes escapan de nuestro control. Pero si esto es así: El dios azar y El dios determinista, ¿Qué le daría verdadero significado a la palabra libertad en nuestras vidas? Si somos gobernados por estos dos casos de "caos” que interactúan y se fusionan, ¿cuál es el espacio que nos queda? ¿Dónde se desarrolla la libertad? Quizás la respuesta a estas preguntas sea la justificación de su misma existencia. 

 

El nacimiento del sujeto sería aquel suceso que vendría a quebrar esta imposibilidad, es decir, el sujeto vendría a ser la prueba empírica de que coexisten estos dos paradigmas: el azar y el determinismo, pero también la tragedia y la comedia, y, dentro de todo, lo contrastable; ya que el ser humano, como fin último, sería indivisible para poder atrapar y reflectar estos dos sentidos. Así como el átomo, sería el sujeto en el mundo de las ideas indivisible y, como el átomo, una misma idea a ojos de Demócrito. Esto resuena mucho con la propuesta estoica de que no podemos elegir nuestras circunstancias, pero sí la manera y la actitud con la que las enfrentamos. El objeto puede ser entonces lo divisible hasta el átomo, mas el sujeto es lo indivisible por antonomasia; es más, aquello que une lo divisible hasta la más ínfima medula de la realidad.


 Conocer, sería aceptar esta capacidad tan humana como divina y entender esta contradicción; mientras la libertad sería ese hilo conductor que es capaz de cambiar de una pasada y por completo nuestra historia.

Como dijo Nietzsche: "En esta noche de excesos, esta noche dionisiaca, sé tú, sé una fuerza mágica en la encrucijada de los sentidos, y sé el sentido mismo de este encuentro extraño".




Pensando junto a Avicena

 

Avicena pensando

El medico persa Avicena fue uno de los pensadores más influyentes en el mundo medieval. Su filosofía es neoplatónica porque plantea, desde las ideas, la defensa del conocimiento verdadero. Sugería que el verdadero conocimiento se adquiere mediante la razón y la contemplación. Para él la filosofía era la herramienta para obtener la verdad sobre el mundo y sobre la existencia.

Conoce y adapta las ideas de Platón y Aristóteles así como de filósofos islámicos anteriores como Al-Kindi quien tuvo una influencia fundamental en el desarrollo de la filosofía árabe durante el siglo IX. Sostenía que así como la fe es revelada la Razón también es revelada para complementarse en el terreno de los hechos y llevar a una comprensión más profunda de la verdad. 

Según Al-Kindi la fe proporciona la moral y la razón la reflexión sobre esta moral en todos los terrenos de la vida del hombre, ya que ahí donde puede entrar la fe, también puede y debe entrar la razón; ambas, razón y fe, crean la filosofía del individuo y se tornan fuentes para llegar a Dios. Fe y razón son ámbitos complementarios y parte del dialogo que debe existir dentro de las personas. Dios mismo es fuente de ambas y el resultado eterno de esta dialéctica. Mas esto no quiere decir que no existan verdades a las que no se puedan llegar, a esto Al-Kindi llamó misterios, y es ahí donde la fe proporciona el segundo aliento al esfuerzo autentico del pensar.

En su obra “Filosofía de los árabes”, propuso una revalorización de la filosofía griega haciendo una importante labor de traducción y estudios de sus filósofos, contribuyendo a preservar este conocimiento en el mundo árabe. Desde un plano completamente aristotélico defendió y preservó la idea de que la observación y la experimentación eran claves para conservar la ciencia y la filosofía, y que se podían alimentar mutuamente, dejando en los tres pilares de su teoría del conocimiento a la filosofía, a la ciencia y a la religión, aunque esta última con un nivel más importante para la dignidad humana. También propuso la existencia racional de Dios, obra en donde trato de demostrarla.

Al-Kindi propuso en el argumento cosmológico, que no todo en el universo puede ser contingente, o de lo contrario habría un regreso infinito a las causas, por lo que debía existir algo no contingente que sea la causa primordial. También propuso el diseño inteligente que le daba a lo que hoy llamamos fenómenos, una razón que no se remita netamente al proceso cíclico de causas y efectos, sino a la necesidad de una teleología que le diera un sentido último a las cosas, más allá del aparente absurdo que se presenta como un "todo" para el hombre.

La necesidad de la perfección también fue planteada y con ello la perfección de la existencia por sobre la no existencia y poder desarrollarse la esencia, por lo que toda existencia debía tener causa y fundamento; razonamiento que dio cabida a la idea del absurdo del infinito en la mente humana, por lo que la esencia de la perfección es la existencia y la esencia de la existencia la perfección, de la cual se logra ver una huella más orientalista sobre el universo. Existían los accidentes, pero estos eran parte de los seres contingentes que estaban atados a la causa y el efecto, pero en el fondo habitaba lo inmutable, aquella esencia a la que pertenecía la raíz inicial y de cuyas cosas no podían nombrar los pensamientos humanos.

Sobre la ética y la virtud dijo que debían ser una guía para las tomas de decisiones, el alcance de la significatividad, para encontrar nuestra esencia y por lo mismo nuestra conexión con Dios, para el desarrollo con y entre una comunidad que trasciende las divisiones culturales, étnicas y lingüísticas, porque trata, dentro de su fe y su razonamiento, de ser tan uno como el creador. La esencia de la ética es existir y la esencia de la existencia es la perfección.

La corte abasí ubicada en la ciudad de Bagdad fue un importante centro intelectual y cultural que proporcionaba patrocinio a la filosofía, la ciencia y las artes. Bajo su patrimonio se establecieron academias y bibliotecas que alentaban el estudio y la traducción de obras filosóficas y científicas griegas al árabe. Fue en este entorno en donde Al-Kindi tuvo acceso a obras tan importantes para desarrollar su filosofía fundamentada en el islam, del cual recibió apoyo y reconocimiento oficial a través de la corte abasí, lo que le permitió dedicar tiempo y recursos a sus investigaciones y estudios.

Otro pensador importante para Avicena fue Al-Ghazali, el cual cumplió una labor antagónica en su pensamiento. Filósofo y teólogo islámico, encontró letras para una muy variada cantidad de temas. Criticó el enfoque racionalista de su época, ya que consideraba que la razón humana tenía unas limitaciones que no le permitían conocer ni comprender los misterios de la existencia ni de la realidad, por lo que admitía que la fe y la revelación divina eran las únicas fuentes fiables para llegar al conocimiento y la verdad. Creía que la experiencia personal es clave para el crecimiento en absolutamente todo, como un modo superior de comprensión del mundo, del universo, de Dios y del propio ser. Por lo que la conectividad con lo superior era parte importantísima de su filosofía, en donde lo realmente importante eran los métodos para llegar a vincularse más con la palabra, con el símbolo, con la imagen que sólo podían ser resultado de esta relación.

Fue esta la base argumentativa que daba pie a sus estudios sobre la moral, los cuales debían ser orientados totalmente a mejorar la relación con Dios y con su revelación; la religiosidad, como el mayor bien que puede alcanzar el hombre era la consecuencia evidente de una especie de “mito” que alimentaba con justicia, buenas obras y respeto cualquier ámbito de cualquier comunidad correctamente formada. A la fe se llega por la razón, a Dios, pero una vez estando ahí, si se les conoció verdaderamente, no deberían existir los retrocesos, porque Dios es la mayor de las razones.  

En su obra maestra, “La incoherencia de los filósofos” o “El colapso de la filosofía racional”, Al-Ghazali trató mayormente de refutar las teorías racionalistas de su época, criticó el determinismo y las cadenas causales interminables, así como las matemáticas estaban basadas por el “mito del infinito”, también lo contingente tenía este aspecto; es evidentemente imposible concebir la libertad humana en una cadena determinista y con ello la responsabilidad de su voluntad.

Planteó una critica a la razón pura, ya que esta no podía llegar a ninguna verdad sin la fe, es decir, la fe debe ser practicada para alcanzar un conocimiento válido y revelador. Esto lo aborda en su obra maestra “La revivificación de las ciencias religiosas”, donde el conocimiento religioso, las practicas de adoración del islam, la purificación del corazón, la purificación espiritual y el control de los deseos son temas de columna de este libro para su propia fe.

Algunas de sus otras obras son: “El camino de los creyentes”, “la mecánica de los corazones”, “El abrevadero sagrado”. En estas obras prima el concepto de reflexión, se busca quizás enfrentar al hombre y todos sus parámetros con el propio camino, con el propio andar, con el propio aliento y con todo el conjunto para recibir el reflejo de algo cada vez más grande. ¿Remedios? Sí, nos regaló muchos, muy dignos de otra nota.

Un poco de metafísica

Concepciones de una búsqueda sin sentido 

La realidad está sin presentarse. Ante esto el humano debiese improvisar desde una multitud de ángulos de innovación filosófica y técnica. La era en que todo pensador hace filosofía desde un auto de carreras. 


la vía


Dicen que de un universo pueden salir múltiples universos, ramificaciones, es el mainstream de la física moderna; lo digo porque siempre he considerado al humano como un universo en cierto sentido, ya que comparten similares características, ambos son indefinibles por ejemplo. He hecho una lista de cosas indefinibles, como el amor, la amistad, el ser, la nada, el humano y el universo; y me he preguntado cuál es anterior a cuál o si habrá alguna forma para definirlo así. Por ejemplo, ¿es el ser humano el universo de dios, o dios es el universo del ser humano?. Y no he podido llegar a ninguna conclusión. A veces me echo la culpa por no tener el tiempo o el valor de dedicar la vida a lo que me apasiona: el pensar; como para llegar a meditaciones, preguntas y supuestas respuestas aún más interesantes que las que aquí expongo. ¿Es el amor el universo del hombre? Quizás sea todo lo contrario.

Porque hasta en la física cuántica existe cierto determinismo, el determinismo Tomista está devuelta haciéndonos preguntar por las causas primeras, por los universos primeros, por las observaciones primeras. ¿Quién fue el primero que observó? Pero el humano no es indefinible sólo por el espectacular y a la vez mínimo hecho de la observación, ni que esta pueda ramificarse hasta proporciones infinitamente azarosas. Es indefinible porque sus creaciones son incuantificables e invaluables, y no porque las evalúe un tercero, sino por el misterio mismo que encierran las vuelve indefinibles, así, como la belleza máxima, como lo mas caro de este mundo. Hablando en términos capitalistas.

Indefinible e infinito presentan una dualidad tan estrecha que a veces tienden a confundirse conceptualmente. El infinito, como lo entiendo, encierra dos conceptos fundamentales, la nada y el todo como simplificaciones que no hacen más que ampliar los conceptos de palabras indefinibles y universales. El infinito puede relacionarse con estos conceptos sin necesidad de hacer demasiado esfuerzo, ya que la nada, para ser nada, necesita ser infinita, y también el todo para ser todo. Estos son, a la vez, conceptos indefinibles, por el mismo hecho de ser conceptos infinitos. Mas lo infinito no queda a simple vista, lo infinito necesita ser calculado, y al ser calculado se vuelve indefinible. Son como dos dioses griegos, Zeus y Cronos, que al mismo tiempo que son dioses infinitos, son seres creados por otros dioses infinitos. Por ello quizás no podemos llegar al concepto "partero" del universo, ni siquiera a alguna fórmula aceptada para “acercarnos” a él.

Analicemos los universos “pequeños” entonces, como el amor, la amistad, la vida o la muerte que por siglos han demostrado ser considerados indefinibles por el hombre, los poetas y los filósofos por cierto. ¿Pero, qué les hace indefinibles sino sus infinitas significaciones? Un poema puede ser escrito de inimaginables formas. ¿Es entonces lo inimaginable el “partero” de todo concepto? ¿Será esa la forma? ¿Encontrar en el factor común de los conceptos a los progenitores perdidos? Lo cierto es que la humanidad tiene una desgracia, es profundamente bastarda, aunque sea desde este estado donde nace lo más hermoso que lleva nuestra vida hacia una misión casi santa: encontrar a nuestros padres, ya que, esperanzadoramente o no, no tenemos forma de demostrar en absoluto que fueron ellos quienes nos abandonaron.

Lo inimaginable es la dialéctica misma, porque lo inimaginable es precisamente las ramificaciones de lo que se puede imaginar y su infinitud en la vastedad de lo excelente. Cuando pensamos en lo inimaginable siempre pensamos en algo imaginable aunque infinito, la dialéctica misma valga la redundancia. ¿No necesitamos construir para comprender? Este es el principal argumento poético, el principal argumento de la necesidad de lo indefinible. Y es que la necesidad de una lógica a mano, es la necesidad del todo.

Y aunque no sea grato, la prueba más exacta de que existimos es la posibilidad de que seamos sólo un concepto y nada más.
Por mucho tiempo pensamos que una idea era nuestra madre, por otras épocas, que era nuestra propia sustancia la que paria conceptos, universos; y en cierta medida es así, como se ha visto en la cuántica. Lo cuántico es lo empírico que nos une al primer párrafo de esta nota, que de buenas a primeras parecía, demasiado metafísica, difuminada, subjetiva, para algunos gustos. Habíamos dicho anteriormente que el pensar lo inimaginable es pensar precisamente en lo imaginable con toda su vastedad, con toda nuestra capacidad; es decir, en palabras más exactas, la lucha entre lo ideal y lo empico se termina al imaginarnos a nosotros mismos seriamente dentro de lo posible; posibilidad que no podemos demostrar hasta qué medida llega, y que por lo tanto se vuelve imposible en el acto, aunque quizás no lo sea; pero la relevancia de que lo sea es tal que debemos ubicar nuestros limites donde siempre debiesen estar en honor a la excelencia, allá, en las inmediaciones del cielo.

Cioran se presenta aquí con una fuerza que creo yo, aún no está bien entendida, como todo pensador importante de después de la segunda mitad del siglo XX. ¿En qué medida nuestro pensamiento se transforma en una mera guerra entre pesimismo y optimismo? Y es esta pegunta la que nos regala una pregunta aún más personal, y por tanto, más metafísica: ¿aún amas la excelencia? Supongo que no debiesen existir normas éticas ni morales con respecto a las posibles respuestas, por lo menos atendiendo a que gran parte de la excelencia tiene mucho de pesimismo.

Es esta dialéctica la que nos hace dioses. Ya que todo concepto presenta un opuesto intrínseco, que ni siquiera es ideal, sino más bien necesario, propiedad que, por cierto, la tiene la ley científica de la fuerza, respetando las proporciones significativas si se les puede llamar así.

Imaginando que el todo se puede dividir, ¿qué hay entre los distintos segmentos?, ¿la nada? Esta es a la vez una discusión profundamente teológica, pero también dialéctica. ¿Qué hay entre un opuesto y su contrario?, ¿Hay algo entre ambos?, ¿Qué los hermana, qué les da nacimiento?

Porque la excelencia es infinita por dos motivos: por necesidad humana, y por necesidad técnica.