Si queréis
conocer a un hombre, revestidle de un gran poder.
Pitaco de
Mitilene
Resumen: El presente trabajo tiene
por objeto generar aportes para el diálogo acerca de la temática del poder y
cuestiones de género. Para ello, el autor se apoyará en algunos postulados de
Michel Foucault, haciendo referencia a algunas voces no del todo armónicas ni disidentes entre sí. No se trata este
escrito, por cierto, de un abordaje científica o filosóficamente riguroso;
consiste, más bien, en aproximarse a este río imaginario que es la temática
aquí tratada y lanzar el mediomundo, viendo y dando cuenta de lo que aflore a
la superficie.
SOBRE EL PODER EN GENERAL
Si reflexionamos un momento en la
sociedad en la que vivimos, podemos identificar, inmediatamente, que en el
vínculo que nos une a las personas y a las cosas, desde el punto de vista
social, algunos ejercen poder sobre otros. Así, Dios ejerce poder sobre el ser
humano, pero el ser humano ejerce poder sobre todo lo que lo rodea. También
puede decirse, salvo excepciones, que el hemisferio norte del mundo ejerce
poder sobre el hemisferio sur; el occidente ejerce poder sobre el oriente; el rico
ejerce poder sobre el pobre; el blanco ejerce poder sobre el no blanco; el
gentil ejerce poder sobre el judío; el padre ejerce poder sobre el hijo; el
hermano mayor ejerce poder sobre el menor; el inteligente ejerce poder sobre el
tonto; la mano derecha ejerce poder sobre la izquierda; y por supuesto, el
hombre ejerce poder sobre la mujer.
Así, sin pensarlo demasiado, si
jugamos a construir al más poderoso, un posible ser superior entre los hombres
sería un occidental, hombre, gentil, blanco, inteligente, rico.
Sin embargo, al intentar medir cuali
y cuantitativamente el poder social (recurriendo a la estadística, la
sociología, la matemática, etc.), podría ocurrirnos como en el experimento de
la hendija: quizás ese poder se comporta de determinada manera mientras nadie
se acerque a medirlo, pero si esto último ocurre, la verdad podría escurrirse a
las profundidades sulfurosas de su guarida.
Por otro lado, si atendemos a lo
estrictamente genérico, en lo que tiene de fácilmente comprobable la naturaleza
en su conjunto, en las otras especies, vemos que no siempre predomina el macho.
Piénsese en las abejas, las hormigas, los elefantes[1]
Entonces, ¿qué determina esa diferencia? Y ahora bien, entre nosotros, ¿cómo
llegó la humanidad a determinar que el hombre se posicione en un lugar de
privilegio, socialmente hablando, respecto de la mujer?
SOBRE EL PODER SEGÚN FOUCAULT Y CUESTIONES DE GÉNERO
En un artículo de María José González (2020), titulado “Análisis sobre la constitución del sujeto a
partir de la imbricación entre anatomo-política del cuerpo e identidad de
género”, en donde se analiza el vínculo entre la disciplina y la noción de
género, en función del significado de poder desarrollado por Foucault, se
afirma que “sostener que el poder se desarrolla o ejerce a través de técnicas o
procedimientos equivale a sostener que en cuanto procedimientos han sido
inventados, perfeccionados y que se desarrollan sin cesar” (p. 15). En suma, la
autora parece afirmar que el poder es creación, y en cuanto tal, supone la
aplicación de distintas técnicas que el filósofo, al decir de González, reúne
en dos categorías: la disciplina o anatomopolítica del cuerpo humano y la
denominada biopolítica de la población (González, 2020, p. 15). En su artículo,
hace referencia a la técnica de “distribución de los cuerpos en un espacio
analítico” que supone que “en la división, en la separación o, más
precisamente, cuadriculación, se alcanza la mayor individualización posible: el
uno (...) Así, cada uno tiene que vérselas sólo consigo mismo en relación con
las exigencias y control del capataz, del maestro o de Dios” (González, 2020,
p. 16).
En estos tiempos
casi-post-pandémicos-pero-aún-pandémicos, se potenció la cuadriculación de la
que habla la autora. Como peces en un estanque, nos hemos visto encuarentenados
sin más compañía que un teléfono móvil, y así, hemos ido empachando de nosotros
mismos, no sin gusto, al leviatán-traga-datos que habita en nuestros pérfidos
dispositivos electrónicos. Hemos diseñado una sociedad en la que el individuo,
con dos dedos de frente, experimenta profunda desconfianza acerca del
tratamiento que se le dará a la información almacenada sobre uno, pero
infaustamente, se sabe impotente ante esas fuerzas ocultas que lo gobiernan.
Pero volviendo a la cuestión de género, relacionado con la ideas de
Foucault, en otro artículo en la misma línea de González, Amigot y Pujal (2009)
afirman que “Foucault reconoció que las nuevas luchas políticas articuladas en
torno y después del 68 le permitieron ‘ver la cara concreta del poder’ y darse
cuenta de lo que había permanecido hasta entonces fuera del análisis político”
y agregan que “Es en ese momento cuando la cuestión del poder adquiere gran
intensidad; cuando formula un nuevo paradigma, el estratégico, frente al paradigma jurídico desde el que habitualmente se pensaba (y se piensa) el
poder” (p. 121).
¿Qué pasó en el 68? Lo que haya sido, por lo visto, provocó un cambio
en el filósofo, y le permitió desarrollar “un complejo y amplio trabajo que
permite pensar de otra manera: subraya el carácter productivo del poder e
insiste en el vínculo saber-poder y en la economía política de la verdad;
confiere nuevos usos a conceptos como disciplina y norma; o inventa términos,
como biopoder; con sus dos
vertientes, anatomopolítica y biopolítica, o gubernamentalidad. Toda una malla conceptual y analítica será
desplegada para brindar inteligibilidad y visibilidad a las heterogéneas
relaciones de poder” (Amigot y Pujal, 2009, p. 122).
Así, cuestiones tales como poder
como estrategia, saber-poder, atribuidos a Foucault, se pueden vincular
perfectamente con lo que se decía antes, de
una-sociedad-de-la-información-que-crea-una-sociedad-de-la-desconfianza y lo de
alimentar al leviatán-traga-datos, quien, a esta altura, nos conoce mejor que nosotros
mismos. ¿Eso es poder?, ¿eso es estrategia?
¿Y qué es estrategia? Podemos asociarlo, intuitivamente, con algunos
otros conceptos: diseño, premeditación, Napoleón, vida militar, vida
consumista. El poder, en tanto artificial, en tanto creación humana,
estratégicamente, está también en nosotros, nos habita (y por eso, seguramente,
se perpetúa), y lo que es peor, nos despoja de algo importante, que está en
nuestra esencia, aunque no sabemos muy bien qué es.
Pero volviendo, ahora sí, a la
cuestión de género, sostienen las autoras citadas: “Pensamos que el género como
dispositivo de poder realiza dos operaciones fundamentales e interrelacionadas;
por un lado, la producción de la propia dicotomía del sexo y de las
subjetividades vinculadas a ella y, por otro, la producción y regulación de las
relaciones de poder entre varones y mujeres” (Amigot y Pujal, 2009, p. 122).
No está del todo claro… casi
parecería ser que la biología, en tanto instrumento de poder, ¿es estratégica?
Que las diferencias entre hombres y mujeres, despojadas del programa de
perpetuación del poder, ¿no serían tales? Que las subjetividades, no serían ya
producto de la psiquis de la persona, ¿sino diseño humano? ¿Puede interpretarse
todo eso en los dichos del Foucault-post-68?
Podemos afirmar, como ya se hizo,
que el poder nos despoja de algo que no tenemos del todo claro que es, ¿pero
podemos ponerle nombre y apellido y bautizarlo como verdad? ¿no formará, acaso,
parte de los misterios inconfesables de la vida? Como en este pasaje de Fausto:
WAGNER: ¡Sólo una palabra! Hasta hoy tuve que avergonzarme, pues los
viejos y los jóvenes me atormentaban con problemas. Por ejemplo, nadie ha
podido entender cómo el alma y el cuerpo, compenetrándose tan bien y estando
tan estrechamente unidos que al parecer nadie puede separarlos, estén siempre
amargándose mutuamente la vida. Además...
MEFISTÓFELES: ¡Alto ahí! Yo preferiría preguntar: ¿por qué el marido y
la mujer se llevan tan mal? Esto, amigo mío, nunca llegarás a aclararlo.
(Goethe, s.f.)
Y AHORA, ESCUCHEMOS AL
RODABALLO
Se trata de una novela escrita en
1977, por el alemán Günter Grass, titulada como el pez, que narra la historia
de un rodaballo parlante que aparece en la desembocadura del Vístula, ante un
pescador neolítico (el cual representa a todos los varones), que comienza una
labor de asesoramiento, revelandole al hombre algunas verdades medulares acerca
del sistema social matriarcal en el que vive, procurando despertar en el
pescador (y en todos los de su género) un espíritu de emancipación del yugo
femenino. Ese matriarcado está apoyado fuertemente en la superstición, y es
liderado por Aya, cuya leyenda cuenta que subió a las alturas y se acostó con
el Lobo del Cielo, y cuando este se hubo dormido ella le robó el fuego y lo
trajo a la tierra, lo que le valió a la mujer una reputación rayana en
divinidad.
Así, en palabras del pez:
La realidad, hijo, es que el rodaballo es uno de los peces nobles. Más
adelante, cuando vosotros, hombres menores de edad y seniles desde la infancia,
os liberéis por fin del pecho materno, acuñando monedas, fechando la Historia e
imponiendo el patriarcado, cuando -¡por fin! - os hayáis emancipado de una
tutela femenina de seis mil años, estofaréis en vino blanco a mis semejantes,
los rodearéis de gelatina, los disfrazaréis sabrosamente con salsa y los
serviréis en porcelana de Sajonia (Grass, 1982).
Ese rodaballo, que fue pescado en el
neolítico, será pescado por segunda vez en los tiempos modernos, pero ahora por
un grupo de feministas, que lo interpelan en un juicio delirante, desarrollado
en un teatro.
Esta historia nos sumerge en una
realidad, que cuenta con respaldo histórico: la mujer no siempre estuvo
subordinada al varón. Entonces, ¿cuál es esa clase de orden divino, que ha hecho que un sector del mundo (el norte)
subordinara al sur, que ha hecho que el blanco estuviera por encima del no
blanco, y que ha hecho que el hombre, desde el punto de vista del poder social,
se emancipara, desde la prehistoria, del yugo femenino?
LOS SERVIRÉIS EN PORCELANA DE
SAJONIA
Podría ser pertinente, en este punto de la exposición, considerar como
insumo crítico algunas ideas extraídas de la Santa Biblia, que pueden ser de
gran utilidad para el abordaje de la temática poder-género, aún para aquellos
que no comparten la fe cristiana. Esto último se justificaría, por ejemplo, por
la fuerte raigambre de tipo judeo-cristiano que está presente en nuestra
cultura, sobre todo en la sociedad occidental. Los preceptos bíblicos, que hoy
muchas veces se presentan como un atraso social, se impusieron en la
historia como un paradigma revolucionario ante una civilización supersticiosa,
politeísta, poligámica, amoral y desordenada en infinidad de aspectos. Así,
considerar el Evangelio con un enfoque científico o filosófico, aún por
aquellos que no lo profesan, puede contribuir a romper ciertos prejuicios y
limitantes que nos impiden, en la generalidad de las veces, acercarnos más a la
verdad.
En ese sentido, podemos citar a Efesios 5:21, que dice: “Someteos los
unos a los otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo
es cabeza de la iglesia; y él es el salvador del cuerpo” (Reina y Valera,
1991). Entonces, con esas impopulares palabras al tiempo de hoy, Pablo lo
señala claramente. Pero no refiere a un sometimiento de la mujer al tirano que tiene por esposo. Ese esposo
debe, a su vez, someterse a Dios. ¿Se somete la mujer moderna al esposo? Pues
bien, ¿se somete el hombre moderno a Dios? Estar sujeto, en un sentido bíblico,
es obedecer y confiar (en Dios, en el esposo, en la esposa), lo cual, en el
tiempo de empoderamientos y desconfianzas que es nuestra cultura de hoy, es muy
difícil.
Parecería, además, estar inscripto en el alma de algunos varones una
especie de derecho de propiedad
natural sobre la mujer, sin que recapaciten en que ese orden natural solo se
desarrolla en armonía cuando el hombre reconoce el derecho de propiedad que tiene Dios sobre él. Por eso, no todos
podrán comer peces en porcelana de Sajonia; algunos, como el neolítico, deberán
comer en vasijas de barro o hueso, o con las manos.
CONCLUSIÓN
Lo anteriormente expuesto, como se
dijo al principio, no es un abordaje profundo acerca de la temática del género
en las relaciones de poder. En base a las citas de Foucault y el rodaballo,
confiesa interrogantes más que certezas. Sin embargo, se deja una Biblia
abierta para más o menos visualizar el norte hacia el que apunta la verdad.
En opinión del autor, si el ser humano se reconociera creación más que accidente, entonces, quizás, podría reinar cierto orden en medio
del caos de las relaciones humanas. Porque el orden divino es, de alguna manera, como el océano: podemos
aprovecharlo, explorarlo, explotarlo. Podemos hacer poesía sobre su bravura, o
escribir de la paz que infunde cuando está en calma. Podemos, si se quiere,
contenerlo e intentar gobernarlo. Pero al final del día, mal que nos pese,
siempre hará su voluntad, y seguirá sus propias reglas.
BIBLIOGRAFÍA
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dispositivo de poder. SOCIOLÓGICA, 70
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http://www.sociologicamexico.azc.uam.mx/index.php/Sociologica/article/view/145
Gargantilla, P. (2020, 17 octubre). Cuando
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https://www.abc.es/ciencia/abci-cuando-ellas-mandan-especies-lideradas-hembras-202010170103_noticia.html
Goethe, J. ( s.f.) Fausto.
González, M. (2020). Análisis
sobre la constitución del sujeto a partir de la imbricación entre
anatomo-política del cuerpo e identidad de género. ARIEL, (26).
Grass, G., 1981. El rodaballo.
Sudamericana.
Rclassenlayouts. (s. f.). Pecera
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https://es.123rf.com/photo_38286306_pecera-con-un-pez-de-colores-solitario-en-el-fondo-blanco.html
Reina, C. & Valera, C. (1991). Santa
Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas.