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La Izquierda frente al Espejo: Una Crítica Dialéctica desde Spinoza y Marx

 La “Izquierda” frente al espejo 

Dibujo de una cabeza simbolizando la mente aprendiendo, frente a sí misma


“Juzgan las cosas por los nombres y no los nombres por las cosas”

                                                                                          B. Spinoza


 Nicolás López Varela enseña Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires. Es, además, periodista, y un excelente traductor del alemán. En 2012 tradujo el “Cuaderno Spinoza”, escrito por el joven Karl Heinrich Marx en Berlín, entre marzo y abril de 1841, durante el último año de su formación filosófica en la Universidad. El texto traducido por López Varela, viene precedido por un estupendo ensayo introductorio que tiene por objetivo despejar las dudas siempre dejadas por una buena cantidad de “etiquetas” que los manuales, breviarios, compendios y diccionarios -convictos y confesos por el crimen de lesa inteligencia- acostumbran ponerle encima al pensamiento y la obra de un autor como Marx. De hecho, son innumerables los stickers en cuestión. Tantos que difícilmente se puede reconocer la autenticidad del texto y del contexto originales.

 En una larga entrevista que, a propósito de la traducción del mencionado cuaderno de Marx le hiciera Salvador López Arnal, Nicolás Gonzalez -aparte de manifestar su contundente rechazo del supuesto anti-hegelianismo de Marx y de desmistificar la reiterada calificación de Marx como un 'materialista' tout court- sostiene que, más allá de Althusser y compañía, la relación dialéctica expuesta por Marx entre el ser social y la conciencia social -y en consecuencia, entre sociedad civil y sociedad política, o entre la base estructural de la sociedad y su correspondiente sobrestructura jurídica y política- tiene en la idea de la sustancia expuesta por Spinoza su punto de partida. Y, en efecto, como sostiene el traductor, de la sustancia spinoziana se pueden comprender dos atributos fundamentales: la extensión (la realidad) y el pensamiento. Dos términos que son inescindibles, pero que no deben confundirse -pues, como dice Spinoza, no es lo mismo 'Pedro' que la idea de 'Pedro'. Pero siempre conviene tener presente que “el orden y la conexión de las cosas es idéntico al orden y la conexión de las ideas”. 

 De manera tal que, con independencia de la necesaria distinción que cabe establecer entre la realidad y el pensamiento, sin embargo, el uno y el otro son sus correspondientes espejos, la proyección en la cual no siempre lo que se es -o lo que se hace, dado que ser es hacer- coincide con lo que se piensa y se dice. Y ese es, por cierto, el problema esencial a resolver: remontar el “sueño dogmático”, provocar la fluidez de los términos que se han cristalizado, a fin de que se produzca, efectivamente, el reconocimiento, porque toda negación afirma, determina, por más que no se quiera aceptar.

 Por ejemplo, una determinada concepción del poder no puede no ser compatible con el modo de producir que posee una determinada sociedad. Parafraseando a Spinoza, el orden y la conexión de la sociedad política es idéntico con el orden y la conexión de la sociedad civil. Marx afirmó que el ser social determina la conciencia social. Pero las determinaciones no poseen una sola dirección. De hecho, son biunívocas. Lo uno determina a lo otro y a la inversa. El polo norte determina tanto al polo sur como el polo sur al polo norte. Si un determinado régimen político promueve, durante más de veinticinco años, la destrucción del aparato productivo de un país, si le impone “controles” a la economía y sustituye las “fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción” por una política de puertos -y contrabandos-, sustentada en el rentismo petrolero y el populismo, con la premeditada intención de aplastar a la sociedad civil y “fusionarla” -absorberla- con la sociedad política hasta su militarización, es natural que esa sociedad ya no se pueda ver reflejada en su propia imagen. Incluso, es natural que ya no sea más un Estado propiamente dicho, porque ha perdido uno de los términos que constituyen su 'orden y conexión'. Un polo norte sin un polo sur ya no es un polo. Simplemente, ya no es. Es un “no-polo”. Ha aniquilado al otro, ciertamente. Pero con su aniquilación se ha aniquilado a sí mismo.

 En esos casos, las imágenes se interrumpen, se fracturan y se producen las ficciones. Ya no hay correspondencia entre los lados de la reflexión. Ese es, desde el punto de vista de la dialéctica del ser social y de su conciencia, la actual situación de Venezuela. Esa ha sido la labor especular -no especulativa- que ha llevado adelante la así llamada “Izquierda” venezolana. Ha roto la correlatividad de la proiectio; se ha quedado sin imagen, ya no es 'la otra de aquella otra'; ya no mira ni es mirada. En fin, ya no es más que un vulgar vampiro, un “chupa sangre”, sin proyección, sin imagen posible. Y, al igual que el Estado que propició, su ser abstracto se ha hecho la nada indeterminada. De ahí que sus días estén contados.

  Semejante lógica de las abstracciones permite sorprender a una “Izquierda” que ya no lo es. Ya no es ni Izquierda ni Derecha: es un “Snug”, acomodaticio y fascistoide, un acobardado “arruchadito”, una “tercera vía” que pretendía mostrarse como un nacional-socialismo nice, un “tertium datur” cuya condición marginal lo hace auto-excluido y del cual, aunque no sea tarea fácil, conviene salir lo más pronto, a objeto de rehabilitar la relación -el reconocimiento- de la sociedad civil y de la sociedad política, del ser social y de su conciencia. Cuando la izquierda deja de ser un movimiento que comprende su tiempo y sus circunstancias de manera consciente y racional; cuando sus fundamentos abandonan la “crítica histórica de lo existente”, la lucha por el reconocimiento de la democracia, la justicia social, el respeto a la diferencia, a la diversidad y a la tolerancia, para abrazar esquemas vacíos y frases sin tiempo, o para condenar, reprimir o asesinar en el nombre de infamias, enceguecidos por la ira y el resentimiento, por todo lo que le resulta diverso, entonces pasa a ser una izquierda que no lo es, porque ni sus convicciones ni sus acciones se relacionan con ésta. Es una izquierda que ha perdido su condición esencial: la crítica; que se ha extrañado de sí misma, que se ha vuelto –como diría Hegel- “positiva”, “fija”, porque ha perdido su capacidad de movimiento y autosuperación. Se trata, pues, de restablecer 'el orden y la conexión' indispensables, esenciales, para el funcionamiento adecuado de un nuevo Estado. Y de ahí que el nuevo Estado no se pueda sustentar en el simplismo del “voltear la tortilla”, en el “todo lo contrario” del presente, es decir, en la aniquilación -la abstracción- del reino absoluto de la sociedad política por el reino absoluto de la sociedad civil. Ese sería el mundo invertido -pero idéntico- del presente. No es posible eliminar los lados de una relación opositiva. No hay terceros. Eso sí: es prioritario 'superarlos y conservarlos'. El recíproco reconocimiento, la nítida proyección de las imágenes, es la meta que reclama la creación de un nuevo Estado, centrado en la autonomía de los poderes públicos, garantes de la justicia, la libertad y la democracia.

¿Por qué no pertenecer a los partidos?


 

Estamos a punto de cumplir un siglo en el que, como civilización occidental, le tememos a la libertad, al contrario de nuestros padres que dieron su vida por ella, hoy, estamos ansiosos por venderla. No hay un solo comprador, existe una oferta de compradores, cosa curiosa: son ahora los compradores los que se ofrecen… y precisamente, por esto, es valiosa la venta de nuestra libertad llegado el momento en que nos involucramos en la oferta de compradores de otras libertades, en reglada sincronía de clase. Lamentablemente para algunos, siempre existirán personas que no podrán vender su libertad por imposibilidad, otros, por el contrario, resistirán al correcto, mediado, pausado, fino hecho de no vender su libertad individual. Los compradores son fascistas, pero también antifascistas, desde aquí, el derecho a estudiar las posibilidades es inmensa, tendiente al infinito.

Para Freud las personas son esencialmente seres antisociales, es la sociedad la que debe domesticarlos, es la sociedad la que debe acusarlos después, de ser peores que los animales. El hecho es que mucha de nuestra cultura se está aboliendo, la cultura que servía para sublimar los instintos biológicos de los seres humanos y civilizarlos, se aleja de la enseñanza de los infantes, lo que provoca serios problemas de adaptación al cambio y de tolerancia a los procesos educativos que buscan que los individuos lleguen, como meta máxima, a competir en sus trabajos. Es por tanto imperativo captar que las inclinaciones humanas a lo bello, así como también a lo feo, no forman parte de la biología humana, sino que son el resultado del proceso social que crea a los sujetos. Esto causa un efecto en cadena y un proceso dialectico de afirmación, negación y de negación de la negación; la historia crea a los individuos, pero es que también el individuo crea la historia. El gran problema de esta propuesta es la pluralidad en la primera fase y la singularidad en la segunda fase, lo que termina por provocar un acomodamiento de una cantidad indeterminada de individuos a una muy poca capacidad para gestionarla. Lo milagroso es admitir que esta forma esclavizante de procesamiento social, termina creando cultura, sea a quien sea que moleste. Mientras que lo aterrador es que pareciera percibirse que los mecanismos de poder intentan descubrir cuáles son los límites de esta adaptación.

Quién desee ser libre estará profundamente solo. La religión, la política, los nacionalismos, no son otra cosa que forma de evitar que los sujetos se sometan al peor de sus temores: el aislamiento. El ciudadano apolitico no es que no tenga opinión, sentido de los justo, o puntos de vista bien definidos y fundamentados de los hechos, es que los partidos que conoce le desconocen, traicionando su visión ciudadana se enfocan en su visión política, y se acartonan; el sujeto apolitico evita este acartonamiento, se une con su ciudad, así como lo hicieron los partisanos en Italia, o los rusos en Stalingrado, representando el peor de los infiernos para sus enemigos, porque se transformaron en las cosas mismas, dejaron de ser personas-ciudadanos-políticos, y se transformaron en calles, edificios y alcantarillas. El individuo apolitico es el enemigo de la máquina, imposible de identificar detrás de cualquier estampa.

La reforma fue uno de los procesos de individuación más importantes que hayan existido en nuestra historia, como forma social de proponer un nuevo punto de vista religioso, social y político en el mundo entero. La sensación de soledad e impotencia llevó luego al nacimiento del calvinismo, el cuál propugnaba en pocas palabras, que todo estaba dicho, sublimando así, en dios, el profundo sentimiento de aislamiento que la reforma trajo consigo. Mas jamás en la historia de las sociedades ha bastado la fe. El calvinismo y el protestantismo fueron entonces los responsables del ascenso del Capitalismo, cuando el creyente necesitó demostrar en sociedad de una u otra forma, que llevaba una vida virtuosa, acumulativa de bienes categóricos, llenos de idealismo; para que sus hijos al tener su destino heredado, se limpiaran de responsabilidades, destruyendo lo que no veían, colonizando a los, desde ya, condenados al purgatorio. La libertad instantánea necesitó de la dominación del destino divino inmediatamente. “La libertad para”, se volvió un concepto aterrador, naciendo así el concepto burgués de la “libertad de”. Nuestra forma segura de mantener el destino de ser los únicos animales que trascienden sus limites, es mantenernos en venta, el mercado era trascendencia y teníamos a dios, mientras que hoy es inmanencia por ateísmo.

Cuando perdemos el paraíso es imposible volver a él, aunque todo camino de vuelta comience en el infierno; el infierno de la libertad puede traer este paraíso perdido, puede que quizás, encuentre otros; la historia a demostrado que no es posible. Primero fue Adán quien fue expulsado del paraíso terrenal, luego fue Caín quien fue expulsado del paraíso de su familia, los judíos fueron expulsados del paraíso de su esclavitud en Egipto. Cualquier forma de dominación puede que tenga que enfrentarse con una cualidad extraña, profundamente humana, de encontrar la liberación cualesquiera sean las circunstancias, con la muerte como último camino. Es por ello, que dijo Camus, que es el suicidio la afirmación de la vida misma.

Es interesante notar que Lutero escribió en contra de la usura y los monopolios de su tiempo, siendo que fue él mismo el que sugirió un mayor individualismo, pero es aún más polémico enfatizar que la Iglesia Católica también era un monopolio y un estado al mismo tiempo, ejercía el control desde todas las aristas humanas materiales e inmateriales, privilegiando a su “Politburó” desde el poder que por sí misma mantenía. A veces es bueno separar un poco las aguas para luego volverlas a mezclar. Por esto el Concilio de Trento fue una parte importantísima para muchos desposeídos que vieron en el protestantismo un abismo irreconciliable para sus vidas condenadas desde el nacimiento a la miseria. La sublimación de los individuos se refugio entonces en el arte, y propuestas tan importantísimas como el barroco nacieron para proponer una forma de conciliar el salvajismo humano con el énfasis civilizatorio. Aunque fue en la educación en donde la contrarreforma encontró su caballo de batalla en contra de este nuevo liberalismo que amenazaba la unidad de la iglesia (Partido).

Los judíos siempre fueron perseguidos en Europa, pero recibieron con cierta simpatía las ideas de la reforma protestante, aunque luego Martin Lutero tomara posturas antisemitas. Es el hecho que el individualismo no admite una competencia igualitaria la negación de la negación a la propuesta de Lutero, pero dentro de su mente, con mucha posibilidad, se manifestaban preponderancias tendientes a la religión, por ello fue relevante desde el hecho de no admitir al mesías hasta las diferencias irreconciliables que existían en el proceso de conversión. Esto no significa que los judíos no supieran aprovechar las instancias de estas movilidades históricas y edificar alternativas económicas plausibles con estas nuevas creencias. La mano invisible de dios comenzó a funcionar, el aparato de la fe se bancalizó desde un extremo movible, fe por todos lados, hacia todos los rincones. 


Heidegger y el Nazismo: El Giro Olvidado en la Filosofía del Ser

Introducción
En el cruce entre la filosofía profunda y los tumultuosos eventos históricos del siglo XX, la figura de Martin Heidegger emerge como un enigma fascinante. Este artículo explora el controvertido vínculo de Heidegger con el nazismo, centrándose en el "giro olvidado" que marcó su filosofía del Ser, especialmente la desafortunada igualación entre Ser y ente. Inspirado en la reseña de Un Maestro de Alemania de Rüdiger Safranski, analizaremos cómo su retiro en la cabaña de Todtnauberg, sus reflexiones sobre la metafísica y su adhesión al nacionalsocialismo en los años 30 moldearon su pensamiento. Sumérgete en esta reflexión sobre la relación entre filosofía, política y el legado de Heidegger, un debate que sigue resonando en la filosofía contemporánea en Microfilosofia.com.

Imagen de Heidegger en una cabaña moderna con libros de filosofía y un periódico nazi, simbolizando el giro olvidado en su filosofía del Ser y su relación con el nazismo

La relación de Martin Heidegger con el nacionalsocialismo se desarrolla en un contexto histórico marcado por la profunda inestabilidad de la Alemania de entreguerras. Tras la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles (1919) impuso duras sanciones económicas y territoriales a Alemania, generando un sentimiento de humillación nacional que se vio agravado por la hiperinflación de los años 20 y la Gran Depresión de 1929. Para 1932, el desempleo alcanzó niveles catastróficos, con siete millones de alemanes sin trabajo, lo que sumió a gran parte de la población en la pobreza y la desesperación. En este escenario de crisis social y política, la República de Weimar se debilitó, incapaz de ofrecer soluciones efectivas frente al caos económico y la fragmentación política. Este ambiente de descontento masivo creó las condiciones perfectas para el ascenso del Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP), liderado por Adolf Hitler, que prometía restaurar el orden, la dignidad nacional y una economía estable, atrayendo a amplios sectores de la sociedad, incluidas las élites intelectuales.

En el ámbito conceptual, Heidegger ya había establecido las bases de su pensamiento en Ser y tiempo (1927), donde introdujo conceptos clave como el Dasein (ser-ahí) y la pregunta por el Ser, proponiendo una ontología que buscaba superar la metafísica tradicional. Influenciado por pensadores como Platón y Nietzsche, Heidegger exploraba la diferencia ontológica entre el Ser (lo que permite que los entes existan) y el ente (las cosas que existen), un eje central de su filosofía que se vería profundamente afectado durante su afiliación al nazismo. En los años 30, mientras dictaba cursos sobre metafísica y Platón, Heidegger comenzó a ver en el nacionalsocialismo no solo una solución política, sino un evento histórico capaz de provocar una "transformación de todo el ser humano", un ideal que resonaba con sus aspiraciones filosóficas de renovar el pensamiento occidental. Sin embargo, esta esperanza lo llevó a uno de los giros (Kehre) más controvertidos de su carrera: la igualación entre Ser y ente, una idea que contradecía sus propios principios y que más tarde retractaría. Este artículo examina cómo el contexto histórico de la Alemania de los años 30 y las ideas filosóficas de Heidegger se entrelazaron, dando lugar a un capítulo complejo que desafía nuestra comprensión del legado de uno de los pensadores más influyentes del siglo XX.

Orígenes filosóficos y la búsqueda de un cambio histórico


Leyendo a Platón, Martin Heidegger no se siente apremiado por la política, pero espera un cambio histórico que quizá traiga una nueva comprensión del ser. Este período de introspección, que se desarrolla en los años previos a su involucramiento con el nacionalsocialismo, refleja su profunda dedicación a redefinir la ontología a través de una lectura renovada de los clásicos. Influenciado por los diálogos platónicos, Heidegger buscaba trascender las limitaciones de la metafísica tradicional, proponiendo una visión del Ser que fuera más allá de las categorías estáticas y se alineara con una experiencia existencial viva. Sin embargo, esta búsqueda teórica se vio pronto entrelazada con los convulsivos eventos políticos de la Alemania de entreguerras, marcando el inicio de un capítulo controvertido en su trayectoria intelectual y personal. Su interés por una transformación histórica no era solo especulativo; lo veía como una oportunidad para que la filosofía recuperara un papel central en la cultura, un ideal que más tarde chocaría con las realidades del régimen nazi. [...]

La visita a Todtnauberg y los primeros ecos políticos


Hermann Mörchen hace una visita al filósofo en la cabaña de Todtnauberg. Mörchen escribió sus impresiones en el diario: "Allí se duerme largamente; por la noche, a las ocho y media es ya la 'hora en la cabaña'. No obstante, en invierno hace ya mucho rato que ha caído la noche, de manera que queda todavía algo de tiempo para conversar. Lo cierto es que no se habló de filosofía, sino, sobre todo, de nacionalsocialismo. ¡Gertrud Bäumers, otrora tan adicta a los liberales, se ha hecho nacionalsocialista, y su marido la sigue! No lo habría creído, y, sin embargo, propiamente no hay que admirarse. Heidegger no entiende mucho de política, y de este modo, su repugnancia frente a todas las mediocres deficiencias le permite esperar algo del Partido, que promete hacer cosas decisivas y, con ello, sobre todo oponerse eficazmente al comunismo. El comentario es que el idealismo democrático y la apelación de Brüning a la conciencia no pueden hacer ya nada, una vez que se ha llegado tan lejos; y así hay que dar la aprobación a una dictadura que no se asuste de los medios acordados en Boxheim. Sólo mediante tal dictadura puede evitarse otra peor, la comunista, que destruye toda cultura de la personalidad y con ello toda cultura en el perro sentido occidental. Heidegger apenas se ocupa de preguntas políticas particulares. Quien vive aquí arriba tiene otros patrones para todo eso." [...] Esta anotación revela un Heidegger aislado en su retiro montañoso, un lugar pensado para la contemplación, pero que se transforma en un espacio donde las ideas políticas emergen con fuerza. La cabaña, ubicada en las montañas de la Selva Negra, simbolizaba su refugio intelectual, pero también un punto de encuentro donde las tensiones sociales de la época comenzaban a filtrarse, mostrando un contraste entre su vida ascética y su apertura a soluciones radicales como las ofrecidas por el Partido Nacionalsocialista.
En el momento de la visita de Mörchen en Todtnauberg y de las lecciones sobre Platón, en el invierno de 1931-1932, la toma de partido de Heidegger por el Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP) no es otra cosa que una opinión política. Ve en este Partido una fuerza de orden ante la miseria de la crisis económica y el caos de una república de Weimar que se desintegra, y sobre todo un baluarte contra el peligro de un vuelco comunista. "Un tronco grueso que necesita una cuña gruesa", le dice a Mörchen. Pero de momento su simpatía política por el nacionalsocialismo no tiene cabida en su filosofía. Un año más tarde eso cambiará radicalmente. Entonces, en efecto, para Heidegger está ahí el gran instante de la historia, aquella "transformación de todo el ser humano" de la que con gran presentimiento había hablado en el curso sobre Platón. Entonces la revolución nacionalsocialista se convierte en un evento poderoso para el ser-ahí, en un suceso que impregna su filosofía hasta lo más íntimo e impulsa al filósofo más allá de los "límites de la filosofía". [...] "Hay que adherirse", dice Heidegger a Jaspers en marzo de 1933. Esta afirmación marca un giro decisivo, donde su pensamiento se ve temporalmente influenciado por los ideales del régimen, un alineamiento que desencadenaría un intenso escrutinio ético y filosófico en los años posteriores. Cita: Un maestro de Alemania: Martin Heidegger y su tiempo. Este cambio no fue un accidente aislado, sino el resultado de una confluencia entre su visión mesiánica del Ser y las promesas de regeneración nacional que el nacionalsocialismo proyectaba en ese momento.

La Kehre nazi y su controversia filosófica


Es bien sabido que a lo largo de la vida filosófica de este autor hay muchos cambios en su perspectiva reflexiva, siempre en torno a la cuestión del Ser. De hecho, él mismo recurre muchas veces a la palabra Kehre para referirse a estos cambios. El que más se ha sacado a colación es el que hay desde Ser y tiempo hasta los cursos sobre metafísica del 30, que pasa de escribir ser a escribir Ser, y después de esto la Kehre que nos lleva al fracaso metafísico por el cual empieza a escribir el Ser pero hay un cambio que no está demasiado comentado y a mi juicio poco documentado, que es el que hace en pleno nacionalsocialismo. Quizá imbuido por el movimiento se deja llevar y consigue una aberración antiheideggeriana: escribe que el Ser es igual que el ente. Esta equiparación, que rompe con los cimientos de su ontología donde el Ser trasciende al ente, evidencia cómo el contexto político pudo desviar su pensamiento hacia una confusión metafísica sin precedentes. Más tarde se retractará de esto, antes de la Carta sobre el humanismo, incluso al final echará la culpa al Ser ya que erró en su nombre y por él mismo. Personalmente me parece una manera de echar cartas fuera y salvarse a medias, lo cierto es que en un análisis alejado de la idealidad heideggeriana podemos decir que es un autor metafísico que actúa en contra de ella. ¿Qué es el pastoreo del Ser? ¿Acaso no es más coherente que lo único que se puede guardar es el ente, ya que es algo, que no el Ser que es la Nada como dirá en su último giro? Estos interrogantes invitan a una reflexión crítica sobre la coherencia interna de su filosofía frente a sus decisiones históricas. Este giro nazi no solo alteró su obra, sino que también dejó una marca indeleble en su legado, generando un debate ético que sigue siendo objeto de estudio entre filósofos y académicos.

Pero lo que aquí nos atañe es mostrar que hasta una gran mente, privilegiada como la de Heidegger para poder llegar a esas abstracciones, puede caer en las redes de una mentalidad desfasada. Sin embargo, la aspiración del autor es que este régimen nuevo pueda traer una manera distinta de pensar el Ser y por ende de superar la metafísica. Eso es lo que cree y creo que en ese aspecto no es reprochable su actitud, de hecho no son pocas las voces como la de Mörchen que afirman la poca idea que tenía el de Messkirch de política. Esta falta de entendimiento político, combinada con su visión idealista del cambio histórico, pudo haberlo llevado a idealizar las promesas del nacionalsocialismo como una oportunidad para renovar el pensamiento filosófico. A pesar de todo, quiero finalizar con la respuesta al por qué de su afiliación propuesta por Hans-Peter Hempel porque opino que también es algo que se ha obviado: "El conflicto permanece insoluble mientras usted, por ejemplo, en un mismo día lea por la mañana el Principio de razón y por la tarde relatos o películas documentales de los años posteriores del régimen de Hitler, mientras usted juzgue el nacionalsocialismo solamente desde la perspectiva de hoy, mirando atrás desde aquí y teniendo en cuenta lo que después de 1934 salió poco a poco con claridad a la luz. Al principio de los años treinta, las diferencias sociales en nuestro pueblo se habían hecho insoportables para todos los alemanes que vivían con un sentimiento de responsabilidad social, y resultaba igualmente intolerable el grave amordazamiento económico de Alemania por causa del Tratado de Versalles. En el año 1932 había siete millones de parados, que con sus familias no veían ante sí sino necesidad y pobreza. La confusión por causa de estas circunstancias, que la generación actual ya no puede imaginarse, pasó también a las universidades". Cita: Un maestro de Alemania: Martin Heidegger y su tiempo. Este testimonio contextualiza la desesperación de la época y sugiere que la decisión de Heidegger no fue solo un capricho intelectual, sino una reacción a un contexto de crisis social y económica que marcó profundamente a toda una generación, incluyendo a las élites académicas. La hiperinflación, el desempleo masivo y la humillación nacional tras la Primera Guerra Mundial crearon un caldo de cultivo donde las promesas de orden del nazismo encontraron eco, incluso entre intelectuales como Heidegger.

Reflexiones finales: Lecciones de un giro filosófico y político


Esta perspectiva histórica nos permite entender cómo un filósofo de la talla de Heidegger pudo verse atrapado en las redes del nacionalsocialismo, no solo como una adhesión política, sino como una esperanza mal encaminada de transformar la comprensión del Ser. Su viaje intelectual, lleno de giros (Kehren), nos deja una lección sobre la fragilidad del pensamiento frente a las presiones históricas, invitándonos a reflexionar críticamente sobre cómo las circunstancias externas pueden moldear incluso las mentes más brillantes. La controversia alrededor de su afiliación al nazismo sigue siendo un recordatorio de la complejidad de separar la filosofía de su contexto histórico, un debate que enriquece el estudio de su obra y nos desafía a analizar cómo los grandes pensadores pueden equivocarse bajo la influencia de su tiempo. Este "giro olvidado" no solo redefine nuestra percepción de Heidegger, sino que también nos invita a cuestionar la relación entre el Ser, el ente y las ideologías que intentan apropiarse de ellos, abriendo un diálogo intergeneracional sobre ética, política y metafísica que sigue vigente en la filosofía contemporánea.