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El malestar del positivismo con la teoría de la relatividad


El positivismo lógico fue un desarrollo filosófico de las décadas de 1920 y 1930 que necesitaba presentar la técnica de la ciencia y las matemáticas al razonamiento. Como componente de este deseo, el Círculo de Viena (Wiener Kreis) de positivistas lógicos intentó limpiar el razonamiento de misticismo, por lo que implicaban cualquier hipótesis que no pudiera probarse utilizando las técnicas de la ciencia experimental actual. Los miembros del Círculo de Viena, incluido su ostensible jefe Moritz Schlick, descubrieron que los casos especulativos de misticismo consuetudinario, especialmente aquellos relacionados con la religión, eran falsos, cuestionables o estériles. Para Rudolph Carnap, otro individuo convincente del Círculo, "las (pseudo)declaraciones del trascendentalismo no sirven para describir situaciones". Están, al igual que el verso y la música, "en el espacio de la obra y no en ese estado de ánimo de especulación" (de 'The End of Trascendentalism?' en Western Way of Thinking: A Compilation, modificado por John Cottingham). Carnap, sin dudarlo, transmitió que en el nuevo razonamiento realista de la ciencia del Círculo, "se logra un fin extremo de poder, que aún no era imaginable por parte del enemigo anterior de las posturas mágicas".


Para los positivistas, Einstein estaba equivocado



De hecho, los positivistas lógicos excusaron completamente todas las hipótesis no lógicas, no simplemente en la forma de pensar, exigiendo que todas las explicaciones y especulaciones sean en un sentido real triviales, excepto si pueden ser confirmadas o comprobadas legítimamente mediante un examen. Ésta es la supuesta regla de control. A grandes rasgos el positivismo lógico establece que cada recomendación innegable es significativa (sin embargo, podría ser obvia o engañosa), y cualquier caso indemostrable, ya sea sobre la ciencia, el poder o la presencia de Dios, es inútil. Las afirmaciones sobre la moral, dijo, son además misteriosas, por lo que su única importancia puede ser como articulaciones de nuestras mentalidades profundas. Según el verificacionismo, la importancia de cualquier afirmación radica en su técnica de confirmación.


Al poco tiempo, Karl Popper en su Rationale of Logical Revelation planteó una cuestión de confirmación: ninguna cantidad de percepciones que coincidan con una hipótesis puede validarla indiscutiblemente en algún momento. Un modelo ejemplar es el caso de que "todos los cisnes son blancos". No tanto un gran número de avistamientos de cisnes blancos validarán esto, pero incluso la localización solitaria de un cisne no blanco lo desacreditará (“tergiversará”). Sostuvo que una "hipótesis que no es refutable por ninguna ocasión posible no es lógica. La certeza no es una ética de una hipótesis (como la gente sospecha con frecuencia) sino un mal hábito... la regla del estado lógico de una hipótesis es su falsabilidad, refutación o comprobabilidad". Así pues, para Popper la falsabilidad, no la evidencia, es la prueba que distingue la ciencia certificable de lo que Popper llamó "pseudociencia" o "misticismo".


Parece ser que la sustitución de la ciencia física newtoniana por la hipótesis general de la relatividad de Albert Einstein afectó revolucionariamente al positivismo lógico. Como expresa John Earman, "una evaluación concisa de la historia genuina del positivismo lógico revela que una de sus motivaciones más claves es exactamente este malestar einsteiniano. Los primeros trabajos de los positivistas -de Schlick, Reichenbach y Carnap, específicamente- ponen el énfasis sobre la hipótesis de la relatividad, hipótesis cuyo efecto progresivo se percibe inequívocamente a lo largo de un cuestionamiento a sus antepasados filosóficos." (Deducción, Aclaración y Diferentes Insatisfacciones, p.85, 1992)


En cualquier caso, ¿el malestar en la ciencia física que Einstein inició en 1905 justifica realmente los estándares del positivismo lógico? Mi conflicto es que va en contra de la forma de pensar del Círculo de Viena, especialmente de su obligación casi exagerada con el enfoque empirista de David Hume, Ernst Mach y Bertrand Russell, así como el estándar de naturaleza innegable de Moritz Schlick. En particular, aunque una gran cantidad de pensamientos devastadores y profundamente extraordinarios engendraron los reemplazos lógicos de Einstein: por ejemplo, aberturas blancas, agujeros de gusano, materia oscura, energía opaca, cuerdas subatómicas, universos iguales, elementos ocultos del espacio-tiempo y gravitacional. O otros ejemplos de objetos que pueden aparecer en las condiciones numéricas y los cálculos de físicos hipotéticos, la mayor parte del tiempo no se ha demostrado o no han sido rastreados en el Universo reconocible para afirmar su realidad.


¿Forma de pensar sobrenatural o ciencia ficción?

Según el eminente físico Lee Smolin, principal partidario de la Fundación Edge de Canadá para la ciencia física hipotética, este actual alejamiento de la ciencia física de la experimentación al estilo del Círculo de Viena se debe a "la victoria de un enfoque específico para hacer ciencia que llegó a gobernar la ciencia física". durante la década de 1940. Este estilo... favorece el virtuosismo en la determinación sobre la reflexión sobre cuestiones duramente aplicadas" (The Issue with Physical science, 2006, pp.xxii). Como reflejo del compromiso de los positivistas lógicos con la inducción, Smolin se muestra excepcionalmente incrédulo ante este "enfoque específico de hacer ciencia". Ha provocado lo que él llama "la emergencia actual en la ciencia material":


"Se han planteado e investigado nuevas especulaciones, algunas exhaustivamente, pero ninguna ha sido confirmada tentativamente. Además, he aquí la esencia del asunto: en ciencia, para que una hipótesis sea aceptada, debe generar otra expectativa, no exactamente la misma que aquellos hechos por especulaciones pasadas - para un examen que aún no ha terminado. Para que la prueba sea significativa, debemos tener la opción de encontrar una solución que contradiga esa expectativa. Cuando esta es la situación, decimos que una hipótesis es falsable. -es decir, debe de demostrarse imposible que sea falso. La hipótesis también debe ser confirmable; debe ser factible verificar otro pronóstico que hace esta hipótesis. Justo cuando una hipótesis ha sido probada y los resultados coinciden con la hipótesis, avanzamos la hipótesis a las posiciones de especulaciones genuinas"

(El problema con la ciencia de los materiales p.xiii)


A la luz de esto, un gran número de especulaciones adoptadas hoy por los físicos hipotéticos parecen ser algo que Smolin llama "sueños sobrenaturales". Una de las más inequívocas es la posibilidad de varios universos, también llamada hipótesis de la "especulación de muchos universos" o del "multiverso". Se han elevado varias variantes del mismo como solución a acertijos en muchas partes de la ciencia física; fue el tema de un número completo de la revista New Researcher en 2011, y entre sus numerosos aliados lógicos se encontraba el fallecido Stephen Selling, quien lo abordó en su último artículo distribuido. Sea como fuere, a pesar de ello, la especulación sobre el multiverso sigue siendo una hipótesis simplemente especulativa por el sentimiento de no ser comprobable mediante percepción directa. De hecho, no tiene ninguna prueba exacta sustancial que lo respalde. No se puede demostrar utilizando la regla de estatus incuestionable de Schlick; ni podía en ningún momento ser adulterado observacionalmente en la forma en que Karl Popper aceptaba que debería serlo cualquier hipótesis genuinamente lógica. Como simple reliquia de hipótesis hipotéticas y de modelos numéricos, es más una forma de pensar y un poder que una ciencia experimental comprobable. Roza la ciencia ficción.


Otra hipótesis cuestionable ganó prominencia debido a las preocupaciones que rodean la teoría del origen del universo, sobre la dispersión generalmente uniforme de las cosas observadas en todo el Universo aparente. Este es el tipo de cosas que difícilmente se esperaría que resultaran de una colosal explosión de energía concentrada en un punto mucho más modesto que una partícula de unos 13,8 hace bastante tiempo. Sin embargo, nuestra primera "imagen infantil" radioastronómica de cómo se veía el Universo aproximadamente 380.000 años después de la Gran Explosión, muestra una distribución uniforme del problema en cada dirección. Para dar sentido a esta irregularidad, Alan Guth y otros cosmólogos propusieron la supuesta hipótesis de la "expansión", según la cual el Universo recientemente formado al principio se expandió a un ritmo mucho más rápido incluso que la velocidad de la luz durante una pequeña porción de un segundo. después de la enorme detonación. Sea como fuere, este cambio improvisado o 'apoyo hipotético' (para usar la hábil expresión de Thomas Kuhn) no logra dar sentido a la diseminación uniforme del material por todo el Universo, a la luz del hecho de que la basura de una detonación enorme como En cualquier caso, la explosión debería extenderse de manera un tanto desigual y tumultuosa, incluso si el Universo al principio se volvió increíblemente rápido. Además, la nueva hipótesis planteaba otros entrelazamientos, por ejemplo, once componentes del espacio-tiempo, innumerables Grandes Explosiones y, de nuevo, la presencia de diferentes duplicados de cada uno de nosotros poseedores de numerosos universos iguales. Eso es lo que comenta Smolin: "La hipótesis de la expansión generó expectativas que parecían cuestionables" (p.xi), y se quejó de que ésta no es realmente la materia de la que está hecha la ciencia popperiana:


"Este es un engaño hábil mediante el cual desean convertir una decepción informativa en un logro lógico. Si no tenemos la más mínima idea... de nuestro universo, simplemente asuma que nuestro universo es un individuo de un ///grupo ilimitado e indetectable de universos... Hay tanto mal en esto como especulación lógica... es difícil percibir cómo podría generar expectativas falsificables para posibles exámenes."

(citado por John Horgan en Logical American, 4 de enero de 2015)


Además, consideremos la que tal vez sea la hipótesis más famosa entre los físicos hipotéticos actuales: la hipótesis de las cuerdas. Como indica Smolin, la hipótesis de las cuerdas "recomienda que cada una de las partículas rudimentarias emerge de las vibraciones de una sustancia solitaria - una cuerda" que es tan pequeña que es indetectable incluso para los instrumentos superrefinados de la ciencia actual. En cualquier caso, Smolin rechaza el estatus lógico de la hipótesis de cuerdas ya que "no hace nuevos pronósticos que sean comprobables mediante pruebas actuales - o incluso posibles en este momento... Por lo tanto, independientemente de lo que muestren los ensayos, la hipótesis de cuerdas no puede ser refutada". Sin embargo, lo contrario también se cumple: ningún ensayo puede validarlo en ningún momento" (The Issue with Physical science, p.xiv). Smolin también ve otros defectos igualmente desastrosos en la hipótesis de cuerdas. " Una parte de la hipótesis de la cadena explicativa que no hace nuevos pronósticos es que parece llegar en un número ilimitado de versiones... todas y cada una de ellas no pueden evitar contradecir la información del ensayo actual" (en la misma página). Procede a desmitificar los casos mágicos de la hipótesis de cuerdas a pesar de su situación obviamente predominante en el ámbito de la ciencia material actual. "La hipótesis de las cuerdas... afirma que el mundo, en un sentido general, no es el mismo que el mundo que conocemos. Suponiendo que la hipótesis de las cuerdas sea correcta, el mundo tiene más aspectos y un número mucho mayor de partículas y poderes de los que hemos notado hasta ahora. Muchos estudiosos de las cuerdas hablan y componen como si la presencia de estos aspectos y partículas adicionales fuera una verdad garantizada, una verdad que ningún investigador decente puede cuestionar. Al menos una o dos veces, un estudioso de las cuerdas me ha dicho algo como: "¿Cómo quieres decir?" ¿Cree que es concebible que no haya aspectos adicionales? A decir verdad, ni la hipótesis ni el ensayo ofrecen prueba alguna de que existan aspectos adicionales". (p.xvi)


Se ha tomado la ciencia física importante como modelo de cómo deberían crear las ciencias restantes. Para empiristas comprometidos como Smolin, es una desgracia que "a pesar de nuestros serios intentos, lo que sabemos con seguridad sobre las regulaciones [físicas fundamentales] sea algo parecido a lo que sabíamos, si nos remontamos a los años 1970" (p.viii). Lo atribuye al "egoísmo" de una cantidad considerable de estudiosos de las cuerdas. (pág.269)


¿Está 'Todo en Matemáticas'?

Durante la completa sombra solar en el otoño de 1919, los astrofísicos ingleses encontraron evidencia de que la gravedad del Sol distorsiona la dirección de la luz de otras estrellas, afirmando una creencia crítica de la hipótesis general de la relatividad de Einstein. Un inteligente artículo de Richard Panek en la revista científica Find in Walk de 2008 describió cómo Einstein, un difícil, se entrometió en un estudiante para felicitarlo por este logro lógico, diciendo: "Sin embargo, me di cuenta de que la hipótesis es correcta". Pero ¿qué pasa, preguntó el suplente, si las percepciones hubieran ido en contra de sus estimaciones? Einstein respondió: "Entonces, en ese momento, me habría enfadado por el querido Maestro; la hipótesis es correcta". Es un rechazo autosuficiente de la regla positivista de naturaleza exacta e innegable. Einstein pronunció años después que "Nuestra experiencia hasta hace poco nos legitima para aceptar que la naturaleza es el reconocimiento de los pensamientos numéricos más sencillos posibles. Estoy convencido de que podemos encontrar a través de desarrollos absolutamente numéricos las ideas y las regulaciones que las interconectan entre sí". otro." Panek resume agradablemente las ramificaciones fundamentales del salto desde la técnica más convencional de percepción exacta a la confianza de Einstein en los estudios psicológicos y la "mente creativa numérica". " Durante milenios, los analistas se concentraron en el comportamiento del cielo y trataron de captarlo en términos numéricos. Einstein cambió la prueba: buscó la verdad en las condiciones y luego creyó que las investigaciones del cielo lo respaldarían. Prácticamente todos de la cosmología actual y de la ciencia material hipotética se deriva de ese acto de pura confianza - o salto, tal vez, de la razón."


Smolin no acepta tal "salto de la razón", excepto si está respaldado por pruebas experimentales sólidas: por percepciones y exámenes que demuestren o refuten cualquier especulación propuesta en estricta coherencia tanto con la forma de pensar de la ciencia del Círculo de Viena como con las experiencias de Popper. Afirma que "cuando razonas así, pierdes la capacidad de exponer tu hipótesis al tipo de prueba que el trasfondo histórico de la ciencia muestra una y otra vez que se espera que separe las especulaciones correctas de las especulaciones hermosas pero fuera de fundamento. Para hacer esto, una hipótesis debe crear pronósticos explícitos y exactos que puedan ser afirmados o desacreditados, pero en cambio existe un alto riesgo de desconfirmación, o "la afirmación cuenta una tonelada". Si no hay posibilidad de apostar por ninguna de las dos cosas, es prácticamente imposible seguir haciendo ciencia" (The Issue with Physical science, p.169).


Fines no lógicos.

Entonces, ¿la hipotética ciencia física adoptada por los actuales beneficiarios de Einstein es ciencia experimental comprobable, forma de pensar mística o ciencia ficción? Los principales beneficiarios de Einstein parecen haber ignorado las justas advertencias de Einstein en 1933: "La experiencia sigue siendo, obviamente, la única base de la utilidad real de un desarrollo numérico". Lee Smolin añade su propia advertencia: "La ciencia es nuestro instrumento más útil, sin embargo, la posibilidad de que deba ser profética ha causado muchísimo daño". (Americano lógico, 4 de enero de 2015)


El artículo de Panek en Find termina destacando las tremendas dificultades que enfrenta el perturbado campo de la cosmología, que actualmente está más determinada por hipótesis matemáticas y por la "excelencia numérica" que por una obstinada experimentación basada en la percepción. "Todas estas ideas más recientes existen perfectamente en la ciencia, sin embargo, hasta este momento los testigos presenciales no han reconocido ningún indicio de que sean reales... Cómo superar el compromiso subyugado con la experiencia podría haber sido el regalo más destacado de Einstein en los cien años veinte. El más Un método eficaz para llevar la mente creativa numérica a la tierra podría considerarse su prueba más notable para el día 21". En caso de que no se enfrente este desafío, entonces los logros futuros en la ciencia material principal -un campo que obviamente está "experimentando una saciación de mente creativa y una escasez de información" (Horgan)- pueden alejarse en cualquier punto de la percepción y pronóstico comprobable en dominios perpetuamente caprichosos de hipótesis de otro mundo. Considerando todo esto, ¿qué se puede pensar cuando el cosmólogo vivo más popular de Estados Unidos, el Dr. Neil deGrasse Tyson, siguiendo al lógico Scratch Bostrom, dice que la probabilidad de que el Universo sea una reproducción computarizada "podría ser extremadamente alta... Y suponiendo que esa sea la situación, me resulta sencillo imaginar que todo eso en nuestras vidas es la producción ideal de otra sustancia para su diversión." Sin duda, ¿esta especulación sobre la reproducción es en sí misma una hipótesis lógica o ciencia ficción pura?

El pensamiento del Dinosaurio.

Tiranosaurus.

Los tyranno-saurus

La tiranía, desde siempre, ha estado emparentada con los llamados 'saurus', esos lagartos enormes, gordos y cabezones, cuya insaciable voracidad tantas veces delineó, con magistral plasticidad, Pedro León Zapata. Es verdad que las superproducciones cinematográficas de Hollywood los han representado una y otra vez, hasta el paroxismo tecnológico de los 'efectos especiales', propio de la ratio instrumental contemporánea.


'Jurassic Park', bajo la dirección de Spielberg, es una clara muestra de ello. Su trama narra la experiencia de un grupo de personas que visitan un selvático –y aparentemente paradisíaco– parque de diversiones que tiene como atracción principal un nutrido grupo de saurios clonados. Las consecuencias del experimento son harto conocidas por todos. El mensaje de fondo de Spielberg –que, en realidad, es de Michael Crichton, el autor de la novela– es bastante claro: cuando los hombres intervienen para tratar de modificar 'el curso natural de las cosas' las consecuencias terminan siendo catastróficas. La fe positiva y el entendimiento abstracto 'se pagan y se dan el vuelto'.

Que la teología haya fijado su 'santa sede' en Hollywood no es cosa nueva. Tampoco lo es el hecho de que la reproducción e instrumentalización del conocimiento estén al servicio de los insondables misterios del todopoderoso. Misterios, por cierto, nunca revelados y de los que no se está permitido dudar, ya que sólo conviene seguir, fielmente, el mandato de “la Ley”. Religión y positivismo son caras de la misma moneda. No se puede preguntar, en consecuencia. Sólo cabe obedecer el orden prestablecido. Esta parece ser la diferencia entre la positividad religiosa de ciertos cineastas y la libre e irreverente creación de los auténticos artistas, más cercana a la espontaneidad de la Grecia clásica que a los misticismos característicos de la tradición orientalista. Y esta es la razón por la cual se puede afirmar, con propiedad, que Zapata fue un artista pleno, es decir, un creador en sentido enfático.

Las clonaciones generan mutaciones. Mutar es hacer, crear, producir. Sin cambio no hay creación y sin creación no hay ni sociedad ni historia. Es por eso que no existen límites para las infinitas mutaciones de la creación artística. Lo que la hollywoodense versión popperiana del falsacionismo prohíbe –“de lo que nada se puede decir es mejor callar”–, se hizo reto de vida en Zapata. Más aún, se puede afirmar que concibió la caricatura –los “zapatazos”– como una auténtica creación estética, necesaria para poder decir lo que no se puede decir. Y fue por cierto de la clonación de la tiranía con el lagartinaje –que incluye a los sapos– que surgió esa extraordinaria denuncia que representa la figura del 'hombre fuerte' y voraz, del típico caudillo militarista, del sanguinario tyranno-saurus, enemigo de la tolerancia, la diferencia y las libertades republicanas, que tienen su origen, precisamente, en la Grecia clásica.

Dos concilios tyranno-sauricos se han celebrado recientemente. El primero de ellos “en el Estado Margarita”, con la presencia de cretácicos de la talla de Mugabe y Castro. El segundo, en las lejanas tierras de Ciro y Darío, esta vez, con la estelar participación de los terópodos Erdogan y Putin. Ni siquiera Hollywood ha podido reunir tantas especies tyrannicas en escena. Por cierto, se notó la ausencia del último 'nano-tyrannus' de América, aunque era comprensible, dada su vertiginosa caída en las encuestas, a causa de su especial gusto por la carne de cerdo. Afuera quedó también “Peque”, el “Bebé Sinclaire”, dando mazazos en el vacío, con intrigante desquicio. En todo caso, ya era suficiente con una cumbre. Pero que en tan breve lapso de tiempo los antediluvianos hayan realizado dos concilios ya es cosa preocupante. Se comprenderá: la preocupación no hace referencia tanto al mundo civilizado como a ellos mismos, pues, finalmente, han comenzado a percibir que el tiempo se les agota. Les llega “la era de hielo”. Postrados ante su violencia, se van muriendo de ella. Fue Maquiavelo quien, según Hegel, afirmara que “la indiferencia de los súbditos frente a sus soberanos así como de estos frente a serlo, es decir, a comportarse como tales, termina haciendo superflua la tiranía”. Y es que pareciera que “la tiranía es derrocada por los pueblos en nombre de que es execrable, vil. Pero, en realidad, solo porque es superflua. Su divinidad es sólo la divinidad del animal, la ciega necesidad; en ella, precisamente, reside el mal y por eso merece la execración”.

La labor del conocimiento –si es que pretende sinceramente contribuir con el desarrollo de la historia humana– no puede consistir en silenciar al pensamiento. El ideal epistemológico de las elegantes explicaciones matemáticas, neutro, unánime y lapidario, fracasa ahí donde el objeto mismo –la sociedad– no es ni neutro ni unánime ni lapidario, toda vez que evidencia la fuerza de su diferencia ante un sistema categorial de lógica discursiva que habitúa anticiparse a la objetividad. Su punto de vista, en efecto, termina por coincidir con el dogma. Quienes izan las banderas del conocimiento científico “puro” no han comprendido aún que toda clonación es, lejos de lo que se suele creer, una mutación, un cambio en su propia estructura: el resultado del nada “natural” devenir de la historia. Los tyranno-saurus no pueden ser clonados sin que en ellos ya se encuentre presente el “germen genial” del progreso, de la mutación, malgré les. Y cuando no lo aceptan, cuando se niegan a asumir la fuerza del cambio, perecen irremediablemente. Sin este germen son sólo fósiles dignos de museos o mausoleos, similares a los que asisten a ciertos concilios. Son los que nada saben de recuerdo ni de concreción y viven para la muerte.

Quizá resulte interesante y hasta divertido ver a estos grandes reptiles, auténticos monstruos surgidos durante el triásico y hegemones del jurásico, desde las pantallas o detrás de los aparadores de las galerías o en los parques de diversión: escamosos, dientones, verdes, secos, rígidos. Pero los de Zapata son la denuncia de un repugnante espectáculo: el de aquellos que creen poder resucitar aplastando con su ferocidad a los demás. Son los que se niegan a comprender que ya su tiempo se ha extinguido para siempre.


Por @jrherreaucv.

Las 6 claves de la Comunicación Oral

Las 6 claves de la Comunicación Oral.
El propósito de este escrito es proponer un método simple para abordar –que no solucionar– el complejo tema de la eficacia de la comunicación oral, entendiendo la comunicación como un proceso y la eficacia como el ajuste de sus resultados a los objetivos, que no son otros que conseguir que lo recibido se corresponda fielmente con lo emitido, en el supuesto —lo que en ocasiones es mucho suponer— de que el propio emisor se comprenda a sí mismo.

Empezaremos con una selección de reflexiones que nos servirán de soporte para el desarrollo de este artículo, a las que iremos haciendo referencia en cada una de las seis fases del proceso:

a) «Las enseñanzas orales deben acomodarse a los hábitos de los oyentes.» (Aristóteles)
b) «El lenguaje es pobre para expresar las ideas. Sólo podemos utilizar las palabras que conocemos.» (Spencer Tracy, de la película “La herencia del viento”)
c) «Es imposible hablar de tal manera que no se pueda ser malinterpretado.» (Karl Popper)
d) «Si un hombre nunca se contradice, será porque nunca dice nada.» (Miguel de Unamuno, tomado de una conversación en ¿Qué es la vida? de Erwin Schrödinger)
e) «Lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar.» (Ludwig Wittgenstein)
f) «Los límites de mi lenguaje significan los limites de mi mundo.» (Ludwig Wittgenstein)
g) «El significado de una proposición está determinado tan pronto como se conozca el significado de las palabras que la componen.» (Bertrand Russell, en su introducción al Tractatus)
h) «Las personas creen que hablan de las mismas cosas cuando están utilizando las mismas palabras, cuando de hecho pueden estar discutiendo sobre temas muy diferentes y, lo que es más, puede que lo estén haciendo de maneras totalmente diferentes.» (Martin Cohen, El escarabajo de Wittgenstein)
i) «Por mucho que te esfuerces, si no te pueden entender no te entenderán y si no quieren, tampoco.» (el autor, espero)

En primer lugar me gustaría concretar, dentro del alcance de este artículo, el significado del término «comunicación», además de restringirlo a sólo dos personas. Y lo haré sin recurrir a diccionarios ni referencias externas, mediante una definición de cosecha propia: «contacto voluntariamente provocado por el emisor y reconocido conscientemente por el receptor». Esto excluye tanto el "uno a muchos" (broadcast) como todos los contactos involuntarios e inconscientes, que los hay.
Ciclo, Emisor y Receptor
Hablar
Si no hablas, dado que no te pueden oír, no existe comunicación oral (1). Podrá existir comunicación basada en los otros cuatro sentidos, postural, guiños, olor corporal, sabor o tacto, en todos los casos agradable o desagradable, pero no oral (2). Y para hablar se deben cumplir una serie de premisas físicas (un medio de transmisión adecuado y un interlocutor), biológicas (tener una cierta edad), educacionales (haber aprendido), funcionales (cuerdas vocales operativas, no afonía, etc.) y psíquicas (tener ganas o creer tener algo que decir), sin olvidar la segunda parte de la reflexión e) de Wittgenstein, es decir, que consideres que, aún con toda la funcionalidad garantizada, estás ante algo —normalmente, lo piensas— de lo que «no se puede hablar», y esto es tan personal e intransferible que supera el alcance del escrito. Pero sigamos..., supongamos que hablas.

Decir
Se trata de "decir algo", que es exactamente lo contrario a hablar y "decir nada" (3). A pesar del riesgo de entrar en contradicción del que nos advierte Unamuno en d), riesgo que minimizaremos diciéndolo «claramente» según nos recomienda Wittgenstein en e), procurando acomodarnos a los hábitos y nivel cultural del interlocutor, según no enseña el maestro Aristóteles en a) y teniendo siempre en cuenta la más que segura malinterpretación de lo que digamos, como también nos advierte Popper en c) y con la espada de Damocles de la "pobreza del lenguaje" sobre nuestras cabezas, perfectamente expresada por Spencer Tracy en b). Pues bien, lo dicho, dicho está. Ahora vamos a pasar el examen.
   
Oír
Segunda obviedad: si no oyes, no existe comunicación oral. Se rompe la cadena. Del mismo modo que hablar, oír lo que te dicen está supeditado a varias premisas, que dividiremos en voluntarias e involuntarias. Entre las voluntarias podemos citar los tapones en los oídos (no de cera) o la escucha de música a alto volumen con auriculares cerrados y entre las involuntarias, la discapacidad funcional congénita o adquirida, ya sea temporal o permanente, que impida la reacción del órgano a las ondas de presión sonora. O sea, estamos en que "oyes ese algo que te dice quien habla". Pero aún no es suficiente...  

Escuchar
Frecuentemente oímos pero no escuchamos o, lo que es lo mismo, no prestamos atención. Poco hay que añadir a esta fase del ciclo. Escuchar es una condición necesaria, aunque no suficiente, para acceder a la siguiente fase, para "entender" lo que "oyes", que es lo que te ha "dicho" el que "habla". Por lo tanto, debemos escuchar atentamente, incluso, si es necesario, volviendo a la fase anterior para "afinar" el oído. Porque escuchar significa aislarte del omnipresente ruido ambiente y esforzarte en percibir con claridad lo que te dicen. Sintonizar correctamente con la emisora y ajustar el volumen y el tono de forma óptima. Poco importa aquí el propio mensaje, su decodificación viene después. Hablando en términos técnicos, lo que importa es la relación señal/ruido. Felicítate: ya "escuchas lo que oyes te dice quien habla".

Entender
La primera y principal premisa es hablar en el mismo idioma (real o cultural). Difícilmente te podrás entender con un japonés si no hablas su idioma y con un ingeniero si tú no lo eres y él no se esfuerza en adecuar su discurso a tu nivel. Aquí es de aplicación la reflexión propia i): puede existir una imposibilidad física de entendimiento (4). Incluso puedes rechazar voluntariamente el entendimiento, con argumentos o no. En cualquier caso, sin entendimiento es imposible terminar el ciclo. Por ejemplo: «K tngas 1 wn da» además de impronunciable, resulta innentendible casi incluso en un SMS, y «Sólo lo espiritual es lo real; es la esencia y el ser en sí lo que se mantiene y lo determinado —el ser otro y el ser para sí— y lo que permanece en sí mismo es esa determinabilidad o en su ser fuera de sí o es en y para sí. Pero este ser en y para sí es primeramente para nosotros o en sí, es la sustancia espiritual» (5) se entiende, pero... ¿se comprende?

Comprender
Llegamos al objetivo final: la comprensión (4) del mensaje. Y conviene resaltar aquí y ahora, que lo importante no es tanto la fidelidad respecto a las pretensiones del emisor, sino el hecho mismo de haber comprendido algo. De haber extraído conclusiones del mismo. Porque esa eficacia cuenta con una legión de enemigos prácticamente imbatibles. Empecemos con Wittgenstein en f): «Los límites de mi lenguaje significan los limites de mi mundo» y con Russell en g) «El significado de una proposición está determinado tan pronto como se conozca el significado de las palabras que la componen». Atendiendo a estas importantes reflexiones, debemos concluir que la limitación de nuestro lenguaje y de nuestro vocabulario es una verdadera cárcel que nos limita la comprensión. A todo ello viene a sumarse Popper con su c): «Es imposible hablar de tal manera que no se pueda ser malinterpretado» y la "pobreza del lenguaje" (o pobreza del espíritu de Hegel) de Spencer Tracy en b), potentes enemigos que ya han actuado sobre el emisor al "decir" su mensaje.

Conclusión:
¿Ecuación imposible? ¿Se puede conseguir eficacia en el ciclo Hablar-Comprender? Creo que es relativo y que hay que abordar el problema desde una perspectiva posibilista. No podemos conseguir eficacia al 100%, pero sí una eficacia razonablemente alta, siguiendo secuencialmente las seis fases del ciclo. Recordemos:

Emisor: hablar y decir algo. Receptor: oír, escuchar lo dicho, entender lo escuchado y comprender lo entendido.

En cualquier caso, dado que una vez finalizado el ciclo, emisor y receptor intercambian sus papeles y se vuelve a empezar, para no llamarnos a engaño, conviene terminar prestando atención a la única reflexión no citada: la h)

«Las personas creen que hablan de las mismas cosas cuando están utilizando las mismas palabras, cuando de hecho pueden estar discutiendo sobre temas muy diferentes y, lo que es más, puede que lo estén haciendo de maneras totalmente diferentes» (Martin Cohen, El escarabajo de Wittgenstein).

Imagínate lo que puede suceder cuando emisor y receptor utilizan palabras distintas.

Ejercicio final: Relectura de las reflexiones iniciales.

Notas:
  1. No será la única obviedad que se encuentre. Pido paciencia, porque la inclusión de obviedades responde al pretendido rigor analítico que preside el escrito y al hecho de que, con más frecuencia de la que cabría esperar, lo obvio es lo primero que se olvida.
  2. El sexo oral, forma indudable de comunicación bipersonal, queda excluído de esta categoría. Se puede adscribir a cualquiera de las otras cuatro, incluso a todas ellas, pero no lo consideraremos comunicación oral.
  3. "Decir nada" es la forma lógica de afirmar la negación. Porque "no decir nada" (doble negación) es "decir algo" (permítaseme la esperpéntica boutade, pero, aunque sea con calzador, creo entra en el alcance. Pretende aleccionar sobre la necesidad de pensar lo que decimos.
  4. En este enlace se trata en detalle el binomio Entendimiento-Comprensión.
  5. Inentendible e incomprensible —para mí— frase de Hegel que, aún cuando pertenece a la categoría de comunicación escrita, ilustra convenientemente el tema. Más información en Hegel ¿lata o sardinas?

Relativismo: ¿puente o barrera?

Relativismo: ¿puente o barrera?
El objeto del presente escrito es plantear la contradicción existente entre el relativismo en sí y su frecuente utilización por parte de relativistas que, por no saber, no saben ni que lo son, como argumento descalificador frente a posiciones pluralistas, racionales y analíticas, contraponiendo de forma superficial y simplista la universalidad de lo subjetivo, su equidistancia y su tolerancia implícita frente a una supuesta objetividad extrema intolerante y absolutista, defensora de la existencia de la verdad absoluta.

Por lo tanto, conviene precisar de entrada que el propósito de este escrito no es tanto descalificar el relativismo —a pesar de que será inevitable—, doctrina que no comparto, pero que acepto, como todas, en la medida que se limite a una postura vital, personal e intransferible, sino manifestar y justificar mi rechazo, también extensivo a todas, cuando una posición propia se convierte en arma arrojadiza invasiva —de ataque o de defensa, tanto da— descalificadora de posiciones ajenas. Porque una cosa es defender fundamentadamente la bondad de una posición o convicción ética y otra muy diferente presentar la posición propia —en este caso, el relativismo— como argumento ejemplarizante, con solicitud formal de adhesión incluida, en especial, cuando esta actitud encierra contradicciones casi metafísicas. Y esto es lo que habitualmente sucede.

También resulta de justicia dejar constancia del desencadenante de estas reflexiones, que se inicia con la publicación en una red social del aforismo propio «El relativismo es el vacío absoluto: abre todas las puertas pero no cierra ninguna, facilita la entrada de todos pero también su salida» y la pregunta abierta de una buena amiga virtual (1) «¿En contraposición con?», cuestión básica y trascendental, la cual me comprometí a responder. Este escrito, pretende ser la respuesta.

Empezaré intentando definir y valorar el relativismo, con objeto de dejar claro el referente del tema. Para ello, utilizaré tanto el diccionario como la opinión de dos importantes pensadores, Aristóteles y Popper, el primero prácticamente coetáneo de Protágoras, a quien se le atribuye sentar sus bases con la frase «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son» y el segundo, 2.300 años después, tampoco defensor entusiasta de esta corriente de pensamiento (2).

relativismo.
1. m. Fil. Doctrina según la cual el conocimiento humano solo tiene por objeto relaciones, sin llegar nunca al de lo absoluto.
2. m. Fil. Doctrina según la cual la realidad carece de sustrato permanente y consiste en la relación de los fenómenos.
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Veamos ahora la opinión de Aristóteles (3)
«Si todo lo que pensamos, si todo lo que nos aparece, es la verdad, es preciso que todo sea al mismo tiempo verdadero y falso».
«La mayor parte de los hombres piensan diferentemente unos de otros; y los que no participan de nuestras opiniones consideramos que están en el error. La misma cosa es por tanto y no es». 
«La consecuencia que sale de semejante principio es desconsoladora. Si son éstas, efectivamente, las opiniones de los hombres que mejor han visto toda la verdad posible y son estos hombres los que la buscan con ardor y la aman; si tales son las doctrinas que profesan sobre la verdad ¿cómo abordar sin desaliento los problemas filosóficos? Buscar la verdad ¿no sería ir en busca de sombras que desaparecen?».
Demoledor. Sigamos con Karl R. Popper (4)
«Este estilo —en referencia a los intelectuales impulsados a ir “a la última moda”(5)—, el estilo de grandes, oscuras, pretenciosas en incomprensibles palabras, ese modo de escribir no debería admirarse más. Es intelectualmente irresponsable. Destruye el sano entendimiento humano, la razón. Hace posible esta postura que se ha designado como relativismo».
«Desearía contraponer aquí al relativismo una postura que casi siempre se confunde con él, el pluralismo. Mientras que el relativismo, que procede de una tolerancia laxa, conduce al dominio de la fuerza, el pluralismo crítico puede contribuir a la domesticación de la misma».
«El relativismo es la postura según la cual se puede aseverar todo, o casi todo, y por tanto nada. Todo es verdad o nada. La verdad es algo sin significado. En cambio, el pluralismo crítico es la postura según la cual, en interés de la búsqueda de la verdad, toda teoría —cuantas más teorías mejor— debe admitirse en competencia de otras teorías».
Y en este punto me asaltan ya varias conclusiones: la primera es la contundencia de los argumentos de ambos pensadores, la segunda la coincidencia en considerar el relativismo como un freno a la búsqueda de la verdad, la tercera es la entrada en escena de la “tolerancia” y la última es que casi me he quedado sin resuello para continuar, convencido que, desde el punto de vista conceptual, nada se puede añadir que no lo estropee. Por lo tanto, voy a concluir con mi particular punto de vista, muy racional, muy analítico, muy científico, enfoque, por descontado subjetivo, que, tildado de objetivismo absoluto y errado, ha estado en el núcleo de la argumentación contraria, blandida en un reciente debate por un pretendido relativista. Y voy a intentar justificar brevemente su contradicción.

Lo que caracteriza a una mentalidad analítica, racional y científica es, precisamente, la aceptación de la falsabilidad como principio director de la validez temporal de toda teoría. Toda teoría es válida en tanto no sea refutada de forma objetiva (6) y esa refutación sea aceptada por la comunidad científica. Por lo tanto, acusar a un analítico-científico de defensor de verdades absolutas no es más que una insensatez intelectual propia de quien profesa una doctrina que esconde tras una falsa pantalla de tolerancia —laxa, según Popper— un dogmatismo extremo. 

Todo miembro de la especie criticada es enemigo declarado de las verdades absolutas, defensor impenitente de la incertidumbre (7) y relativista einsteniano, relativismo que expresa de forma paradigmática las contradicciones de la doctrina de Protágoras. Nada hay más concreto que la fórmula de la relatividad especial: E = mc2. Con su concreción, con sólo tres elementos básicos, expresa la subjetividad más objetivamente absoluta (8). La velocidad (c), función del tiempo y espacio, depende de algo tan trivial como la posición del observador respecto al observado y la masa m y la energía E (casi nada, el ser y el no-ser físico y metafísico) también. Y para terminar, la guinda: esta teoría establece también un límite hoy inabordable, la velocidad de la luz. Pero, siendo una teoría, estará ahí hasta que, como todas, sea refutada (9). Y con esta absoluta defensa de la arraigada incertidumbre de todo racionalista termino.

Yo también soy relativista, pero distinto. Puestos a elegir, me quedo con lo analítico, lo racional, lo concreto, lo "objetivamente subjetivo", con la relatividad einsteniana y la incertidumbre cuántica y descarto el relativismo, la extensión sin límites de la verdad, la consagración del subjetivismo absoluto, el cual considero una interpretación sesgada y miope, cuando no interesada, al servicio de intereses bastardos. Y, por cerrar el círculo con el título: rechazo también su habitual propuesta de puente de entendimiento entre posturas distintas. Más bien lo considero una barrera insalvable. Evidentemente, desde mi lado del puente.  

Notas:
1 – Clara Albors Ibars. Solicito excusas por si la publicación de tu nombre te ha incomodado, pero no ha sido mi intención. En cualquier caso, agradezco aquí públicamente tu importante contribución como catalizadora de este escrito.
2 – Se me podrá acusar de sesgo parcialista, pero la elección de estos dos filósofos responde a mi identificación intelectual con ellos, por lo que aceptaré, en este caso, la acusación de subjetividad objetiva absoluta, en el supuesto que tal cosa exista. En cualquier caso, nada más lejos del relativismo.
3 – Metafísica. Libro IV, 5 “Crítica del relativismo de Protágoras”.
4 – Sociedad abierta, Universo abierto. Tolerancia y responsabilidad intelectual. Ponencia presentada el 16 de marzo de1982 en el Ciclo de Conversaciones sobre la Tolerancia en la Universidad de Viena.
5 – Nota aclaratoria propia.
6 – Entendiendo la objetividad como una subjetividad consensuada y colectiva.
7 – En especial desde la llegada de la física cuántica.
8 – No me digan que esto no es una contradicción.
9 – Y ganas no faltan. He aquí la fuerza del pensamiento científico. La búsqueda, quizá utópica, de la verdad.

El Tiempo Universal: ¿Reloj o cronómetros?

El Tiempo Universal: ¿Reloj o cronómetros?
En este escrito se plantean unas dudas, creo que razonables, que me gustaría someter a consideración desde un punto de vista absolutamente abierto, sea físico, metafísico o filosófico: dando por supuesta su existencia –la del tiempo– y su fundamental papel de padre –o notario mayor– de la Existencia... ¿cuál es su esencia? ¿Es universal o particular?

Con objeto de atenuar el sesgo científico del texto que, por su alejamiento de la ortodoxia filosófica, puede desanimar o incomodar a algunos lectores, bueno será comenzar con una definición del maestro Aristóteles, extraída de su obra “Física”, definición que, en su simplicidad, representa la mejor introducción al tema:

«El tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes».
Aun cuando la ínfima magnitud del objeto de estas reflexiones pudiera considerarse de importancia determinante, el hecho cierto es que resulta irrelevante. Igualmente podríamos estar hablando de un segundo o de una hora. Partimos del supuesto de la existencia de un lapso mínimo de tiempo —el mínimo «instante» aristotélico— que, a modo de barrera, resulta imposible de franquear. Esto determina el límite de la existencia cognoscible, la cual, por definición, sólo puede manifestarse durante múltiplos enteros de este tiempo. Por lo tanto, nos encontramos ante el generador universal de sucesos. Ante un metrónomo que marca el ritmo de la existencia, cuyo período, según nos enseña la mecánica cuántica, es el tiempo de Plank (1). Y nada puede suceder entre dos pulsos. Y todo suceso debe empezar coincidiendo con uno de ellos.

Este hecho resulta coherente con la reflexión intuitiva que nos lleva a asociar la Existencia con el cambio y a definir el cambio como el detonador o causante de toda Existencia. Y el cambio patrón, el tiempo límite que permite todo cambio, es precisamente el tiempo de Plank (en adelante, Tp), el tiempo entre dos pulsos. Por lo tanto, vinculamos la Existencia con este lapso de tiempo. Nada puede existir fuera del mismo. Nada puede iniciar su existencia entre dos pulsos (2).

Sentada esta cuántica premisa, llegan las preguntas: ¿nos encontramos ante un reloj universal o ante un cronómetro particular? ¿Todas las historias del universo son cronológicamente coherentes? ¿Están o no están en fase?

Si se tratase de un reloj universal, todos los sucesos o historias de sucesos deberían haber comenzado en un número entero de pulsos de reloj. De un único reloj. De un reloj universal. No nos importaría para nada el origen. Fuera el Big Bang o el sursuncorda. Nos encontraríamos en una situación coherente de todas las historias y con todas las "existencias" en fase. Aunque este caso plantearía la espinosa cuestión de dónde reside el reloj y cómo conocen su estado y, consecuentemente, el momento de nacer, todas las "existencias" potenciales.

Pero si se tratase de un cronómetro particular, cada suceso o historia de sucesos dispararía su propio contador de pulsos, incluido el hipotético Big Bang. Esto, EMHO (3), configuraría una situación totalmente caótica, desordenada e incoherente que imposibilitaría la conexión precisa entre las distintas "existencias" por encontrarse fuera de fase, distorsionando la realidad (si no es que ya esté bastante distorsionada, independientemente de esta personal preocupación).

En pocas palabras: ¿El tiempo es universal o particular? Parecerá una cuestión académica, pero, sin duda, resulta perturbadora.

La intuición y la experiencia me sugieren que estamos ante un reloj universal, pero me gustaría basar las conclusiones en razonamientos fundamentados, ya sea en el conocimiento científico o en la introspección filosófica. Yo me quedo en lo que me muestran mis sentidos. Y ya sabemos lo que dan de sí: mi realidad subjetiva, personal e intransferible.

Reflexión final:
Dando por buena la restricción fuerte que representa el Tp, se me antoja que la hipótesis de un reloj universal (de otros hipotéticos universos, me olvido) implica necesariamente que todos los sucesos, historias o existencias del Universo están en fase y su tiempo de "vida" es exactamente múltiplo entero del Tp. Y esto también implica un origen único.

Ahora bien, si existen zonas que pulsen a un compás diferente, el problema que aparece es el de la "visibilidad" entre dos "existencias" fuera de fase (más allá de la percepción de un observador externo). Evidentemente, ATEP (4), esto es irrelevante en el mundo macroscópico, pero mi duda surge cuando hablamos de sucesos con tiempo de vida de uno o pocos Tp (no soy físico e ignoro si existen partículas elementales tan efímeras). Supongamos una partícula que vive 1 Tp, generada por una colisión o suceso X. Esta partícula (a efectos cronológicos) es hija de X y se supone en fase con otros posibles "hermanitos" quizá mas longevos (supongamos que su padre ha muerto en el mismo instante; por cierto... ¿existe la instantaneidad?). Resulta evidente que la existencia de esta partícula "coexiste" al 100% con sus hermanos, por lo que puede interaccionar con ellos sin restricción alguna. Pero ¿cómo "ve" esta partícula otra creada en contrafase, generada, por ejemplo, en 1/2 Tp previo?. Sólo "coexisten" el 50% de su Tp y el resto del tiempo se ignoran. Mutuamente no existen. Sencillamente, me parece imposible.

Y, probablemente, no estará de más concluir el artículo —que no el tema— con una guinda filosófica de Karl Popper, también semilla de reflexión científico-filosófica:

«El quid de la cuestión está en saber si el Universo se creó en el tiempo o con el tiempo».

Notas:
1 - Tiempo de Plank:  http://es.wikipedia.org/wiki/Tiempo_de_Planck
2 - Es interesante como, intuitivamente, aparece el concepto de pulso, pero evidentemente, se trata de una abstracción. Un pulso de reloj tiene frecuencia (o período) —en nuestro caso, Tp— y duración (o anchura) y, también en el caso que nos ocupa, esta duración —forzosamente menor que Tp— no existe. Extraño pulso, pues.
3 - En Mi Humilde Opinión.
4 - A Todos los Efectos Prácticos, expresión acuñada por John S. Bell: http://es.wikipedia.org/wiki/John_S._Bell

La Libertad no existe

La Libertad no existe.
En este escrito se especula sobre la esencia y la existencia de un concepto sumamente desgastado por el uso: la Libertad universal o absoluta, defendiendo la tesis de que, como tal, así, en abstracto, con mayúscula, como un valor sin adjetivar, no existe y, consecuentemente, no es.

«Los límites configuran y dan sentido a la cosa limitada. Toda cosa existente tiene límites. Incluso la libertad».

Con esta proposición se pretende establecer la premisa fundamental sobre la que se apoya la tesis: la libertad es y está «limitada». Y la existencia de límites es, precisamente, la que justifica la inexistencia de la Libertad conceptual. Porque la libertad siempre es aplicada, es decir, práctica. A modo de ejemplo, podría asimilarse la Libertad con la física teórica y la libertad con la ingeniería. Lo demuestra el hecho de que siempre hablamos de libertad «de...» o «para...». Nadie «es» libre. Se «es» libre para algo. Se tiene —o no— libertad de expresión, de manifestación, de culto, etc. Y este planteamiento temprano —que, en cierto modo, ya es la conclusión— cumple también la función de ahorrar tiempo a quien no suscriba la premisa. Porque todo lo que sigue se basa en ella: en sus límites.

Karl Popper lo dejó muy claro con esta ilustrativa metáfora(1):
Una formulación muy hermosa que, creo, procede de América es la siguiente: alguien que ha golpeado a otro afirma que sólo ha movido sus puños libremente; el juez, sin embargo, replica: «La libertad de movimiento de tus puños está limitada por la nariz de tu vecino».
Con ello lo tenemos todo sobre la mesa. Y en este caso, el todo es bien simple. Sólo dos componentes: la existencia de límites y su concreción, expresada magistralmente por tus puños y la nariz de tu vecino. Lo que nos lleva a considerar un nuevo atributo: la subjetividad. Nadie negará que los puntos de vista del golpeador y del golpeado son diametralmente opuestos y, en cada caso, absolutamente lícitos. Y que, probablemente, la opinión del tercer protagonista, el juez, no coincide con la de ninguno de ellos.

Estos límites, en su componente cuantitativa(2), son los que caracterizan los tres dominios en los que la filosofía ha abordado tradicionalmente el concepto: el cósmico, el social y el personal, los cuales pasamos a glosar brevemente:

La libertad cósmica es la que se asemejaría más con la Libertad conceptual. Podría denominarse también «universal» o «natural» y representa la frontera —o punto de encuentro, según se mire— entre la filosofía, la metafísica y la ciencia. Nada más lejos de mi intención que profundizar en este ámbito, pero conviene citar que a él pertenecen profundos conceptos contrapuestos tales como el determinismo y el libre albedrío representados respectivamente en el mundo físico por el clásico mecanicismo newtoniano y la también vetusta mecánica cuántica(3), temas abordados en el artículo “El Nobel de Física, la Realidad y la Libertad”. En síntesis, esta libertad se entiende como la posibilidad de sustraerse al Destino o al Orden natural(4) y, evidentemente, genera todo menos consenso, en especial en torno a la figura de un hipotético Gran Establecedor de Límites —llamémosle Dios, Gran Juez o Gran Arquitecto, tanto da—, proveedor único de la libertad concedida. En este caso, universal.

La libertad social podría llamarse también «colectiva» o «política». En este caso, los límites los fijan las leyes establecidas o la moral al uso y establece el derecho de un colectivo a determinar sus reglas de comportamiento, reglas que, paradójicamente, conceden y, simultáneamente, limitan la libertad de sus miembros.

Por último, la libertad personal o «individual» representa la unidad indivisible de libertad —equivalente al quantum físico—, asignándole al individuo la condición de sujeto y protagonista, componente básico de cualquier colectivo de escala superior. Por ello, nos vamos a referir únicamente a esta libertad: la libertad individual. Es el individuo es que la recibe como cliente o la suministra como proveedor, lo que le concede el atributo de subjetividad al que nos hemos referido anteriormente. Y nada hay más alejado de lo absoluto, de lo concreto, que la subjetividad inherente a la condición humana(5). Analicemos pues los distintos componentes de la libertad individual, la madre o embrión —a pesar de lo contrapuesto de los términos— de todas las libertades(6).

Para ello nos vamos a ayudar de un modelo gráfico al que, en un alarde de imaginación, vamos a bautizar como «Las tres libertades», el cual nos va a permitir visualizar los límites de cada una de ellas —representados por los círculos—, sus intersecciones y sus interacciones:
Libertad DESEADA: Es la que realmente desea el sujeto. La que le gustaría disfrutar. Por lo tanto, es absolutamente personal e intransferible. Aquí el sujeto actúa como receptor de un producto —la libertad—, es decir, como cliente, lo que en terminología empresarial puede asimilarse con sus expectativas. Evidentemente, incluye las necesidades básicas y de supervivencia. Representa nuestros límites. Está directamente relacionada con la ética personal.

Libertad PERCIBIDA: A menos que nuestra satisfacción sea total —caso más bien improbable—, siempre incluye un subconjunto de la anterior. Es la libertad más íntima, porque pertenece al dominio de los sentimientos y las emociones. También es donde la subjetividad alcanza la máxima expresión. Sin lugar a dudas, distintos individuos que coincidan en la deseada y experimenten la misma libertad concedida tendrán percepciones distintas. Por ser la que percibe el sujeto, es a la que concede más importancia.

Libertad CONCEDIDA: Es la que se le concede realmente al sujeto. Dependiendo del ámbito, el proveedor puede ser individual (por ejemplo, nuestra pareja) o colectivo (sociedad, legisladores, club de tenis, etc.) y, consecuentemente, de aceptación voluntaria u obligatoria. Nos guste o no, representa los límites formales.

Libertad PERCIBIDA, DESEADA, NO CONCEDIDA: Es una libertad ilegal o, en el mejor de los casos, alegal, situando al individuo fuera de los límites establecidos por su proveedor, sea colectivo o individual(7). El grado de insatisfacción depende directamente del grado de vulneración de los principios éticos del sujeto. Por el hecho de ser deseada, probablemente, será bajo.

Libertad PERCIBIDA, NO DESEADA, NO CONCEDIDA: Es una libertad ilusoria, fruto, probablemente, de la inmadurez del individuo. También es característica de quien vive una realidad artificial, en completo aislamiento del mundo exterior, lo que le impide percibir los límites formales. El hecho de percibir más libertad que la deseada, puede ser fuente de satisfacción.

Libertad PERCIBIDA, NO DESEADA, CONCEDIDA: Es una libertad sin valor para el sujeto, al que le resulta indiferente que le concedan una libertad que no desea.

Libertad NO PERCIBIDA, NO DESEADA, CONCEDIDA: Es un brindis al sol. Aquí, el proveedor concede libertades que ni se desean ni se perciben. Trabajo baldío. Evidentemente, podría dedicarse a tareas más eficaces, practicando el principio de inducción desde la libertad deseada por sus clientes, a los que se debe(8).

Libertad NO PERCIBIDA, DESEADA, CONCEDIDA: Caracteriza la libertad formal o teórica. Aun cuando la percepción es subjetiva, la magnitud de esta intersección puede ser síntoma de dificultad de puesta en práctica o de comprensión, por lo que puede ser fuente de insatisfacción.

Libertad NO PERCIBIDA, DESEADA, NO CONCEDIDA: Representa la máxima expresión de la insatisfacción. Es la fuente natural de la frustración, la indignación y la rebeldía. No hay nada peor: que no te concedan la libertad que deseas.

Libertad PERCIBIDA, DESEADA, CONCEDIDA: Aquí hemos llegado al desiderátum. A la libertad —limitada, por supuesto— sin adjetivos. Su magnitud depende del área de la intersección y resulta evidente que la libertad máxima se corresponde con la superposición de los tres conjuntos o, lo que es lo mismo, con la coincidencia de «las tres libertades».

Conclusiones:
La libertad es un concepto muy volátil. Tal y como demuestra el modelo, depende de tres factores cuya posición relativa, magnitud y contenido es absolutamente imprevisible, variable en el tiempo y sensible a modas y costumbres. Además está fuertemente afectada por la subjetividad inherente a la percepción humana, fruto del principio de incertidumbre al que no se puede sustraer. Personalmente, creo que la libertad total, completa, absoluta, representada por la coincidencia de las tres libertades, no es posible. No lo es en el ámbito individual, lo que la invalida en el colectivo y, no digamos, en el cósmico. Por lo tanto, me ratifico en que La Libertad no existe. Lo cual no ningunea en absoluto la libertad con minúsculas, la cotidiana, la del día-a-día, la que deseamos y percibimos personalmente. La que, a fin de cuentas, es la única que experimentamos y por la que debemos luchar(9).

Notas:
1 – Fuente: Sociedad abierta, Universo abierto: Nuestras hipótesis mueren por nosotros.
2 – La componente cualitativa establece el objeto, fin o propósito. En el ejemplo de Popper, la libertad para dar puñetazos.
3 – Pese a calificarse frecuentemente como «nueva», cuenta ya con un siglo de vida.
4 – En lenguaje coloquial: «Todo está escrito».
5 – Frecuentemente se defiende La Libertad como un Valor absoluto, entendiendo como tal el sumatorio de las llamadas «libertades fundamentales». En mi opinión, el principal obstáculo para hablar reiteradamente de estas libertades radica, precisamente, en definirlas o, lo que es lo mismo, en establecer sus límites. A esto se suma el hecho de que, al hablar en plural, negamos la existencia de una Libertad única, en abstracto.
6 – Queda excluida de este análisis la libertad de pensamiento, probablemente, el último reducto de libertad individual no mediatizada que nos queda (toquemos madera). Nos referimos exclusivamente a la libertad de acción, a la posibilidad de ejecutar algo físico basado en la libre elección entre una diversidad de opciones, diversidad que permita la formación de criterio. Incluso nos referimos a la libertad de inacción. Es decir, de «no hacer lo que otros quieren que hagas».
7 – Este análisis no efectúa ningún juicio de valor sobre la calidad intrínseca de la libertad deseada ni de la concedida. Se trata de un análisis aséptico —a modo de autopsia— que parte de situaciones de hecho. Por ejemplo, tu pareja puede no concederte libertad de ligue pero tú puedes desearla, incluso percibirla tras la pertinente acción «ilegal» (si la percibes sin ejecución, tienes un problema). Otro tanto puede decirse de las libertades colectivas.
8 – Recomendación dedicada expresamente a muchos políticos.
9 – Profundizar en la legitimación de la libertad deseada, de la concedida y de la hipotética lucha por su consecución, excede del ámbito de este escrito, pero puede ser un buen tema de reflexión futura.

Incertidumbre y Lenguaje (II)


Incertidumbre y Lenguaje (II).
En mi último artículo abordaba el tema de la incertidumbre del lenguaje utilizando como soporte la (in)definición de dos conceptos filosóficos paradigmáticos: la Esencia y la Existencia. Pretendo aquí complementar el tema con una reflexión muy personal sobre este insalvable inconveniente para la eficacia y eficiencia en la comunicación, resaltando su sorprendente paralelismo con la incertidumbre cuántica.

incertidumbre y lenguaje, paralelismo con incertidumbre cuántica, proceso de comunicación, emisor y receptor, superposición de palabras, observación colapsando significado, construcción de frases, interpretación y comprensión, incertidumbre en origen y transmisión

Aceptando de entrada que toda generalización implica un determinado grado de error, podemos afirmar que la incertidumbre del lenguaje está presente en todas las actividades humanas que incluyen la comunicación.

En toda comunicación juegan dos sujetos: el emisor (orador o escritor) y el receptor, (a su vez, oyente o lector). Daremos también por sentado que el objetivo del sujeto emisor no es desorientar al personal (a pesar de que, en ocasiones, así lo parece), sino transmitir a los receptores un mensaje ajustado con la máxima fidelidad al originalmente gestado en su mente, traducido mediante el lenguaje (combinación no aleatoria de letras, palabras y frases) al formato de salida oral o escrito. Daremos asimismo por supuesto que el receptor tiene como último objetivo, comprender el mensaje, lo que le permite interiorizarlo, digerirlo y utilizarlo para un fin específico (formación, entretenimiento, etc.). Esto hace que, para obtener un resultado satisfactorio, deban cumplirse, en el emisor y receptor, una serie de condiciones, altamente improbables, las cuales vamos a analizar a continuación y que son las responsables de lo que he venido en llamar "la incertidumbre del lenguaje" aplicado a la comunicación (aunque no se me ocurre si puede servir para algo más). El proceso consta de 7 fases y es el siguiente (emisor, receptor):

Pensar > Construir > Hablar o escribir > Escuchar o leer > Entender > Interpretar > Comprender

Analizaremos en primer lugar la parte del proceso correspondiente al emisor, en especial las dos primeras, donde, obviamente, reside la génesis del problema. Y es en estas fases donde creemos adecuado establecer el paralelismo cuántico, para lo que resulta apropiado exponer de forma breve y superficial aunque, espero, no exenta de rigor, el significado de la incertidumbre cuántica. Las partículas microscópicas (electrones y fotones)(1), mientras no son "observadas", presentan un peculiar comportamiento llamado "superposición" que se caracteriza por encontrarse "simultáneamente" en todos los estados posibles, cuya "suma" se define técnicamente como una "función de onda". Al producirse la "observación", la función de onda "colapsa" y la partícula se presenta en un estado concreto. El principio de incertidumbre(2) establece que no es posible conocer con precisión absoluta el estado en que se mostrará la partícula al ser observada. En lenguaje coloquial: las partículas, mientras nadie las observa, se encuentran la mar de felices en su nube ondulatoria, en todos los estados posibles (contentas, enfadadas, lejos, cerca, corriendo o andando [nunca quietas]) y cuando se nos ocurre "observarlas", las "molestamos" y entonces "se hacen realidad" y se nos muestran en el estado al que las hemos "forzado", estado distinto al que se encontraban "realmente" y que no nos es posible conocer con anterioridad.

Conviene ahora dedicar un poco de espacio a establecer el vínculo filosófico-cuántico, para lo que nos apoyaremos en la introducción de Bernard Russell al Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein. En él podemos leer que "la tarea esencial del lenguaje es afirmar o negar los hechos" y que "el significado de una proposición está determinado tan pronto se conozca el significado de las palabras que la componen". Esta es, según Russell, la tesis fundamental de la teoría de Wittgenstein, la cual, por su lógica aplastante suscribimos. A continuación, nos dice que Wittgenstein diferencia entre proposiciones (en adelante, nos tomaremos la licencia de llamarlas frases) "atómicas" y "moleculares", con lo que todo esto ya nos empieza a oler bastante a física. Las frases "atómicas" se refieren a hechos "atómicos", lo que significa que no contienen partes que, a su vez, sean hechos. Por ejemplo "Sócrates era sabio" y "Sócrates era ateniense" son frases "atómicas" porque aseveran un hecho "atómico". En cambio, "Sócrates era un sabio ateniense" es una frase "molecular" (contiene dos "átomos") porque asevera un hecho "molecular". Por último, un hecho "atómico" consta de partes (por ejemplo, Sócrates y sabio) a las que denomina "simples" u "objetos" (como dice Wittgenstein,  las "palabras que componen la proposición" de las que debemos conocer su significado).

Convendrán conmigo que no se necesita ser un lince para encontrar la correlación: Las palabras ("simples", "objetos") equivalen a las partículas (electrones) sometidas a incertidumbre cuántica, las cuales forman parte de los "átomos" (frases elementales) que, a su vez, forman las "moléculas" (frases complejas u oraciones). En aras del rigor exigible al espíritu de este artículo, no me resisto a bajar un nivel en la escala microscópica y revelar el único "fallo" del modelo: el electrón es una partícula elemental (sin componentes conocidos) y la palabra se compone de letras. Pero, a todos los efectos, de acuerdo con Wittgenstein, le daremos a la palabra la categoría de partícula elemental del lenguaje, lo cual es totalmente coherente con este análisis.

Tras esta "breve" introducción estamos en condiciones de abordar el análisis, paso a paso, del proceso:
  • Pensar: En nuestra mente (empleo deliberadamente este término, en lugar de cerebro) se encuentran todas las palabras que conocemos (nuestro vocabulario, el cual determinará la mayor o menor riqueza de nuestro discurso). Estas palabras se encuentran en estado de "superposición". Es decir, cada palabra se encuentra simultáneamente en todas las acepciones o significados que nos son conocidas (empezamos mal, porque pueden existir acepciones que nos sean desconocidas). Y así seguirán hasta que nos llegue el estímulo de comunicarnos mediante el lenguaje. Este estímulo es el que nos llevará a elegir una palabra (una detrás de otra) tras la asunción de uno de sus significados dentro del contexto objetivo de la comunicación. Esto equivale a la "observación" cuántica. Para la mente, la palabra ya tiene un solo significado. El que nos satisface (si no lo hace, lo repensamos o buscamos otra), significado que es absolutamente subjetivo y que, en un alarde de ingenuidad y voluntarismo, dado que se encuentra sometido al principio de incertidumbre, deseamos sea el mismo que perciba el receptor del mensaje.
  • Construir: Con estos "ladrillos" construimos mentalmente las frases u oraciones (átomos o moléculas) y las evaluamos (más o menos rápidamente en función de la siguiente fase).
  • Hablar: Evidentemente, el tiempo de evaluación entre la construcción de la frase y la emisión del mensaje no debería ser demasiado largo. No conviene que se nos duerma el auditorio, aunque existen técnicas de oratoria que pueden venir en nuestra ayuda. Pero, en general, la premura inherente a todo discurso "improvisado" (no leído) es un inconveniente añadido a la incertidumbre del mensaje. Como ventaja citaremos que, a menos que el receptor lo grabe, la memoria es frágil y puede fácilmente disipar las dudas e inconsistencias percibidas en el acto.
  • Escribir: Finalizada la construcción de la frase y superada una primera evaluación mental, llega el momento de plasmar en negro sobre blanco el "átomo" o la "molécula", sobre los que pende lo que podríamos definir como una cierta incertidumbre "macroscópica". Todo el que se dedique a escribir con alguna asiduidad habrá experimentado la desagradable sensación de incomodidad o insatisfacción que frecuentemente despierta la lectura de lo escrito. Se diría que casi nunca expresa con fidelidad nuestro pensamiento. No se trata de dudas razonables sobre la eventual incomprensión del mensaje por parte del receptor, sino de una genuina incertidumbre sobre la exactitud de lo escrito respecto a la construcción mental que lo ha originado. Esta es la enorme dificultad que subyace en la traslación desde el pensamiento abstracto al lenguaje concreto, simbólico y convencional por naturaleza. Invariablemente, tenemos que aceptar que hemos plasmado una aproximación razonable, por lo que un cierto nivel de incertidumbre está siempre garantizado en origen. Por si esto fuera poco, debemos añadir el mayor o menor conocimiento de la sintaxis y la ortografía (un simple acento puede desfigurar toda una frase), el cual puede ser determinante para las últimas fases del proceso: entendimiento, interpretación y comprensión.
  • Escuchar o leer: Topamos aquí con la interfaz sensorial del receptor, por lo que no les dedicaremos demasiada atención, dando por supuesto que no existen disfunciones en los órganos correspondientes que impidan procesar el mensaje oral o escrito. En caso contrario, aportarán su mayor o menor dosis de incertidumbre al resultado final del proceso.
  • Entender: Empezaremos afirmando que entender una simple frase (atómica o molecular) o un complejo discurso (resumiendo, un mensaje) es una condición necesaria, aunque no suficiente, para su interpretación (si la necesita) y su comprensión. No puede haber comprensión sin entendimiento. Por ejemplo, si no hablamos ruso es absolutamente imposible entender un mensaje en ruso. Del mismo modo que una frase en un idioma conocido que incluya una palabra cuyo significado desconocemos impide el entendimiento y, consecuentemente, su comprensión. Es decir, incertidumbre 100%, probabilidad de comprensión 0%.
  • Interpretar: Esta fase, correspondiente al receptor, es la que aporta mayor grado de incertidumbre al proceso. Karl Popper afirmó: "es imposible hablar de tal manera que no se pueda ser malinterpretado". Por supuesto, no vamos a enmendarle la plana (en su literalidad, se refiere a comunicación oral), por lo que únicamente añadiremos que a mayor necesidad de interpretación, mayor incertidumbre en el resultado final. Una frase, libro, discurso o conferencia debería dejar muy poco espacio a la interpretación. Pero la práctica diaria nos indica lo difícil que resulta cumplir esta condición. Frecuentemente, los foros y textos filosóficos nos muestran ejemplos absolutamente desproporcionados de interpretaciones que, en mi modesta opinión, no hacen otra cosa que evidenciar incertidumbre en origen. Un ejemplo palmario es la siguiente frase de Hegel, extraída de su "Introducción a la historia de la filosofía": "Lo que es en sí, tiene que convertirse en objeto para el hombre, llegar a la conciencia; así llega a ser para él y para sí mismo. De este modo el hombre se duplica. Una vez él es razón, es pensar, pero en sí; otra él piensa, él convierte este ser, su en sí, en objeto del pensar". No se me negará que esta frase está solicitando a gritos grandes dosis de interpretación. Podrá argumentarse que está descontextualizada, pero, habitualmente, blandir este recurso no hace más que abonar mi tesis: incertidumbre en origen (3). En los antípodas de este texto (no conozco a Hegel más allá de la obra citada, por lo que no estoy procediendo, como hizo con suma dureza el cascarrabias Schopenhauer, a una descalificación general del filósofo) se sitúan los textos que conozco de Bertrand Russell (incluso los de Aristóteles), los cuales, en mi modesta opinión, contradicen a Popper.
  • Comprender: Hemos llegado a la última fase, la que en terminología de gestión de procesos se denomina la "salida" del proceso, la que "entrega" al cliente (en este caso, el receptor) sus resultados. En términos de calidad, este resultado debería reflejar con fidelidad máxima el mensaje gestado en la mente del emisor. Esto equivaldría a una incertidumbre cero. Pero... tras nuestro análisis ¿es éste un empeño realista? Así como "entender" es percibir el significado de algo, aunque no se comprenda, "comprender" es hacer propio lo que se entiende, interiorizarlo y asumirlo, lo que te permite actuar de forma coherente y congruente con ello. Esto implica que es posible entender una frase y que, a pesar de lo cual, te resulte incomprensible. A título de ejemplo puede servir el paródico e impagable artículo de Alan Sokal "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica", el cual se entiende, pero no se comprende (a pesar de lo cual fue publicado en 1966 y motivó el llamado "asunto Sokal").
Terminamos con unas cuantas frases de incertidumbre mínima (visto lo visto, no aceptamos el cero): "Las enseñanzas orales deben acomodarse a los hábitos de los oyentes" (Aristóteles), "Los limites de mi mundo son los límites de mi lenguaje" (Wittgenstein), "La filosofía trata asuntos de interés para el público culto en general, y pierde mucho de su valor si sólo unos pocos profesionales pueden comprender lo que dicen los filósofos" (Russell), "El lenguaje es pobre para expresar las ideas. Sólo podemos utilizar las palabras que conocemos" (Spencer Tracy, en el papel de abogado defensor en el juicio a las teorías de Darwin en “La herencia del viento”).

Por su excepcional importancia, le concedemos espacio propio a esta reflexión del padre de la incertidumbre cuántica (2), incluida en su recomendable obra “Física y Filosofía”, claro y diáfano exponente de la continuidad entre ambas disciplinas:
La incertidumbre intrínseca del significado de las palabras se reconoció, naturalmente, muy pronto y ha aumentado la necesidad de las definiciones, o (como la palabra "definición" dice) para el establecimiento de límites que determinen dónde ha de emplearse la palabra y dónde no. Pero las definiciones sólo pueden darse con la ayuda de otros conceptos, y así habrá que apoyarse finalmente en algunos conceptos que deben tomarse como son, indefinidos y sin analizarlos.
El problema de los conceptos del lenguaje ha constituido uno de los temas principales de la filosofía griega desde los tiempos de Sócrates cuya vida fue (si hemos de aceptar la artística representación que de sus diálogos hace Platón) una continua discusión sobre el contenido de los conceptos en el lenguaje y sobre las limitaciones de los modos de expresión. Con el fin de obtener una base sólida para el pensamiento científico, Aristóteles comenzó, en su lógica, por el análisis del lenguaje, la estructura formal de las conclusiones y las deducciones independientemente de sus contenidos. De esta manera logró un grado de abstracción y precisión que hasta ese tiempo fue desconocido en la filosofía griega, y con ello contribuyó inmensamente a la clarificación y al establecimiento de un orden en nuestros métodos de pensamiento. Él fue quien, en realidad, echó las bases del lenguaje científico.
Todas ellas, incluida la de Popper citada anteriormente, son exponentes de la presencia insalvable de la incertidumbre del lenguaje y de la preocupación que ha despertado desde los tiempos de Aristóteles. Ante esto, no nos queda otra respuesta que intentar minimizarla. Y recordar que la máxima responsabilidad corresponde al emisor del mensaje. Desgraciadamente, mi percepción es que, con más frecuencia de la deseable, esta responsabilidad no es asumida, transfiriéndola alegremente al receptor (en Alicia en el país de la maravillas, Humpty Dumpty pronunciaba la fórmula mágica de descargo: “las  palabras significan lo que yo quiero que signifiquen"). Entonces, se me antojan las siguientes preguntas filosóficas, a las que asigno categoría de primer orden, empezando por este mismo artículo: ¿nos entendemos? Y si es así...¿nos comprendemos?

Notas:
1 - Este efecto se presenta también en el mundo macroscópico. Se ha verificado experimentalmente en átomos y conjuntos de átomos. A medida de que subimos en la escala dimensional el efecto se hace despreciable (de nuevo perdón a los eruditos por la extrema simplificación conceptual).
2 - Formulado en 1926 por Werner Heisenberg (1901-1976), premio Nobel de física en 1932, es uno de los pilares de la física cuántica.
3 - Hegel bien merece (y ha merecido, por lo menos por parte de Schopenhauer) atención en este sentido. Es muy posible que, tras su atenta lectura (todavía no sé si comprendida) se la dediquemos en un futuro.