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Averroes y su Legado en la Filosofía Contemporánea

Averroes (Ibn Rushd) influenciando la filosofía contemporánea, reconciliando razón y fe, defendiendo laicismo, impacto en Renacimiento e Ilustración, filosofía del derecho, pensamiento crítico, y psicología.


La influencia de Averroes (Ibn Rushd) en la filosofía contemporánea muy grande, aunque su impacto se percibe de manera más directa en ciertos aspectos de la filosofía y el pensamiento occidental que en un cambio paradigmático universal. Aquí presento algunos puntos sobre su influencia:

1. Racionalismo y la Relación entre Fe y Razón: Averroes es conocido por su intento de reconciliar la filosofía aristotélica con la religión, argumentaba que la verdad filosófica y la verdad religiosa no están en conflicto, sino que eran caminos diferentes hacia la misma verdad. Esta perspectiva ha encontrado eco en la filosofía contemporánea, donde el debate sobre la relación entre ciencia (razón) y religión (fe) sigue siendo relevante. Filósofos y teólogos modernos han discutido cómo la razón y la fe pueden coexistir, influenciados directa o indirectamente por el pensamiento de Averroes. 2. Laicismo y Separación de Poderes: Aunque de manera menos directa, la idea de Averroes de que la filosofía y la religión son métodos distintos para comprender la verdad ha sido interpretada en el contexto contemporáneo como una proto-defensa de la separación entre iglesia y estado, una piedra angular del laicismo moderno. 3. Influencia en el Renacimiento y la Ilustración: La obra de Averroes fue fundamental en la transmisión del conocimiento aristotélico al Occidente latino durante el Renacimiento, lo cual eventualmente contribuyó al desarrollo de la ciencia y la filosofía modernas durante la Ilustración. Su defensa de la razón influyó en pensadores como Spinoza o Hegel que abogaban por la primacía de la lógica y la ciencia sobre el dogma religioso. 4. Filosofía del Derecho y Política: Sus ideas sobre la ley y la gobernanza, donde sugiere que el poder político debe ser ejercido por los más capacitados, pueden ser vistas como precursoras de debates contemporáneos sobre meritocracia y la naturaleza del liderazgo político. 5. Impacto en la Filosofía Continental y la Analítica: Aunque de manera menos obvia en la filosofía analítica, que se centra más en el lenguaje y la lógica formal, el énfasis de Averroes en la claridad y la argumentación lógica ha permeado en el rigor argumentativo que se espera en la filosofía contemporánea. En la filosofía continental, su influencia se puede ver en el interés por la hermenéutica y la interpretación de textos, así como en debates sobre la existencia y la ética. 6. Educación y Pensamiento Crítico: La defensa de Averroes del uso de la razón como una herramienta para alcanzar la verdad ha inspirado a educadores y filósofos a promover el pensamiento crítico, algo que es un pilar en la educación contemporánea.

7. Psicología: Averroes es considerado el primer psicólogo y terapeuta de la historia, su epistemología, incluida en el "comentario sobre el alma de Aristóteles", consiste en una forma científica de medir "el alma", este consideraba que las personas se sienten mejor si logran diferenciarse a ellos mismos como un sujeto entre dos estímulos percibidos, y consideraba que las formas de la inteligencia sobre la idea percibida de nosotros mismos pueden generar sufrimiento. Esta afirmación de Averroes está actualmente respaldada por investigaciones neurocientíficas. En resumen, aunque la filosofía de Averroes no es siempre citada directamente en los textos filosóficos contemporáneos, su legado se manifiesta en la continua valoración de la razón, en la discusión sobre la relación entre ciencia y religión, y en la estructura misma de cómo se aborda la filosofía en la era moderna. Su impacto es más bien un trasfondo histórico y metodológico que un movimiento filosófico contemporáneo con su nombre.

El honor de saberlo todo

 Tú haz caso al viejo dicho

y a la serpiente, mi tía;

tu divina semejanza

verás qué susto te da un día.

 




De ningún modo la posibilidad de curación es la curación misma. Qué es propiamente la curación, sino una ampliación en el tiempo de un estado febril que se mantiene como una recaudación permanente de lo negativo y lo positivo al mismo tiempo en una nada fluida, durante la vida-muerte misma, la que es parte consecuente de "la existencia conocida". La nada fluida tiene la especificación de ser un eterno devenir, y lo eterno siempre lo es todo. Una comunicación sí y sólo sí, del inconsciente al consciente. Por ello la impasibilidad de Dios. Esta impasibilidad no viene desde la divinidad sino desde el filtro primitivo que desarrollamos para sobrevivirle.

Es pues la vida la enfermedad misma; la salud es, el sentido de posibilidad que nos hace capaces de disfrutar aquello que nos obsesiona. En conclusión, en la No obsesión encontramos lo que nos mata. Por ello la muerte está a nuestras espaldas en la tradición mixteca (Mictlantecuhtli). No se puede servir a dos amos. El secreto de la muerte es su contraste.

La salud es un estado que nos permite disfrutar del deseo. Lo reprimido. Las anunciaciones médicas de la enfermedad son solamente una advertencia si, dentro de lo que nos abruma, hay posibilidad de abandonar el goce. El humano, a medida que va envejeciendo va modificando, mas, nunca cediendo este goce, en un estado casi budista, si cabe, al ver todo a cámara rápida; pasando por muchas modificaciones con respecto a lo que Es: una ausencia. El goce no tiene porqué ser extremo, solamente siendo una óptica basta para extenuar un mundo; aristas, contrastes, como la muerte que, como relato, también es un goce (The End, The Doors).

La esencia del humano es la ausencia, su contradicción; el individuo es contradicción. La mayor parte del tiempo la persona moderna no está, se refugia en el sentir del otro ignorando su propio sentir, se refugia en las emociones externas para no ver las internas. Lo más difícil del mundo es conocerse a uno mismo (Tales de Mileto). Y esto se dijo hace 27 siglos.   

Toda enfermedad mental y espiritual queda en última instancia justificada con el hecho residual de nuestra existencia. Somos desechos, basura. Aunque no en su sentido negativo, sino en el sentido teleológico. Qué peligroso sería todo si supiéramos que nuestros cuerpos no le sirven de una u otra forma a la tierra… Pensar, divagar, que ésta nuestra existencia, no tiene ninguna justificación, ni siquiera como alimento para larvas, es el camino al absurdo de los absurdos. Que esta posibilidad de tiempo sea una posibilidad tan lejana al hecho de servir de algo es el camino de los dioses, los que tienen la potestad de inventar sus propias servidumbres. Son las larvas, como posibilidad empírica, la razón de nuestra existencia. Y de ahí a las estrellas. Quizás le gustemos jóvenes, valientes, tiernos; como en los poemas vikingos sobre la muerte.

¿A quién serviremos después? Crear el pesimismo, es una justificación moral con respecto a lo que podemos y debemos pensar. Pensar es servir (Budo). El pensamiento es guerra.

La comunicación entre lo consciente y lo inconsciente es evidentemente importante, dado que dispone para nosotros de información de primer orden; esta fluidez de comunicación es reprimida porque el inconsciente dice algo horrendo. Es, por tanto, toda verdad reprimida ya que la verdad es terrible. Sólo sufriendo se es persona (Unamuno). La conciencia de muerte primeramente nos hace humanos, pero ésta no es nada... el infierno se esconde dentro de nosotros, se comunica de vez en cuando, manda a sus ángeles que son devastados por la luz de nuestra civilización. Sus alas son quemadas por volar demasiado cerca del sol. El verdadero problema filosófico no es la muerte, es la tortura (Jean Améry). Los santos son los primeros civilizados; nosotros somos simples marionetas del mal y ellos atletas del bien. Ser un santo es disponer del diablo al antojo.

En un intento de jodernos la vida, queremos joder a la verdad porque ella viene a jodernos. Por compensación psíquica, una gran humildad está próxima al orgullo, y el orgullo viene siempre antes de la caída. Podemos descubrir fácilmente detrás de la arrogancia, fuertes sentimientos de inferioridad. Dado que entre la verdad y aquello que queremos construir: nuestro yo, siempre hay una comunicación al borde del clímax, del orgasmo, de la culminación, del nirvana. Quien no es genial ni loco nunca puede desenredarse de la realidad del mundo hasta tal punto que le permita verlo como una imagen suya (Carl Jung). Porque solamente es un genio quien pueda llevar el mundo primitivo y casi sobrenatural al terreno universal del orbe de lo consciente.

Definir el inconsciente no es tarea sencilla. Muchos piensan que el inconsciente es motivado por los sentimientos y no por la razón. Pero no hay evidencia empírica que pueda separar esto en lo primitivo; pensarlo así es un completo absurdo. Tampoco hay evidencia de que estos opuestos se puedan reconciliar. Lo primero es reconocer el germen del inconsciente colectivo, el cual es el mismo que el del inconsciente primitivo. Si el individuo logra entrar al reconocimiento del inconsciente primitivo (colectivo), entonces triunfa, pero, para ser olvidado más tarde, y convertirse en un engranaje más. Su triunfo es su caída, se convierte en Lucifer; este tiene dos opciones, rehuir de su deseo o acariciarlo. Por ello, el especialista, para analizar a su paciente no sólo debe “entrevistar” al individuo, sino también a su entorno. La psique individual suele confundirse con la de su entorno, con lo primitivo. Senatus bestia, senatores boni viri. El cuerpo social forma parte importante del inconsciente del individuo, lo que nos lleva inmediatamente a una teoría “claro oscura” del psicoanálisis, que puede desenredarse un poco más bajo el precepto anteriormente explicado: el concepto Sincrónico.

una representación abstracta compleja de los conceptos de curación, la vida como enfermedad, la nada fluida, el devenir eterno, la impasibilidad de Dios, la salud como goce de la obsesión, la muerte en la tradición mixteca, el secreto de la muerte, los deseos reprimidos, la esencia de la humanidad como ausencia, la desconexión moderna del yo, la justificación de la enfermedad mental y espiritual, la existencia humana como desperdicio, el absurdo de la vida, la razón empírica de nuestra existencia, el servicio después de la muerte, el pesimismo como justificación moral



Pensar en una persona y encontrarte con ella en la calle, recordar a un amigo con el que no se hablaba hace meses y de pronto recibir un mensaje suyo, que un desconocido pase hablando de un libro que se quería comprar, pueden ser hechos llamados de muchas formas: coincidencia, azar, casualidad, etc. Pero, para uno de los psiquiatras más respetados de todos los tiempos, Carl Jung esto tiene una explicación: Sincronicidad. Esto no quiere decir que las casualidades no existan, de hecho, la sincronicidad debe cumplir ciertos requisitos para ser llamada así. Primero, que el suceso no tenga una explicación causal, segundo, que se haya dado en la mente del individuo antes que en la realidad, tercero que tenga un significado simbólico espiritual, cuarto que haya una diferenciación temporal escasa. ¿Es el inconsciente social lo mismo que el inconsciente individual? Muy probablemente sí. Y esto es absolutamente devastador.

Lo anterior conlleva a decir que entre más grande sea un cuerpo social menos libre es el individuo. Cosa básica en términos políticos, pero no tanto en términos psicológicos. Según Schopenhauer el sentido del humor es lo único que puede mantenernos libres. No lo dijo con fines políticos. De todos modos el humor penetra las ranuras de la verdad y encuentra cierta salida que, en la no conveniencia, nos hace reír. 

Aún así podemos adivinar que la seguridad del grupo ante la libertad de la soledad, solamente forman parte de lo mismo que se desea descubrir, forma parte del mismo libro que se intenta leer en braille con texturas espinosas. Claro es que el conocimiento conlleva culpa, porque es un robo al registro inconsciente para hacernos un poco más partícipes del saber, condenando al Prometeo a las soledades de las cimas del Cáucaso, abandonado por dioses y hombres, porque ni ellos mismos logran dimensionar el valor del fuego. La falta de registros sensibles, y su abundancia. La imaginación en demasía y su escasez. El conocimiento es observar parte del recorte que nos dio la sociedad y coser un trazo más de un miembro que sabe dios para qué servirá.

Sería en tanto el bebé el más igual de todos los iguales a sus semejantes. Y aquél que añade alas a su cuadratura, el que comienza el proceso real de individuación; quien comienza un proceso en el cuál es dueño de su enfermedad; se enfrenta a su ausencia porque reconoce lo general: el inconsciente, y su particularidad dentro de él. Sin tratar de fusionarse ni de negarlo. 

Se acopla en cierta medida con él el tiempo que le es dado estar en esta tierra. Se enfrenta a una lucha en donde aprende y no a una tortura que le perdure. Por ello el paraíso es la mayor de las mentiras, porque fue la primera. Un lugar totalmente inexpresable, donde se acaban todos los cuentos y comienza todo de nuevo. El paraíso es un segundo y luego, su larga espera.  ¿Debe haber en el paraíso un elemento mejor que otro? ¿Se debe extrañar a manos llenas? El paraíso es siempre una necesidad.




El efecto de levantarse por la mañana

 


Por la mañana, al despertar, un hombre no pudo identificar su yo del mundo exterior. La persona que despierta es el resultante de sus propios sueños, de su propio cuerpo, de su estadio emocional, de su contingencia.


Traspasa inevitables posturas y contradicciones para ser aquel hombre que abre los ojos. El individuo que despierta, piensa que su ser llega más lejos de lo que en realidad puede, porque su alma, que es trascendente, detona como cuerpo, dentro de una cultura, de una familia, rodeado de pulsiones, como si se tratase de una gigantesca explosión impotente. No existe una convicción más cartesiana que el yo por la mañana, cuando la realidad llega a chocar desde algunos frentes con la condena desdichada de ser uno mismo, saliendo, volviendo a nacer, reescribiéndose, recordando, olvidando. Quizás esta sea la prueba más certera de que el Yo es una ilusión, el cual puede crecer hasta donde el individuo se permita, donde pueda, disminuirse, expandirse, pero siempre como individuo, diminuto, subatómico. Hay un estrato en esta infinitud donde se tiene un límite, donde no podemos llegar, desde donde no se puede partir, eso, suponemos, es lo real. Aunque no podamos demarcarle. Es una conexión con lo salvaje, algo que puede que sea nuestro yo; no se puede afirmar lo contrario; pero que no funciona bajo ningún control conocido, ya que, aunque se quiera, no se le puede observar.


Pero no es solamente el control lo que se difumina, sino también el producto sensorial de la lejanía. Se ha pensado que involucrar estos parámetros en cualquier debate sería absurdo, pero, ¿Por qué no hacerlo? ¿Desde donde debemos asirnos para enfrentar la verdadera realidad del yo? ¿Hasta dónde debiera llegar nuestro lenguaje? Expandir la simbolización es, necesariamente, expandir un control y una sensación. No hemos podido salir del estructuralismo, así como necesitamos el posestructuralismo para captar estos espacios. Lo total es la materia de la filosofía.


El choque del yo que se despierta es un choque que tuvo que haber tenido un comienzo. Freud lo define al hablar del placer del Bebé al tocarse, esto es, cuando quiera, placer inmediato, ante la impotencia de no tener el pecho materno a su antojo. ¿En qué punto notó el individuo que había algo como parte de su propio ser, y algo totalmente ajeno a todas sus sospechas? La agresión. ¿Cuándo comenzó a notar que podía manipular esta realidad con instrumentos viles y con verdadera disciplina? Estas respuestas unen a la lactancia con la adolescencia como al nacimiento con la muerte, sólo por ser específicos.


La persona que creemos conocer está mutilada, no recuerda todos sus anhelos, es más, ni siquiera los puede nombrar, aunque está carencia de palabras sean los miembros que le queden. Ésto atenta directamente con más de algún supuesto. Como por ejemplo, que seremos mejores día a día como especie. Quizás la ética, la religión, y hasta la moral importen más de lo que imaginemos, aunque no por los motivos que pensemos, sino por los motivos que creamos. Ética por motivos egoístas, religión por motivos egoístas, moral por motivos egoístas. Estamos organizados de tal modo que podemos gozar con intensidad sólo el contraste y no el estado.


Según los preceptos del Nirodha (budismo), el ideal del sujeto seria hacer que sus pulsiones no dependan de la aprobación de algún otro. La libertad se alcanza no satisfaciendo los deseos, sino eliminándolos (Epicteto). Se ha hablado de Sublimación, de Estoicismo, de Decadencia, pero estas no parecieron nunca ser soluciones universales, sino relatos basados. No podemos asegurar que los individuos no nazcan con constituciones pulsionales particularmente desfavorables, ni que hayan pasado de manera regular por las transformaciones y reordenamientos de sus componentes libidinales. No podemos obligar a los tipos a un proceso disciplinario (aunque se haga), por muy ético que parezca, coartando la libertad de los individuos en desmedro de un potencial que ignoramos, no podemos hacer el camino de la Stoa porque no hay puerta; es ella la que se vive desde cualquier punto como principio máximo de la incertidumbre.


Todo el sufrimiento del humano moderno viene desde tres aspectos principales: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres y la familia, el estado y la sociedad. La cultura es entonces, una forma de sufrimiento (Rousseau), asegura las culpas desde la niñez, protegiéndonos de lo que nos “daña”, siendo lo “dañino” ella misma. La libertad individual no es patrimonio de ninguna cultura, fue antes de toda ella. Es por esto que una unión entre dos seres puede ser más fuerte que el individuo, un vínculo es el mayor de los engaños, pero es lo único que nos hace hombres y mujeres. La sociedad culta se encuentra frente a una permanente amenaza de disolución, es este temor lo que la condena a medir constantemente sus fuerzas, pensando bien de ella, tal y como el viejo Mefistófeles nunca quiso pensar. Pensando mal, es control por interés propio, que nació de la intimidad de la familia primitiva, desde el amor y la violencia, desde la agresión y las pulsiones libidinales. La máquina tiene este conocimiento, lo que le da su poder, sabe que entrar en nuestra intimidad es vital, sabe del sadismo de la sociedad, y de los adultos hacia ella, y del masoquismo y de los adultos ante ella. Para volver a amar al Estado hay que agredirlo. No hay problema con ello, la culpa existió antes que la moral. La culpa estará de todos modos. 


Ese individuo que se levanta por las mañanas es un agresor, porque todo alrededor solamente es parte de su yo; pero mientras apaga la alarma, y lucha por levantarse, es llevado por el sistema público a aquello que siempre se le negará.