La realidad es siempre una construcción mental | ||||
---|---|---|---|---|
¿Qué tanto influye la mente en nuestro modo de percibir la realidad? La experiencia nos lleva a pensar que estamos situados en un mundo en donde hay cosas afuera de nosotros. Lo cierto es que nada de lo que percibimos afuera está realmente afuera; la realidad “exterior” es una creación de la mente. |
¿Qué tanto influye la mente en
nuestro modo de percibir la realidad? La experiencia nos lleva a pensar que
estamos situados en un mundo en donde hay cosas afuera de nosotros. Somos
conscientes del árbol a cierta distancia, de la casa ubicada detrás del árbol y
de la barda que circunda la casa. Todo eso está en un allá que suponemos existe
por sí mismo, es decir, damos por hecho que el árbol, la casa y la barda son lo
que son independientemente de nosotros. Lo cierto es que nada de lo que
percibimos afuera está realmente afuera; la realidad “exterior” es una creación
de la mente.
Los idealistas se
preguntaban en dónde estaba el ser de las cosas. ¿En dónde está, por ejemplo,
el ser de la mesa que veo, en la mesa o en mi conciencia? Para Hegel, la mesa
de madera color marrón que veo es ya un concepto fabricado por mí, pues ese
objeto que se usa para comer o escribir o poner otros objetos sólo es mesa en
mi entendimiento. Si quisiéramos hallar el ser de esa mesa, tendríamos que
quitarle primero todo lo que no es propiamente constitutivo del ser mesa, por
ejemplo su color marrón, porque pueden haber mesas azules o verdes y el color
no es algo propio del ser de la mesa, sino un agregado.[1]También
haríamos a un lado la madera, porque pueden haber mesas de otro material y la
madera no constituye propiamente el ser de la mesa, sino algo aparte. Así,
tendríamos que ir quitando lo que no podemos considerar parte del ser de la
mesa, como su peso, sus dimensiones, sus distintas formas (redonda, cuadrada,
ovalada, etc) hasta quedarnos con ¿qué? Con la idea de mesa, idea que contiene
en sí la esencia y el concepto de mesa, esto es, que lleva dentro de sí la
noción completa de lo que es y puede ser una mesa. El objeto que percibo
“afuera” es mesa en tanto que puedo mirarlo como mesa a partir de mi idea de
mesa.
La realidad que
percibimos, el mundo que está “afuera”, es, pues, la apariencia que toman las
cosas cuando nosotros, al recibir un estímulo, proyectamos sobre ellos el
contenido mental procesado. Así, el ser de los objetos no es otra cosa que
nuestra idea implantada sobre lo que nos viene al encuentro.
Ahora
bien, ¿sobre qué se implanta la idea? Porque debe haber algo “afuera” sobre lo
cual pueda fijarse. Lo que hay allá “afuera” son sólo partículas, partículas
que proyectan estímulos lumínicos, sonoros, olfativos, gustativos y de contacto
que adquieren figura mediante nuestro involuntario trabajo mental. El cerebro
procesa estos estímulos a modo de componer estructuras que luego coloca
“afuera”. Percibimos lo que ponemos ahí.
Y
eso que ponemos trae consigo un significado particular, un modo de ver el
mundo. La mesa, el árbol y la casa son objetos cargados con un contenido
cultural, religioso y sentimental. Al hablar de mi casa, por ejemplo, hablo
también de hogar, de protección, de esfuerzo, de familia, y de cobijo. Si bien
el ser de la casa no incluye como dice Hegel esos conceptos, para mí, al pensar
en mi casa, están con ella. De manera que al poner mis ideas en el mundo
“exterior” pongo también mi particular modo de entender los objetos. La
realidad, pues, es siempre una construcción mental, cultural, psicológica y
social. Porque no puedo ver un mundo diferente a la que está en mi cabeza; en
todo momento me enfrento con el mundo que ha salido de mí.
No
hay nada allá “afuera” que esté ya dado y que exista sin la intervención del
pensamiento. Al no ser conscientes de este proceso de fabricación de la
realidad, tomamos como un hecho el que las cosas sean independientes a nosotros,
sin percatarnos de nuestra capacidad para modificar esa realidad. Nuestro ver,
dice Ortega, no es sólo un ver pasivo; si fuera así, el mundo quedaría reducido
a un caos de puntos luminosos. Hay también un ver activo, un ver que es mirar;
interpretamos el mundo viéndolo y lo vemos interpretándolo. Segundo a segundo
creamos el mundo. Nuestro pensamiento define el ser de las cosas y la realidad que percibimos.
[1] Cabe hacer notar que el color no está en las
cosas, los seres vivos vemos el color a partir de ciertas células ópticas
llamadas conos que son estimuladas por la luz que rebota de los objetos.
Dependiendo del número de conos que posee la especie es la gama de colores que
percibe. Los seres humanos tenemos tres conos y no podemos percibir el
ultravioleta, mientras que los perros y los gatos no ven el rojo ni el verde
por tener dos conos.