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No podemos odiar una cosa que nos mueve a conmiseración. Spinoza.

Imagen conceptual de una figura humana en la cima de una montaña, rodeada de símbolos antiguos y modernos, simbolizando la coexistencia de diferentes épocas y la elevación espiritual a través de la empatía y la benevolencia.



PROPOSICIÓN XXVII


Por el hecho de imaginar que experimenta algún afecto una cosa semejante a nosotros, y sobre la cual no hemos proyectado afecto alguno, experimentamos nosotros un afecto semejante.

Demostración: Las imágenes de las cosas son afecciones del cuerpo humano, cuyas ideas representan los cuerpos exterio­res como presentes a nosotros (por el Escolio de la Proposición 17 de la Parte II), esto es (por la Proposición 16 de la Parte II), cuyas ideas implican a la vez la naturaleza de nuestro cuerpo y la naturaleza presente de un cuerpo exterior. Así pues, si la naturaleza de un cuerpo exterior es semejante a la naturaleza de nuestro cuerpo, entonces la idea del cuerpo exterior que imaginamos implicará una afección de nuestro cuerpo seme­jante a la afección del cuerpo exterior, y, consiguientemente, si imaginamos a alguien semejante a nosotros experimentando algún afecto, esa imaginación expresará una afección de nuestro cuerpo semejante a ese afecto, y, de esta suerte, en virtud del hecho de imaginar una cosa semejante a nosotros experimentando algún afecto, somos afectados por un afecto semejante al suyo. Y si odiamos una cosa semejante a noso­tros, en esa medida (por la Proposición 23 de esta Parte) seremos afectados por un afecto contrario, y no semejante, al suyo. Q.E.D.

Escolio: Esta imitación de los afectos, cuando se refiere a la tristeza, se llama conmiseración (acerca de la cual, ver el Escolio de la Proposición 22 de esta Parte), pero referida al deseo se llama emulación que, por ende, no es sino el deseo de alguna cosa, engendrado en nosotros en virtud del hecho de imaginar que otros, semejantes a nosotros, tienen el mismo deseo.

Corolario I: Si imaginamos que alguien, sobre quien no hemos proyectado ningún afecto, afecta de alegría a una cosa semejante a nosotros, seremos afectados de amor hacia él. Si, por contra, imaginamos que la afecta de tristeza, seremos afectados de odio hacia él.

Demostración: Esto se demuestra por la Proposición ante­rior, del mismo modo que la Proposición 22 de esta Parte por la Proposición 21.

Corolario II:
No podemos odiar una cosa que nos mueve a conmiseración, pues su miseria nos afecta de tristeza.

Demostración: En efecto, si por ello pudiéramos odiarla, entonces nos alegraríamos de su tristeza, lo cual va contra la hipótesis.

Corolario III: Nos esforzamos cuanto podemos por librar de su miseria a una cosa que nos mueve a conmiseración.

Demostración: Aquello que afecta de tristeza a una cosa que nos mueve a conmiseración, nos afecta también de una tristeza semejante (por la Proposición 26 de esta Parte), y así, nos esforzaremos por recordar todo aquello que prive de existen­cia a esa cosa o que la destruya (por la Proposición 13 de esta Parte), esto es (por el Escolio de la Proposición 9 de esta Parte), apeteceremos destruirlo o nos determinaremos a destruirlo, y así, nos esforzaremos por librar de su miseria a una cosa que nos mueve a conmiseración. Q.E.D.

Escolio:
Esa voluntad o apetito de hacer bien, que surge de nuestra conmiseración hacia la cosa a la que queremos beneficiar, se llama benevolencia, la cual, por ende, no es sino un deseo surgido de la conmiseración. Tocante al amor y el odio hacia aquel que ha hecho bien o mal a la cosa que imaginamos ser semejante a nosotros, ver el Escolio de la Proposición 22 de esta Parte.


PROPOSICIÓN XXVIII

Nos esforzamos en promover que suceda todo aquello que imaginamos conduce a la alegría, pero nos esforzamos por apartar o destruir lo que imaginamos que la repugna, o sea, que conduce a la tristeza.

Demostración: Nos esforzamos cuanto podemos por ima­ginar aquello que imaginamos conduce a la alegría (por la Proposición 12 de esta Parte), eso es (por la Proposición 17 de la Parte II), nos esforzamos cuanto podemos por considerarlo como presente o existente en acto. Ahora bien, el esfuerzo o potencia del alma al pensar es igual, y simultáneo por naturaleza, al esfuerzo o potencia del cuerpo al obrar (como claramente se sigue del Corolario de la Proposición 7 y el Corolario de la Proposición 11 de la Parte II); por consiguien­te, nos esforzamos absolutamente para que eso exista, o sea, lo apetecemos y tendemos hacia ello. Que era lo primero. Además, si imaginamos que se destruye lo que creemos ser causa de tristeza, esto es, lo que odiamos, nos alegrare­mos (por la Proposición 20 de esta Parte), y así (por la primera parte de esta demostración) nos esforzaremos en destruirlo, o sea (por la Proposición 13 de esta Parte), en apartarlo de nosotros, para no considerarlo como presente. Que era lo segundo. Luego nos esforzamos en promover todo aquello que imaginamos conduce a la alegría, etc. Q.E.D.

Quien imagina lo que odia afectado de tristeza, se alegrará.

Amor y Odio en la Era Moderna: Afectos y su Transmisión

 

PROPOSICIÓN XXI


Quien imagina lo que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza, y ambos afectos serán mayores o menores en el amante, según lo sean en la cosa amada.

Demostración: Las imágenes de las cosas que afirman la existencia de la cosa amada (según hemos demostrado en la Proposición 19 de esta Parte), favorecen el esfuerzo que el alma realiza por imaginar esa cosa amada. Ahora bien, la alegría afirma la existencia de la cosa alegre, y ello tanto más cuanto mayor es ese afecto de alegría, pues se trata (por el Escolio de la Proposición 11 de esta Parte) de la transición a una mayor perfección; por consiguiente, la imagen de la alegría de la cosa amada favorece en el amante ese esfuerzo de su alma, esto es, afecta al amante de alegría, y tanto mayor cuanto mayor haya sido ese afecto en la cosa amada. Que era lo primero. Además, en cuanto una cosa está afectada de tristeza, en esa medida se destruye, y ello tanto más cuanto mayor es la tristeza que la afecta (por el mismo Escolio de la Proposición 11). Y, de esta suerte, quien imagina lo que ama afectado de tristeza, será también afectado de tristeza, y tanto mayor cuanto mayor fuere dicho afecto en la cosa amada. Q.E.D.

PROPOSICIÓN XXII

Si imaginamos que alguien afecta de alegría a la cosa que amamos, seremos afectados de amor hacia él. Si, por contra, imaginamos que la afecta de tristeza, seremos afectados de odio contra él.

Demostración: Quien afecta de alegría o tristeza a la cosa que amamos, nos afecta también de alegría o tristeza, si imaginamos la cosa amada afectada de esa alegría o tristeza (por la Proposición anterior). Ahora bien: se supone que esa alegría o tristeza se da en nosotros acompañada por la idea de una causa exterior; por consiguiente (por el Escolio de la Proposición 13 de esta Parte), si imaginamos que alguien afecta de alegría o tristeza a la cosa que amamos, seremos afectados de amor u odio hacia él. Q.E.D.

Escolio: La Proposición 21 nos explica qué es la conmisera­ción; podemos definirla como una tristeza surgida del daño de otro. Pero no sé con qué nombre debe llamarse la alegría que surge del bien de otro. Llamaremos aprobación al amor hacia aquel que ha hecho bien a otro, y, por contra, indignación, al odio hacia aquel que ha hecho mal a otro. Debe notarse, en fin, que sentimos conmiseración no sólo hacia la cosa que hemos amado, sino también hacia aquella sobre la que no hemos proyectado con anterioridad afecto alguno, con tal que la juzguemos semejan­te a nosotros (como mostraré más adelante). Y, de esta suerte, aprobamos también al que ha hecho bien a un semejante, y nos indignamos contra el que le ha inferido un daño.

PROPOSICIÓN XXIII

Quien imagina lo que odia afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entriste­cerá, y ambos afectos serán mayores o menores, según lo sean sus contrarios en la cosa odiada.

Demostración: En cuanto una cosa odiosa es afectada de tristeza, en esa medida se destruye, y tanto más cuanto mayor sea la tristeza (por el Escolio de la Proposición 11 de esta Parte). Así pues, quien imagina afectada de tristeza la cosa que odia (por la Proposición 20 de esta Parte) será afectado de alegría, y tanto mayor cuanto mayor sea la tristeza por la que imagina estar afectada la cosa odiosa. Que era lo primero. Además, la alegría afirma la existencia de la cosa alegre (por el mismo Escolio de la Proposición 11), y ello tanto más cuanto mayor se concibe esa alegría. Si alguien imagina afectado de alegría a quien odia, esa imaginación (por la Proposición 13 de esta Parte) reprimirá su esfuerzo, esto es, el que odia será afectado de tristeza, etc. Q.E.D.

Escolio: Esa alegría no puede ser sólida, ni libre de todo conflicto del ánimo. Pues (como mostraré en la Proposición 27 de esta Parte) en cuanto alguien imagina afectada de tristeza una cosa que le es semejante, debe entristecerse en cierto modo, y lo contrario, si la imagina afectada de alegría. Pero aquí nos fijamos sólo en el odio.

Entendimiento y Control Emocional: La Necesidad en la Filosofía de Spinoza

imagen de un alma que comprende la necesidad


PROPOSICIÓN VI 

En la medida en que el alma entiende todas las cosas como necesarias, tiene un mayor poder sobre los afectos, o sea, padece menos por causa de ellos. 

Demostración: El alma conoce que todas las cosas son necesarias (por la Proposición 29 de la Parte I), y que están determinadas a existir y obrar en virtud de una infinita conexión de causas (por la Proposición 28 de la Parte I); y así (por la Proposición anterior) logra padecer menos en virtud de los afectos que de ellas nacen, y (por la Proposición 48 de la Parte III) experimenta menores afectos hacia ellas. Q.E.D.

Escolio: Cuanto más versa este conocimiento —a saber: el de que las cosas son necesarias— sobre cosas singulares que nos imaginamos con mayor distinción y vivacidad, tanto mayor es esa potencia del alma sobre los afectos, como lo atestigua también la experiencia. En efecto, vemos que la tristeza ocasionada por la desaparición de un bien se mitiga tan pronto como el hombre que lo ha perdido considera que ese bien no podía ser conservado de ningún modo. Así también, vemos que nadie siente conmiseración hacia un niño porque no sepa hablar, andar, razonar, y por vivir, en fin, tantos años como inconsciente de sí mismo. Si la mayor parte de los hombres naciesen adultos, y solo hubiera algún que otro niño, entonces todos compadecerían al que naciese niño, porque en caso tal se consideraría a la infancia no como algo natural y necesario, sino como un vicio o pecado de la naturaleza. Podríamos hacer otras muchas observaciones de este género.

Maximizando el Afecto: La Potencia de la Imaginación Pura Según la Proposición V

Pintura de un alma que comprende la necesidad, con infinitas conexiones de causas, afectos que disminuyen.


PROPOSICIÓN V 

En igualdad de circunstancias, es máximo el afecto que experimentamos hacia una cosa que simplemente imaginamos (y no como necesaria, ni como posible, ni como contingente).

Demostración: El afecto que experimentamos hacia una cosa que imaginamos libre es mayor que el que experimentamos hacia una cosa necesaria (por la Proposición 49 de la Parte III), y, por consiguiente, mayor todavía que el que experimentamos hacia una cosa que imaginamos como posible o contingente (por la Proposición 11 de la Parte IV). Ahora bien, imaginar una cosa como libre no es sino, simplemente, imaginarla, en tanto que ignoramos las causas por las que ha sido determinada a obrar (por lo que hemos mostrado en el Escolio de la Proposición 35 de la Parte II); luego el afecto hacia una cosa que simplemente imaginamos, en igualdad de circunstancias, es mayor que el que experimentamos hacia una cosa necesaria, contingente o posible, y, por consiguiente, es máximo. Q.E.D. 

Eliminar ideas confusas o afectos a través de la razón


Proposición 3 de la parte 5ª de Ética demostrada por orden geométrico, Baruch Spinoza
Un afecto que es una pasión deja de ser pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta.

Pintura de una persona con una idea clara y distinta, rodeada de símbolos del pensamiento antiguo y moderno, que representa la transformación de la pasión en una idea clara y distinta.


Demostración: Un afecto que es una pasión es una idea confusa (porla Definición general de los afectos). Si de ese afecto, pues, nos formamos una idea clara y distinta, entre esa idea y el afecto mismo, en cuanto referido al alma sola, no habrá más que una distinción de razón (porla Proposición 21 de la Parte II, con su Escolio); y de este modo (porla Proposición 3 de la Parte III), ese afecto dejará de ser una pasión. Q.E.D.

Corolario: Así, pues, un afecto está tanto más bajo nuestra potestad, y el alma padece tanto menos por su causa, cuanto más conocidos nos es.

---NOTAS---
 1- "Un afecto es una idea confusa" y necesita de un proceso conceptualizador para cesar en su existencia, así lo afirma Spinoza. Pues entre la idea y el afecto solo cabe un desarrollo semántico, es decir, el mismo concepto.

2- Si se pretende categorizar la figura del filósofo holandés en una corriente de pensamiento, aquí nos encontramos en división. ¿Razón o creación?, ¿orden o lenguaje?. Solo caben orden en el lenguaje y creación mediante la razón.

3- Cuando afirma "solo cabe una distinción de razón en el alma" trata a la razón como formación concreta, no es la razón del científico, ni forzosamente la del artista, es más bien la razón del ser humano en cuanto a individuo, o, la de un grupo en cuanto a individuo.

4- Puntualizo que una ""distinción de razón" es lo mismo que el aprendizaje de un constructo, o concepto.


Formar un concepto claro y distinto partiendo de cualquier afección.

Idea clara y distinta



Proposición 4 de la parte 5ª de Ética demostrada por orden geométrico.
No hay afección alguna del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto.


Demostración: Lo que es común a todas las cosas sólo puede concebirse adecuadamente (por la Proposición 38 de la Parte II), y, por ello (por la Proposición 12, y el Lema 2 que está después del Escolio de la Proposición 13 de la Parte II), no hay afección alguna del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto. Q.E.D.

Corolario: De aquí se sigue que no hay ningún afecto del que no podamos formar un concepto claro y distinto. Pues un afecto es la idea de una afección del cuerpo (porla Definición general de los afectos), y, por ello debe implicar un concepto claro y distinto.

Escolio: Supuesto que nada hay de lo que no se siga algún afecto, y dado que todo lo que se sigue de una idea que es en nosotros adecuada lo entendemos clara y distintamente, se infiere de ello que cada cual tiene el poder —si no absoluto, al menos parcial— de conocerse a sí mismo y cono­cer sus afectos clara y distintamente, y, por consiguiente, de conseguir padecer menos por causa de ellos. Así, pues, debemos laborar sobre todo por conseguir conocer cada afecto, en la medida de lo posible, clara y distintamente, a fin de que, de ese modo, el alma sea determinada por cada afecto a pensar lo que percibe clara y distintamente, y en lo que halla pleno contento; y a fin de que, por tanto, el afecto mismo sea separado del pensamiento de una causa exterior y se una a pensamientos verdaderos. De ello resultará que no sólo serán destruidos el amor, el odio, etc. (por la Proposición 2 de esta Parte), sino que los apetitos o deseos que suelen brotar del afecto en cuestión tampoco puedan tener exceso (por la Proposición 61 de la Parte IV). Pues ha de notarse, ante todo, que el apetito por el que se dice que el hombre obra y el apetito por el que se dice que padece son uno y lo mismo. Por ejemplo, al mostrar que la naturaleza humana está dispuesta de manera que cada cual apetece que los demás vivan según la propia índole de él (ver Corolario de la Proposición 31 de la Parte III), vimos que ese apetito, en el hombre no guiado por la razón, es una pasión que se llama ambición, y que no se diferencia mucho de la soberbia, y, en cambio, en el hombre que vive conforme al dictamen de la razón, es una acción o virtud, que se llama moralidad (ver Escolio 1 de la Proposi­ción 37 de la Parte IV, y la Demostración segunda de esa Proposición). Y de esta manera, todos los apetitos o deseos son pasiones en la medida en que brotan de ideas inadecuadas, y son atribuibles a la virtud cuando son suscitados o engen­drados por ideas adecuadas. Pues todos los deseos que nos determinan a hacer algo pueden brotar tanto de ideas adecua­das como de ideas inadecuadas; y (para volver a donde estábamos antes de esta digresión) no hay un remedio para los afectos, dependiente de nuestro poder, mejor que este, a saber: el que consiste en el verdadero conocimiento de ellos, supuesto que el alma no tiene otra potencia que la de pensar y formar ideas adecuadas, como hemos mostrado anteriormente.




Notas. 


1- No hay aclaraciones más precisas para comprender esta obra que las expuestas por Spinoza en esta proposición, solo a modo de síntesis: Un cuerpo (nosotros o una idea que tengamos) puede afectarse por las imágenes de las cosas en cuanto estas son ideas inadecuadas, o puede vivir conforme al dictamen de la razón, en virtud de las ideas adecuadas que este forma clara y distintamente.

Spinoza, Dios existe necesariamente.

Representación visual de la complejidad ontológica y la riqueza de atributos



PROPOSICIÓN IX

Cuanto más realidad o ser tiene una cosa, tantos más atributos le competen.


Demostración: Es evidente por la definición 4. .



PROPOSICIÓN X

Cada atributo de una misma substancia debe concebirse por sí.

Demostración: Un atributo es, en efecto, lo que el entendimiento percibe de una substancia como constitutivo de la esencia de la misma (por la Definición 4 ); por tanto (por la Definición 3 ), debe concebirse por sí. Q.E.D.

Escolio: Según lo dicho, es manifiesto que, aunque dos atributos se conciban como realmente distintos —esto es, uno sin intervención del otro—, no podemos, sin embargo, concluir de ello que constituyan dos entes o dos substancias diversas, ya que es propio de la naturaleza de una substancia que cada uno de sus atributos se conciba por sí, supuesto que todos los atributos que tiene han existido siempre a la vez en ella, y ninguno ha podido ser producido por otro, sino que cada uno expresa la realidad o ser de la substancia. Por tanto, dista mucho de ser absurdo el atribuir varios atributos a una misma substancia, pues nada hay más claro en la naturaleza que el hecho de que cada ente deba concebirse bajo algún atributo, y cuanta más realidad o ser tenga, tantos más atributos tendrá que expresen necesidad, o sea, eternidad e infinitud; y, por tanto, nada más claro tampoco que el hecho de que un ente absolutamente infinito haya de ser necesariamente definido (según hicimos en la Definición 6 ) como el ente que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una determinada esencia eterna e infinita. Si alguien pregunta ahora en virtud de qué signo podríamos reconocer la diversidad de las substancias, lea las Proposiciones siguientes, las cuales muestran que en la naturaleza no existe sino una única substancia, y que ésta es absolutamente infinita, por lo que dicho signo sería buscado en vano.

PROPOSICIÓN XI

Dios, o sea, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita, existe necesariamente.

Demostración: Si niegas esto, concibe, si es posible, que Dios no existe. En ese caso ( por el Axioma 7) su esencia no implicará la existencia. Pero eso ( por la proposición 7) es absurdo: luego Dios existe necesariamente. Q.E.D.

De otra manera: Debe asignársele a cada cosa una causa, o sea, una razón, tanto de su existencia, como de su no existencia. Por ejemplo, si un triángulo existe, debe darse una razón o causa por la que existe, y si no existe, también debe darse una razón o causa que impide que exista, o que le quita su existencia. Ahora bien, esta razón o causa, o bien debe estar contenida en la naturaleza de la cosa, o bien fuera de ella. Por ejemplo, la razón por la que un círculo cuadrado no existe la indica su misma naturaleza: ya que ello implica, ciertamente, una contradicción. Y al contrario, la razón por la que existe una substancia se sigue también de su sola naturaleza, ya que, efectivamente, ésta implica la existencia (ver proposición 7). Pero la razón por la que un círculo o un triángulo existen o no existen, no se sigue de su naturaleza, sino del orden de la naturaleza corpórea como un todo: pues de tal orden debe seguirse, o bien que ese triángulo existe ahora necesariamente, o bien que es imposible que exista ahora. Y esto es patente por sí mismo. De donde se sigue que existe necesariamente aquello de lo que no se da razón ni causa alguna que impida que exista. Así pues, si no puede darse razón o causa alguna que impida que Dios exista o que le prive de su existencia, habrá que concluir, absolutamente, que existe de un modo necesario. Mas, si tal razón o causa se diese, debería darse, o bien en la misma naturaleza de Dios, o bien fuera de ella, esto es, en otra substancia de otra naturaleza. Pues si fuese de la misma naturaleza, por ello mismo se concedería que hay Dios. Pero una substancia que fuese de otra naturaleza no tendría nada en común con Dios, y, por tanto, no podría ni poner ni quitar su existencia. No pudiendo, pues, darse una razón o causa, que impida la existencia divina, fuera de la naturaleza divina, deberá por necesidad darse, si es que realmente Dios no existe, en su misma naturaleza, la cual conllevaría entonces una contradicción. Pero es absurdo afirmar eso de un Ser absolutamente infinito y sumamente perfecto; por consiguiente, ni en Dios ni fuera de Dios se da causa o razón alguna que impida su existencia y, por ende, Dios existe necesariamente. Q.E.D.

De otra manera: Poder no existir es impotencia, y, por contra, poder existir es potencia (como es notorio por sí). De este modo, si lo que ahora existe necesariamente no son sino entes finitos, entonces hay entes finitos más potentes que el Ser absolutamente infinito, pero esto (como es por sí notorio) es absurdo; luego, o nada existe, o existe también necesaria¬mente un Ser absolutamente infinito. Ahora bien, nosotros existimos, o en nosotros o en otra cosa que existe necesaria¬mente (ver Axioma 1 y por la proposición 7). Por consiguiente, un Ser absolutamente infinito, esto es (por la Definición ), Dios, existe necesariamente. Q.E.D.

Escolio: En esta última demostración he querido mostrar la existencia de Dios a posteriori, para que se percibiera más fácilmente la demostración, pero no porque la existencia de Dios no se siga apriori de ese mismo fundamento. Pues siendo potencia el poder existir, se sigue que cuanta más realidad compete a la naturaleza de esa cosa, tantas más fuerzas tiene para existir por sí; y, por tanto, un Ser absolutamente infinito, o sea Dios, tiene por sí una potencia absolutamente infinita de existir, y por eso existe absolutamente. Sin embargo, acaso muchos no podrán ver fácilmente la evidencia de esta demostración, porque están acostumbrados a considerar sólo las cosas que provienen de causas externas, y de entre esas cosas, ven que las que se producen rápidamente, esto es, las que existen fácilmente, perecen también con facilidad, y, por contra, piensan que es más difícil que se produzcan, esto es, que no es nada fácil que existan, aquellas cosas que conciben como más complejas . Mas, para que se libren de esos prejuicios, no tengo necesidad de mostrar aquí en qué medida es verdadero el dicho «lo que pronto se hace, pronto perece», ni tampoco si respecto de la naturaleza total todas las cosas son o no igualmente fáciles. Basta sólo con advertir que yo no hablo aquí de las cosas que se producen en virtud de causas externas, sino únicamente de las substancias, que ( por la proposición 6) no pueden ser producidas por ninguna causa externa. Pues las cosas que se producen en virtud de causas externas, ya consten de muchas partes, ya de pocas, deben cuanto de perfección o realidad tienen a la virtud de la causa externa y, por tanto, su existencia brota de la sola perfección de la causa externa, y no de la suya propia. Por contra, nada de lo que una substancia tiene de perfección se debe a causa externa alguna; por lo cual también su existencia debe seguirse de su sola naturaleza que, por ende, no es otra cosa que su esencia. Pues la perfección de una cosa no impide la existencia, sino que, al contrario, la pone, en tanto que la imperfección, por contra, la quita, y de esta suerte no podemos estar más seguros de la existencia de cosa alguna que de la existencia del Ser absolutamente infinito, o sea, perfecto, esto es, Dios. Pues siendo así que su esencia excluye toda imperfección, e implica la perfección absoluta, aparta por eso mismo todo motivo de duda acerca de su existencia, y da de ella una certeza suma, lo que creo ha de ser claro para quien atienda medianamente. 

Definiciones Parte 4.

Imagen que resume y representa este texto: I. Bueno es lo que sabemos con certeza que nos es útil.



DEFINICIONES

I. -Entiendo por bueno lo que sabemos con certeza que nos es útil.

II.—Por malo, en cambio, entiendo lo que sabemos con certeza que impide que poseamos algún bien.

(Acerca de estas definiciones, ver el prefacio de la Parte 4..)

III. —Llamo contingentes a las cosas singulares, en cuanto que, atendiendo a su sola esencia, no hallamos nada que afirme o excluya necesariamente su existencia.

IV. —Llamo posibles a esas mismas cosas singulares, en cuanto que, atendiendo a las causas en cuya virtud deben ser producidas, no sabemos si esas causas están determinadas a producirlas.

(En el Escolio 1 de la Proposición 33 de la Parte I, no he hecho diferencia alguna entre lo posible y lo contin­gente, porque allí no era preciso distinguir eso cuidadosa­mente.)

V.—Por afectos contrarios entenderé, en adelante, los que arrastran al hombre en distintos sentidos, aunque sean del mismo género, como la gula y la avaricia —que son clases de amor—, y contrarios no por naturaleza, sino por acci­dente.

VI. —Lo que voy a entender por afecto hacia una cosa futura, presente y pretérita, lo he explicado en los Escolios 1 y 2 de la Proposición 18 de la Parte III: verlos.

(No obstante, debemos observar además aquí que, así como no podemos imaginar distintamente una distancia espacial más allá de cierto límite, tampoco podemos imaginar distinta­mente, más allá de cierto límite, una distancia temporal; esto es: así como a todos los objetos que distan de nosotros más de doscientos pies, o sea, cuya distancia del lugar en que estamos supera la que imaginamos distintamente, los imaginamos a igual distancia de nosotros, como si estuvieran en el mismo plano, así también, a todos los objetos cuyo tiempo de existen­cia imaginamos separado del presente por un intervalo más largo que el que solemos imaginar distintamente, los imagina­mos a igual distancia del presente, y los referimos, de algún modo, a un solo y mismo momento del tiempo.)

VII—Por el fin a causa del cual hacemos algo, entiendo el apetito.

VIII.—Por virtud entiendo lo mismo que por potencia; esto es (por la Proposición 7 de la Parte III), la virtud, en cuanto referida al hombre, es la misma esencia o naturaleza del hombre, en cuanto que tiene la potestad de llevar a cabo ciertas cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de su naturaleza.

Definiciones de contento de si mismo y humildad. Spinoza.

Imagen conceptual que representa la dicotomía entre el contento de sí mismo y la humildad, simbolizando la alegría derivada de la autoconsideración y el poder de acción frente a la tristeza por la percepción de debilidad.



XXV
.-El contento de sí mismo es una alegría que brota de que el hombre se considera a sí mismo y considera su potencia de obrar.

XXVI. —La humildad es una tristeza que brota de que el hombre considera su impotencia o debilidad.

EXPLICACIÓN: El contento de sí mismo se opone a la humildad, en cuanto por «contento de sí mismo» entendamos una alegría surgida de que consideramos nuestra potencia de obrar; ahora bien, en cuanto también entendemos por «con­tento de sí mismo» una alegría acompañada por la idea de algo que creemos haber hecho por libre decisión del alma, en ese sentido se opone entonces al arrepentimiento.

Revolución, por Julio Viso.

Revolución en espiral.



   En la actualidad, la palabra Revolución, en el contexto de los estudios sociales, se suele relacionar con movimientos políticos de izquierda. Pero no siempre fue así. Los términos de Izquierda y Derecha existen sólo a partir de finales del siglo XVIII. Antes de ese siglo existían formas de gobierno donde parecía que predominaban tendencias más inclinadas hacia lo que hoy se conoce como la Derecha, pero por entonces no se clasificaban de ese modo, simplemente eran denominadas reinados, gobiernos, principados, entre otros, en contraposición con el pueblo gobernado. Estos términos se comenzaron a utilizar a partir de la Revolución Francesa en 1789, después de haberse convocado la Asamblea Nacional Constituyente, en donde se discutió la organización del nuevo gobierno republicano que tendría el país, luego de haber sido derrocada la monarquía.

   En los primeros encuentros, los grupos de delegados se reunieron según sus posturas políticas. A la izquierda del presidente de la asamblea, se agruparon los que estaban a favor de cambios más populares y democráticos, a favor de la soberanía del pueblo, los que querían romper, de manera definitiva, con el antiguo régimen de la monarquía. Aquellos que tenían ideas más conservadoras y que querían seguir ligados, en ciertos aspectos, al antiguo régimen, se concentraron a la derecha del presidente. A partir de ese momento histórico estos términos contrapuestos se comenzaron a usar según lo que defendía cada grupo en la Asamblea.

   Ahora bien, es importante entender el significado de la palabra Revolución, para poder comprender lo que está sucediendo en el presente y por qué. El término revolución proviene del verbo latino revolvere que está compuesto de re, que significa “de nuevo”, y volvere que significa “girar”. Juntas significan algo así como: “girar de nuevo”. Por esa razón, a las vueltas que dan los cuerpos celestes alrededor de un punto céntrico, se les denomina revoluciones. Ahora ¿Esto qué tiene que ver con el ámbito político? Mucho, como se intentará mostrar.

   Las revoluciones, a lo largo de la historia, son vueltas, pero no circulares sino más bien espirales. Es un con-crecer constante, porque las vueltas no son iguales, sino que se trata, en palabras de Hegel, de un “superar-conservando”. No es como se piensa, generalmente; de un cambio abrupto sino que las revoluciones están profundamente ligadas al contexto que las precede. De hecho, ese mismo contexto es su causa. Se trata de una fuerza dialéctica que impulsa el cambio social y el progreso, en una relación dialógica de causas y consecuencias.

   Antes del siglo XVIII, no sólo existían tendencias políticas inclinadas hacia posturas totalitaristas, como la monarquía, que era la forma de gobierno “natural” de Europa, sino también formas de gobierno con inclinaciones menos autoritarias y más democráticas.

   Maquiavelo, en sus Discursos, había indicado que “el pueblo, cuya máxima aspiración es la de no ser dominado ni oprimido por los Grandes de la ciudad, ama la libertad porque ella es para él condición para vivir seguro, esto es, protegido contra el sometimiento y el abuso del poder”.

   El pueblo, como dice Maquiavelo, desea su libertad y no ser oprimido por los más poderosos. Busca seguridad y protección contra el poder reinante para vivir en libertad y no padecer de los abusos de los que poseen el poder. Maquiavelo expone la voz y el deseo de los oprimidos, lo devela y lo hace importante, es decir, le da un peso contundente, en lo que se refiere a la política de un Estado, que es garantizar la seguridad y la libertad de su pueblo.

imagen de la Revolución Francesa con delegados agrupados a la izquierda y derecha del presidente de la asamblea


   Por su parte, Spinoza, en el siglo XVII, describe las tres formas de gobierno imperantes de su época, a saber: la Monarquía, en la que el poder recae sobre un solo hombre, que es quien dicta las leyes y las hace cumplir. Un tirano no elegido que hereda el poder de forma filial y consanguínea. La Aristocracia, es denominada “el gobierno de los mejores”. Son los representantes de las familias más importantes de un determinado estado, los que gobiernan eligiéndose entre ellos y conforman una asamblea que se encarga de promulgar las leyes y de gobernar. Estos se someten a una elección para formar parte de la asamblea de la aristocracia. Y la última, la que propone Spinoza en su Tratado Político, es la Democracia, que es el gobierno del pueblo, donde el mismo tiene participación en el estado y también en la selección de los gobernantes.

  Para Spinoza, las formas de gobierno son mejores en tanto y cuanto tendieran hacia la Democracia, ya que consideraba que este gobierno es el más justo, el más eficiente, el que garantiza la mayor seguridad contra el abuso del poder y de la libertad.

   Hoy en día los venezolanos hemos perdido las cosas más importantes que nos debería procurar el estado: la justicia y la libertad. Ese estado debería garantizar nuestra protección, pero está generando todo lo contrario. Así como la Revolución Francesa es hija de toda la represión y la tiranía de las monarquías europeas y la izquierda hoy en día es un término del que rehúyen los venezolanos, así como todos los pueblos que han recibido sometimientos y abusos por partes de sus gobiernos que se manifiestan como revoluciones y movimientos de izquierda, disfrazando sus propósitos tiránicos y sus actos gansteriles -como los denomina José Rafael Herrera-, con las banderas de movimientos sociales y humanitarios, sólo por intereses económicos y militares de los países que enarbolan esas banderas con intereses comunes, que se alejan de una manera diametralmente opuesta del bienestar de su pueblo, sometiéndolos a una miseria y sufrimiento incalculable. Hoy se ha develado ante el mundo que las izquierdas han dejado de ser de izquierda y que las revoluciones ya no están relacionadas con estos movimientos, porque hoy hay una nueva revolución en Venezuela, hija de la tiranía y del gansterato de la mal llamada “Revolución Bolivariana”, que no es ni revolucionaria ni, mucho menos, de izquierda. Se trata de la Revolución por la Libertad, ligada profundamente al sufrimiento que los venezolanos padecen hace ya demasiado tiempo. Por eso, esta nueva revolución, que no parece salida de la izquierda ni vinculada con esta, es más revolucionaria que todas esas que se jactan de defender con palabras, con frases y discursos vacíos o a través de sus shows mediáticos, mientras reprimen a las mayorías o las encierran en las mazmorras de sus castillos tiránicos. Tratan de someter las voces de la protesta mediante la intimidación, la tortura y el asesinato. Al final, no lo podrán lograr. ¡Que viva la nueva Revolución venezolana!