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Desigualdad y Poder: La Evolución del Capitalismo, Socialismo y Fascismo en la Historia Moderna

¿Fascismo o Socialismo?


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La revolución industrial (1760) generó grandes riquezas para los pocos que habían invertido capital en los medios de producción. Esto dio cabida al surgimiento de una nueva clase social a la cual se le denominó Burguesía. A su vez, para los trabajadores y obreros, que generaban estas riquezas, a través, de su esfuerzo y trabajo, dentro de las industrias emergentes, se produjo una gran desigualdad. A esta clase se le denominó proletariado (Clase trabajadora, denominada así por Marx). Una gran parte de su producción iba a parar a los bolsillos de los dueños de las industrias, y sólo una pequeña parte como salario para los trabajadores. De esta manera se generó El Capitalismo, una forma de relación de producción desigual, que favorecía a las clases económicamente más  poderosas.


Es por esto, que finalmente surge el Socialismo Científico (Marx-Engels, siglo XIX) como respuesta a esta desigualdad que padecían los trabajadores y así poder reivindicar su valor dentro de las relaciones de producción que imponía El Capitalismo. Este planteaba una relación de producción justa entre lo que el trabajador producía y lo que cobraba como salario. Por otra parte, proponía la regulación de las horas de trabajo que invertía el trabajador en dicha producción, permitiendo un espacio libre para que los obreros pudieran contar con el tiempo suficiente para compartir con sus familias y cultivarse como ser racional, si así lo decidían, en otras palabras, poder contar con tiempo de ocio bueno. Esto ocasionó cambios profundos en el mundo, que estuvieron plagados de muchas luchas para poder conseguir esta reivindicación. El socialismo apostaba por la igualdad de condiciones. Planteaba que a través de la lucha de clases se alcanzaría la justicia. Condenaba profundamente la tiranía, la represión, la explotación y la discriminación en todas sus formas. En especial, intentaba restituir lo que se le había arrebatado al proletariado; La propiedad privada burguesa. El marxismo estaba íntimamente relacionado con La Democracia, que es el gobierno del pueblo, el gobierno de todos.


Por otro lado, El Fascismo nace del odio y la venganza de un Estado contra el mundo. Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los países europeos quedaron muy afectados económica y socialmente. El Tratado de Versalles en 1919 creó resoluciones que perjudicaron profundamente a la Alemania de entonces, imponiendo reparaciones, por los daños causados, a otros países, en la guerra.  El desempleo, la inflación y la pobreza aumentaron inconmensurablemente. Muchos sectores de la sociedad comenzaron a perder la confianza en las democracias liberales, incapaces de resolver dichos problemas. La población europea, desesperada, buscaba otras alternativas para cambiar su situación. Adicionalmente a esto, las clases media y alta se alarmaron con el triunfo de la Revolución Rusa (1917) y la consolidación de la Unión Soviética - Con bases políticas basadas en El Socialismo Cientifico - Que representaba una amenaza para estas clases dominantes.


El Fascismo se presentó como una tercera alternativa, opuesta tanto al liberalismo como al marxismo. Planteaba una unidad nacional, para reconstruir al Estado y ofrecerle a todos los ciudadanos seguridad y prosperidad, acabando con todos los problemas socio-económicos que había producido la guerra. Como consecuencia, rechazaba la lucha de clases, contraria a la unión nacional. Debía posicionarse el Estado antes que a cualquier individuo, institución, empresa o clase social. Este Estado estaba representado por una figura única y carismática, toda poderosa y autoritaria que pudiera controlarlo y mantenerlo unido, aplacando y neutralizando a todos sus enemigos. Por esto, era exterminada toda forma de disidencia contra dicho Estado y era discriminado todo extranjero que no perteneciera al mismo.


En Italia con Mussolini se instauró El Fascismo, inspirado en el antiguo Imperio Romano y con la sed de venganza de los veteranos de guerra y el pueblo hambriento, no recompensados después de sus esfuerzos y sacrificios en la guerra. En Alemania fue inspirado por la supremacía de la raza Aria y como venganza a lo impuesto por el Tratado de Versalles, adicional a todos los problemas socio-económicos, nombrados anteriormente, que sufrieron todos los países europeos, tras la primera guerra mundial.


El Fascismo rechaza profundamente los derechos individuales y a la democracia parlamentaria, que la considera una debilidad para el estado, porque siempre tiende a corromperse. Además se opone al pluralismo político, es decir, no concibe distintos partidos políticos, sino un partido único, persigue, neutraliza y extermina cualquier tipo de oposición. En otras palabras, todos los poderes del estado están supeditados al ejecutivo. Por esto cualquier disenso es visto como una traición a la patria. La lucha está manifestada a través de la represión y persecución de los opositores, porque el Estado fascista busca dominar todos los aspectos de la vida política, cultural y social que están sometidos al fin único del bien del Estado.


El gobierno actual de Venezuela, manifiesta una alta afinidad con El Socialismo y condena profundamente al Fascismo. De hecho, hace pocos días se realizó un congreso anti-fascista en Caracas y se creó la primera internacional anti-fascista de la historia, en ese mismo encuentro. Si se evalúan las acciones que ha llevado a cabo este gobierno durante la última década, se podría observar fácilmente, a cuál praxis política se le ajusta más, si a la socialista o la fascista. En su doble moral, su doble discurso y la hipocresía descarada con la que se muestra al mundo, podríamos encontrar la respuesta. 


En primer lugar se puede resaltar el resultado sospechoso de las elecciones, donde el gobierno fue violando varias fases de la transparencia y la eticidad del proceso electoral, incluyendo la información de los escrutinios finales y fidedignos. Declarando, a su vez, ante los medios, que nunca entregaría el poder. Persiguiendo y encarcelando a toda forma de oposición que reclamara y exigiera fuesen develados los verdaderos resultados de las elecciones presidenciales. Además acometiendo imnumerables violaciones de derechos ciudadanos y de derechos humanos, en pro de un Estado que quiere perpetuarse a la fuerza. Proclamando a un líder único como representante de un partido único, eliminando la pluralidad política de partidos, dejando tan sólo unos pocos para enmascarar sus verdaderas intenciones. Teniendo a los poderes públicos subordinados al ejecutivo, sin independencia entre estos, por lo tanto, concentrando todo el poder en el líder único y con poder casi absoluto. Se sabe también que ha invalidado por completo a la asamblea nacional. El tribunal supremo de justicia, sólo es un parapeto para encubrir todas sus fechorías, entre otras muchas más características, que describe la práctica política que realmente lleva a cabo, a pesar de que, sus discursos anuncian una praxis política distinta. Juzguen ustedes mismos cuál es la verdadera cara de la política actual en Venezuela y llámela por su verdadero nombre.


Del lumpen como modelo político

 

Politica-lumpen




Lumpen fue el nombre que los antiguos romanos le dieron a la ausencia de luz. De hecho, llamaron lum al esplendor o claridad de la luz, mientras que a su ausencia, su falta o carencia, la llamaron pen. Un lumpen es, propiamente, un 'alma en pena', la negación abstracta de todo intelligere y de todo religare, la representación más próxima, más fiel y viviente, de la pobreza espiritual. Sin la luz -la misma que invocara Bolívar al fundar la “Casa que vence la sombra”-, es decir, sin riqueza espiritual, es inevitable el surgimiento y la patentización de la pobreza material. Lo uno inevitablemente conduce a lo otro. En su tratado de Ética a Nicómaco, Aristóteles señala que “obrar por ignorancia parece cosa distinta de obrar con ignorancia, pues todo malvado desconoce lo que debe hacer y de lo que debe apartarse, y por tal falta son injustos y, en general, malos”. En una expresión, “la ignorancia no es la causa de lo involuntario sino de la maldad”. A menor luz menor moralidad. A mayor ignorancia el prejuicio crece con toda su inmediatez, se desborda el instinto e irrumpe la agresión contra el otro. La sublimación del malandraje -del portugués malandragem- es el imperativo categórico de la barbarie que se consolida como modo de existencia, como determinación del ser social.

En el 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx define al Lumpenproletariat bajo estos términos: “Bajo el pretexto de una sociedad de beneficencia, se organizó el lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada escuadra dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza. Junto a los roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, los vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, los vagabundos, los reservistas, los presidiarios, los huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, malandros, carteristas y rateros, jugadores, proxenetas, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, mercachifles, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante, con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre”. Cualquier parecido de aquel “bonapartismo” con este “bolivarianismo” no es mera coincidencia.  

En Venezuela -y es muy probable que en buena parte de la América Latina-, durante los últimos tiempos, el lumpanato ha devenido objetivación de una cultura mercenaria, al punto de que sus formas tipificantes han logrado penetrar sensiblemente el tejido del Estado, hasta herirlo de gravedad. Las virtudes del quehacer político han dado paso a la trapisonda del arrabal, lo más cercano a las truculentas “culebras” de las cada vez más decadentes telenovelas que se transmiten por ciertos canales televisivos. Hay psiquiatras, con evidentes problemas de resentimiento social, que han hecho del cinismo su ejercicio habitual de acción y reacción política. Como también hay ciertos trogloditas de profesión y fe (en este caso, barbárico, cínico y cruel), por cierto, cada vez más solitarios, que en su desesperación por figurar como sea, promueven la intriga a manera de último recurso para poder preservar lo que de hecho ya no les es posible seguir preservando. 

Puede ser que, como ocurre con harta frecuencia en las ya citadas tele-culebras, las toxinas de la cizaña surtan su efecto por un tiempo, pero no el suficiente como para que los perjuicios causados durante los últimos veintitrés años a la sociedad entera se mantengan indefinidamente. Tarde o temprano, la carencia absoluta de luz -precisamente, el lumpen- queda sorprendida en la tristeza de su lúgubre verdad: la ausencia de todo principio, de toda consciencia social, de esa manía de mentir que es ajena a todo honor y a toda honra. Y es que, en efecto, el lumpanato que ha secuestrado al Estado pretenderá, subjetivamente, valerse de lo que sea para mantener el poder y retardar así sus compromisos con la justicia. Pero la historia, como la razón, tienen su astucia. Serius ocius. Es una cuestión de tiempo histórico, y todo indica que sus días están contados.

El nuevo consenso social no surge post factum, es decir, una vez que se ha extinguido la hegemonía del régimen anterior y tiene su inicio la recomposición -o la reorganización- de la sobrestructura política de una determinada formación histórica. Si los vicios de la vieja sociedad permanecen intactos, si no se consolida desde ahora un nuevo modo de ser y de pensar, si persiste la decadencia propia de las trapisondas del lumpanato, que terminaron devorando el interior del ser y de la consciencia venezolanas, al punto de hacerlas implotar, gatopardianamente todo cambiará para seguir como está. Es, pues, imperativa la construcción de una política educativa y cultural lo suficientemente capaz de motivar en cada individuo un auténtico cambio civil. Quizá como nunca antes, la fuerza política que se propone superar las miserias del presente tenga la obligación, es decir, el compromiso ético-político, de asumir con sentido enfático la conformación de una nueva ciudadanía, una nueva eticidad, capaz de reconciliar el Volkgeist necesario para la superación del brutal desgarramiento que, no sin premeditación y alevosía, terminó institucionalizándose durante este menesteroso presente. El así denominado “chavismo” no fue la causa, sino, más bien, la consecuencia necesaria de una población que fue progresivamente empujada hacia la pérdida de sí misma, hacia el oscuro abismo de la mercenarización, hecha a imagen y semejanza de la vulgar cartelización gansteril. No combatir esa causa de origen significa, en términos de la praxis política, cambiar un cartel por otro, con lo cual el propósito que hoy se pretende concretar se hace vano, ridículo.

La honestidad se presenta como el fundamento del nuevo Ethos. En este sentido, el engaño, la mentira demagógica -inherente al populismo-, no es, por cierto, un buen inicio para acometer semejantes propósitos reconstructivos. Si se quiere superar la deplorable condición actual de la vida cotidiana, no se pueden sembrar falsas expectativas entre quienes conforman la gran mayoría de la población, como suelen hacer los practicantes de esquemas políticos trasnochados. No se puede aspirar al cambio político y social del todo si no cambia cada parte. No hay unidad sin diversidad ni diversidad sin unidad. La modificación orgánica, integral, de la sociedad pasa por la sincera modificación orgánica de cada individuo, comenzando por quienes propician dicho cambio. Es menester emprender el 'salto cualitativo', asumir los retos de una vida que reconcilie lo que se hace, lo que se piensa y lo que se dice, una vida para la plena identidad de belleza, bondad y verdad. 

Quizá convenga recordar las palabras de uno de esos presos políticos que prefirió dar la vida por sus ideas y valores que “negociar” su salida de la cárcel por un “exilio dorado”.  Contrariamente a lo que harían algunos de los políticos del presente, nunca se vendió ni se hipotecó. Van estas palabras, escritas por Antonio Gramsci: “Es opinión muy difundida en algunos ambientes (y esta difusión es un signo de la estatura política y cultural de estos ambientes) que en el arte de la política sea esencial mentir, saber astutamente esconder las verdaderas opiniones propias y los verdaderos propósitos a los cuales se tiende, el saber hacer creer lo contrario de lo que realmente se quiere. Tal opinión se ha radicado y difundido tanto que cuando se dice la verdad nadie lo cree. En política se podrá hablar de reserva, no de mentira en el sentido mezquino que muchos piensan: en la política de masas, decir la verdad es una necesidad política, precisamente”.                                        


Por @jrherreraucv

Gobiernos modernos de narco-tiranía



Gobiernos de Narcotraficantes y tiranos.

 De la narco-tiranía


Cada época histórica tiene sus propias leyes. Las diversas formas en virtud de las cuales la humanidad ha desarrollado sus diferentes modos de vida no son una abstracción, incluso a pesar de que en cada una de ellas puedan haber surgido elementos similares o hasta idénticos a las del resto. El modo de hacer característico de los individuos, siempre está socialmente determinado por su época. Las más diversas actividades y disciplinas a las que se dedican los seres humanos no son formas aisladas, ajenas a su contexto específico, histórico y cultural. De hecho, el considerarlas como formas generalizadas, aisladas de sus circunstancias, es un ejercicio de la imaginación desprovisto de fantasía. Son simples “robinsonadas dieciochescas”, incapaces de expresar, más allá de las presuposiciones, alguna justificación que convalide la remota posibilidad rousseuniana de sustentar la vida del primitivo 'buen salvaje'. Insensato neoliberalismo elevado a terapia psicológica.

Como afirmara Marx en los Grundrisse -sí, el Marx auténtico, no el manipulado y adulterado por el socialismo oficial, primitivo y parasitario-: “cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar, y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de tribus. Solamente al llegar el siglo XVIII, con la “sociedad civil”, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea de individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales, según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un zoon politikón, no solamente un animal social, sino un animal que solo puede individualizarse en la sociedad”. Toda forma de producción y de reproducción, representada con independencia de su contexto histórico, “es tan absurda como la idea de la existencia del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí”.

Que toda la vida hayan existido la producción, el mercado o el dinero no significa que la sociedad capitalista haya existido siempre. La creencia en el “siempre ha existido y siempre existirá”, vendida como una realidad inevitable, como un hecho natural, es parte de las “robinsonadas” por las que acostumbra inclinarse el entendimiento abstracto, su más eficaz promotor. Pero la verdad es que la sociedad capitalista propiamente dicha no existió hasta que, como resultado de un largo proceso histórico en el desarrollo de las fuerzas productivas, motivado por una serie de transformaciones en el régimen de producción y comercialización nunca antes visto hasta entonces, tuvo lugar la llamada “acumulación originaria de capital”. A partir de entonces, dejó de ser una determinación más, entre muchas otras determinaciones sociales, para imponerse históricamente como forma de vida, como modo de ser, hacer y pensar. Y solo a partir de entonces, cada determinación social se le hizo dependiente, como los astros que giran al rededor del sol.

A propósito de lo ocurrido recientemente en Tocorón, el ejemplo del modo como se fue fraguando históricamente la sociedad capitalista cabe perfectamente para explicar los elementos esenciales que sustentan el negocio del narco-tráfico en general y de la consolidación de la narco-tiranía enquistada en Venezuela. Es verdad que siempre han existido tiranías y que casi todas -por no decir que todas- han sido complacientes con la producción, distribución y comercialización de narcóticos, desde los tiempos imperiales del opio hasta los actuales carteles de la cocaína y sus derivados, desde los grandes despotismos orientales del pasado hasta las dictaduras latinoamericanas del siglo XX. Se sabe, por ejemplo, que Fulgencio Batista se hizo socio de Charles “Lucky” Luciano y que convirtió a Cuba en el cuartel general de una de las más poderosas e influyentes corporaciones de la droga durante el pasado siglo. Se afirma lo propio de las llamadas dictaduras del Cono-Sur y, por supuesto, del papel estelar cumplido por Manuel Antonio Noriega, quien convirtió a Panamá un puente de referencia mundial para el tránsito de drogas. Tampoco es un secreto que ciertos gobiernos democráticos de la región, es decir, electos por votación popular, fueron señalados en su momento de ser cómplices directos del narcotráfico, como en los casos de Colombia, Perú y México. Pero todos estos casos, históricamente comprobables, muestran una diferencia fundamental con respecto a lo que viene sucediendo con la narco-tiranía que mantiene secuestrada a Venezuela.

En la Venezuela del régimen chavo-madurista, el negocio de la droga dejó de ser un negocio más entre otros para imponerse, históricamente, como una forma de vida, un modo de ser, hacer y pensar. Y a partir de entonces, cada determinación social se le ha hecho dependiente, de nuevo, como los astros que giran al rededor del cartel de los soles. Sin proponérselo, Fulgencio Batista fue un maestro para Fidel Castro, pero con una importante distinción: esta vez, no se trataba de obtener ingentes ganancias con el narco-tráfico, sino, además, de utilizarlo como un arma política, precisamente, contra el régimen capitalista mundial, mediante la construcción de una red, de un gran cartel internacional, que agrupara a todos los enemigos de la llamada sociedad occidental. Castro, como si se tratara de un partido de futbol, intentó, una y otra vez, meter el “golazo” hasta que, convertido ya en un anciano, encontró en Chávez -a quien hizo su “discípulo”- su “goleador” estelar. El mecanismo empleado fue el Foro de Sao Paulo, el cartel de los carteles. Por primera vez, cultivo, producción, comercialización, distribución y tráfico fueron ensamblados en una gran cadena de montaje. Por primera vez, la droga se transformaba en el medio y en el fin. No se trataba tan solo de un jugoso negocio, sino de la chiave di volta que, “más temprano que tarde”, terminaría socavando las bases mismas de la sociedad capitalista moderna, intoxicándola. Así, pues, parafraseando una popular consigna entre los estudiantes de los años '70 y '80, “entre droga y revolución no hay contradicción”. La política “revolucionaria” y “anti-imperialista” encontró en el narco-tráfico su mejor sustento y su programa de acción. Su teoría y su praxis.

Muerto Chávez -y más tarde Fidel-, Maduro y Cabello continuaron “el legado”. Y a pesar de los reveses, la narco-tiranía prosigue engañando al mundo. Las capuchas de otros tiempos sirven hoy para encubrir los verdaderos objetivos. Los reales victimarios se muestran ante el mundo como las víctimas. Algunos los perciben con ingenuo candor. Desconocen la “picardía” Caribe. Otros, simplemente, fingen y esquivan la mirada. Muchos son cómplices. Las cosas se invierten con harta frecuencia. Marx afirmó que la religión es el opio de los pueblos. Hoy por hoy, las drogas son la religión de los pueblos. El bucle ha concrecido y se ha vuelto a cerrar. Entre tanto, un país secuestrado y abatido, empobrecido y obligado a migrar, mengua con los días, mientras la seguridad del mundo libre se ve cada vez más amenazada. El deslizamiento de la política hacia la gansterilidad es un asunto de extrema delicadeza, que la consciencia civil tiene la obligación de denunciar, a objeto de hacer sanar y reconstituir su tejido ético.           

        

       


El derecho natural de gentes

 

..Y de las ruinas, surgirá la nueva vida.

                                 Friedrich Schiller

 La filosofía de Vico no es, como han querido hacer ver los entusiastas seguidores del entendimiento abstracto, un “fruto fuera de estación”. Más bien, es uno de los focos de luz más potentes en los que se concentra la filosofía durante el siglo XVIII. No tanto por haber recogido y conservado en su seno la más rica herencia histórica y cultural, sino por anticipar la más válida, la más civil, de las exigencias por la conquista de la libertad. Cuando el pensamiento está determinado por una visión profundamente crítica que, tarde o temprano, genera una nueva concepción del mundo y de la historia, da la impresión de hallarse ajeno a la circunstancia inmediata del ambiente social y cultural que lo circunda, lo que, no sin frecuencia, motiva el rechazo de quienes absortos por los prejuicios y la enajenación características de su tiempo, no pueden comprender el nuevo contenido, la nueva estructura especulativa y organizacional que, a la luz de dicho pensamiento, apenas acaba de nacer. Pero Carlos Fuentes tenía razón: hubiese sido mejor leer a Vico que a Descartes y a Hume, a Voltaire y a Rousseau, para formarse un concepto concreto de la historia de la cultura latinoamericana, especialmente entre quienes tomaron la iniciativa de construir las repúblicas independientes. La brecha se ha hecho tan profunda que las razones para leer a Vico se han vuelto imprescindibles. “Más Vico y menos Cartesius” reclama el presente, a medida que se confirma la tesis central de su pensamiento: “sólo se puede conocer lo que se hace”.


Vico - derecho natural de gentes


 Vico comprendió que la integridad de la sociedad civil descansa en la fantasía de los hombres, como elemento fundante de sus necesidades inmediatas. La religión, el lenguaje y la elocuencia son esenciales para la ley, la política y el Estado, y éstas nunca podrán reducirse a la categorización abstracta, meramente prepositiva, propia de las ciencias físico-matemáticas. Ajenos a un concepto histórico-filológico adecuado, Descartes, Grocio, Hobbes, Locke, Hume o Rousseau, no lograron cimentar la pretensión de establecer una filosofía jurídico-política como ciencia "universal" del bienestar público atemporal, independiente de los contextos culturales de los pueblos. Por eso se aferraron a la teología filosofante y terminaron formulando un “modelo” hipotético, como lo es el derecho natural, sin percatarse de que su formulación abstracta no era más que la expresión de la cultura de su propio tiempo, la lógica específica de su objeto específico.

 Vico, en cambio, traspasó los límites del cogito, fijando la mirada sobre las relaciones que enlazan el pensamiento con la sociedad y viceversa. Lo hizo, además, con ingeniosa originalidad. Nadie, más que él, ha operado en pro de la historicidad de la filosofía. Su pensamiento es opuesto al empleo reductivo y anacrónico del naturalismo tout court y de la tradición utilitarista de la ley de las ciencias políticas y sociales. La humanidad de Vico -el humando- aprende a buscar tanto la utilidad como la verdad. La racionalidad formal, propia el modelo cartesiano de claridad y distinción, es insuficiente para la adquisición social e histórica del arte de conocer y hacer la verdad. El saber no puede reducirse a prácticas profesionales exclusivas de la ciencia natural y de la lógica formal. Debe incluir los más diversos modos de razonar propios del sentido común, es decir, lingüísticos, retóricos, religiosos, morales, políticos, legales, económicos, sociales, en fin, históricos: lo cual incluye la evidencia, la conjetura y la refutación. Este es el resultado que, para Vico, ni el dogmatismo colectivista ni el pragmatismo liberal están en condiciones de secuestrar, sin llegar a producir graves consecuencias.

 El derecho natural no es una premisa matemática sino una conquista civil. No es un punto de partida sino un punto de llegada. El derecho “natural” no es natural sino histórico. En la Scienza Nuova Vico logra descifrar esa conquista y establecer un sistema de “derecho natural de gentes” -muy diverso, por cierto, del significado reductivo que las ciencias jurídicas le atribuyen en la actualidad- que se va concretando a lo largo de tres edades cíclicas: la de los dioses, en la que los hombres creían vivir bajo gobiernos divinos y en las que todas las cosas les eran ordenadas mediante auspicios y oráculos; la edad de los héroes, en la que éstos -los pater familias- reinaron en todos los sitios mediante repúblicas aristocráticas, basadas en una cierta diferencia atribuida a su superior condición natural respecto a la de los plebeyos; y la edad de los hombres, en la que todos se reconocen poseedores del derecho de ser iguales en cuanto a su naturaleza humana, bien a través de repúblicas populares o de monarquías, siendo ambas las formas de gobierno propiamente humanas. El derecho natural no nace: se hace. Verum et factum convertuntur reciprocatur.

 Una inmensa región del mundo, conquistada y convertida en colonia de un poderoso imperio, a la que se le ha impuesto un nuevo orden de cosas y de ideas, se vio necesariamente forzada a modificar abruptamente, y a ver truncado, el curso de su propio devenir. Por lo menos eso afirma Vico. Pero si, además, se le hace ver, como se lo hicieron ver los independentistas -deslumbrados por el espíritu de la Ilustración europea-, que se es naturalmente libre y que se tienen derechos innatos, aún sin habérselos ganado, y sin poseer la formación social -la Bildung- necesaria para hacer el recorrido mediante lo que Vico denomina “la mente heroica”, entonces, de la Liberté surge el libertinaje, de la Igualité el igualismo y de la Fraternité la audacia del vivarachismo criollo. No serán necesarios el esfuerzo, la constancia, el estudio, la preparación, el compromiso, la responsabilidad. En una expresión, no será necesario poseer una educación estética capaz de permitir la reconstrucción del proceso -por la vía del pensamiento-, porque “naturalmente” ¡como si se tratara de un champignon!- se puede hacer lo que se quiera, lo que se venga en gana. Este es el fundamento del populismo. Se puede, en consecuencia, ocupar cualquier cargo de Estado, cualquier posición, a pesar de no poseer la necesaria capacidad para hacerlo. Y, por esa vía, se puede saquear, corromper, torturar, asesinar, puesto que, ya que existen unos tales derechos “naturales”, “innatos”, gracias a los cuales se es libre “por naturaleza”, se puede hacer lo que se venga en gana. El deseo confundido con la libertad. Un mundo así representado es propicio para los Boves, los Páez, los Monagas, los Zamora, los Castro, los Gómez, los Chávez, los Maduro o los Cabello. Es el mundo de los los Pedro Camejo o de los Carujo, no el de los Vargas. Y, por esa vía, se llega directo al desastre totalitario, militarista, salvaje, corrompido y criminal hasta los tuétanos, que ha conducido al país a su mayor pobreza material y espiritual. No existe libertad sin conciencia de la necesidad, ni hay derecho natural que no sea el resultado de la conciencia histórica. El Derecho Natural sólo puede ser Derecho de Gentes en el estricto sentido que le otorga Vico. Gente, por cierto, proviene de gen, que significa engendrar, producir, devenir. Es el Derecho Natural que deviene.

 A pesar de contar con doscientos años de vida republicana, Venezuela sólo ha tenido cuarenta de vida democrática. La diferencia está en la educación, no en la simple instrucción. No se puede compendiar la historia de la humanidad siguiendo el recorrido por el interior de la esfera de EPCOT de Disney, porque no se puede superar una realidad sustentada en una ficción con otra ficción. De las ruinas hay que hacer surgir una nueva Venezuela. Corso e ricorso, una y otra vez. Para ello, la mayor labor, la más importante de todas, tiene que ser la educación estética, pues no habrán ni libertad ni derecho mientras prevalezca la pobreza espiritual.


@jrherrraucv