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El amor de los amores



Temen al amor porque crea un mundo que no pueden controlar 

George Orwell 


Los amores son en cierta medida, diría Lacan, una manifestación de nuestra presencia. Manifestación porque amar no es una acción, es un acontecer, entendiendo como acción a una voluntad humana individual y libre, pero, a la vez, dando por sentado que existe una voluntad humana universal que trasciende a los individuos. Bajo estos preceptos, el amor no es libre; estamos obligados a amar lo que amamos incluidos, nosotros mismos. De hecho, la única forma de libertad es la decisión de dejar de amar. Los amores, en este sentido, pueden ser construidos universalmente, por ello, culturalmente, a cada posición su labor, a cada labor su amor.

Esto involucra que el amor puede ser lo más parecido al absoluto desde una posición de sumisión a aquello que se nos enseñó, dado que es en la enseñanza donde se forja la base del absolutismo. Lo dictatorial necesita del escarmiento. El amor es una sumisión a nuestra propia existencia en el mundo. Quién no entiende está sumisión, en su inconsciente, es menos propenso a amar, ergo, nace su enfermedad.

El amor en el hecho, para el otro, se presenta como una muestra tradicional, que intenta equilibrarse en otra voluntad, en otra singularidad, por ello su complejidad. Puede paralizar cualquier acción o avivarla; no es una volición fija. El amor debuta diariamente como un sin querer que sigue todas las leyes, aunque, casualmente. Nuestra existencia es casual, los hechos, nuestra mente; las muestras culturales tratan solamente de equilibrarse como un trapecista, para demostrar(se) al otro algo indemostrable. 

La típica confusión entre hacer y ser. Ha-ser, a-ser, sin ser. Nunca se sabrá del todo si ser es hacer o si hacer es ser ¿en cuál de ellos habita la mente y la no mente? Voluntad o no voluntad. ¿La nuestra? ¿Abandonar la tradición o continuarla? ¿Cuándo somos, entonces no somos? ¿Cuándo hacemos, entonces no hacemos? El lenguaje en lo importante es completamente problemático, porque rivaliza con una libertad absoluta, con la última libertad. La primera tradición es el nacimiento.

Las formas presenciales convierten la nada en amor; nuestra vida, la vida de los humanos, la vida de los seres, es una transformación de la nada en algo. Puede que lo único digno de llamarse Algo sea el amor. Nuestros ojos no vieron, por el apuro por amar, que nuestra existencia se justifica meramente por la fe, pero la fe es tradicional. Instruye al niño en su camino y ni aún de viejo se apartará de él. El amor es una carga, la existencia es una fe en no perder el equilibrio sobrellevando esta carga.

La magia de los amores recorrió cada una de las cicatrices humanas. Es cosa de investigar la historia de los pueblos, de los perdidos, de los perdedores, de los vencidos. Los dolores, los deseos fueron formados por estas experiencias, traumatizados, transferidos por generaciones en alguna acumulación ininteligible de procesos, de tal manera que de estos sectores podemos inferir una mayor variedad cultural. Su cambio cíclico es tan fuerte como la persistencia de su balance.

Las formas de amor se han tratado de estandarizar. El amor es un riesgo. No se puede amar “libremente”, desde nosotros, es seguro y controlado hacerlo bajo la norma. Estas normas han afectado a los padres y a las madres, a las parejas, a los hijos, al sexo, a los hermanos, a la vocación, entre otros. Por una falta de identificación identitaria de los actos de amor, se pueden camuflar las presiones de amar en "cierta medida", sin que sean las voluntades (comunidad) las que le organicen, y menos voluntades propias, sino una única voluntad que se impone de acuerdo a su tiempo, para quienes viven, sueñan, sienten, piensan, solamente en su tiempo, desconociendo su conexión primitiva a su tradición.

 

Eros y lo ordenado de lo explícito

Lo erótico se está perdiendo, el apocalipsis sexual ha llegado. Opinar sobre estas experiencias se ha vuelto de mal gusto, porque precisamente se ha llenado de pésimos gustos; hay una especie paranoide de lo que se va a decir, de lo que se va a mostrar; así como la repetición noticiosa provoca psicosis, la repetición en serie de una forma de erotismo repetido se ha vuelto pornográfica; una horda concatenada de vulgaridad se camufla con el acto de la belleza, con el amor y la verdad sexual, con la exaltación al misterio y a lo oculto.

Lo erótico, por el mero hecho de existir, lucha contra el sistema explícito, porno, que invade microbioticamente desde un órgano de nuestros sentidos, todo el espectro estético de lo sexual, y que se impone cada vez, a más temprana edad.

Lo erótico es un poema, un misterio, un arte, lo verdaderamente casual, como el amor al cual pertenece, frente al cual no se debe tener ninguna vergüenza de consumo, porque no es consumo en un sentido normativo, es un acto totalmente libre desde la intimidad de cualquier historia, con un destino, desde la divina condena. En este caso lo casual del amor erótico representa la casualidad del amor en general y su base; sin estereotipos, ni antes ni después, sin tiempo, en el desorden. Su orden es sólo filosófico, un poco hipotético e histórico. Por ello, Eros, hijo de Cronos, nació desde el vientre del Caos, instaurando el acto de nacer. No se puede desvincular el amor verdadero del amor erótico, así como no se puede desechar su importancia para la libertad humana.

 

Philia y el Estado enfermo

La amistad, bajo el alero de cualquier sistema enfermo, es un concepto y un hecho peligroso. Invirtamos. La enemistad es beneficiosa para un Estado dictatorial. La comunicación es la base de los amores, y es la base de la amistad, del amor filial. Sin comunicación no hay ciudadanía democrática por definición, si no fuera así se convertiría en una especie Química de reacción por parte de sustancias que consumen o liberen energías totalmente identificables y medibles; sin isegoria, y lo que es peor, sin parresía.

No hay mayor virtud democrática en un Estado que la capacidad de hacer amigos a elección, libremente. Existen pocos sectores que no estén acusados de algo, como si la desmenudación ciudadana estuviera hecha para hacer ver diferencias y no congruencias. No hay otros recursos, el mal, diría Hannah Arendt, se mueve superficialmente; se usa lo explícito y la información (superficial) para boicotear la confianza y la comunicación. 

Un Estado enfermo ataca los lazos más humanos, como la capacidad de negociación para autogestionarse como comunidad, se alimenta como larva y entrega lo menos posible. Es una forma de negocio con lógicas parasitarias e imperialistas. Usa la fuerza en todas sus formas. Esto lo vimos con el boicot a la moneda libre, que es el emblema de su codicia. La deshonestidad es un requisito para su resistencia, mientras propone separaciones absurdas, no resuelve problemas de corrupción que ponen en jaque su legitimidad.

 

El monopolio del Agape

Ya no se ponderan los pareceres diferentes, basta con odiarlos, decía Nietzsche. La solidaridad y la caridad no deben tener una razón utilitaria, de lo contrario se vuelven absurdas, inentendibles, como propuestas altruistas. Es en la caridad sin razón en donde el individuo puede identificarse, autentificarse, mirarse como un otro al que desconoce. No se trata de abandonar la razón literalmente, sino de abandonar las razones que justifican y monopolizan la caridad. 

La preocupación por el otro se terminó politizando de maneras casi religiosas. La fiesta se transformó en algo sin forma para el joven, amorfa, mientras que para el trabajador es agendada. Sin forma porque el joven necesita banalizar su cultura, su propio yo, cansarse de sí en el frenesí de su tiempo. Con forma porque luego se busca controlar los procesos caritativos temporalmente. Es pues, en la fiesta donde se termina por materializar algo inmaterial, dominar a una bestia que no debería ser domada. 

La despedida de la libertad es ésta. Por una parte la fiesta debe ser incontrolable, para que algún día, de nuevo, como si fuera un hecho azaroso del tiempo, el amo se transforme de nuevo en esclavo. ¡Recontituyamos al amo!

Debemos encontrar nuestras propias esperanzas. La espera depende del individuo. En la ciudad ya todo es reloj, incluso más que en aquellas civilizaciones que dependían de las estaciones del año. Vivimos en la época del fetichismo de los datos (big data), dependemos de ellos para organizarnos. 

No hay una caridad autentica sin fiesta, sin calendario, sin festividades. Pero estás deben nacer desde la tradición. 

El mundo se ha transformado en el ente organizador de nuestra particular forma de amar. Nuestro tiempo, nuestras vidas y las cosas se aparearon de una manera orgiástica, de tal manera que entregar algo se ha confundido con entregar nuestro propio cuerpo, donante, inmaculado, esperando en algún momento un retorno. No hay espacios, no hay moradas, no hay lugares de descansos en los que se pueda abandonar la velocidad impuesta para encontrar nuestra vida inercia. El Statu Quo ya nombró todo, y enfermamos.


Arqueología del Discurso del Amor en la Era del Consumo: Psicología, Psicoanálisis y Estética

Análisis de la influencia de la psicología, psicoanálisis y cosmética en la subjetividad y el amor moderno




   Las formaciones históricas están conformadas por diferentes estratos. Los estratos están regidos por reglas que conforman subjetividades de manera indirecta, es decir implícita pero no ocultos,  por lo cual para poder determinar el estrato sobre los que operan es necesario determinar qué enunciados producen. Por lo tanto debemos determinar a qué familia pertenece nuestro enunciado a extraer y su umbral. En el caso presente nuestro umbral corresponde a: psicología, psicoanálisis, industria cosmética y estética en el marco de la una cultura de consumo, lo que implica una dimensión económica. Todas estas singularidades aisladas constituyen nuestro corpus de trabajo a través del registro de archivo. El mismo ese compone de bibliografía o de páginas webs que dan cuenta de cada uno de estos registros particulares. El corpus es el modo por el cual una época agrupa el lenguaje, lo que Foucault denomina como hay lenguaje.  Nuestra formación histórica está orientada a la búsqueda de los polos productores de enunciados y su condición de posibilidad. El problema sería cómo hacer una ontología sobre las condiciones de posibilidad de los discursos científicos contemporáneos del amor considerados verdaderos. Como ya se mencionó, nos ocuparemos de las singularidades como sistemas de producción de discursos considerados verdaderos y las prácticas que se derivan constituyendo la realidad. También se considerará a las prácticas sociales como productoras de subjetividad. Entonces, la arqueología nos permitirá descubrir lo que subyace a las prácticas, es decir lo objetivado. El siguiente gráfico intentará dar cuenta de lo expuesto hasta el momento:




    La determinación de nuestro corpus nos permite realizar la pregunta sobre la formación histórica que se pretende trabajar: la condición de posibilidad del discurso científico contemporáneo sobre el amor. Ahora bien, la definición de nuestro corpus, nuestro recorte, nos ha entregado los enunciados sobre los cuales habremos de trabajar.


    En la presente cultura de consumo, las relaciones entre lo sujetos adquieren matices inéditos en relación con tiempos pretéritos, sin embargo, la industria cosmética-estética no es una característica exclusiva de los tiempos presentes. Es decir, criterios estéticos normativos siempre hubo, pero lo que señala la actual ruptura con cualquier momento anterior son las reglas  y juegos que determinan un campo en el que se despliegan discursos legitimadores de prácticas sociales que reivindican para sí el carácter científico de sus enunciados. Siguiendo el modelo cosmético-estético, el mismo establece parámetros de aceptación que se traducen en modelos de salud, modelos de pareja, criterios sobre sexualidad que se ven amplificados al concatenarse con otros elementos culturales: discurso psicológico, medios de comunicación- por ejemplo del tipo de films comedias románticas- libros de autoayuda y revistas femeninas. El denominador común es la sexualidad, en el marco de la actual sociedad de consumo, cuyo fundamento lo encontramos en el discurso psicoanalítico y psicológico. La identidad de los sujetos se desprende de la calidad de sus relaciones sexuales, es decir, que el sujeto y la sexualidad determinan representaciones sociales que se traducen en bienestar personal por medio del ejercicio de una buena vida sexual. El imperativo tácito: la sexualidad es un fin en sí mismo, teleología sexual: gozar. Gozar imperativamente. Así la noción de identidad supone cierto esencialismo: el sujeto adulto posee una sexualidad plena o atrofiada dependiendo de cómo se desarrolló su historia personal entorno a la sexualidad infantil.  De esta manera, la sexualidad deviene un fin en sí mismo independiente de otros fines, como por ejemplo los reproductivos. De este modo, la industria cosmética, pese a sus anuncios engañosos que pueden verse en los comerciales, no estimula la singularidad y la afirmación de la multiplicidades, sino por el contrario, determina modelos homogéneos e imágenes estandarizadas de belleza y atractivo sexual.

   Así, los enunciados estéticos producen discursos en los que la sexualidad es redefinida como un valor social cuyas visibilidades podemos advertir en los criterios de elección, en el marco de una dinámica en la que las condiciones de elección han sido pre-definidas, pero no por los agentes, sino por criterios externos fijados por sectores cuyos intereses responden a cuestiones mercantiles. Los enunciados del tipo: valor, autoestima, calidad de vida, seguridad personal, dan cuenta de los elementos que hacen a los discursos del tipo mencionado. 


   Por otro lado, los regímenes de best seller que se aprecian en la literatura del tipo autoayuda como también en los libros de psicología de divulgación y las revistas de tipo femeninas, postulan la preponderancia del yo y la necesidad de sentirse bien con uno mismo para poder establecer vínculos sanos en contraposición con los sentimientos de inseguridad que pondrían de relieve cierta estructura de ese yo defectuosa o no-sana. Porque lo que se valora en este tipo de discursos es la interacción social en relación necesaria con la autoestima. Es decir que, en este modelo, los enunciados dan cuenta de discursos que sostienen que el valor propio es consecuencia de la interacción entre personas cuyas prácticas sociales se traducen en el reconocimiento de los sujetos, que se proyecta en prototipos culturales que tienen como base la industria cosmética estética. Los mismos encuentran su fundamento tanto en la psicología como en el psicoanálisis- o al menos en su versión de divulgación, un ejemplo: los libros de la locutora devenida experta en temas de pareja María Isabel Sánchez- y los estereotipos del tipo publicitario. Así, en el psicoanálisis, el amor está pre-definido por los vínculos de apego con las primeras figuras parentales. Por lo tanto, nuestras relaciones están determinadas,  porque la causa del amor o su fracaso, en este tipo de discurso, se explica en relación con la historia psíquica del sujeto, y por tanto, fuera de su control. En la psicología, las relaciones dependen de configuraciones de compatibilidad entre personalidades, así serán más fructíferas aquellas relaciones cuyas personalidades sean más afines, es decir, compatibles. Ahora bien, ¿qué subyace por debajo de esta formación histórica? ¿Cuál es el estrato que sin omitir las particularidades de los enunciados descriptos los atraviesa a todos ellos? Pero antes de intentar ensayar una respuestas veamos cómo el psicoanálisis explica la homosexualidad desde el conflicto entre la pasividad y la actividad, a través de la historia psíquica del sujeto:


¨Naturalmente, si intentamos seguir el destino de estas reacciones pasivas en el varón, debemos hacerlo así a partir de los comienzos de su vida; debemos seguir las tendencias pasivas en la dependencia del niño con respecto a la madre en la fase oral, y posteriormente el poderoso fortalecimiento de estas tendencias durante la fase anal, en cuyo transcurso el niño depende de la madre en forma pasiva, y casi dolorosa¨[i]  

Y más adelante:

¨Por otra parte, todos nos encontramos en el tratamiento analítico con esos homosexuales pasivos que aparentemente han aceptado su pasividad y en la expresión manifiesta de su sexualidad buscan una pareja masculina activa que los trate como si fuesen mujeres pasivas (…) Muy a menudo evitan totalmente entrar en tratamiento o, cuando lo hacen, no expresan el deseo de ser curados de su homosexualidad.¨[ii]



    No importa considerar aquí si el psicoanálisis  define a la homosexualidad como una enfermedad o no. No es éste el tema. La arqueología, según Foucault, se limita a la descripción objetiva, sin ningún tipo de interpretación. De lo que se trata es de dar cuenta de cómo para el discurso psicoanalítico las relaciones están pre-figuradas por las relaciones parentales del sujeto en la primera infancia, es decir, que se traza una línea histórica de la psiquis del sujeto que va desde ese momento primero hasta su vida de adulto. Opera una reactualización de esas secuencias primeras. Así el amor y los vínculos devienen objeto de investigación, y el sujeto se constituye en sujeto de conocimiento, a través de la figura del analista, y objeto de auto-conocimiento por medio de procesos de introspección, autoanálisis, etc. Aquí hemos intentado dar cuenta de cómo los discursos descriptos se autoerigen como discursos verdaderos en tanto intentan dar cuenta de fenómenos desde cierta racionalidad: en el caso presente, desde el estatuto de ciencias, o, en el caso de los medios de comunicación, desde estrategias de marketing, estudio y técnicas cuantitativas que dan cuenta un sistema racional orientado al mercado de consumo y a la constitución de subjetividades que definen las prácticas sociales. Así, el discurso sobre el amor, las relaciones de pareja, las elecciones, los discursos sobre la sexualidad, se producen desde las prácticas que transforman la realidad. Por ej: el concepto de autoestima no comenzó a instrumentarse hasta que ciertas prácticas discursivas- enunciado: autoayuda, psicológico, industria cosmética-estética- y no discursivas- terapias alternativas, psicoterapias, tips de belleza- se tradujeron en prácticas sociales que producen objetividades. La arqueología debería permitirnos encontrar qué sostiene lo objetivado.



   Las formaciones discursivas responden a reglas de formación. Hemos visto cómo cada uno de estos enunciados se limita a un discurso particular que responde a reglas de formación porque instituyen, es decir, que se despliegan en el marco de instituciones que definen modos de enunciación, o sea,  funciones, prácticas sociales y relaciones. Pero ¿cuál es el estrato que subyace a nuestra formación histórica? Pues bien: el modelo de salud mental, en el marco de una economía de consumo. Conceptos como autoestima, independencia, felicidad, bienestar, madurez emocional y calidad de vida dan cuenta del modelo que los hace posible, el de salud mental. La noción de salud mental debe entenderse como la posibilidad de hacer visibles los fenómenos que constituyen el amor  en tanto el mismo puede ser explicado desde la psicología, el psicoanálisis y libros de autoayuda. Pero el campo en el cual se entrelazan los enunciados con las visibilidades es un escenario de confrontación donde la industria de la moda-estética, los medios de comunicación y los estereotipos ponen de relieve que el campo de las relaciones es conflictivo: de conquista y competencia, de pérdidas y ganancias, en el que los agentes despliegan estrategias de seducción en pos de esas conquistas articulados por una cultura de consumo que las fomenta y estimula por medio de imperativo tácitos: autoestima, independencia, desapego emocional, modelos estéticos, etc; obstaculizando así las relaciones interpersonales, en lugar de allanarlas. Por lo cual las relaciones están vinculadas con factores económicos que se traducen en estos imperativos tácitos. Creo que quien mejor ha plasmado la sensación de vacío que produce el quedar excluido de este modelo de salud mental y por ende del mercado matrimonial es el novelista francés Houellebecq en su novela: Ampliación del campo de batalla. La misma da cuentas del tipo de subjetividad constituida en la contemporaneidad cuando las relaciones no encuentran un punto de anclaje como ocurría en tiempos pretéritos, por ej. a través de la institución del matrimonio, sea ésta civil o religiosa. La novela merece un análisis aparte. Me limito a un pequeño párrafo que ilustra frente a qué tipo de subjetividad hemos referido:

¨Me interno un poco más en el bosque. Detrás de esta colina, según el mapa, están las fuentes del Ardèche. Ya no me interesa; aun así, sigo. Y ya ni siquiera sé dónde están las fuentes; ahora todo se parece. El paisaje es cada vez más dulce, más amable, más alegre; me duele la piel. Estoy en el ojo del huracán. Siento la piel como una frontera, y el mundo exterior como un aplastamiento. La sensación de separación es total; desde ahora estoy prisionero en mí mismo. No habrá fusión sublime, he fallado el blanco de la vida. Son las dos de la tarde.¨[iii]










[i] FREUD, Anna, Estudios psicoanalíticos. Bs As, Paidos, 1978, p.46
[ii] FREUD, Anna, Estudios psicoanalíticos. op. cit., p47             
[iii] HOUELLEBECQ, Michel, Ampliación del campo de batalla. Bs As, Anagrama,p174















La poca etiqueta de los escritores de filosofía

 





Mi comienzo en la filosofía no fue un comienzo claro. De niño era bastante introvertido como hijo único que pertenecía a una rara conformación familiar. Ojalá hubiese imaginado que esas obligaciones de ir a la escuela (Prisión), someterme a la disciplina de adultos y de subgrupos, ser evaluado, era una forma que necesariamente no requería para llegar a ser un buen hijo, una buena persona o un ser integral, ni siquiera un buen ciudadano. He llegado a pensar que me perjudicó en bastantes sentidos los cuales no son buenos de nombrar en su totalidad, dado el hecho que este ensayo tomaría un rumbo distinto del que le quiero dar. Aunque, por sólo dar un ejemplo, nunca pude superar mi Glosofobia, es más, el colegio la acrecentó por muchas malas practicas que no tenían un freno en normativas claras que veo hoy por hoy para los aciertos en casos de estudiantes con impedimentos de estructuras fenotípicas.

Comencé a vender libros a los doce años en la calle, incluso antes de haber leído ni siquiera alguno. Supongo que las personas detectaban en mi labor cierta honradez, por lo que a veces vendía y tenía la suerte de poder comer y ayudar a mi familia. Cuando leí por primera vez un libro lo leí por "humillación", porque me ofuscó que un adulto se riera de mi ante el hecho de notar que no tenía ningún tipo de formación. Ingresé a la universidad, a la carrera de ingeniería civil industrial sin saber sumar fracciones, a pesar de llevar a cuestas unos cuantos libros leídos. Obviamente, no hubiese podido ingresar a la universidad sin haber pasado toda la colegiatura en su integridad, proceso comprensible dada la cadena histórica que estás mismas escuelas están diseñadas para enseñar; porque toda enseñanza es una disciplina. Evidentemente, no ingresé a una buena universidad, aunque tuve la suerte de tener buenos profesores que se esmeraban en hacer entender a nuestro grupo la calidad de materia que se venía. La universidad se reservaba y se reserva los derechos de admisión, así como también los derechos sobre las características que deben tener los estudiantes que ingresan y que egresan para la misión que espera la institución que deban cumplir, y que son, sin ánimos de hacer juicios de ningún tipo, acordes a los sistemas que mueven las redes y embrollos del poder. Esto no es una teoría, es un hecho.  

Este poder tiene bastante siglos aquí. No es raro que se atribuya el nacimiento de la universidad en Italia, la misma Italia de los papados, la misma Italia de Nicolás Maquiavelo, quien sufrió en su propia vida los aspectos facticos de la política, mientras anunciaba cómo debía ser un gobernante eficiente... Quizás, este deseo de gobernarme a mí mismo fue el precursor de mis primeras ansias filosóficas; el avistamiento de mi sombra y la reacción de mi ego ante mi propia ignorancia, iban a ser partícipes de una forma de entender la vida que atravesaría conmigo innumerables consecuencias, innumerables causas y efectos, o como diría Jean Baudrillard, innumerables efectos-efectos.

Sentía que sabía tan poco, que concluí que las novelas no debían quitarme el tiempo (Aristóteles, Ética a Nicomaco). A veces entendía a uno que otro filosofo o creía entenderlo, y el placer involucraba sensaciones que aún me hacen diagnosticar que asumir "el valor intrínseco monista" sin desconsiderar el conocimiento como fuente de placer es axiología pura, sin debate; entendiendo que el placer no es placer aquí, como tratando de encontrar sus matices a través de las huellas (Deleuze) de esta palabra; el placer del conocimiento no debería tener huellas que se diferencien por analogía a él, debe ser un camino sobre el que aún no descubrimos ni el por qué ni el cómo ¿Desde cuándo tuvimos la enorme fortuna de llegar a mitificarle? Quizás el conocimiento sea la única palabra imposible de deconstruir, sencillamente lo involucra todo.

No terminé la carrera de ingeniería por razones que ya mencioné, pero que no quiero volver a repetir, aunque creo haber tenido una vida afortunada a pesar de ello. He tratado de llegar a cavilaciones que jamás hubiese imaginado, y las maravillosas estructuras que me regalan día a día las mentes de tantos gigantes, cuando las descubro, hacen que sienta que algo valió la pena en este pequeño paso de tiempo entre la nada y la nada. Y, tal como ocurrió con la historia de la humanidad, el castigo dejó poco a poco de ser teatro.

Homero y Sócrates me enseñaron que la literatura y la filosofía debían ser tan cercanamente humanas como posiblemente inexistentes. ¿Quién conocerá de nuestra existencia en diez años? ¿Quién conocerá de nuestra existencia en 50 años? Los personajes que creamos podrían ser perfectamente más reales que nosotros, más influyentes, mas vigorosos, más inmortales. Moisés y Hesíodo me mostraron el infinito arte de la creación y del logos; de cómo Dios creó al hombre, y el hombre crea a sus dioses; puede que Dios no esté solo de hombres sino solo de otros dioses, como un filosofo.

Antes de conocer las ciencias, tuve la suerte de conocer las matemáticas. Aprendí a integrar con cierta dificultad, y quizás si me lo permite Cronos, podría seguir por otros abstractos útiles sin llegar a conocer si quiera para qué sirven, pero la vida se abrirá a lo que tenga que abrirse con la misma fuerza que me ha dado el todo de los hechos. Sé muy bien que este tipo de conocimiento sin toques de humanidad nos pueden llevar a desastres colosales como los ocurridos en el siglo XX, o a obtenciones de control tan precisos como los de las prisiones en conjunto con los aparatos de justicia, diseñados de palabra, grandiosamente para eso, para hacer justicia, pero que en el fondo sólo tratan de preservar a la semilla como semilla, a la flor como flor; amparados por la fuerza de las armas y de las mentes, los propósitos de quienes ellos mismos eligen, a través de las universidades, instituciones militares, para ser alumnos y administradores de lo justo. “Hay una justicia moderna, y en aquellos que la administran, una vergüenza de castigar que no siempre excluye el celo y crece sin cesar: sobre esta herida, el psicólogo pulula como un modesto funcionario de la ortopedia moral” (Foucault).

A la política nunca llegué, ella me buscó y me sigue buscando como si fuera objeto de deseo de algún bien infinito o de algún mal infinito. Las luchas obreras de hace siglos y décadas atrás intentan hacerme pensar que soy afortunado, que alguien murió por mí, por mis derechos, que soy una especie de bendecido por pertenecer a mi país, por haber recibido su educación, sus escuelas, su justicia, su marketing, sus noticias rojas y rosas, su cultura. Debo agradecer haber sido criado en sociedad y que esta me reprendiera, me enseñara, me boicoteara o me agradeciera llegado el caso. Lo importante es recordar que una persona que es feliz no actúa, porque ya no desea nada (Ludwig von Mises).

Para mí es difícil hacer filosofía fuera del alcance del reduccionismo, supongo que sigue perteneciendo al medio que me permitió la subsistencia en un mundo hostil. Hacer filosofía es creer en el amor en medio de viajes no siempre limpios, ahogado, desesperado, atormentado, en problemas, ya sea por la poca fortuna o por su abundancia. Sólo hay que recordar la parábola del hombre más feliz del mundo para considerar lo difícil de su empresa. A veces imagino a ese hombre, que soy yo mismo, por delante de mí, apartando la maleza, orientándose ofensivamente con las únicas armas (herramientas) que nos han regalado los dioses y diosas del combate y del trabajo: la voluntad y el miedo.

De amor y mismidad

 

“¿Qué es el infierno? Yo sostengo que es

el sufrimiento de ser incapaz de amar”.

                                  Fiodor Dostoyevski

 

 

Amor y mismidad

                Los tiempos presentes parecen inclinarse hacia la exigencia -por lo menos, formalmente- de la hegemonía de los derechos individuales por encima de la sociedad, entendida esta última como el pesado fardo de creencias y normas que no solo limitan las inmensas potencialidades de los individuos, sino que pretenden someterlos y aplastarlos. En más de un sentido, la lucha por la preservación de los derechos individuales es hija legítima de la cultura occidental, toda vez que surge, justamente, como rechazo a la ciega obediencia y consecuente sumisión que son características del mundo oriental. Precisamente, en su simplicidad -en su abstracción- se funden las más diversas y complejas apetencias y voliciones de los individuos, devenidos una masa genérica y uniforme, oprimida e impotente, sobre la cual se eleva la exclusividad del “uno libre”: el déspota oriental. De ahí que pareciera estar plenamente justificada la exigencia posmoderna de concentrar la inclinación, más que en el amor por los otros, en la mismidad como única garantía de la propia libertad.

            Think different, el lema creado por Steve Jobs para promocionar el uso de los procesadores Apple, tuvo como objetivo central representar la lucha abierta y directa del individuo frente a las pretensiones totalitarias de “unificar el pensamiento”, incluso antes de la efectiva llegada -ya anunciada por Orwell- del emblemático “1984”. Resultado del triunfo y consolidación del principio de reproductividad técnica como sistema central de las nuevas relaciones sociales de producción, en la era de la industrialización avanzada, Jobs advertía la pretensión, por parte de los grandes monopolios comunicacionales, de conducir a la humanidad entera hacia el callejón sin salida de la “purificación de la información”, creando “por primera vez en la historia” el “jardín de la ideología pura”, en el que “cada trabajador pudiera florecer protegido de verdades contradictorias y confusas”. Pues bien,  paradójicamente, el propósito de Jobs no solo terminó siendo presa, sino, además, formando parte transustanciada del gran sistema universal de dominio de la era digital. La “gran aldea”, creada por el nada imaginario Big Brother, terminaría devorando las exigencias de toda posible libertad individual, de toda mismidad.

            El irreverente: “verás como 1984 no será como 1984”, concluyó en el más absoluto control de un todo abstracto sobre las partes infinitamente abstractas y cada vez más fragmentadas. Después de todo, el viejo Zenón de Elea pareciera haber tenido razón en la formulación de sus aporías: al cobijo del entendimiento abstracto, y por más que lo intente, Aquiles -el de “los pies ligeros”- nunca podrá remontar a la tortuga, porque a cada paso suyo esta seguirá exponencialmente aumentando la distancia. Cuestiones de matemática infinitesimal. Creer que el poner en manos de cada individuo su “propio destino” sea la clave para conquistar la autonomía e independencia absolutas, tiene su remate en la no comprensión del significado concreto del destino propiamente dicho. Al final, con atónita mirada, se termina  constatando el más grande control global al servicio de un poder omnívoro, gansteril. No es “liberándose” de lo público como se consolidan los derechos individuales; ni es desechando el amor hacia el prójimo -la idea de comunidad- como se puede alcanzar el amor propio.

            Advertía Schiller, siguiendo a Kant, que la entrega amorosa -premisa de toda vida comunitaria- tiene el riesgo de la enajenación de la propia autonomía. Desde la perspectiva política y social, se trata de la contraposición de comunitarismo y liberalismo. Y, para el entendimiento, se trata de una confrontación insalvable: o se aceptan las consecuencias del amor o se acepta la preservación de la mismidad. Y, sin embargo, más allá de semejantes fijaciones, en el amor ya se siente la unión -no la unificación, porque lo unificado ha sido puesto por la reflexión- de sujeto y objeto. La unión, en efecto, no se sustenta en una unidad estática, originaria, previa, sino que ella es la unidad en movimiento continuo, por lo cual se escindinde infinitamente, se particulariza, se determina: crece y concrece, se reconoce y reconcilia consigo misma. Como afirmara Hegel, en el amor “la vida se reencuentra con una duplicación y como unidad concordante de sí misma”. El amor sólo puede reafirmarse como amor al multiplicarse. Solo así puede producir su más plena unidad diferenciada. Lo unido por oposición tiene que ser comprendido en virtud del todo, pero el todo no lo precede, porque el todo es su desarrollo. Ni el amor ni la mismidad se deducen. No se trata de entes inamovibles. Más bien, se trata del Espíritu, comprendido como la “comunidad de seres libres”.

            No se pueden comprender amor y mismidad sino en virtud del devenir, de la recíproca oposición de los amantes entre sí, como unidad orgánica, diferenciada, de cada uno de los términos. Una unidad que ni es anterior ni es exterior a los amantes mismos, porque los opuestos, para ser opuestos, tienen necesariamente que estar en relación de unidad. Cada amante es una parte y un todo. Es lo finito y  lo infinito, la unidad y la no unidad. Lo que la historia de la filosofía define como “amor” deviene Espíritu, precisamente porque los términos de la oposición que constituyen la relación conforman la inseparable unidad de la unidad y de la no-unidad. Lo positivo y lo negativo, siendo términos opuestos, están determinados por su otredad. Por eso incluyen en su seno el concepto de su recíproca relación. Como afirma Spinoza, “toda determinación es una negación”. Ni el amor propio excluye el amor al prójimo ni el amor al prójimo excluye el amor propio. No se trata de la alternatividad de los términos, que responden a la exigencia de una unificación preestablecida y fijada, a través de un tercer término, un “ser” abstracto e indeterminado. Más bien, se trata del desarrollo, del venir en, del desplegarse de sus determinaciones.

            En este sentido, conviene decir que amor y mismidad son un incesante producirse, siempre de nuevo. Es el acto impuro devenido ethos: el pasaje de la vida individual que logra comprenderse como Espíritu y volver, concrecida, sobre sí misma. Solo de la más dolorosa separación puede resultar la verdadera lucha por unidad. 

                     

                 


José Rafael Herrera

@jrherreraucv



 

 

Del amor celoso hacia amor amigo en Soren Kierkegaard

Joven buscando su alma gemela en un paisaje de símbolos de poder y ego, representando la búsqueda de una conexión verdadera en el amor


 
Soren Kierkegaard. Diario de un seductor.

Cuando una muchacha no despierta en nosotros desde la primera mirada una impresión tan viva que cree una imagen ideal de sí misma, generalmente no es digna de que nos tomemos el trabajo de buscarla en la realidad. 

Pero si despierta en nosotros esa imagen, pese a nuestra experiencia, nos sentimos dominados y vencidos por una desconocida fuerza.


Ahora bien, yo aconsejo a quien no tiene segura ni la mano ni los ojos y, como consecuencia, la victoria, que intente sus maniobras amorosas en el primer estadio de la pasión, pues entonces, a la par que está dominado por fuerzas sobrenaturales, también las posee dentro de sí mismo y este dominio nace de una singular mezcla de simpatía y egoísmo.

Pero en tal estado, le faltará un goce: el goce de la situación, pues el mismo resulta sometido, se sumerge y se oculta en ella.


Obtener lo más hermoso es siempre difícil; lograr lo interesante, en cambio, es sencillo. Pero siempre es conveniente acercarse lo más posible; ese es el verdadero deleite y no llego a comprender que goce buscan los otros en su lugar. La simple posesión es algo vulgar y resultan mezquinos los recuerdos de que se sirven esos enamorados: no vacilan en emplear el dinero, el poder, la influencia ajena y aun los narcóticos. ¿Qué placer puede brindar a un amor si no contiene en sí mismo el abandono absoluto de una de las partes? 

Siempre es preciso el espíritu y el espíritu falta comúnmente a esa clase de enamorados.