La verdad es un proceso desarrollándose día a día, una forma
de imaginarlo sería, según Heráclito, como el cauce de un rio, al parecer
siempre es la misma agua, siempre es el mismo curso, existen muchos factores
que parecieran permanecer constantes, pero en realidad es un continuo cambio de
innumerables variables. Las verdades que no cambian en un plazo de tiempo
relativamente decente, que pueden ser capturadas, estructuradas, se les llaman
ciencias, las que se establecen en lo continuo, como modelos de realidad
sujetas a debate y verificación constante al asumirse de antemano la
hiperrealidad de las cosas.
Estos establecimientos de verdad pueden simbolizarse de
muchas formas en sentidos de creencias que ayuden a cada individuo a involucrarse
en algún aspecto con la lógica que puede alcanzar su posicionamiento, desde estándares
bastante altos en diversas ramas como la misma ciencia que, sin estas miradas
no tendría el rigor que tiene, entendiendo quien la seduce partir desde donde
es fácil despegar a un infinito posiblemente inventado. La verdad es por tanto
inalcanzable, es entonces como diría Schopenhauer sacándolo de Kant, que ya no
se debe mirar hacia el exterior, sino mas bien al interior, pero, y siendo
completamente implacables, todo lo que observamos es el interior manifestándose.
Cada propuesta descansa en un punto de apoyo que evita muchas cosas, no sabemos
qué evita, no podemos llegar a eso. Por tanto, se debería poner los ojos en lo
estrictamente falso, tratando de amenazar con míseros rasguños el mito, las fantasías,
el inconsciente, la ética, etc. Pero aún podemos amenazar nuestros
sentimientos, dado que vienen desde una realidad desconocida y a través de
ellos interpretar una isla de proposiciones que pueden llevarnos a destinos
absolutamente inerrables. Como no hay una verdad estricta, no hay una falsedad
estricta, mas, existen condiciones que permanecen fijas como puntos de apoyo
para descartar el camino de la verdad. Para muchos, el camino de la verdad se
ha transformado en el camino de la satisfacción, otros, han tenido el coraje de
encontrar en la insatisfacción la satisfacción de la verdad. Pero dados todos
estos aspectos que se han propuesto, es plausible cambiar el concepto de verdad
por el de conocimiento. Lo que le sirvió al hombre hace mil años puede que no
le sirva hoy, hay cosas que aún le sirven, si se han logrado transmitir a
través de los años este conocimiento presenta aspectos relevantes de estudio en
el tiempo, y quizás, por tanto, en la vida de los individuos. Puedo descartar
el mito. ¿Qué es lo bueno que puedo sacar de él? ¿Qué razones me hacen
descartar el mito? Puede que la única razón es creer tener un mito mucho mejor
o un mito acorde a mi tiempo, a mi comunidad, a mis instrumentos. ¿Qué hay de
los sentimientos? Las doctrinas han preñado al hombre de mentiras. Tenemos el
don de utilizar todos los recursos de los que disponemos para crear y
establecer nuevos puntos de vista, esto, puede ser visto como una forma
matriarcal de crear las cosas. Matriarcal o patriarcal, ¿se puede ser viril? ¿es
la virilidad una condición netamente masculina? Si pretendemos lo contrario,
podríamos abrir un camino en lugar de cerrarlo, crearíamos cierta
contradicción. Es menester, entonces, no encontrar la verdad, sino el conocimiento
que nos permita vivir en nuestro tiempo, omitiendo la bola de nieve en la que
estamos insertos de condiciones que van en contra de este conocimiento. Así
nace el campo de batalla.
Esta tierra de nadie, es el lugar donde podemos encontrar
una forma de energía. Las energías para que el ser humano se auto supere se
encuentran en crisis, en tanto se mueven en una inmensidad de verdades y
conocimientos que podrían tentarle a escapar de la prisión de su yo. Platón
habló de escapar de la caverna como una forma de ascender hacia el conocimiento
de las Ideas, pero no creo que se refiriera a una despersonificación de la
estructura yoica; aunque esto no esté del todo claro. La desestructuración del
yo es un inmenso campo de guerra que trata de ser dominado desde muchos
francos, uno de ellos es el del mundo inmenso de verdades que disparan a cada
espacio yelmo. El punto es que el sujeto debe volver a la caverna a salvar a
los otros, una vez las ideas hayan hecho lo concreto en su vida como para
mostrar y mostrarse el camino de salida y de llegada. ¿un ascenso y un descenso
a los abismos? Supongo que pocos pueden comprender este camino entendiendo que
está aquí, ahora, en cada carácter, sobre cada silencio, en toda contingencia
que se presente en las innumerables posibilidades de la historia humana. Este
abismo, el conocimiento, se presenta en el ahora, fuera del tiempo, y por lo
tanto, en él, porque le trasciende, ignoramos hasta cuándo o dónde.
La posmodernidad nos plantea un espacio horizontal, una zona
de batalla, la modernidad nos presentó el espacio vertical, ascender o
descender hacia una meta por una razón. Los desiertos, las tierras de nadie, no
tienen razones. Como en un campo de batalla, el deseo sustituye a la razón, se
vuelve lo único relevante, desaparece el otro y solo tiene sentido lo que pasa
ahora. Vivimos como patinando sobre un lago helado, vivimos, sin pausa (Zigmunt
Bauman). La idea de trasparencia es lo que se ve, es lo que es, en la
posmodernidad. ¿Qué es lo que se ve? Olvidamos el alcance de nuestros lentes
porque ahora solamente utilizamos pantallas. En tanto la verdad, el
conocimiento, se siguen escabullendo de nuestro parecer para ser sustituidos
por formas predispuestas de nuestro yo; obligadamente, debemos adaptarnos a
estas formas, asumiendo la libertad que estas formas tienen, razonando según
sus formas, alocarnos según sus formas, conducirnos según sus formas. En este
lugar desértico ya no hay espacios para escalar, no se puede volver, todo es
igual. No hay un mundo de las ideas ni una caverna. Perdimos el horizonte
porque, precisamente, está en todos lados.