El árbol de Porfirio fue la base para pensar la realidad según Gilles Deleuze y Felix Guattari, por su esquematismo, aunque sirva para contradecir lo que ellos proponen justo contrariamente, que la realidad carece de un centro, por lo tanto es caótica y cualquier libro que quisiere abordarla debe tener señas y contener signos caóticos.
Por esto, se adoptó el concepto filosófico de Rizoma, para explicar mejor aún la estructura de la realidad, y a la vez, la estructura teórica de estos dos filósofos, los cuales también añadían que una estructura rizomática del conocimiento servía para poner resistencia a los modelos jerárquicos que son estructura de un modelo social opresivo.
Por esto, es digno mencionar que a Deleuze es muy difícil
encasillarlo, y por su propio pensamiento, casi imposible de esquematizar, porque creía que el esquema era precisamente contra lo que había que luchar. Por ello no se podría ordenar su obra según una lógica establecida, sólo se puede contar su historia, para que cada quien la ordene de
acuerdo a lo que su razonamiento requiera.
Primero, y esto es sumamente conocido, Deleuze y Guattari,
eran profundamente inmanentes, porque creían que la trascendencia equiparaba la
verdad a algo inalcanzable, y por lo tanto, ipso facto, jerarquizable. Con esto
buscaron que todas sus propuestas no salieran más que solamente, del interior del razonamiento humano,
permaneciendo tan a la a mano como un artesano pueda permitirse, moldeable,
fabricable, y lo más importante, sin alguien que norme desde arriba. Creían
mucho en la filosofía de Spinoza, porque éste abordaba la realidad como una mónada,
esto es, la realidad es una, nada escapa de ella. Hume también fue muy
valorado en su filosofía, argumentando que su propuesta contundente es evidentemente
resistente a la opresión: “El hombre no es más que una suma de impresiones”.
Pero su filosofo base por excelencia fue el mismo Friedrich Nietzsche, quien propuso que la verdad es relativa, sujeta al poder, y por sobre todo a la moral;
quién fuera capaz de superar esta verdad se transformaría en el superhombre, el
superartesano y el creador de la reacción a esas impresiones, el creador de su caracter.
Hay dos conceptos fundamentales para
Deleuze, la repetición y la diferencia. La repetición forma y establece un concepto
importante en una era capitalista, manufacturada e industrialista, incluso en
nuestros tiempos sigue permaneciendo vigente con la entrada de la inteligencia
artificial que se cree innovadora, pero que sólo repite de alguna manera
los inputs que alguna vez supuso. La repetición vendría a ser lo que puede
cazar el lenguaje, las mesetas, y es aquí donde podemos analizar la verdadera grandeza de la
realidad según estás proporciones, ya que lo que no se repite apenas puede ser cazado, o nombrado. Aunque no hay ninguna repetición igual a otra, y aunque esta misma proposición sea en sí una contradicción, se puede notar dónde radica la estructura del pensamiento, sus movimientos y sus analogías. Por lo que es esta diferencia entre una cosa y otra lo que vendría a ser el
movimiento real y no el aparente. Es por lo tanto la diferencia la partera de
la innovación, en donde se pueden descubrir los conceptos que ahuyentan y
reprimen el contacto del humano con la idea. La repetición por tanto vendría a
encubrir algo, sería la máscara que oculta algo más allá de lo conceptual, su
esencia es poner en evidencia la insuficiencia del concepto y sus límites, con lo que ya se puede ver aún más claro la importancia de Nietzsche en esta mirada
con su filosofía del eterno retorno.
En este caso el eterno retorno es mucho más complejo de lo
que pareciera ser a simple vista, porque en esa repetición de vida y de presentes eternos enmascara la diferencia, las
vulnerabilidades de la realidad, de la vida, ya que anuncia las ideas que
nacerán próximamente, anuncia la innovación, lo nuevo, y más aún, lo
trascendente bajo cierto resguardo. Encontrar estas aberturas en la realidad son
punto de mezcolanza, de ideas, verdades, resistencias a la contingencia misma,
pudiendo ser interpretada de diferentes formas y reclamando nuevas palabras y
estructuras.
Con esta escasa presentación se puede abordar ya la historia
de las obras de Félix Guattari y de Gilles Deleuze, tanto individuales como en conjunto, y tratar de abordarlas para esquematizar con la amenaza de que no puede ser esquematizada, ni debe. Su
discurso rizomático no tiene un punto de partida. Abordemos ahora los seis principios
del modelo para entenderle un poco mejor:
1- Conexión: Cualquier punto de un rizoma puede ser
conectado con otro punto. La realidad puede ser tomada y fabricar realidad.
2- Heterogeneidad: Aglutinador de actos diversos que
evoluciona pudiendo ser cualquiera de las partes. La dicotomía de la
contrastación o el pensamiento analógico serían solo una pequeña parte de una
limitación
3- Multiplicidad: No deja reducirse a uno ni a un conjunto,
está hecho de dimensiones asignificantes, asubjetivas, con direcciones
quebradas. La realidad no es mas ni menos, aunque se separara, se dividiera, se
sumase o multiplicase, tendría la misma potencialidad.
4- Rupturas asignificantes: Un rizoma está sujeto a líneas de
segmentaridad y de fuga, que siempre apuntan a direcciones nuevas, que pueden
ser rotas, interrumpidas en cualquier parte, en cualquier momento y resurgir
nuevamente con nuevas alianzas. Con una fuerte conexión con la idea de
creatividad, el agujero de las posibles inteligencias artificiales posteriores
sería encontrar diferencias potenciando y desafiando al ser humano.
5- Cartografía: Mapa fundamentalmente abierto y susceptible
a tener modificaciones constantemente, puede ser alterado según necesidades.
Posee una historia que puede ser reescrita incontables veces, desde muchas
aristas, hacia muchas interpretaciones, desafiándose constantemente con el
modelo de verdad y de poder.
6- Calcomanía: La lógica es el calco y la reproducción, por
ello es un modelo reproductivo y experimental. La realidad puede ser “atrapada”
por el humano de una forma inmanente, sin “mirar demasiado afuera”, categorizándose
de acuerdo a la contingencia y al diagrama que la circunstancia presente.
Con esto claro, ya se pueden introducir de lleno conceptos como máquina, deseo, devenir, cuerpo sin órganos, esquizoanálisis, etc.
Para llegar a conclusiones que marcaron los nuevos pensamientos revolucionarios
de la segunda mitad del siglo XX y de nuestro siglo, porque germinaron en la política,
las ciencias y la filosofía como nuevos bloques de conocimiento y en el arte
como bloques de sensaciones que fructificarían nuevamente en interminables
giros, quiebres y uniones que no concluirían jamás. Es esta potencialidad lo
que destruiría la hegemonía, distribuiría los actos de poder, descentralizaría
los pensamientos como los sentimientos, y podrían garantizarnos, quizás, una
mayor comprensión de la libertad y sus ilimitaciones en el poder de actuar, de
hacer o decir algo, rayar muros, derribarlos incluso, tanto físicamente como estéticamente.
Podemos entonces comparar aunque no con las mismas herramientas,
las obras de Deleuze y Derrida, quienes trataron de decir que el lenguaje debía
ser desafiante respecto a sí mismo. Y sí, se propone una nueva era de
industrialismo, de fabricación, aunque no tanto de repetición, sino un poco más
cerca del artesanado, un industrialismo del lenguaje, donde se creen nuevas proposiciones,
nuevas palabras, nuevas formas de poder, pero aún más importante, nuevas formas
de revoluciones.
Hoy hablaremos sobre un flipante artículo que escribió Alesandre Koyré en 1977 titulado: “Gassendi y la ciencia de su tiempo”[1], en el cual Koyré reivindica el papel de Gassendi dentro de la historia de la ciencia. El artículo es un golpe sobre la mesa que pretende poner al científico en su sitio, señalando sus luces y sombras. Veremos los salseos de la época que llevaron a silenciar al filósofo así como sus teorías atomistas vinculadas con uno de mis filósofos de la antigüedad favoritos: Epicuro. Os lo juro que me estalla la cabeza de emoción, y es que mis dos periodos predilectos de la historia de la filosofía se dan la mano. El periodo helenístico queda vinculado a la revolución científica. ¡Yas!
La senda del artículo nos llevará por un sinuoso camino, y para que nadie se pierda os paso de antemano la hoja de ruta:
1) Los motivos por los que hemos de reivindicar a Gassendi destacando su ontología epicúrea.
2) El contexto en el que nace su ciencia.
3) Diferencias y afinidad entre Descartes y Gassendi.
4) El legado de Gassendi.
¡Allá vamos!: Koyré, filósofo e historiador de la ciencia francés de origen ruso, nos quita la venda de los ojos ante el porqué la historia de la ciencia pasó por alto a Gassendi. Los dos motivos fundamentales fueron el complejo latín con el que escribía Gassendi y el eclipsamiento que sufrió este por parte de Descartes. Vamos, la pedantería de uno y el afán de protagonismo del otro. Por desgracia el ego y la filosofía en muchas ocasiones son íntimas amigas o íntimas enemigas.
Koyré no solo nos dice porque Gassendi fue olvidado sino que también porque hoy ha de ser recordado. Entre sus puntos fuertes destacan:
-Fue profesor de astronomía en el Collège Royal, una institución top en lo que a ciencia se refiere.
-También fue un astrónomo y matemático reconocido, observó siempre el cielo realizando a su vez útiles anotaciones. Era una de esas hormiguitas que observaba al firmamento incesantemente y anotaba las posiciones y movimientos de los cuerpos celestes, siendo esta una ardua labor de brutal utilidad para la astronomía venidera. En pocas palabras, un gigante que sirve de punto de apoyo para futuras generaciones.
-Otro de los motivos que reivindica la figura de Gassendi y que a mi juicio cae por su propio peso, es que para sus coetáneos (Pascal, Marsene…) era considerado como igual y rival de Descartes, e influyó a personajes tales como Boyle o incluso a sir Isaac Newton (poca broma).
-Además gracias a la inteligente concepción del atomismo epicúreo (fascinante doctrina) Gassendi realizó una serie de experimentos útiles y de gran popularidad en su época.
-Pero sin duda, a la luz de Koyré la gran aportación a los albores de la ciencia moderna por parte de Gassendi es su necesaria ontología epicúrea. [2] Gassendi moldeo a su gusto la filosofía epicúrea para que los miembros de la comunidad científica se la tragaran como una cómoda píldora de azúcar. Básicamente lo que hizo fue cristianizar a Epicuro, lo mismito que en épocas anteriores pasó con el platonismo y más tarde con el aristotelismo. Es el precio que las teorías filosóficas deben pagar para no ser silenciadas a lo largo de los siglos. Gassendi maquilla y elimina algunos aspectos de la cosmología epicúrea, como por ejemplo integrando el atomismo con el creacionismo (!Toma fantasía!). También niega la infinitud de los mundos y los átomos. Desmiente que los átomos sean increados y hayan formado el Universo de forma azarosa como defendía Epicuro, afirmando que Dios es quien ha dirigido a los átomos en pro del orden y creación del Universo, estos mismos argumentos son seguidos décadas después por Boyle.
Para entender el impacto de estas ideas es necesario contextualizar al protagonista. El siglo XVII, siglo en el que Gassendi desarrolló su ciencia, fue un siglo de grandes cambios, donde la revolución científica inaugurada por Galileo nos propone un cambio científico radical donde ciencia y religión se empiezan a separar. Aparecen nuevas ideas que transforman la visión antigua y medieval de la naturaleza. Toda esta fascinante movida empieza con la revolución copernicana. Allá cuando Copérnico dijo que la Tierra no era el centro y además que esta giraba alrededor del sol. Hoy en día ya lo tenemos muy asumido pero en su momento fue todo un escándalo ya que nos habían destronado y Dios lo permitía. La gente no daba crédito, se deprimía y se sentía menos importante. Además si a esto le sumamos la aparición de la moderna filosofía cartesiana donde la razón humana es el centro, donde nosotros somos el sujeto de conocimiento, nos podemos imaginar cuán sorprendidas y descolocadas deberían quedar las gentes de la época. El racionalismo y mecanicismo de Descartes deja el mundo reducido únicamente a una extensión en movimiento. Es en este contexto donde se hace valiosa la aportación ontológica epicúrea de Gassendi.
En el artículo se hace un fuerte hincapié en las diferencias entre Descartes y Gassendi con el fin de mostrarnos que Gassendi fue realmente un digno rival de Descartes y nos ofreció una alternativa válida. En el texto encontramos las siguientes diferencias destacadas:
-Para Descartes la naturaleza era transparente a la razón. En cambio para Gassendi la naturaleza no era 100% transparente a la razón, para él si las esencias existieran, solo Dios las conocería ya que el pleno conocimiento de las cosas estaba fuera del hombre finito siendo solo Dios el conocedor de las esencias últimas. Por este motivo Gassendi opina que la labor de la ciencia es la mera descripción de fenómenos. Es decir la ciencia solo nos puede explicar el qué, pero no el porqué subyacente de la realidad.
-Otra diferencia es su concepción del Universo y las consecuencias de éste. Para Descartes el Universo es un Plenun sin posibilidad de vacío (padecía un grave caso de horror vacui), en cambio para Gassendi el Universo está compuesto de átomos y vacío igual que para Epicuro.
-Esto nos lleva inevitablemente a otra diferencia señalada por Koyré, a saber: Descartes defendía que la materia es infinitamente divisible mientras que Gassendi como atomista defendía la existencia de átomos como las partes de materia más pequeñas e indivisibles. Cabe recordar también que Gassendi negó el símil: Materia y movimiento, negando así también el programa de la ciencia cartesiana.
A pesar de las diferencias Koyré revela una similitud y es que ambos proponen una revolución,Gassendi volviendo a la tradición y Descartes empezando desde cero.
En conclusión Pierre Gassendi, adoptó el atomismo y lo expuso como una filosofía mecanicista alternativa que proporcionó a la ciencia moderna la ontología necesaria para unir el atomismo y la matematización, dando paso a la venidera síntesis newtoniana de la física matemática. Encontramos así en Gassendi un científico que no inventó nada ni tampoco descubrió nada, aún así por todo lo comentado por Koyré, merece ser rescatado del olvido y tenerlo en consideración tal y como lo tuvieron filósofos y científicos del siglo XVII y XVIII como Boyle, Hobbes, Locke, Leibniz, Newton y por supuesto Descartes, el rival que lo eclipsó.