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El amor de los amores



Temen al amor porque crea un mundo que no pueden controlar 

George Orwell 


Los amores son en cierta medida, diría Lacan, una manifestación de nuestra presencia. Manifestación porque amar no es una acción, es un acontecer, entendiendo como acción a una voluntad humana individual y libre, pero, a la vez, dando por sentado que existe una voluntad humana universal que trasciende a los individuos. Bajo estos preceptos, el amor no es libre; estamos obligados a amar lo que amamos incluidos, nosotros mismos. De hecho, la única forma de libertad es la decisión de dejar de amar. Los amores, en este sentido, pueden ser construidos universalmente, por ello, culturalmente, a cada posición su labor, a cada labor su amor.

Esto involucra que el amor puede ser lo más parecido al absoluto desde una posición de sumisión a aquello que se nos enseñó, dado que es en la enseñanza donde se forja la base del absolutismo. Lo dictatorial necesita del escarmiento. El amor es una sumisión a nuestra propia existencia en el mundo. Quién no entiende está sumisión, en su inconsciente, es menos propenso a amar, ergo, nace su enfermedad.

El amor en el hecho, para el otro, se presenta como una muestra tradicional, que intenta equilibrarse en otra voluntad, en otra singularidad, por ello su complejidad. Puede paralizar cualquier acción o avivarla; no es una volición fija. El amor debuta diariamente como un sin querer que sigue todas las leyes, aunque, casualmente. Nuestra existencia es casual, los hechos, nuestra mente; las muestras culturales tratan solamente de equilibrarse como un trapecista, para demostrar(se) al otro algo indemostrable. 

La típica confusión entre hacer y ser. Ha-ser, a-ser, sin ser. Nunca se sabrá del todo si ser es hacer o si hacer es ser ¿en cuál de ellos habita la mente y la no mente? Voluntad o no voluntad. ¿La nuestra? ¿Abandonar la tradición o continuarla? ¿Cuándo somos, entonces no somos? ¿Cuándo hacemos, entonces no hacemos? El lenguaje en lo importante es completamente problemático, porque rivaliza con una libertad absoluta, con la última libertad. La primera tradición es el nacimiento.

Las formas presenciales convierten la nada en amor; nuestra vida, la vida de los humanos, la vida de los seres, es una transformación de la nada en algo. Puede que lo único digno de llamarse Algo sea el amor. Nuestros ojos no vieron, por el apuro por amar, que nuestra existencia se justifica meramente por la fe, pero la fe es tradicional. Instruye al niño en su camino y ni aún de viejo se apartará de él. El amor es una carga, la existencia es una fe en no perder el equilibrio sobrellevando esta carga.

La magia de los amores recorrió cada una de las cicatrices humanas. Es cosa de investigar la historia de los pueblos, de los perdidos, de los perdedores, de los vencidos. Los dolores, los deseos fueron formados por estas experiencias, traumatizados, transferidos por generaciones en alguna acumulación ininteligible de procesos, de tal manera que de estos sectores podemos inferir una mayor variedad cultural. Su cambio cíclico es tan fuerte como la persistencia de su balance.

Las formas de amor se han tratado de estandarizar. El amor es un riesgo. No se puede amar “libremente”, desde nosotros, es seguro y controlado hacerlo bajo la norma. Estas normas han afectado a los padres y a las madres, a las parejas, a los hijos, al sexo, a los hermanos, a la vocación, entre otros. Por una falta de identificación identitaria de los actos de amor, se pueden camuflar las presiones de amar en "cierta medida", sin que sean las voluntades (comunidad) las que le organicen, y menos voluntades propias, sino una única voluntad que se impone de acuerdo a su tiempo, para quienes viven, sueñan, sienten, piensan, solamente en su tiempo, desconociendo su conexión primitiva a su tradición.

 

Eros y lo ordenado de lo explícito

Lo erótico se está perdiendo, el apocalipsis sexual ha llegado. Opinar sobre estas experiencias se ha vuelto de mal gusto, porque precisamente se ha llenado de pésimos gustos; hay una especie paranoide de lo que se va a decir, de lo que se va a mostrar; así como la repetición noticiosa provoca psicosis, la repetición en serie de una forma de erotismo repetido se ha vuelto pornográfica; una horda concatenada de vulgaridad se camufla con el acto de la belleza, con el amor y la verdad sexual, con la exaltación al misterio y a lo oculto.

Lo erótico, por el mero hecho de existir, lucha contra el sistema explícito, porno, que invade microbioticamente desde un órgano de nuestros sentidos, todo el espectro estético de lo sexual, y que se impone cada vez, a más temprana edad.

Lo erótico es un poema, un misterio, un arte, lo verdaderamente casual, como el amor al cual pertenece, frente al cual no se debe tener ninguna vergüenza de consumo, porque no es consumo en un sentido normativo, es un acto totalmente libre desde la intimidad de cualquier historia, con un destino, desde la divina condena. En este caso lo casual del amor erótico representa la casualidad del amor en general y su base; sin estereotipos, ni antes ni después, sin tiempo, en el desorden. Su orden es sólo filosófico, un poco hipotético e histórico. Por ello, Eros, hijo de Cronos, nació desde el vientre del Caos, instaurando el acto de nacer. No se puede desvincular el amor verdadero del amor erótico, así como no se puede desechar su importancia para la libertad humana.

 

Philia y el Estado enfermo

La amistad, bajo el alero de cualquier sistema enfermo, es un concepto y un hecho peligroso. Invirtamos. La enemistad es beneficiosa para un Estado dictatorial. La comunicación es la base de los amores, y es la base de la amistad, del amor filial. Sin comunicación no hay ciudadanía democrática por definición, si no fuera así se convertiría en una especie Química de reacción por parte de sustancias que consumen o liberen energías totalmente identificables y medibles; sin isegoria, y lo que es peor, sin parresía.

No hay mayor virtud democrática en un Estado que la capacidad de hacer amigos a elección, libremente. Existen pocos sectores que no estén acusados de algo, como si la desmenudación ciudadana estuviera hecha para hacer ver diferencias y no congruencias. No hay otros recursos, el mal, diría Hannah Arendt, se mueve superficialmente; se usa lo explícito y la información (superficial) para boicotear la confianza y la comunicación. 

Un Estado enfermo ataca los lazos más humanos, como la capacidad de negociación para autogestionarse como comunidad, se alimenta como larva y entrega lo menos posible. Es una forma de negocio con lógicas parasitarias e imperialistas. Usa la fuerza en todas sus formas. Esto lo vimos con el boicot a la moneda libre, que es el emblema de su codicia. La deshonestidad es un requisito para su resistencia, mientras propone separaciones absurdas, no resuelve problemas de corrupción que ponen en jaque su legitimidad.

 

El monopolio del Agape

Ya no se ponderan los pareceres diferentes, basta con odiarlos, decía Nietzsche. La solidaridad y la caridad no deben tener una razón utilitaria, de lo contrario se vuelven absurdas, inentendibles, como propuestas altruistas. Es en la caridad sin razón en donde el individuo puede identificarse, autentificarse, mirarse como un otro al que desconoce. No se trata de abandonar la razón literalmente, sino de abandonar las razones que justifican y monopolizan la caridad. 

La preocupación por el otro se terminó politizando de maneras casi religiosas. La fiesta se transformó en algo sin forma para el joven, amorfa, mientras que para el trabajador es agendada. Sin forma porque el joven necesita banalizar su cultura, su propio yo, cansarse de sí en el frenesí de su tiempo. Con forma porque luego se busca controlar los procesos caritativos temporalmente. Es pues, en la fiesta donde se termina por materializar algo inmaterial, dominar a una bestia que no debería ser domada. 

La despedida de la libertad es ésta. Por una parte la fiesta debe ser incontrolable, para que algún día, de nuevo, como si fuera un hecho azaroso del tiempo, el amo se transforme de nuevo en esclavo. ¡Recontituyamos al amo!

Debemos encontrar nuestras propias esperanzas. La espera depende del individuo. En la ciudad ya todo es reloj, incluso más que en aquellas civilizaciones que dependían de las estaciones del año. Vivimos en la época del fetichismo de los datos (big data), dependemos de ellos para organizarnos. 

No hay una caridad autentica sin fiesta, sin calendario, sin festividades. Pero estás deben nacer desde la tradición. 

El mundo se ha transformado en el ente organizador de nuestra particular forma de amar. Nuestro tiempo, nuestras vidas y las cosas se aparearon de una manera orgiástica, de tal manera que entregar algo se ha confundido con entregar nuestro propio cuerpo, donante, inmaculado, esperando en algún momento un retorno. No hay espacios, no hay moradas, no hay lugares de descansos en los que se pueda abandonar la velocidad impuesta para encontrar nuestra vida inercia. El Statu Quo ya nombró todo, y enfermamos.


Capitalismo y su espiritualidad

 

Un animal toca el corazón de una persona en el mundo del capital


La lógica de los activos es extraterrestre, sus razones no son de este mundo, vienen de un mundo extraño, de cofradía, místico, religioso, demasiado escalado en elucubraciones. Este planeta es más simple, está a la mano, es la lógica del capital la que desata fuerzas extraterrenas en las personas como si jamás hubiesen sido de esta tierra, como si ellas, por algún tipo de atracción, dejaran de lado su humanidad. El capitalismo es una religión continuada por otros medios, el dinero es un acto de fe, tiene ceremonias simbólicas representativas de una legitimidad que circulan procedentes de actos que nacieron en contra de una forma de mal, no cabe duda, aunque su forma es paranoide. Este mal está en todos lados, por ello, en todos lados debe inmiscuirse el mercado. El dinero es un exorcizador de demonios, que sana el hambre y el frio; ahuyentó el miedo que la no pertenencia de riquezas conllevaba, como algún tipo de símbolo sagrado impuesto en la frente para dejar de lado el lastre; pero lo hizo sólo momentáneamente, el peso de su carga, de su cruz, lo controlan los bancos, las multinacionales, a través del giro continuo de los ciclos que pretenden quitarle este karma, darle seguridad, dado que son ellos mismos los que proponen e imponen el cambio. Busca mover muchedumbres, como si éstas esperaran algún milagro, un poco de sanidad en el rejuvenecimiento constante del deseo. La juventud es salud, así lo dice cada comercial. Consumidores jóvenes es lo que esperan, jóvenes de espíritu. Para alcanzar el reino de los cielos hay que nacer de nuevo.


El capital es una promesa de paraíso, entiende nuestras oraciones, las atiende, eso es mucho para personas cada vez más olvidadas, incluso, cabalísticamente. "Ninguna de las cosas que más queremos en la vida es de naturaleza física". El mercado ignora la tierra, nuestro planeta, desprecia este presente, como si no fueramos de esta naturaleza, proponiendo que venimos de un paraíso. Por ello el empresario debe ser un simbolizador, que termine dominando estas fuerzas salvajes, satánicas; lo que es del mundo es malo; es el futuro el que importa, la gran ciudad que algún día terminaremos por construir. La gran Canaán. Satán sigue en contra de este paraíso del dinero, de esta abstracción, también Seleno, también Baco; el diablo es más realista, es un "no moriréis", mientras el mercado nos brinda el recordatorio de una muerte eterna. En algún momento el deseo perdió los conceptos, y acusó de malo al bueno y de bueno al malo. Esta es una razón probable del “ateísmo comunista”: no es que la falta de fe sea una forma de luchar contra la dominación, es que la fe, desde estas razones, terminó por idolatrarse.


Se cree, erróneamente, que vivimos en sociedades menos creyentes, más laicas, esto es solamente una puesta en escena, un espectáculo. Vivimos abstraídos, lejos de lo salvaje que es lo que nos pertenece, lejos de la forma que alguna vez nos hizo capaces. Tratando de ser quienes no somos, nos perdemos ante la presa fácil, ante la oferta rápida, de tal manera que impactamos algo que no importa (Diógenes de Sinope). La abstracción del dinero nos hace ridículos, solo hay que ver cómo estamos insertos en un deseo que ni siquiera manejamos, en una comparación eterna con algo fantasmal, lejano, perteneciente al génesis, al comercial, al reclame. ¿Qué dirían nuestros ancestros de esta forma de vida? No lo sé. Nietzsche habló del ultimo hombre, de este control entre humanos aborregados para que el mundo funcione y sirva, de esta falta de individualidad que padece cada uno para que algún tipo de institución sea legítima.


Somos, en estos momentos, un después de las instituciones, nacimos bajo su ejecución, bajo su yugo, siendo que ellas debieron ser ejecutadas, creadas y mejoradas por nosotros; somos copartícipes de un afán que nos salvo y que ya no existe, que nos protege de un peligro que desconocemos. No es que Dios haya muerto, no es que el hombre se haga el centro; hoy ya el hombre ni siquiera puede ser su propio dios.


Hay un sesgo, creer que la gente de dinero es materialista. No hay nada mas inmaterial que el dinero, que funcione con tal habilidad en cada estambre del poder, sólo demuestra su calidad irreal. Por ello la poca evolución de nuestra sociedad en cuánto y en tanto somos responsables de nuestro propio bienestar, encargados de ser felices como un bien máximo, pero sin las herramientas materiales para esto. Poseemos herramientas que no existen, promesas, cuentos, impresos en un papel del tamaño de un bolsillo.


¡El bien máximo debería ser material! ¡Es un pecado que puede que tengamos que reconocer, es un pecado que nos enseñó el dinero!

Mas este bien máximo no puede ser pecaminoso. 


Con una moneda estamos seguros de ir a un lugar y obtener lo que sea que vendan, estamos seguros de una transacción confirmada por repeticiones, con un sistema de razonamiento que David Hume llamó: Inferencia Inductiva. Es esta duda, está falta de certezas, un hilo que usará el titiritero de todas maneras, aunque sea mera filosofía, eso no importa. Pertenece a la misma lógica que llevo a las primeras religiones a adorar aquello que les aseguraba el sustento diario, algo imaginario, que trasciende a la cultura. El dinero ya no es un tótem que se repite como adoración, el tótem es nuestro deseo, nuestras tarjetas, nosotros mismos resumidos en un número bancario; el poder es su propio dios, independientemente de quién lo ejerza, un dios inmaterial; el individuo se escapa de su realidad, se venera en conjunto (fama) y se justifica con la forma de una divinidad; el emblema de una fe.


El capitalismo le hace la guerra a nuestro planeta, a la vida. Para eso necesita de una desconexión con la madre tierra. El explotador, quien depreda nuestros recursos, necesita sentirse ajeno a este mundo, tener esos órganos, que le hacen parte de su ecosistema, desensibilizados. La inconmensurabilidad de los océanos, la excelsa presentación de la tierra, la nobleza de los animales, no son importantes para el extractivismo, sólo son importantes para las conciencias que reconocen su total vinculación con las cosas; algo vital que nos hizo sobrevivir por más de 100 mil años. No es esta desconexión con la tierra la que nos dio la vida, quizás es digno preguntarse si ésta estuvo en algún tipo de florecimiento, y si este florecimiento sirvió y sirve de algo más que darle existencia a nuestros padres y a nuestros hijos. La conexión con esta tierra, con sus ciclos, con sus verdades, es el mayor legado que se trató de dejar ancestralmente, sin esto, todo conocimiento es vano.


Hay que creer lo contrario a lo que promete el capitalismo, este se basa en elucubraciones, en contratos, en mentiras, en fantasías. Por eso nos hartamos de las noticias, el noticiero es un nuevo género de fantasia. Ver sus hechos, lo que trata de ocultar, es la base de su lectura. ¿Existirá una reforma religiosa que la abstenga, un Martin Lutero con sus 95 tesis de cómo nuestra religión se ha convertido en la "gran ramera"? Mientras tanto el mundo vivirá en manos de ilusos que sigan viviendo a base de sueños y paranoias.


El sistema que nos domine debe ser atractivo, guapo, joven, dinámico, todo sapiente, todopoderoso, siempre naciente. Debe tener sus propias sabidurías, su intelectualidad, sus santos, sus liturgias, sus milagros. Es en esta magia donde se nos embelesa. La magia, la eficiencia del mercado es el opio de los pueblos.


Para evitar la destrucción del mundo es de vital importancia volver a entenderlo, volver a sentirlo, alejarse figurativamente de las ciudades, de los dispositivos. No es ésta una conexión con otra abstracción, con una naturaleza idílica, que imaginamos en algún lugar al que quizás jamás podremos llegar (Budismo), es una conexión con la naturaleza de ahora mismo, con el sentir total de las cosas artificiales y naturales que interpretemos en el momento, un acompañamiento en una corriente que nos va transportando, sea natural o no; para entenderla, negarla o aceptarla. Volver a estar en sincronía con una realidad que nos acompañó desde hace milenios, una realidad que fue desmentida y que debe ser traída de vuelta con estas nuevas experiencias. Un dios pagano que debe volver a ser nuestro dios, nuestra razón, nuestro entendimiento, nuestro sentir, nuestra evolución.

¿Qué sería de las personas que vuelvan a sentir así el planeta? ¿Si por cada vez que contaminen la tierra contaminen, a la vez, su casa, su espíritu? Si sintieran en lo externo su verdad, su necesidad respondería a otra necesidad, la felicidad respondería a otra felicidad. Dejar a un lado la fantasía, aunque se juegue como adultos, puede que sea un requisito para nuestra sobrevivencia

El fantasma de lo que sucederá

 


Después del mayo francés la corriente política cambió por completo: el pueblo notó una forma de ejercer poder y sus consecuencias, sean quienes sean los que las proponen. La lucha se desarrolla ahora desde el anonimato, así debe serlo. Algunos lanzan señales como faros de identidad para tratar de sobrellevar una existencia afectada por diversidad de contingencias, lo que tienen en común es poner a prueba la teoría del bosque oscuro, o corregir los posibles errores que, filosóficamente, como resistencia, estén cometiendo en sus vidas. La respuesta es el silencio. Lo saben. Así debe ser, es la mejor de las opciones. El anonimato se ha vuelto el caballo de batalla de las personas de bien, ellos son los más fuertes intelectualmente, ejerciendo lo correcto de manera íntegra, sin presiones ni pretensiones; existe un grupo, una comunidad, una legión, dispuesta a conquistar el mundo, a no dejarse dominar por todo aquello que vaya en contra del bien humano. Este bien no esta escrito, muta con la historia, con los acontecimientos, con las capacidades tecnológicas propias de boicotear el sistema para la restitución humana.

La comunidad es anónima, pero no tiene nada que ocultar. Se manifiesta en esta nada una esperanza, un acontecer, una empatía, un regreso a la tribu que pertenecemos todos. Se trata de la redención, reparación y sanación de todas las cosas. Un perdón. Una lucha abierta contra el mal y una admiración ferviente por lo justo. Es anónima por amor a los suyos, por lealtad familiar, por amistad. Servir a nuestra comunidad puede que sea lo más ético que podemos intentar desde la lejanía de estos corazones. Si las personas no toman las riendas por sus destinos y los destinos de sus hijos, el mundo entero les dominará.

El dinero, los recursos antinaturales se han robado nuestra capacidad de mantenernos sanos, justos, abiertos. Allí donde el dinero más penetra es donde más se separa entre sí; encontramos finales de capital aislados que siguen un posible único camino fácilmente rastreable, sin tener que usar el espionaje que usa el Estado contra nosotros. Entre estos finales habitan todavía seres humanos que sobrevivieron a las eras imperialistas, precapitalistas o poscapitalistas. Encontramos en estas comunidades lo más cercano al “Ethos Sustancial”, navegando por realidades que tratamos de comprender desde perspectivas capitalistas; negocio o no negocio, códigos binarios que poco describen conciencias que apenas se pueden apreciar dada su conexión intima con el mundo. Entre estas raíces no hay suelo firme, al menos no del todo, es una realidad que escapa a la sensación de seguridad de la que muchos están acostumbrados, y nos acerca a una sensación de seguridad de la que no estamos familiarizados.

Formamos parte de esta inestabilidad, por eso el anonimato. Ya no se entiende este mundo, de ahí que devenga hostil. Se pierde el gusto por vivir y se prefiere vivir ausente, ausente del trabajo, en la sala de clases, ausente en la familia, ausente de la carnosidad que alguna vez nos antecedió. La ausencia se volvió un arma de sobrevivencia. El mundo ya no se conquista, no hay nada que dominar, no hay nada que controlar, nos transformamos en sombras y espejismos que el nihilismo remató con un contingente de acontecimientos que nos sobrevinieron como especie; una especie luchando como especie, una especie matando a su especie ...por ello el anonimato… Los que se presentan a escribir sobre esta era no son más que bufones que relatan una comedia con un aparente final feliz. Ignoramos este final. Pero aún existe la imaginación, el color, las luces y los contrastes. Aún existe una conexión con algo que desconocemos. 

En algún lugar de todo esto se encuentra un chiste.

Al no ser nada se puede ser todo. Es de perogrullo. El disimulo y el peligro se transformaron en condiciones de la unidad para la bondad, no por el hecho de hacer daño, sino para ahuyentar a los demonios que noche a noche vienen a acechar los corazones de quienes se les impusieron las normas sin dictárselas, de los bautizados sin razón, de los que están expuestos en las tinieblas de su presente. Lo único que podemos conquistar es un anonimato activo, los demonios no saben encontrarlo.

Los poderes necesitan más que nunca de nuestra participación, de nuestra voz, de nuestro voto, de nuestra palabra, de nuestro entusiasmo, de nuestra energía, de nuestra movilización total. La potencia de abstención será clave en esta lucha, la mejor abstención la tiene quién no tiene nombre, la mejor ejecución la tiene la bondad anónima. La justificación total de la maldad se manifiesta por la consecución de aquello que nos ganamos, de aquello por lo que luchamos; si se le llama bien, terminará por convertirse en mal, su legitimidad es usada. No se intenta que del proletariado salga una clase privilegiada, que se aproveche para dominar a sus pares, se trata de que la voluntad del mal se aprovechará de aquello que el bien conquistó. Esto lo debe tener claro la comunidad, la ciudadanía. No va de entender a unos cuantos, se trata de entenderlos a todos.

Esta ausencia es solo un punto de partida, es la presentación de un sistema complejo que está recién explicándose. La ausencia, el ausentismo involucra permanecer entendiendo el desastre que provocamos con nuestra presencia, a niveles éticos, ecológicos, simbólicos, no podemos rehuir. Donde nos ausentemos dejaremos huella, es esta huella el fantasma al que los poderes dominaran. Es esta huella la muestra de laboratorio a analizar.

Un fantasma está recorriendo Europa y todos los rincones de la tierra, el fantasma de la capacidad del individuo libre por provocar todo lo imaginario y todo lo real. Una explosión que se llevará todo, que no tendrá un centro fijo, terrorismo puro desde la bondad, desde la ética en contra de todo lo que pretenda dominarnos. Se trata de traicionar la ciudadanía para luego reinterpretarla, traicionar la libertad para poder redefinirla. Esto volverá a hacernos personas libres que por lo menos definan aquello que hacen y que buscan.

Dejar la generación de los niños involucra traicionar la niñez para conquistar los símbolos nuevamente, para volver a escribir fantasías y epopeyas; encontrar nuestros traumas, nuestras sombras, desde el ataque despiadado que nos hace el mercado. Ser actores de una mala trama desde dentro, reconocer la falta de talento, la falta de inteligencia, la falta de astucia, la falta de estrategia, por estar ya metidos con el fango hasta el cuello. Luego, perdonarnos, redimirnos, resignificarnos. Los que atacan desde fuera morirán rápido, serán identificados y neutralizados. La bondad nace en el corazón de la maldad, en el abismo mismo del averno, en la última decisión, en la última cena. Ser, como dijo Zaratustra, águilas capaces de mirar desde las alturas la más honda de las profundidades. 

Quien pierde el anonimato para hacer el llamamiento no es ningún héroe, es un tonto, lucha con un pie en la periferia. Debe tener cuidado en no acartonarse en identidades. Es un escritor a veces. Dado que el mundo es cambio esta lucha no puede ser fija. Mirar la nada es entonces siempre el comienzo de una red de acontecimientos que se enlazan para volver a ser nada. Una revolución de paso es la cadena que hará más daño a cualquier intento imperialista, una revolución anónima, sin nombres, compleja desde cada instante, para los instantes que dure, luego morir. Una historia triste como siempre si se le romantiza. Podemos ser románticos, podemos ser humanos, podemos volver a sentir. Lo bello nacerá de la normalidad, de su corazón, desde ahí perdurará la resistencia, lo nuevo, la historia de una cualidad ante el todo.  

La resistencia para el perdón de lo que nunca fuimos, para la esperanza sobre lo que nos quieren hacer ser, es la única posible respuesta a una forma maquínica que trata de leer instintos, estadísticas, características. El resto será confiar en el hermano. Terminaremos por hacer filosofía, por ser filosofía.



¿Conviene expresarse?

 




Ir de corazón hacia la naturaleza en toda su singularidad y caminar con ella laboriosa y confiadamente, sin tener otros pensamientos que cómo penetrar mejor en su comprensión, y recordar siempre su instrucción, sin rechazar nada, creyendo que todas las cosas son buenas y justas y regocijándose siempre en la verdad. Entonces cuando sus memorias estén almacenadas y su imaginación alimentada y sus manos firmes, déjala que te lleve al escarlata y al oro, da reinos a su fantasía y muestra para qué fueron hechas nuestras manos. 

Jhon Ruskin. 

Es necesario reconocer que a dios mismo no le interesaría nuestro arte, ni el más bello. No habría otro interés en este caso que el que tiene un padre por sus hijos. Ética hereditaria, altruismo genético, gen egoísta (Adela Cortina). La comunicación sería totalmente asimétrica y directa, por potencia, aunque bajo nuestros términos, lo cual ha sido profundamente sospechoso para los críticos de una revelación. Hay otro tipo de comunicación, subjetiva, que relatan libros ecuménicos, representa cierta conexión con algo que trasciende la belleza artística, sus convenciones, no puede ser relatada, aunque lo intenta. Lo que es por naturaleza, no tiene que bajar o ascender (Tomás de Aquino), ya está y eso es todo, abre pupilas, destapa oídos, luego desaparece. En este sentido cualquier libro sagrado, teleológicamente, es muy humano, hasta los abismos de la santidad. La santidad es abismal como dios mismo, no se puede concebir a un dios siempre arriba, hay un dios en las sombras, hay un dios en los vicios, aunque no sea parte de ellos, sino éstos partes de aquél.


Cuando hablamos de humanidad, hablamos de una forma en la que imaginariamente se planteó una esencia, la que, al parecer, sólo es capaz de revelar el arte, sea lo que sea que esto signifique. El arte tiene la libertad de definir nuestra humanidad. La esencia de lo humano pende sobre los hombros de Atlas, que fue condenado a sostener los cielos por su propia voluntad para terminar mirando la cara de la gorgona Medusa, transformándose así en la cadena montañosa homónima al norte de África. Esto lo dicen los mitos, lo dice el arte, en combinación con cierto residuo de hechos que son los que lo materializan ante un receptor nunca objetivo. Los muertos son los fieles a nuestra esencia, y sobre ellos las piedras, el resto es temor a un potencial, a hombros cansados de por vida. La potencia está íntimamente ligada a una línea fina que separa lo que los hombres llamaron bueno. 

Como espectadores estamos totalmente influenciados por lo que el artista se anima a mostrar, por lo que el artista se anima refrescar, por la voluntad del artista, que un día cualquiera deja de callar. La filosofía del arte no debería importarle mucho al artista, este realiza su pasión en un ámbito entre veces, muy distinto a lo técnico. La razón para ejecutar es encontrarse reflejado en un símbolo desnivelado consigo, y por ello nunca terminado. La vida del artista es infeliz, comienza una labor para encontrarse, y termina perdiéndose a sí mismo. Hay algo indestructible en él, a lo que nunca puede llegar. 

El arte de masas es una muestra de lo que el crítico puede analizar, por esto, allá donde el individuo menos tiene en común con el resto, encuentra un gusto estético propio, con muy pocos que entiendan su desarrollo. El arte se ha metido en diversas formas de observar la vida, incluso en la que se cree, por antonomasia, la verdad ultima para los poderosos: la Guerra (Sun Tzu). A pesar de que en muchos sentidos el arte “nos aparte de la realidad” (mundo de las ideas), en otros cuantos termina por ser una herramienta útil de batalla si se le logra acoplar con “la mayor de las necesidades”. El arte pasa a tomar de un nivel activo en la estética, un nivel pasivo en lo beligerante. Esto es peligroso. Para la mayoría de los hombres la guerra es el fin de la soledad. Para mí es la soledad infinita (Albert Camus). El libro del “Arte de la Guerra” significaba en último término que la guerra es mental, si los hombres pueden inventar la guerra, también pueden y deben inventar la paz. 

Entender el arte es comprender la sociedad de la que se surgió (Marx), hacer arte es entenderse a uno mismo. Esto no quiere decir que hacer arte debe ser un ejercicio en donde no se busque más cómplices que el yo propio, lo que es una definición, pero también es arte aquello que comenzó por hacerse individualmente mientras el resto de la tribu se iba uniendo a una buena idea. Arte es captar las necesidades de los demás, arte es hacerles ver lo que sabían, pero no conocían. Arte es una unión y su antónimo. No es una definición prefigurada, generalmente rompe estos esquemas y crea otros, al definirle sólo se le añaden nuevas aristas, nada le resta. Es una posición ante la incomodidad o desde ella. Es un actuar sin herramientas, o con las pocas que quedan. 

El arte como no, como forma de manifestación religiosa, entró en la política. Para Platón, el arte como imitación no era bueno para la gente (¿y para el artista?), dado que alteraba la moral, por ser una copia de la realidad. Aunque el arte terminara en nuestros tiempos, por pertenecernos a todos como estrato liviano, sin mucho peso, bajo en calorías. Sin hombros cansados, ni pilares esenciales, descansado sobre rocas muertas, montañas elevadas de la tierra interactuando con el viento. Se entiende entonces que hace décadas el arte cueste millones de dólares, el humano paga más por aquello que no le pertenece. La propiedad es un robo (Proudhon). En este siglo el arte es la propiedad privada, el medio de producción y de explotación.

Estremecedoramente los humanos han tratado de inmortalizarse, como género, como raza, como secta, como escuela, como corriente, como clase social, como un todo. Aprender de uno mismo es aprender de un tonto (Sir Joshua Reynolds). Es el romanticismo lo que trajo la diferencia entre lo bello y lo sublime. Lo bello es impuesto, es una congregación; permanece como un gusto cultural terriblemente marcado desde que nacemos. ¿El destino? El destino es una forma cultural. Lo sublime se presenta como religioso, la visión de Pablo, aunque no liberada hasta el iluminismo. El arte tiene mucho del ego y la sabiduría que a través de él extraemos. Quiere terminar por contar algo muy personal, una destreza, una genialidad, una incapacidad, un poderío; es una manera de exponerse para bien o para mal. 


¿La máquina tiene ego? De esta pregunta depende qué tan bien se puede hacer arte desde un dispositivo que como humanidad creáramos. Puede que continúe con este legado: el identificarse como una ilustración que, por azares de la vida, sobrevivió (Walter Benjamin), al igual que las personas. En algún momento de la historia necesitábamos este corazón. ¿habrá otros corazones por descubrir? Es una pregunta temible. Lo importante es reconocer la alta probabilidad de que lo que alguna vez se trató de decir nunca se dirá; serán otras las interpretaciones, prestarán un servicio, servirán para otras cosas; la máquina será la gorgona que nos paralice.      

Bertort Brecht dedujo que el teatro debe ejercer sus fantasías usando todas las fuerzas que tenga disponibles para crear la realidad a martillazos (teatro épico), como quien forja con las herramientas que tiene para seguir ayudando a quienes estime conveniente. Esto les ha dado fuerza a muchos bandos (Theodor Adorno). Como buena trinchera ególatra, crear obras artísticas es una fuente de resistencia (Gramsci). Lo imaginario es el arma de este siglo. El arte es una forma de memoria, es un recurso recurrente de la historia. La mayor de nuestras verdades se reduce a cualquier instante. No ha nacido ningún artista, en el peor de los casos ha nacido el mejor de nuestros críticos.

Lo real e imaginario

 






Se cree que hace muchas décadas el individuo perdió su contacto con lo primitivo, con el primigenio toque que le brindaba una perspectiva sin igual con la verdad, con lo real, ausentándose tanto de si mismo que no existían desviaciones, así como el lugar simbólico o el principio de razón. El uno y el sujeto eran lo mismo, todo era parte de todo, y los números no existían. Era tan real como un cuento de niños. El viaje concreto de la razón es insuficiente, por lo tanto, no existe una lógica que una lo exterior con lo interior, aunque esta lógica sea parte de un todo; y así como parte de un todo, parte de lo que separa de la verdad que lo es todo. Entonces, el positivismo llegó para pasearse por los confines de la verdad, lejos, muy lejos, tratando de acercase a un centro o alguna estrella que le diga que iba por buen camino, pero el fenómeno no podía ni puede ser siempre relatado; montañas de libros e información le anteceden para si quiera tratar de abarcar todo lo que ocurre, el peso inconmensurable del infinito lleva por su propio peso a una desviación directriz del vector que se trató de formar quizás, desde el humanismo, aunque éstas no hayan sido palabras perdidas, sino que formarían parte de una riqueza que sólo es una muestra de lo que nos perdemos a cada segundo. Espero no pecar de economicista en mi planteamiento. Supongo que no hay muchas otras lógicas para organismos virales como nosotros.

El concepto de número es importantísimo para Husserl porque representa el fenómeno, en griego aparición, que se presenta en extremos casi religiosos. El numero es una perfección, un recuerdo, un eterno que a veces, existe, una perfecta esencia y a la vez, una ausencia. El número es eterno porque es par, y un único por ser impar. Una cosa tan real como irreal a la vez.
Que una persona conozca el fenómeno en sí terminaría por matarla, el fenómeno es tan letal como maravilloso, pero no me refiero con morir a una muerte física, sino a la “muerte verdadera”, el Hades verdadero, aquél punto de inflexión en donde desconocemos qué cambio real ocurrirá, y no al cual se cree como mera cesión de energía. Porque lo que se construye como imagen propia solamente es una convención, una forma que tiene la mente de significar las cosas a través de lo inmediato que se le presenta. Es por tanto la “muerte del yo”, la verdadera muerte, pero, tal vez, un tipo de acercamiento a la verdad. ¿Mas esto valdrá la pena? Si no somos nosotros quienes conocemos, quién. El caos fue el primero de todos los dioses (Hesiodo). El Parnaso se convirtió en morada de los dioses, porque quizás nuestra especie, dentro de sus mentes gráficas, delimitó las cimas como la derivada desde donde la vergüenza de nuestro propio peso debía caer. O permanecer quieta. Inclinación cero. Malo es ser justo si el injusto debe tener la preeminencia del conflicto jurídico (Hesiodo). El hombre ordinario debe defenderse de dos extremos. Ningún hombre sabe ser feliz (Solon). Entonces el proceso inverso, la antiderivada, es encontrar la función inconsciente de las debilidades ante el fenómeno, lo que hizo que creáramos esos dioses y no otros.
¡A las cosas mismas¡, donde por “cosas” se entienden los objetos mentales (Brentano). Morir no es el peor de los males, sino desear morir y no tener acceso a esto. Seria necesario llorar cuando uno nace, por todos los dolores a los que se sale al encuentro, y reir cuando uno muere, porque se libera de los sufrimientos. ¡Ojala no haya afanes debajo de la tierra! (Euripides). Optima cosa es la medida.
El tigre debe ser todos los días un tigre, no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, mientras que el hombre por su condición, vive en riesgo permanente de deshumanizarse (Ortega y Gasset). Según Cratilo, no es que no podamos sumergirnos dos veces en el mismo rio, sino que no podemos hacerlo siquiera una vez. Es esta la importancia de la estructura psicológica que forma nuestra percepción del mund
¿Cómo podemos encontrar la verdad en el devenir de los ciclos? Supongo que eso no importa. El aprendizaje en el tiempo para el individuo es tal vez mantener lo que desde un principio se tuvo
Lo interesante de construir el espectáculo individual es que el espectador no tiene opciones de recibir la fortaleza. El espectáculo perfecto se materializó como una especie de jardín del Edén. Salvo que está vez todos los frutos están podridos.
La esquizofrenia y la paranoia se relacionan en cuanto a la función sujeto-sujeto. Pero esta distinción se difumina en las lejanías del tiempo entre la relación sujeto-objeto. Es decir, esta búsqueda intensiva de las disciplinas empíricas ¿no responde a cierto tipo paranoide? y si no, ¿a qué responde? Otra cosa es discutir si está respuesta es pura en cuanto a sujeto-objeto, y no una relación de sujeto-a-posibles-sujetos, que de tanto relacionarse no se vuelven más que simplemente objetos.
La respuesta enferma se manifiesta, por un lado como enfermedad funcional, mientras que por otro como funcionalismo enfermo.

El ser humano no es bueno por naturaleza

 


La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América del Norte:



Hace poco, fui a una muy recomendable expo sobre los suburbios de clase media alta

de EEUU, especialmente centrada en los años 50. Vamos, fantasía estética y Guerra

Fría. De aquí nace la semilla de este artículo donde veremos, desde un prisma de filo

política roussoniano, la declaración de la Independencia de Estados Unidos, pero

como siempre intento de forma diver y sin formalismos innecesarios. Me encanta cuando

salgo a buscar algo de entretenimiento cultural y me doy de boca, casi de forma azarosa, con

una idea para desarrollar un escrito.


Yo me imagino a los primeros colonos soñando con una casa y un trozo de tierra, cuando

cruzaron el Atlántico en el Mayflower. Queriendo colonizar un Nuevo Mundo, pero este

mundo necesita, igual que todos, unas reglas de conducta, unos preceptos morales, y por

ende, unas reglas del juego políticas y es aquí donde nos topamos/estrellamos con la

Declaración de la Independencia de los EEUU y su relación con la filosofía

política de Rousseau.


De entrada, cuando pensamos en Rousseau, o por lo menos a mí, me viene su mítica

sentencia de culto “El hombre es bueno por naturaleza” máxima que, personalmente,

me genera sentimientos encontrados, por decirlo suavemente, especialmente hablando de la

sociedad estadounidense. Por ello vamos a hacer “zoom in” en el contexto histórico de dicha

declaración para entender en profundidad sus potentes lazos con la filosofía contractual del

filósofo.


La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América del Norte

(¡toma título!), fue redactada por Jefferson, con potentes influencias de Rousseau, en la

línea de la filosofía del derecho natural (luego volveremos sin falta a este concepto). Fue

firmada entre el 2 y el 4 de julio de 1776 por 56 miembros del Congreso Continental

reunidos en Filadelfia desde el año anterior. Vamos, que se lo pensaron un rato largo, no la

 redactaron y firmaron en una semanita tonta de subidón inspiracional. No fue un “sugar rash” 

más bien una carne mechada en salsa cocinada a baja temperatura y por largo tiempo.

La declaración expresaba las penalidades y penurias sufridas por las colonias bajo el

gobierno de la malvada Corona británica y declaraba las colonias estados libres

e independientes. Este deseo de libertad no viene de la nada, sino que la proclamación de la

independencia fue en realidad un vaso colmado de gotas que había comenzado como protesta

contra las restricciones impuestas por la metrópoli al comercio colonial, las manufacturas y la

autonomía política. Las colonias estaban amargadas por el control colonial ello desembocó a

un desagüe en forma de una lucha revolucionaria que dio vía libre a la creación de una

nueva nación.


El 7 de junio de 1776 Richard Henry Lee, en nombre de los delegados de Virginia en el

Congreso Continental, propuso la disolución de los vínculos que unían a las colonias con Gran

Bretaña. Esto, va muy en serio amigas. Esta propuesta fue secundada por John Adams de

Massachusetts, la resolución se aprobó el 2 de Julio.

Mientras tanto, para no perder ni un segundo de la futura libertad, un comité (designado el 11

de junio) formado por los delegados y casi estrellas del rock de EEUU: Thomas Jefferson,

Benjamin Franklin, John Adams, Roger Sherman y Robert R. Livingston, estaba

preparando una declaración acorde a la resolución de Lee. El 4 de julio fue presentado al

Congreso, que añadió algunas correcciones, suprimió apartados como el que

condenaba la esclavitud (me peta la cabeza: tanta libertad y tanta esclavitud), incorporó la

resolución de Lee y emitió todo ello como Declaración de Independencia. Como los

colonos estaban hasta el coño de tanta represión británica, fue aprobada por el voto

unánime de los delegados de doce colonias.


Empieza la marcha, ¡A bailar! Dicha declaración tiene visibles similitudes con el pacto

fundamental de Rousseau.

Tal y como defiende el pensador el pacto social, que es en este caso el pacto de la

 Declaración de la Independencia, es un pacto hacia la comunidad proferido por todos los

 individuos. El documento defiende el derecho a la insurrección de los pueblos sometidos a

 gobiernos tiránicos en defensa de sus inherentes derechos a la vida, la libertad, la búsqueda

 de la felicidad y la igualdad política. ¿No es precioso sobre el papel? Os pido perdón de

antemano por las arcadas que pueda suscitar tanta incoherencia y contradicción...


Pero hemos venido a pasarlo bien y, como dice mi padre, a nadie le amarga un dulce. Así que

vamos a salsear un poco y explicitar que en la declaración se escupe veneno con ganas contra

el rey Jorge III y su Gobierno. En verdad, dicha ponzoña ocupa la mayor parte del documento.

Pero también se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito

anteriormente: todos los hombres han sido creados iguales (¿Y los esclavos?). Y estos

hombres recibieron de su Creador (alarma: Dios entra en escena) ciertos derechos

inalienables. Entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así,

para asegurar esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose

sus justos poderes del consentimiento de los gobernados. De tal manera que si cualquier

forma de gobierno se hace destructiva para esos fines, es un derecho del pueblo

alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales

principios, y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su

seguridad y felicidad.

Es decir, que por gracia divina todas somos iguales y tenemos el derecho a ser

felices y estar seguras, y de ahí emana un gobierno que se encarga de esta

tarea, pero si no lo hace bien, a tomar por culo y se crea otro mejor.


La Declaración concluía así: Nosotros, representantes de los Estados Unidos de América,

reunidos en Congreso general, apelando al Juez Supremo del mundo (Jesusito de mi

vida que eres niño Pocoyo) por la rectitud de nuestras intenciones, en el nombre y por la

autoridad del buen pueblo de estas colonias, declaramos y publicamos solemnemente que

estas colonias unidas son y han de ser estados libres e independientes; que han sido rotos

todos los lazos con la Corona británica y que cualquier conexión política entre ellas y el estado

de Gran Bretaña es, y debe ser considerado, totalmente disuelto; y que, como estados libres e

independientes; tienen todo el poder para declarar la guerra, concluir la paz, concertar

alianzas, establecer lazos comerciales, y llevar a cabo cualquier otro acto que los estados

independientes pueden realizar. “Y, para apoyar esta declaración, con la firme

confianza en la protección de la Divina Providencia, nosotros empeñamos

nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor” ¡Cómo les gusta el puto

dinero y mezclarlo con la puta religión!


Relacionando, en concreto, esta última línea con la concepción política de Rosseau diré que

el filosofo concibe la política como orden/pauta que ha de estar asociada a la fuerza de la

comunidad.


Vemos en la declaración de la independencia tal y como defiende Rousseau que el orden

social es una convención, algo no natural.

Rousseau nos comenta que en el estado de naturaleza el hombre era un animal vago y

aburrido sin más ocupación que la satisfacción de sus necesidades biológicas para la

supervivencia. Una especie de oso perezoso apático. Como estábamos aburridas como ostras,

nos planteamos quehaceres más complejos pero para ello, necesitábamos la ayuda de otros

seres humanos.

Lo que sigue es la transformación de la sociedad a través del pacto social, el cual según

Rousseau debió ser así aproximadamente: “Cada uno de nosotros pone en común su

 voluntad, sus bienes, su fuerza y su persona bajo la dirección de la voluntad, y todos

nosotros recibimos en cuerpo a cada miembro como parte inalienable del todo”.

Insisto, que preciosura de idea sobre el papel.


Al instante, casi por arte de magia, se produce un cuerpo moral y colectivo, cual panal de

abeja con un gobierno de reinas, compuesto de tantos miembros como voces tiene la

asamblea, y al que el yo común le da la unidad formal, vida y voluntad. Rousseau va a

establecer, de este modo simultáneamente, la soberanía popular y la libertad individual.

Porque, al hacer el contrato con la comunidad, cada individuo está realizando también un

contrato consigo mismo, en tanto que, al obedecer a la voluntad general, está siguiendo su

propia voluntad (lo siento, pero no me lo creo). Como hemos visto en la declaración redactada

por Jefferson los Estados libres e independientes tienen todo el poder para: la guerra, la paz,

el importante comercio, y todo lo demás que les dé la gana realizar, incluida la esclavitud, ¿no?

El programa del Contrato Social se basa en el establecimiento de una forma de asociación

mediante la cual cada uno, se une al todo, cada individuo se une a todos los

diferentes EEUU creando un estado en comunión. Me desorino, pensando sobre todo

en las diferentes leyes actuales según el estado, en algunos estados los primos se pueden

casar y en otros es incesto, ¿imagínate hacer un “road trip” de primos casados en dicha

tesitura? Las risas, bordeando fronteras para no ser detenidas… jajajjaj


Para ir acabando, el pacto de Rousseau crea la voluntad general que ni es arbitraria ni se

confunde con las con la suma de las voluntades egoístas de las voluntades individuales de los

particulares. Entonces, aparece el concepto de soberanía, el soberano es la voluntad

general, la cual es inalienable, no se delega, el gobierno no es sino un ejecutor de la ley que

emana de la voluntad general, y puede ser siempre substituido, demasiado hippie hasta

para mí. Como vemos estas ideas tan bonitas quedan muy lejos de la sociedad

actual de los EEUU, sobre considerando que el desastre de la 2ª enmierda,

perdón, enmienda: propuesta en el 1791, protege el derecho del pueblo a poseer,

portar y utilizar armas en determinadas ocasiones. Teniendo en cuenta que la

declaración vio la luz dos años antes de que muriera el filósofo, me gustaría saber qué nos diría

hoy si se levantara de la tumba cual zombie buscando venganza por maltratar su teoría a

muchos niveles.