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Comala por dónde sea


 



Para poder ser pleno como ciudadano apolítico, primero se debe asumir que no es posible ignorar una posición desde donde se pueda ser absolutamente neutral, entendiendo que primero se está inmerso en una sociedad catalogante desde prismas que se han vuelto infinitos. Eres hombre, eres mujer, latino, trabajadora, madre, padre; pertenecemos a la política, con ciertas libertades si somos valientes, pero pertenecemos a nuestro catálogo. Eres mal padre, trabajas mediocremente, no terminaste tus estudios, eres el mejor en tu empresa, no importan las causas, solamente nos enfocaremos, como sociedad, en los efectos. Esto termina por mover ciertos escenarios que los tableros de las eventualidades sociales manejan por inercia, dado que el bien se ha transformado en una inercia, mientras que el mal en potencia que ramifica sus raíces en la completa destrucción de lo que toca por su extremadamente abundante fertilidad.

La eventualidad social es el movimiento que se descubre en el tablero de los hechos de acuerdo a estas características: el mal encuentra su camino por la mínima acción, mientras que el bien identificado es copiado industrialmente para que pierda su artesanado, la producción del bien torna en alienación y nunca se sabe en qué momento se está ejerciendo. Si eres abogado es muy probable que se busque con más ahínco a quién te asesina. Si eres una jovencita puede que tengas mas oportunidades laborales para cargos mejor pagados, con cierto acoso locuaz, ligero, sobre todo en sociedades modernas, que se escabullen por el buen gusto y los momentos del tiempo. Si no tienes estudios es mas probable que convivas con la violencia, con la amenaza, y con sustancias que estén diseñadas para hacer ricos a otros; que se usufructúe de tus imposibilidades. La eventualidad social se aprovecha de cada uno de los errores individuales, para ofrecer soluciones generales, politizadas, vinculadas con el ejercicio del mal, e integrar movimientos complejos y subconscientes de la ciudad, del estado, de las instituciones. Es una concepción paranoide de la realidad, claro está, en el sentido en el que se piensa que las cosas y los hechos se ordenan en el exterior para influir en nuestras vidas. Entendiendo que, las enfermedades mentales, son también, enfoques ricos en reproducciones de la realidad. La locura es política y debe ser usada en consecuencia.

El hombre de nuestro tiempo debe ser fuerte, la mujer de nuestro tiempo debe ser fuerte, todo dependiendo de su posición social. Y es así como también debe ser débil. Éstas no son formas optativas, son condiciones para vivir en un recuadro especifico de esta sociedad, condiciones para vivir en su oscuridad, en las penumbras, que va renovando continuamente como producciones cinematográficas, artísticamente, alternando sus manipulaciones en el recuadro 25. Ergo, ¿Cuál es el grito de libertad de nuestro tiempo? Deberíamos atender la dialéctica de la libertad absoluta y del terror absoluto de Hegel para considerar esta pregunta, deberíamos dejar de preocuparnos tanto por nosotros mismos, y vivir la vida rebeldemente, es decir, revolucionariamente, es decir, violentamente. Agresivamente en contra del mal que debería tener alguna llave de identificación. Es asombroso cómo la violencia a asumido nuevas definiciones para nuevas debilidades, para nuevas oportunidades mercantiles. O, deberíamos vivir, como dice Maquiavelo, tratando de manipular cuando se pueda lo manipulable, todo para nuestro propio beneficio y olvidarnos del posible desplazamiento de nuestro ser en la rueda de la fortuna. Quizás, deberíamos ser historiadores comprometidos socialmente, que estudian una minoría asumiendo y divulgando los riesgos y las injusticias que sufren por ética profesional. Puede que esto no sea una forma realmente científica de ver la historia, pero quién querría ciencia ante el sufrimiento, quién quiere ratas frente a lo que está claro que no queremos que ocurra.

Todo esto es de perogrullo dada la saturación en la que estamos inmersos. Hay un quiste, un pus, por exceso, que intenta sanarse en un sistema que se adapta a lo que creemos un cuerpo, pero no llega, dado que no sigue las leyes genéticas que cuidan el cuerpo. Puede que la salud sea un concepto meramente biológico que demuestre lo infinitamente alejado que están nuestras posibilidades sociales, democráticas económicas y políticas, de una simple acción curativa. Solo queda simular como individuos que lo que atendemos es importante y lo que nos pasa importa, pero esto no es así; desde el punto de vista del ciudadano apolitico, es una necedad. Pero, si todo en política es una simulación, ¿No conviene ser parte del juego? ¿Hasta qué punto? El mundo se acelera.

Hace cientos de años que se había planteado el problema del movimiento mas optimo. Esto es, según el sabio griego Heron de Alejandria, la forma en que la luz se propaga. Pierre de Fermat demostró la ley de Snell, luego Isaac Newton descubrió el mismo movimiento extraño al cambiar la luz de medio, para luego descubrir que no es que buscara necesariamente el camino más corto, sino el camino en donde se llegaba antes, la mayor velocidad. Con esto comenzó el concepto de mínima acción, una cualidad fundacional que sugería que las partículas buscaban en su trayectoria el camino en donde la acción sea la menor posible (Joseph-Louis Lagrange). El mal.

La importancia de hacer cosas nuevas es relevante para escapar de la industria, el problema es que la innovación comenzó a ser parte del producto. ¿Cómo reconocemos los nuevo? Cómo podemos decir: he aquí esto es nuevo (Eclesiastés). Ni la ética se puede dar. Es imposible notar lo bueno o lo malo en la memoria; mientras que si se puede también se destruyen las particularidades por saturación. Es tan imposible diferenciar lo justo e injusto, lo bueno o malo, como calcular la posición de una partícula. Pero se pueden encontrar nuevas combinaciones en las que las injusticias se logren definir. La labor intelectual de muchos grupos profesionales que quieren ejercer su profesión de una forma ética, es denunciar la injusticia y las combinaciones en las que se va dando la maldad en contra del débil, del que no tiene voz, del minusválido, de la minoría, del pobre, del ignorante. Como ya se mencionó, no se pueden identificar las bondades de ningún sector. ¿Responden estas ganas de salvar al mundo a un deseo sexual? Son, por tanto, comercializables.  

Se debe detener la corriente de la maldad deteniendo el tiempo que es un bien capitalista. El tiempo, según Immanuel Kant, es una intuición a priori, una condición de que nuestra mente exista. Debemos manejar nuestra propia condición, identificarla, sellarla en el sentido, inventar el acto de juntar diferentes representaciones y captar lo múltiple en ellas en una sola cognición. Crear una síntesis es la lenta labor filosófica de nuestra era. Identificar las causas para equilibrarlas con los efectos. El problema es que ya no se pueden identificar las causas, alejadas del mismo creador y de los intérpretes, el humano se transforma en fantasma, como en Comala. Nos queda esperar la guerra Cristera.

Pero el mal está en todas partes, el mal es infinito, por lo que no sabemos nombrarlo. Nombrar el mal es un privilegio absolutamente político, nombrar al mal es una tarea empresarial, nombrar al mal es un bien económico, nombrar al mal es un dogma religioso. Paraísos artificiales del consenso nos esperan, en donde nuevamente se demostrará lo ínfimo que es el ciudadano, lleno de historias pasadas, muerto, sin tiempo, hambriento.

El Yin Yang Lingüístico


 


La lengua es un sistema de diferencias. Si cada significante propone otra cosa ¿Cuándo realmente llegamos a la cosa? ¿Hay una cosa primordial o, exagerando, la sustancia de las sustancias? 

Cuando se trata de usar un signo para una sustancia el ser humano tiene problemas con respecto a lo que imagina pero desconoce. Lo desconoce porque no ha llegado a un consenso y no llegará en lo que se refiere a un signo, dado que un signo es demasiado opaco para iluminar; no es ni exacto ni preciso, entonces la sustancia se forma por una red de significados que pasan a ser un significante en el consenso, y se hace un poco más significante en cuanto más académicamente se haga. Entre más sabiduría, menos significante y más significado. Con el caso de la cosa es más problemático. Notamos el caso de la cosa para la cosa, es decir, un signo necesita otro signo para existir. Para este apalancamiento, ¿se debió necesariamente utilizar a la sustancia primariamente? ¿O hay una cosa para la cosa? No hay una relación directa entre el signo lingüístico y la realidad.

Esto quiere decir que el lenguaje es un sistema arbitrario de signos. Una arbitrariedad que involucra una historia directa e intima con la historia humana y su devenir, la arbitrariedad del poder. Es importante notar que la realidad y la historia no tienen por qué coincidir, dado que, como historia con una prehistoria siempre se le debe minimizar por convención. La historia es el medio por el cual se manifiesta nuestra libertad, la realidad es el ambiente donde se manifiesta este medio, supongo que esto resuelve algunos problemas políticos; donde esta historia se resuelve como mediación a la realidad, como antítesis, es que se debe inventar la política. Es por tanto la historia un requisito para el desarrollo de la lengua, esto es, ¿tienen los nativos montañeses una palabra fácil para océano? ¿Tienen las civilizaciones portuarias una palabra difícil para el mar? La historia forma una trama que maquina nuestro lenguaje, desde ahí comienzan a gobernarnos los muertos, los muertos desde la cultura, desde nuestras nociones de arte, desde las leyes que obedecemos, y los derechos que creemos tener porque nuestros ancestros o bien fueron amos o esclavos.  De todas formas, siempre el océano, el mar, tienen otros significados, otros recovecos, se encuentran entre el signo y la sustancia, divididos por el poema y la prosa, tan dioses como nuestras venas.

Como la lengua es historia, hace historia, hace filosofía, nace el estructuralismo. El lenguaje es una herramienta para la construcción de identidades individuales y colectivas. Por ello el lenguaje está vivo, muta, porque la historia muta con sus signos por otros signos, por otras historias tan violentas como las otras, es así como la sintaxis ha significado desde el mundo antiguo: orden de batalla. Que el lenguaje sea historia involucra que exista una historia de las matemáticas, una historia del arte, una historia de las ideologías de género, las que precisamente quieren cambiar el lenguaje, porque saben que cambiando el lenguaje cambian la historia. Tener el curso de la historia, no es otra cosa que demostrar la potencia de obrar, pero como su definición es la libertad, también la potencia de abstenerse de obrar, como, muy entre comillas, España en la segunda guerra. Cosa curiosa, la verdad se defiende sola, pero es que la verdad no es otra cosa que la realidad que los fuertes quieren escribir. Por lo que terminan negándola. La verdad es el papel donde los titanes quieren dejar sus huellas.

La conciencia es la presencia de Dios en el hombre (Víctor Hugo). Es sólo la conciencia la que es capaz de ver la cosa y la sustancia, de separarlas y de conocer qué tan alejada está la una de la otra, pero a la vez de unirlas y de especular el lenguaje, por lo que la única respuesta posible a la pregunta: ¿Existe el signo del signo? La respuesta es la conciencia. Pienso, luego existo. Pero es que este pensar es el hecho concéntrico por referencia, una forma de significar el Yo, la sobrevivencia, un actuar de poder que cambia la realidad, pero, para decirlo en términos hegelianos, que cambia la razón. La conciencia es la única evidencia de que existe el signo. ¿Pero, que la conciencia dude de la sustancia, implica que la conciencia sea una sustancia? La conciencia duda de sí misma, la conciencia duda de la sustancia en cuanto no la puede atrapar, bajo esta propiedad, la conciencia cumple este requisito. ¿Habrá otros?

Si existe algún conflicto entre el mundo natural y el moral, entre la realidad y la conciencia, la conciencia es la que debe llevar la razón (Henry F. Amiel). La conciencia lleva la razón, mas la realidad la tiene, como el vinicultor que extrae la uva para comenzar el proceso del vino, de lo báquico, del misterio, de las estructuras del conocimiento y de la cultura, para poder extraer el jugo de la fuerza, de la dominancia, del poder del Übermensch, para dominar el lápiz que escribe porque conoce las reglas de esta arquitectura. La conciencia inventa sus propias razones, ¿es sustancia, es signo, da a luz signos? Quizás sólo queda pensar que ni se crea ni se destruye.

La conciencia según el pensamiento oriental no cambia, es eterna, pero es adquirida en porciones parciales para el sujeto. Según la problemática, no siempre el sujeto es consciente, ni tampoco hay garantía que el sujeto en algún momento del tiempo, llegue a tener conciencia, por tanto, la conciencia puede no ser una característica del sujeto, puede que venga de otra parte, puede que entre en contacto en nuestra realidad pasando por el filtro del sujeto, para luego marcharse. Una especie de arista que entra fácilmente en el ámbito religioso, aunque en el budismo, que habla bastante de la conciencia, y que es catalogado como la religión atea por antonomasia, curiosamente, se marca como una conexión con lo que somos, mientras que el sujeto está atado a sus pensamientos, a sus emociones y a sus relatos, a la batalla entre realidad y razón. Prehistoria para historia, historia para prehistoria, susurrando los símbolos en todo momento. Como negándose a sí mismo, el sujeto llega a los extremos de su todo, radialmente, y si no es por sí, si es en sociedad, en constante cambio.

 “El problema central de la filosofía. Relación de la palabra con el objeto... ¿Qué es una palabra? Un signo arbitrario. Pero vivimos en las palabras. Nuestra realidad, entre palabras, no cosas. No existe cosa tal como una cosa, de cualquier modo; una Gestalt en la mente. Entidad... sensación de sustancia. Una ilusión. La palabra es más real que el objeto que representa. La palabra no representa la realidad. La palabra es la realidad. Para nosotros, de cualquier modo. Quizá Dios llegue a los objetos. No nosotros, sin embargo” (Philip Dick). Quizás por ello el sujeto tiene la ilusión que la conciencia se le va, porque la conciencia es una ilusión. Considera la posibilidad de que a Dios no le agradas. Puede que Dios nos odie tanto que su castigo, nuestra vida en la tierra, no sea más que un castigo mental, un castigo psicológico, estar sujetos a estas palabras como si fueran el mundo. Como si el lenguaje formara parte de la expiación y la condena, un medio artístico humano y divino, a través del cual podemos amasar nuestra lejanía con las cosas, y las palabras jugaran con esta polaridad de los signos que no acaban, ni se sabe de dónde viene.

Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda, habrá que esconderla de la conciencia (Simone Weil).