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Capitalismo y su espiritualidad

 

Un animal toca el corazón de una persona en el mundo del capital


La lógica de los activos es extraterrestre, sus razones no son de este mundo, vienen de un mundo extraño, de cofradía, místico, religioso, demasiado escalado en elucubraciones. Este planeta es más simple, está a la mano, es la lógica del capital la que desata fuerzas extraterrenas en las personas como si jamás hubiesen sido de esta tierra, como si ellas, por algún tipo de atracción, dejaran de lado su humanidad. El capitalismo es una religión continuada por otros medios, el dinero es un acto de fe, tiene ceremonias simbólicas representativas de una legitimidad que circulan procedentes de actos que nacieron en contra de una forma de mal, no cabe duda, aunque su forma es paranoide. Este mal está en todos lados, por ello, en todos lados debe inmiscuirse el mercado. El dinero es un exorcizador de demonios, que sana el hambre y el frio; ahuyentó el miedo que la no pertenencia de riquezas conllevaba, como algún tipo de símbolo sagrado impuesto en la frente para dejar de lado el lastre; pero lo hizo sólo momentáneamente, el peso de su carga, de su cruz, lo controlan los bancos, las multinacionales, a través del giro continuo de los ciclos que pretenden quitarle este karma, darle seguridad, dado que son ellos mismos los que proponen e imponen el cambio. Busca mover muchedumbres, como si éstas esperaran algún milagro, un poco de sanidad en el rejuvenecimiento constante del deseo. La juventud es salud, así lo dice cada comercial. Consumidores jóvenes es lo que esperan, jóvenes de espíritu. Para alcanzar el reino de los cielos hay que nacer de nuevo.


El capital es una promesa de paraíso, entiende nuestras oraciones, las atiende, eso es mucho para personas cada vez más olvidadas, incluso, cabalísticamente. "Ninguna de las cosas que más queremos en la vida es de naturaleza física". El mercado ignora la tierra, nuestro planeta, desprecia este presente, como si no fueramos de esta naturaleza, proponiendo que venimos de un paraíso. Por ello el empresario debe ser un simbolizador, que termine dominando estas fuerzas salvajes, satánicas; lo que es del mundo es malo; es el futuro el que importa, la gran ciudad que algún día terminaremos por construir. La gran Canaán. Satán sigue en contra de este paraíso del dinero, de esta abstracción, también Seleno, también Baco; el diablo es más realista, es un "no moriréis", mientras el mercado nos brinda el recordatorio de una muerte eterna. En algún momento el deseo perdió los conceptos, y acusó de malo al bueno y de bueno al malo. Esta es una razón probable del “ateísmo comunista”: no es que la falta de fe sea una forma de luchar contra la dominación, es que la fe, desde estas razones, terminó por idolatrarse.


Se cree, erróneamente, que vivimos en sociedades menos creyentes, más laicas, esto es solamente una puesta en escena, un espectáculo. Vivimos abstraídos, lejos de lo salvaje que es lo que nos pertenece, lejos de la forma que alguna vez nos hizo capaces. Tratando de ser quienes no somos, nos perdemos ante la presa fácil, ante la oferta rápida, de tal manera que impactamos algo que no importa (Diógenes de Sinope). La abstracción del dinero nos hace ridículos, solo hay que ver cómo estamos insertos en un deseo que ni siquiera manejamos, en una comparación eterna con algo fantasmal, lejano, perteneciente al génesis, al comercial, al reclame. ¿Qué dirían nuestros ancestros de esta forma de vida? No lo sé. Nietzsche habló del ultimo hombre, de este control entre humanos aborregados para que el mundo funcione y sirva, de esta falta de individualidad que padece cada uno para que algún tipo de institución sea legítima.


Somos, en estos momentos, un después de las instituciones, nacimos bajo su ejecución, bajo su yugo, siendo que ellas debieron ser ejecutadas, creadas y mejoradas por nosotros; somos copartícipes de un afán que nos salvo y que ya no existe, que nos protege de un peligro que desconocemos. No es que Dios haya muerto, no es que el hombre se haga el centro; hoy ya el hombre ni siquiera puede ser su propio dios.


Hay un sesgo, creer que la gente de dinero es materialista. No hay nada mas inmaterial que el dinero, que funcione con tal habilidad en cada estambre del poder, sólo demuestra su calidad irreal. Por ello la poca evolución de nuestra sociedad en cuánto y en tanto somos responsables de nuestro propio bienestar, encargados de ser felices como un bien máximo, pero sin las herramientas materiales para esto. Poseemos herramientas que no existen, promesas, cuentos, impresos en un papel del tamaño de un bolsillo.


¡El bien máximo debería ser material! ¡Es un pecado que puede que tengamos que reconocer, es un pecado que nos enseñó el dinero!

Mas este bien máximo no puede ser pecaminoso. 


Con una moneda estamos seguros de ir a un lugar y obtener lo que sea que vendan, estamos seguros de una transacción confirmada por repeticiones, con un sistema de razonamiento que David Hume llamó: Inferencia Inductiva. Es esta duda, está falta de certezas, un hilo que usará el titiritero de todas maneras, aunque sea mera filosofía, eso no importa. Pertenece a la misma lógica que llevo a las primeras religiones a adorar aquello que les aseguraba el sustento diario, algo imaginario, que trasciende a la cultura. El dinero ya no es un tótem que se repite como adoración, el tótem es nuestro deseo, nuestras tarjetas, nosotros mismos resumidos en un número bancario; el poder es su propio dios, independientemente de quién lo ejerza, un dios inmaterial; el individuo se escapa de su realidad, se venera en conjunto (fama) y se justifica con la forma de una divinidad; el emblema de una fe.


El capitalismo le hace la guerra a nuestro planeta, a la vida. Para eso necesita de una desconexión con la madre tierra. El explotador, quien depreda nuestros recursos, necesita sentirse ajeno a este mundo, tener esos órganos, que le hacen parte de su ecosistema, desensibilizados. La inconmensurabilidad de los océanos, la excelsa presentación de la tierra, la nobleza de los animales, no son importantes para el extractivismo, sólo son importantes para las conciencias que reconocen su total vinculación con las cosas; algo vital que nos hizo sobrevivir por más de 100 mil años. No es esta desconexión con la tierra la que nos dio la vida, quizás es digno preguntarse si ésta estuvo en algún tipo de florecimiento, y si este florecimiento sirvió y sirve de algo más que darle existencia a nuestros padres y a nuestros hijos. La conexión con esta tierra, con sus ciclos, con sus verdades, es el mayor legado que se trató de dejar ancestralmente, sin esto, todo conocimiento es vano.


Hay que creer lo contrario a lo que promete el capitalismo, este se basa en elucubraciones, en contratos, en mentiras, en fantasías. Por eso nos hartamos de las noticias, el noticiero es un nuevo género de fantasia. Ver sus hechos, lo que trata de ocultar, es la base de su lectura. ¿Existirá una reforma religiosa que la abstenga, un Martin Lutero con sus 95 tesis de cómo nuestra religión se ha convertido en la "gran ramera"? Mientras tanto el mundo vivirá en manos de ilusos que sigan viviendo a base de sueños y paranoias.


El sistema que nos domine debe ser atractivo, guapo, joven, dinámico, todo sapiente, todopoderoso, siempre naciente. Debe tener sus propias sabidurías, su intelectualidad, sus santos, sus liturgias, sus milagros. Es en esta magia donde se nos embelesa. La magia, la eficiencia del mercado es el opio de los pueblos.


Para evitar la destrucción del mundo es de vital importancia volver a entenderlo, volver a sentirlo, alejarse figurativamente de las ciudades, de los dispositivos. No es ésta una conexión con otra abstracción, con una naturaleza idílica, que imaginamos en algún lugar al que quizás jamás podremos llegar (Budismo), es una conexión con la naturaleza de ahora mismo, con el sentir total de las cosas artificiales y naturales que interpretemos en el momento, un acompañamiento en una corriente que nos va transportando, sea natural o no; para entenderla, negarla o aceptarla. Volver a estar en sincronía con una realidad que nos acompañó desde hace milenios, una realidad que fue desmentida y que debe ser traída de vuelta con estas nuevas experiencias. Un dios pagano que debe volver a ser nuestro dios, nuestra razón, nuestro entendimiento, nuestro sentir, nuestra evolución.

¿Qué sería de las personas que vuelvan a sentir así el planeta? ¿Si por cada vez que contaminen la tierra contaminen, a la vez, su casa, su espíritu? Si sintieran en lo externo su verdad, su necesidad respondería a otra necesidad, la felicidad respondería a otra felicidad. Dejar a un lado la fantasía, aunque se juegue como adultos, puede que sea un requisito para nuestra sobrevivencia

Kierkegard sobre la inocencia

El concepto filosófico de inocencia de Kierkegaard, que describe su naturaleza ética vinculada a la culpa, como se analiza en "El concepto de angustia", ilustra la inocencia no solo como un estado fugaz sino como algo profundamente ligado al despertar moral y la transición de la ignorancia al conocimiento.


Kierkegaard muestra la naturaleza ética y filosófica de la inocencia, pues defiende que su pérdida no es un mero proceso natural o lógico, sino un acto profundamente ético vinculado a la culpa. La inocencia, a menudo vista como una cualidad fugaz que solo existe por falta de saberes, se relaciona con la culpa desde el relato de Adán hasta la experiencia humana universal, criticando las interpretaciones que simplifican o mitifican este proceso. La obra sostiene que la inocencia es esencialmente ignorancia, y su supresión es un acto trascendental que marca el ingreso del individuo en el conocimiento y la moralidad, subrayando que este tránsito no es una imperfección, sino un aspecto intrínseco y deseable de la condición humana.


Kierkegaard Sobre el concepto de Inocencia, en "El concepto de angustia".


Ahora bien; no es ético decir que la inocencia ha de ser anulada, pues aunque fuese anulada en el momento en que es nombrada, la Ética nos prohíbe olvidar que la inocencia solo puede ser suprimida por una culpa. Por eso cuando se habla de la inocencia como de una cosa inmediata, y con lógica resolución se hace desaparecer justamente esta, la más fugaz de las cosas, con estética sensibilidad se prorrumpe en lamentaciones sobre lo que ha sido y sobre su desaparición, se revela ciertamente ingenio, pero se olvida la punta que hay en todo ello. 

Lo mismo, pues, que Adán perdió la inocencia por medio de la culpa, así la pierde también todo hombre. Si no fue por medio de la culpa como la perdió, tampoco fue la inocencia lo que perdió, y si no era inocente antes de tornarse culpable, no tornó nunca culpable.

 Por lo que toda cuestión toca a la inocencia de Adán, no han faltado todo tipo de fantásticas representaciones, siendo indiferente a este respecto que se les otorgue una dignidad simbólica o que se les considere sólo como sospechosas invenciones de la poesía. Cuando más fantásticamente se adornaba con buenas prendas a Adán, tanto más inexplicable resultaba que pudiese pecar, tanto más terrible resultaba su pecado. Sin embargo, se había jugado de una vez para siempre toda su gloria, y por ello se le tomaba, según la época y la ocasión, de un modo sentimental o chistoso, grave o frívolo, históricamente contrito o fantásticamente jovial; pero no se entendía éticamente la punta del asunto.

 Porque si toca a la inocencia de los hombres posteriores, de todos los seres humanos, exceptuados Adán y Eva, teníase de ella escasas representaciones. El rigorismo ético pasaba por alto los límites de lo ético y era bastante bondadoso para creer que los hombres no utilizarían la ocasión de separarse subrepticiamente del todo, a pesar de haberse hecho tan fáciles las escapadas; en cuanto a la ligereza de ésta no veía absolutamente nada. 

Pero sólo por medio de la culpa se pierde la inocencia; todo hombre la pierde esencialmente del mismo modo que Adán, y ni la Ética tiene interés en hacer de todos, menos Adán, espectadores interesados y afligidos de la culpa, pero no culpables, ni la Dogmática tiene interés en hacer de todos espectadores interesados y conmovidos de la reconciliación, pero no reconciliados. El derroche que con tanta frecuencia se ha hecho del tiempo de la Dogmática y de la Ética, y del tiempo de uno mismo, considerando lo que hubiese sucedido si Adán no hubiese pecado, sólo revela que se experimentaba un sentimiento erróneo y que se poseía, por ende, un concepto también erróneo. El inocente no puede tener nunca la ocurrencia de hacer semejante pregunta, y si el culpable la hace, peca; pues en su estética avidez de novedades quiere ignorar que él mismo ha traído la culpa al mundo, que él mismo ha perdido la inocencia por medio de la culpa. 

La inocencia no es, por tanto, como lo inmediato, algo que debe ser necesariamente anulado, algo cuyo destino es ser anulado; no empieza por no existir, para llegar a la existencia sólo es siendo suprimida y sólo como aquello que era antes de haber sido suprimido, y está ahora suprimido. La inmediación no es suprimida por la mediación; antes bien, al surgir la mediación, ha suprimido en el mismo momento a la inmediación. La supresión de la inmediación es, por ende, un movimiento inmanente, dentro de la inmediación, o es un movimiento inmanente, de dirección opuesta, dentro de la mediación, por medio del cual éste supone la inmediación. 

La inocencia es algo que es suprimido por una trascendencia porque justamente la inocencia es algo (mientras que la expresión más justa para la inmediación es aquella que usa Hegel para el puro ser: no es nada); por eso nace también de ella algo heterogéneo, cuando es suprimida por la trascendencia, mientras que la mediación es justamente la inmediación. La inocencia es una cualidad, es un estado, que muy bien puede existir; y por eso no debe significar nada la prisa de la Lógica por suprimirla, mientras que ella debería apresurarse en la Lógica algo más, pues, por prisa que se dé, llega siempre demasiado tarde. La inocencia no es una perfección que deba echarse de menos: pues tan pronto como se la desea, se ha perdido, y entonces hay una nueva culpa: perder el tiempo en deseos. La inocencia no es una imperfección en la cual se pueda permanecer: pues siempre está satisfecha de sí misma y aquel que la ha perdido (del único modo en que puede ser perdida, es decir, por medio de una culpa, no como él quisiera acaso haberla perdido) no tendrá la ocurrencia de encomiar la perfección adquirida a costa de la inocencia. La narración del Génesis da, pues, también la justa explicación de la inocencia. 

Inocencia es ignorancia. No es en modo alguno el puro ser de lo inmediato, porque es ignorancia. Verdadera, la ignorancia, superficialmente considerada, está destinada a convertirse en saber. Es algo que no conviene en absoluto a la ignorancia. Es evidente que esta interpretación no se hace culpable de ningún pelagianismo. La especie tiene su historia; en ésta tiene la pecaminosidad su determinación continua, cuantitativa; pero la inocencia se pierde exclusivamente por medio del salto cualitativo del individuo. Es cierto que esta pecaminosidad, que constituye el progreso de la especie, puede revelarse como una disposición mayor o menor en el individuo que participa en ella por medio de su acto, pero esto es un más o menos, una determinación cuantitativa, que no constituye el concepto de la culpa.

Dónde nace la filosofía

 

Cuando (todavía) por encima no estaba nombrado el cielo; por debajo (la tierra) firme no tenía todavía un nombre, el Apsu primero, su generador, Mummu y Tiamat, la generadora de todas ellas, se mezclaban sus aguas entre sí. (Todavía), no se habían construido mansiones para los dioses, y la estepa no era visible aún, cuando no había sido creado ninguno de los dioses, y ellos no tenía (aún) un nombre y los destinos no habían sido asignados a ninguno de ellos, fueron procreados los dioses en medio de ellos.

Poema Babilonio.



 


 


Dicen, en contrapartida, que las culturas orientales no podían darles a los griegos aquello que ni ellos mismos poseían, esto es, el espíritu científico, el procedimiento lógico de la investigación. Por ejemplo, la astronomía caldea con todos sus conocimientos observables, registrables, permaneció siendo “simple astrología”, cuyo fin esencial era el horóscopo. Siendo que eran capaces de predecir eclipses, fases lunares, la posición de los planetas; introduciendo el sistema sexagesimal, y con ello, los doce signos del zodiaco. La geometría egipcia permaneció como una técnica de medida para fines prácticos, específicamente, para la agrimensura. Esta detención en las civilizaciones, este freno, simplemente no era philia, no era filosofía, por no elevarse a las exigencias lógicas de la demostración, no pudieron traspasar “el milagro griego”. La Eikasia, del griego antiguo “conjetura”, es la manifestación de las sombras para Platón, esto es, el espectáculo, la que tenía cierto uso en las artes y en las ciencias, pero que no traspasaban como disciplina la mera representación. Si los seres están atados, ¿Cuál es su labor más que conjeturar? La culpa recae sobre los dioses que ven el panorama y están dispuestos a seguir esclavizando (politeísmo sin gnosis), porque la vida de estos dioses y de estos esclavos es corta. 


La urgencia del Conatus es imperativa. La filosofía debió nacer. No debería haber dios que esclavice, Dios simplemente libera, si le hay.


Quizás, para estudiar “el factor griego”, es conveniente recordar que una y sólo una de las principales causas de la existencia de este factor, fue su suerte para transmitirse en esta existencia, entendiéndose existencia como una forma conocida y desconocida en el Todo de lo humano, esto es su física y su metafísica. Buscar la sustancia fue una de las bases. En lo psicológico el agua nos refleja, es nuestro espejo (Tales); el aire como sustancia primordial es el medio por donde todo se cruza (Anaxímenes); el fuego produce la visión, provoca lo ficticio y las sombras (Heraclito); mientras que la tierra es lo ajeno a nuestra parte (Empedocles). No hay evidencia que los presocráticos vieran las sustancias primordiales desde el punto de vista de la mente, pero dieron un gran salto al notar que las cosas tenían vida propia, razón propia, ficciones propias. Lo comunicable, como un todo, vendría a ser tan infinito como la misma existencia, igual de indefinible. Filosofar representa, a través del tiempo, una sana duda entre mito y realidad. ¿Qué de lo que creemos real es un mito? ¿Qué de lo que creemos mito es realidad? Un trabajo constante que se hace precisamente por amor, ese amor por el antiguo concepto griego que los eruditos llamaron “Sofos”. Mirar las estrellas, escribir sobre las profundidades del mar, dibujar sobre la arena. Solamente hay que recordar que los teoremas pitagóricos son parte de una de las tantas escuelas de filosofía, por tanto, forman universales.


Claro que la fe existe en las ciencias, en los axiomas, como nos enseñaron tantas civilizaciones, es meritorio esto. El error es pensar que la fe es hacia el pasado que está documentado, irónicamente. Pero el axioma enfrenta su prueba de fuego en el futuro, en el fenómeno mismo que nos hace temblar (Varela). De ahí la hipótesis científicas, las teorías, las mismas leyes, incluso, las leyes del hombre, los códigos, que chocan con el caos que se presenta desde la creación de los dioses hasta sus muertes; los que perecen, día a día, en un simple revés del azar. Si no los mata el azar, los matarán las circunstancias y dentro de éstas, el mismo humano introducido en este todo.


No es la libre expresión lo que se debe defender, ésta se queda corta en cuanto a lo que se intenta decir. Se debe defender y renacer el concepto griego de Parresía. Lo que involucra un profundo estudio de las palabras, las ciencias, la política, de la democracia y de la libertad. Esto tiene cierto milagro que debe seguir manifestándose. En esta actualidad el individuo se posiciona de frente a su labor en este mundo, a su propia cuantía, a su propia diferenciación. La máquina viene a ejercer una labor de respuesta pura y dura a los más grandes esfuerzos que se han logrado, solamente para reemplazar-nos. Los dueños de la propiedad, por algún tipo de derecho, estarán al margen de esta suplantación. Ya no existirán los errores; en la producción poco a poco se irán mermando las manos humanas y se comenzarán a necesitar cada vez más consumidores. Todo se ve oneroso hoy por hoy, como el primer teléfono. Únicamente la representación, la voluntad y la especulación financiera vendrían a conformar nuestro futuro. Pero aún existe la imaginación, el milagro, el vacío. Que la impronta del poder y su aceleración, no hagan impetuosos nuestro actos.

 Los dioses son otros, supongo que no más fuertes.    


Quién percibe una dificultad y se admira, reconoce su propia ignorancia. Y por ello, desde cierto punto de vista, también el amante del mito es filósofo, ya que el mito se compone de maravillas (Aristóteles, Metafísica). La problemática que ha tenido la filosofía de crear sus propios monstruos no tiene otro motivo que crear sus propios asombros. La filosofía es estrategia ante las pesadillas y los ensueños. Es la herramienta del débil, éste se diluye en la nada, en él mismo. Es una continua perfección para superar la idea de la imperfección.


Se suele decir que los dioses tienen forma humana, o se transforman en semejantes a otros seres vivientes. Ahora tomarán forma maquínica, se formarán problemas ipso facto con sus propias soluciones. Ya no habrá una dialéctica de problema-solución, sino una trama de solución-solución. Crearemos otros. La religión tiene por Padre a la miseria y por Madre a la imaginación (Ludwig Feuerbach). Pero si se deja de lado todo lo demás, y se guarda lo esencial, esto es, que se creyó que las sustancias primeras eran dioses; pudiera pensarse que esto se afirmó por inspiración divina, y, probablemente de toda arte y filosofía pérdidas en las catástrofes cósmicas cíclicas.


El pecado original en la mitología órfica, es el de los titanes rebeldes a Zeus, que despedazan y devoran a Dionysos niño. Zeus los fulmina, y con sus cenizas crea al hombre, quien, de esta manera, lleva en sí una parte titánica pecaminosa (el cuerpo) y una parte dionisiaca divina (el alma), que aspira a liberarse de la unión con la otra. La naturaleza de los presocráticos es viva natura naturans y no materia muerta. Se vivirá y se vive una oleada religiosa sin Dios o con él, con formas, con gestos, desde espejos, gatos, desde espectros. O nos fusionamos con el niño que fuimos o no seremos inmortales. La Filosofía está en dar vida y no en quitarla. La vida siempre fue el problema (Noe), la muerte la solución (NSDAP).