El arte en el sistema dialéctico hegeliano | ||||
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En este artículo y en los que le seguirán pretendo mostrar el lugar que ocupa el arte en el sistema dialéctico hegeliano, cómo es considerado como parte del pasado y cómo esta tesis da lugar a lo que se denomina hoy en día "muerte del arte". |
En la Enciclopedia Hegel establece una jerarquía entre las ciencias según
el desarrollo de conciencia que alcanza a cada una. Así establece el estatuto
de la lógica, la naturaleza, la psicología, la filosofía política o la ética.
El lugar que ocupa el arte en este sistema es como primera expresión del
Espíritu absoluto, es decir, del espíritu infinito y libre. A esta
manifestación le sigue la religión y, en
último lugar, por encima de todo, encontramos la filosofía.
Por tanto, cuando Hegel
investiga la verdad del arte en las Lecciones
de estética, lo hace desde la filosofía y, desde esta última expresión del
espíritu, la expresión artística aparece como superada, es decir, como pasado:
“Ya no tenemos una necesidad absoluta de exponer
un contenido en la forma del arte. El arte, por el lado de su suprema
destinación, es para nosotros un pasado”[1].
Hegel
considera que el arte es expresión externa y sensible del espíritu absoluto por
lo que considera que debe ocupar el primer “momento” de su manifestación. Todas
las determinaciones finitas no son sino “momentos” de lo Infinito. El Infinito
es, pues, el Todo o la Totalidad de lo real. Esta manifestación al ser
parcial tendrá que combinarse con la expresión interna del espíritu: la
Religión, en la que la verdad se da bajo forma de representación. Ambas serán
asumidas, es decir, superadas pero conservadas, en la síntesis, en el culmen de
la dialéctica hegeliana: la Filosofía, en la que verdad se da bajo forma de
pensamiento.
En
continuidad con este esquema, Hegel considera el arte como la primera
manifestación del concepto absoluto. El arte muestra una conformidad sensible
entre la idea y la realidad en la cual es expresada. Se trata del modo de
aparecer de la idea en lo bello. Lo bello revela la verdad de la misma
particularidad sensible o material. Lo sensible es presentado de tal manera en
el arte que revela su propio concepto, lo cual supone la toma de conciencia del
carácter parcial o limitado de lo sensible y su percepción mediante la
afirmación de este carácter parcial o negativo. Es decir, en el arte el
espíritu sobrepasa la naturaleza, puesto que en la obra la presencia del
espíritu es consciente y no, como en la naturaleza, simple exterioridad
sensible. En este sentido puede decirse que la obra de arte es la verdad de la
realidad sensible, porque en el arte se muestra la libertad del espíritu[2].
Las vacaciones de Hegel. Magritte |
La
cuestión está en caer en la cuenta de que el arte presenta lo sensible como
apariencia. La apariencia, a su vez, es la verdad de lo sensible como
particular. Por tanto, la representación artística expresa la moralidad de la
subjetividad en la medida en que presenta dicha subjetividad nada más que como
falsedad o engaño.
En todo ello se advierte el
carácter reflexivo del arte como apunta Inciarte: “El carácter reflexivo del
arte moderno, a diferencia del arte tradicional, fue proféticamente anticipado
por Hegel ya mucho antes de que apareciera en el curso de la historia. Hegel
llega a hablar incluso del fin del arte como aquello que había colmado antes
nuestras más altas aspiraciones espirituales. Implícito en ese diagnóstico
queda el hecho de que el arte ya había sustituido antes a la religión en ese
lugar privilegiado. Y así como en la jerarquía de los intereses de la humanidad
el arte sustituyó en el Renacimiento de hecho a la religión, así la filosofía
sustituiría pronto a su vez al arte; de manera que lo que se convertiría en el
futuro en la cuestión más viva con respecto al arte sería la pregunta sobre lo
que sea el arte. Hasta aquí la profecía de Hegel”[3].
En otros artículos espero mostrar cómo hay posturas que manifiestan precisamente lo contrario, es decir, que es el arte el que se ha vuelto filosófico.
Volviendo
a Hegel, la perfección del arte depende del grado de coherencia entre la idea y
su expresión formal. De la diferente proporción entre la idea y la forma en la
cual se realiza surgen tres tipos diferentes de arte. En primer lugar, cuando
la idea es en sí misma indefinida se da el arte simbólico, lo simbólico (lo
oriental), que procura compensar su expresión imperfecta puesto que conjuga un
contenido pequeño con estructuras colosales. Aunque más bien habría que decir que para Hegel no
sería arte verdadero, pues no procede de la autodeterminación del espíritu. En la segunda forma, en lo clásico, la idea de humanidad encuentra
una representación sensible más adecuada, es el único estadio en el que la
expresión es perfecta puesto que es consciente de lo absoluto presente en lo
humano. Esta forma se da principalmente en el mundo griego y cuando se
desvanece desaparece con él.
En la tercera forma, el arte
romántico (que es el arte de la Edad Media para Hegel), de nuevo vuelve a
aparecer un desequilibrio, esta vez por un exceso de contenido respecto a la
forma, hay más espiritualidad que sensibilidad. Por ello, Hegel considera que la
mejor forma de expresión para este exceso de contenido, de espiritualidad, es
la religión.
Con este breve resumen se ha visto cómo el arte queda en el pasado una vez es superado por la religión. Queda por ver cómo es tratado una vez se alcanza la filosofía, pero eso ya forma parte de otro artículo.
[1] Hegel, G.W.F., Lecciones de estética, Barcelona,
Península, 1987, p. 17
[2] Por esta
razón, lo bello en el arte es belleza generada por el espíritu, por tanto
participa de este, a diferencia de lo bello natural que, por tanto, no será
digno de una investigación estética. La necesidad de belleza artística está
fundada en la impureza, en la falta de conciencia de sí que tiene lo natural
para expresar el desarrollo libre de la vida, sobre todo de la vida libre del
espíritu.
[3] Inciarte,
F., “La situación actual del arte” en Breve
teoría de la España moderna, Pamplona, Eunsa, 2001, p. 131.
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