La paradoja de Sancho Panza.
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En el camino a la subjetividad hemos perdido al objeto y la objetividad, nos encontramos en la paradoja de no poder conocer la realidad tal cual es, sino solo meras interpretaciones pero, a su vez, (como tenemos tendencia natural a imponer nuestra visión a los demás, somos absolutistas) no aceptamos otras interpretaciones.
El mundo se ha vuelto complejo, con tantas miradas distintas sobre el mismo hecho que nos ahonda la paradoja de la interpretación y no le encontramos solución.
Como toda paradoja o no tiene solución en sí misma, convirtiéndose en un absurdo o le podemos encontrar otro camino para resolverla.
Así el ejemplo de Sancho Panza en el Quijote.
“se puso a juzgar aquel día, y lo primero que se le ofreció fue una pregunta que un forastero le hizo, estando presentes a todo el mayordomo y los demás acólitos, que fue:
-Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío (y esté vuestra merced atento, porque el caso es de importancia y algo dificultoso). Digo, pues, que sobre este río estaba una puente, y al cabo della, una horca y una como casa de audiencia, en la cual de ordinario había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del río, de la puente y del señorío, que era en esta forma: "Si alguno pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar; y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna". Sabida esta ley y la rigurosa condición della, pasaban muchos, y luego en lo que juraban se echaba de ver que decían verdad, y los jueces los dejaban pasar libremente. Sucedió, pues, que, tomando juramento a un hombre, juró y dijo que para el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento y dijeron: ''Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre''. Pídese a vuesa merced, señor gobernador, qué harán los jueces del tal hombre; que aun hasta agora están dudosos y suspensos. Y, habiendo tenido noticia del agudo y elevado entendimiento de vuestra merced, me enviaron a mí a que suplicase a vuestra merced de su parte diese su parecer en tan intricado y dudoso caso.
A lo que respondió Sancho:
-Por cierto que esos señores jueces que a mí os envían lo pudieran haber escusado, porque yo soy un hombre que tengo más de mostrenco que de agudo; pero, con todo eso, repetidme otra vez el negocio de modo que yo le entienda: quizá podría ser que diese en el hito.
Volvió otra y otra vez el preguntante a referir lo que primero había dicho, y Sancho dijo:
-A mi parecer, este negocio en dos paletas le declararé yo, y es así: el tal hombre jura que va a morir en la horca, y si muere en ella, juró verdad, y por la ley puesta merece ser libre y que pase la puente; y si no le ahorcan, juró mentira, y por la misma ley merece que le ahorquen.
-Así es como el señor gobernador dice -dijo el mensajero-; y cuanto a la entereza y entendimiento del caso, no hay más que pedir ni que dudar.
-Digo yo, pues, agora -replicó Sancho- que deste hombre aquella parte que juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen, y desta manera se cumplirá al pie de la letra la condición del pasaje.
-Pues, señor gobernador -replicó el preguntador-, será necesario que el tal hombre se divida en partes, en mentirosa y verdadera; y si se divide, por fuerza ha de morir, y así no se consigue cosa alguna de lo que la ley pide, y es de necesidad espresa que se cumpla con ella.
-Venid acá, señor buen hombre -respondió Sancho-; este pasajero que decís, o yo soy un porro, o él tiene la misma razón para morir que para vivir y pasar la puente; porque si la verdad le salva, la mentira le condena igualmente; y, siendo esto así, como lo es, soy de parecer que digáis a esos señores que a mí os enviaron que, pues están en un fil las razones de condenarle o asolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal, y esto lo diera firmado de mi nombre, si supiera firmar; y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula: que fue que, cuando la justicia estuviese en duda, me decantase y acogiese a la misericordia; y ha querido Dios que agora se me acordase, por venir en este caso como de molde.
Desde la antigüedad, pero sobre todo a partir de la “Duda Metódica” y el “Cogito ergo Sum” de R. Descartes, se ha comenzado a transitar el camino hacia la subjetividad.
Descartes, en su “discurso del método” plantea la necesidad de dudar (aunque pone entre paréntesis aquello que duda, no duda efectivamente) de todo lo que vemos, sentimos o pensamos para encontrar un principio indubitable del cual poder construir el conocimiento de la realidad, llega al Cogito ergo sum, si dudo es porque pienso, si pienso es porque existo, no puedo dudar de que pienso, por lo tanto existo. Pienso luego existo.
Para volver a reconstruir aquello que había dejado entre paréntesis, necesita recurrir a la idea de dios, pienso en un ser perfecto, ese ser no sería perfecto si le faltara una perfección, la existencia, (una piedra sería más perfecta que dios, por el solo hecho de existir) por lo que dios existe[1], pero él no puede mentirme que el universo está fuera de mí, por lo cual existe una realidad extramental.
Luego divide, la realidad en dos dimensiones, la realidad pensada y la corpórea o extensa. Vuelve a la dualidad alma-cuerpo.
Así deja planteado, indirectamente, que la realidad pensada es la que interpreta el mundo sensible. Pero dios le da objetividad a ese acto.
E. Kant, en su “Crítica de la Razón Pura ” establece que el entendimiento conoce la realidad a través de categorías, sería compartimentos estancos donde las características del objeto conocido “encajan” en esos lugares y cuando las relacionamos establecemos ideas o conceptos. Por lo cual sostiene que es imposible conocer el objeto extramental tal cual es, sino solo, en términos actuales, la interpretación de lo que hacemos de él.
En la “Critica de la Razón Práctica ” deja entrever que a través de la moral podríamos llegar a vislumbrar la realidad en sí, y establece la norma fundamental para su ética: “obra de tal manera que la norma que rige tu acción pueda ser considerada norma universal” con lo cual establece dos cuestiones, no podemos conocer lo que es el objeto en sí, pero tenemos que actuar por el deber ser. Dando objetividad moral a las acciones.
G. W. F. Hegel, a su vez, hace desaparecer el mundo sensible, sosteniendo que el espíritu (dios) en su evolución se va manifestando a través de la historia.
Su discípulo K. Marx quita el espíritu y en su lugar pone a la materia, y todo es evolución y manifestación de la materia.
En ambos la evolución se establece por la tríada Tesis-Antítesis-Síntesis, esta última se convierte en tesis y así sucesivamente. Uno sostiene la objetividad en la inmanencia del ser, el otro en la materia.
F. Nietzche cada vez que llegaba a algún lugar decía algo así: les vengo a traer una noticia, dios ha muerto, el hombre ha matado a dios. Por el cual quita a Descartes, la garantía de la objetividad.
Aún más dice:
“Qué lugar admirable ocupo yo, con mi conocimiento, frente a la existencia entera; cuán nuevo me parece éste y, al mismo tiempo que espantoso e irónico! He descubierto “para mí” que la vieja humanidad, la vieja animalidad, y aun que todos los tiempos primitivos y el pasado de toda existencia sensible, continúan viviendo en mí, escribiendo y amando, odiando; para concluir, me he despertado repentinamente en medio de este ensueño, pero solo para adquirir conciencia de que sonaba y que “es preciso” que siga sonando para no sucumbir. ¿Qué es desde ahora, para mí la “apariencia”? No ciertamente lo contrario de un ser cualquiera: ¿qué puedo enunciar de este ser si no son los atributos de su apariencia? ¡No es ciertamente una mascara inanimada lo que se podría poner y quizá quitar a una X desconocida! La apariencia es para mí la vida y la acción misma que, en su ironía de sí misma, llega hasta hacerme sentir que hay apariencia y fuego fatuo allí y danza de elfos y nada más; que entre esos soñadores, yo también, yo, "que busco el conocimiento", danzo al compás de todo el mundo; que el "conocedor" es un medio para prolongar la danza terrestre, y que, en razón de esto, forma parte de los maestros de ceremonia de la vida, y que la sublime consecuencia y el lazo de todos los conocimientos es, y será quizá, el medio supremo para mantener la generalidad del ensueño, la inteligencia entre ellos de todos esos soñadores, y, por esto mismo, “la duración del ensueño””. [2]
En el ámbito del conocimiento, especialmente el científico, el desarrollo abrumador del siglo XX a puesto de manifiesto por un lado la capacidad del ser humano de conocer el universo y por el otro lo que aún falta por conocer (lo conocido es ínfimo en comparación a lo que falta).
A su vez, y debido a la crisis de la filosofía de llegar a la objetividad, ha impuesto su metodología y sus criterios como único acceso a la verdad, o sea la verificabilidad, y además, la característica de provisoriedad de los conocimientos adquiridos a través de su metodología.
La fenomenología de E. Husserl, ha tratado, en el análisis del fenómeno (lo que se manifiesta) llegar a la realidad extramental, y no lo logra por el mismo hecho del que parte, el fenómeno es apariencia de algo que no se puede saber lo que realmente es.
Al Existencialismo, le sucede lo mismo, al realizar un análisis fenomenológico de la existencia humana, lo hace desde su manifestación, sostiene que “el hombre se define por su propio proyecto, es lo que se hace”[3], poniendo énfasis en la libertad humana y en la subjetividad.
Las dos guerras mundiales, especialmente la segunda, y los sucesos durante la guerra fría, han llevado al extremo las posiciones filosóficas del siglo XIX.
Stuart Mill y el capitalismo.
Carl Marx y el comunismo.
G. W. F. Hegel y el nazismo alemán.[4]
Y la posterior expansión del los imperios capitalista y comunista de post guerra, han ahondado en la humanidad posturas antagónicas extremas, aunque esta situación no es nueva en la historia humana, profundizando la idea, que es imposible conocer la verdad; aunque este concepto en un principio, se lo aplica a la verdad absoluta, se extiende, debido al progreso del concepto de subjetividad, a toda la verdad.
En las últimas décadas del siglo pasado aparece el postmodernismo:
La globalización, especialmente de las culturas, la inmediatez de las comunicaciones, profundiza la idea de la subjetividad dejando el saber humano, librado solo a la mera interpretación.
Es un concepto muy amplio que se refiere a una tendencia de la cultura, el arte y la filosofía que surgió a finales del siglo XX. A nivel general, puede decirse que lo posmoderno se asocia al culto de la individualidad, la ausencia de interés por el bienestar común y el rechazo del racionalismo, aunque la idea tiene muchas aristas.
El movimiento posmoderno, a grandes rasgos, sostiene que la modernidad falló al pretender renovar las formas de pensamiento y expresión. Por eso se asocia el pensamiento posmoderno al desencanto y la apatía, ya que parte de lo que entiende como un fracaso de la sociedad.
Otra característica del mundo posmoderno es que privilegia las formas sobre el contenido. En otras palabras: importa más cómo se transmite un mensaje y qué efectos provoca que el mensaje en sí mismo.
En la posmodernidad, por otra parte, también se minimiza la importancia del pasado e incluso del futuro, por lo que sólo se le otorga relevancia al presente (que, por otra parte, es efímero).
Con respecto a la religión y lo espiritual, pierden importancia ante la valorización del cuerpo como instrumento de libertad y fuente de placer.
Está a favor de la diversidad y el pluralismo, y busca satisfacer las necesidades de aquellos individuos o grupos que han sufrido opresión y marginalidad a causa de las ideologías del modernismo y las estructuras sociales y políticas que les sirvieron de apoyo.
Otro de los rasgos de la posmodernidad es el cuestionamiento de los textos (tanto los literarios como los históricos, entre otras clases de fuentes escritas), actitud que justifica con su supuesta carencia de objetividad o autoridad para comunicar con precisión los hechos que realmente tuvieron lugar. En otras palabras, el pensamiento posmoderno denuncia dichos libros de tergiversar la verdad en con el propósito de reflejar las ideas personales y los prejuicios de sus autores.
Para los pesadores de la posmodernidad, el lenguaje es la clave de la verdad: dado que el lenguaje cumple la importante función de moldear el pensamiento de los seres humanos, no es posible concebir la existencia del último sin el primero. Continuando con el concepto de verdad, los posmodernistas la consideran contextual o variable según el punto de vista, en lugar de una cosa universal e incuestionable. Las personas no podemos acceder a la realidad, sino a la percepción que de ella tenemos.[5]
La globalización, especialmente de las culturas, la inmediatez de las comunicaciones, profundiza la idea de la subjetividad dejando el saber humano, librado solo a la mera interpretación.
Cada cual desde su propia construcción del mundo, lo interpreta y nos encontramos ante la mayor paradoja de nuestro tiempo:
“No podemos conocer la realidad tal cual es, sino solo nuestras interpretaciones, pero a su vez no aceptamos como válidas otras interpretaciones”.
Esta situación se ahonda cada vez más tanto que algunos ya piensan en que nos tenemos que acostumbrar a vivir en un mundo paradojal, cuando somos nosotros los que las promovemos.
No nos podemos quedar en la postura cómoda del “así pienso yo”, del individualismo posmoderno, etc.
Creo que nos debemos el trabajo de buscar una solución a esta situación. Así como la paradoja del puente y la horca, Sancho, toma una decisión que no pasa por aceptar una u otra postura, sino darle una solución, buscando un camino alternativo que lo encuentra en la misericordia.
J. P. Sartre y F. Savater plantean, desde dos ópticas distintas, la intersubjetividad, o sea la construcción colectiva del conocimiento.
Dicha construcción solo se puede lograr en un marco de diálogo y acuerdo entre sujetos y sus subjetividades.
En un mundo, en el que vemos que cada día se ahonda en la confrontación, las diferencias y las indiferencias, es necesario resignificar los términos diálogo y acuerdo. Pero esto ya tienen que ser también una construcción colectiva en la que debemos dejar de lado el egoísmo y los intereses particulares para el bien común.
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