MUROS | ||||
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En la
construcción del “yo” voy elaborando una cosmovisión (mi visión del mundo),
construida en el aquí/ahora con las circunstancias que me rodean, en conjunto
con una serie de instintos sublimados (voluntad de poder).
La
necesidad de entrar en un “dialogo constructivo” que nos permita, como conjunto
social, la construcción de un nosotros. La construcción de un mundo más humano.
Yo
Tú
Él
Las cosas
Yo – tú – eso.
Y
al final, es uno mismo el que ignora la consciencia,
El que avanza a contramano, sin medir las consecuencias.
Porque soy mi propio esclavo cuando digo lo que pienso,
Porque a veces hago daño, cuando callo lo que siento,
Y se pone cuesta arriba y es tan fuerte la tormenta,
Que uno va quedando solo como un faro entre la niebla…
El que avanza a contramano, sin medir las consecuencias.
Porque soy mi propio esclavo cuando digo lo que pienso,
Porque a veces hago daño, cuando callo lo que siento,
Y se pone cuesta arriba y es tan fuerte la tormenta,
Que uno va quedando solo como un faro entre la niebla…
Jorge
Rojas, Uno Mismo
Primero yo.
Siempre yo.
Así es como vengo al
mundo, sin conocer otra cosa que a mí mismo, aunque sin conciencia de ello.
Sin conciencia de mí
mismo.
Después me encuentro.
Comienzo a
relacionarme con cosas y personas, aunque son lo mismo.
Algo que me abriga,
algo que me alimenta, los encuentro distintas de mí.
Y así, comienzo a
construir el yo por distinción a lo otro.
Eso que me alimenta,
que me da afecto, o no, lo comienzo a distinguir de las cosas y de mí.
Me relaciono.
A partir de ese
momento construyo mi mundo, mi universo, mi proyecto por asociación, por
oposición o por distinción del otro y de las cosas.
La primera relación
que construyo es YO – TÚ, con los otros que me rodean, que me abrigan, que me
dan afecto. Voy tomando conciencia de mí
mismo, por oposición al otro.
Después le toca el
turno a YO – LAS COSAS/OTRO, sobreviene la etapa del animismo: no distingo
aquello que tiene vida de lo que no, de personas, animales o cosas.
Posteriormente la
distinción entre yo – tú – otro – las cosas.
En la correlación yo –
tú, es la que considero al otro como un tú, o sea como otro yo, distinto de mi
y como sujeto.
En ese proceso,
someramente detallado, en el cual me convierto en un yo, consciente de mí mismo,
o sea de mi realidad como sujeto, construyo mi propia personalidad, lo que soy.
“Tú y yo” no son
suficientes para alcanzar la dimensión simbólica, necesita de un contexto más
tercerizante. “Tú y yo” no alcanzan para hacer un mundo. Está la dimensión “del
ausente” que contextualiza esta relación de dos en el mundo. Podría formularse
“Yo/Tú y Ese” y supone la inserción del objeto en su mundo y contexto afectivo…[1]
Sartre sostenía que
“el ser humano no tiene esencia, él es lo que se hace, su propio proyecto.[2]
Antes, Ortega y
Gasset, sostenía que “yo soy yo y mis circunstancias”.
Soy mi propio
proyecto, pero condicionado por las circunstancias que me rodean.
Las “circunstancias”
es todo aquello que no he, ni tengo, la posibilidad de elegir.
La realidad espacio
temporal, familia, sociedad, época, cultura, lugar geográfico, van
condicionando mi forma de construir, de hacer, de poder elaborar mi proyecto,
de ser yo mismo.
Elaborar mi propio
proyecto de ser implica al menos dos cuestiones:
-
Libertad
-
Responsabilidad
Libertad, “estamos
condenados a ser libres” sostiene Sartre.
Elegir es optar entre
varias opciones.
No podemos no elegir.
Una vez arrojado al
mundo sólo me queda seguir adelante por mis propios medios.
Pero, están las
circunstancias, los otros, las cosas, mi construcción personal del universo,
que me limita, que se me impone.
Es por eso que siempre
puedo elegir entre distintas opciones,
no sobre todo.
Y, así como encuentro
limitaciones, a veces a consecuencia de elecciones de otros, yo, con mis
decisiones, limito a los demás, es aquí donde comienza la responsabilidad.
Responsabilidad.
Soy responsable de mis
decisiones y de las consecuencias de mis actos. Debo responder por ellas.
Debo responder ante mí
mismo, hacerme cargo de mis decisiones que me harán progresar y pero que
también me va a permitir corregir aquello en lo que ocasioné daño a mí o a
otro.
Debo responder ante
los demás, ante el grupo, tribu, sociedad, que implica además de la posibilidad
de corregir, la necesidad de entrar en un “dialogo constructivo” que nos
permita, como conjunto social, la construcción de un nosotros. La construcción
de un mundo más humano.
Y debo responder ante
la cosas, pues cada decisión que tome en este ámbito, produce una reacción
(principio físico de acción y reacción) que a veces es catastrófico o contra la
humanidad.
Pero, ¿por qué nos
cuesta tanto el diálogo, especialmente el constructivo?
La lucha entre los
hombres
Del poder y la ambición,
De a poco van matando
Los sueños y el amor
Golpeando las murallas
Que nos guarda la ilusión.
No importa cuanto tengan
Siempre quieren mucho más,
Pues son como los tordos
Se adueñan de tu hogar,
Golpeando las murallas
Donde esta la libertad.
Se muestran sin cordura
Y les sobra vanidad,
Nos hablan con engaños,
Ya no hay sinceridad,
Golpeando las murallas
Donde vive la verdad. [3]
Del poder y la ambición,
De a poco van matando
Los sueños y el amor
Golpeando las murallas
Que nos guarda la ilusión.
No importa cuanto tengan
Siempre quieren mucho más,
Pues son como los tordos
Se adueñan de tu hogar,
Golpeando las murallas
Donde esta la libertad.
Se muestran sin cordura
Y les sobra vanidad,
Nos hablan con engaños,
Ya no hay sinceridad,
Golpeando las murallas
Donde vive la verdad. [3]
En la construcción del
yo voy elaborando una cosmovisión (mi visión del mundo), construida en el
aquí/ahora con las circunstancias que me rodean, en conjunto con una serie de
instintos sublimados (impulsos).
Uno de estos impulsos,
es el ansia de poder, de dominación, que me induce a imponer a los demás, a
veces sutil y otras violentamente, mi propia cosmovisión.
Es, en una
interpretación común, lo que F. Nietzsche llama “voluntad de dominio”:
“Suponiendo, …,
que se consiguiese explicar nuestra vida instintiva entera como la ampliación y
ramificación de una única forma básica de voluntad, a saber, de la voluntad de
poder …; suponiendo que fuera posible reducir todas las funciones orgánicas a
esa voluntad de poder, y que se encontrase en ella también la solución del
problema de la procreación y nutrición …, entonces habríamos adquirido el
derecho a definir inequívocamente toda fuerza agente como: voluntad de poder.
El mundo visto desde dentro, el mundo definido y designado en su «carácter
inteligible», sería cabalmente «voluntad de poder» y nada más.”[4]
Aunque también sostiene que: “Los
fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de
autoconservación es el instinto cardinal de un ser orgánico. Algo vivo quiere,
antes que nada, dar libre curso a su fuerza -la vida misma es voluntad de
poder-, la autoconservación es tan sólo una de las consecuencias indirectas y
más frecuentes de esto. En suma, aquí, como en todas partes, ¡cuidado con los
principios teleológicos superfluos!”[5]
Quizá para comprender mejor este
concepto, voluntad de poder, consideremos lo frecuente que es el sentir
rebeldía interior cuando nos indican lo que tenemos que hacer y lo que no.
La voluntad de dominio
se manifiesta desde el querer convencer hasta la imposición física, y nos viene
a consecuencia de instintos naturales que el ser humano fue perdiendo en su
evolución, pero quedan las pulsiones o impulsos.
La “voluntad de
dominio”, especialmente la imposición física, me coloca en la posición de
no-diálogo. No permito, ni me permito considerar al otro como otro yo, o sea
como un tú, sino como “eso” que me impide hacer mi voluntad.
Otras formas más
sutiles de voluntad de poder, y que me ubican en el lugar de no-diálogo, son la
intolerancia, la descalificación, e incluso la degradación del otro como
incapaz de pensar por sí mismo, que son llevados de las narices por quienes
tienen poder (aunque los hay).
Por tanto, a partir de
este análisis:
¡Parecería que es
imposible el diálogo!
No lo creo así, pues
estos instintos naturales, que fueron racionalizados a través de la evolución
humana, son impulsos, puedo dominarlos, voluntariamente. Esta voluntad de
dominio, la puedo aplicar a mí mismo. Puedo construir una relación Yo – Tú –
Eso, basada en el diálogo (dia = dos, logos = razón).
Para lo cual necesito:
-
Mirar
al otro desde su propia perspectiva (empatía) y considerar que realizó una
construcción social de sí mismo, por tanto construyó su propia cosmovisión,
(que también va a tratar de imponerla).
-
Considerar
que el otro como sujeto es una construcción social, cultural, o sea, construyo
voluntariamente al otro como sujeto y le quito la categoría de objeto.
-
También
el Eso (el/lo otro tercerizante) es una construcción socio-cultural. Lo ubico
en la categoría de objeto, que puedo usar, desechar, interpretar, asumir.
-
Aceptar
las distintas cosmovisiones y construcciones. Aceptar que el otro (Tú, Eso) es
distinto de mí. Aceptación no resignación.[6]
-
Diálogo
también implica:
§
Argumentar:
dar razones para sostener lo que se piensa (no tiene sentido el "porque sí" o "es
lo que yo opino").
§
Analizar:
Examinar detalladamente una
cosa, separando o considerando por separado sus partes, para conocer sus
características o cualidades, o su estado, y extraer conclusiones.
§
Ceder: verbo transitivo.
·
Dejar o dar
voluntariamente a otro el disfrute de una cosa, acción o derecho.
·
Perder posiciones
ventajosas.
§
Ceder: verbo intransitivo.
·
Dejar de oponerse a
algo.
§
No
descalificar: no importa “quien” lo dice sino “lo que dice”
La llama de los sueños
Sigue viva en mi interior
Y abrazo la esperanza
Por un mundo mejor,
Por eso en cada golpe
Se me agranda el corazón.[7]
[2]
Esencia y
existencia. Nada puede existir (in re) sin esencia a no ser que su esencia sea
la existencia el “esse”, o sea la existencia por sí mismo (dios) de esto Sartre
toma nota y, al ser ateo, sostiene que el ser humano es existencia y por lo
tanto debe proyectar su propia esencia.
[6]
Resignación es
entender que no puedo modificar la realidad. No puedo intervenir para cambiar
ningún curso de acción (concepto asociado “destino”. Aceptación es entender que
a pesar que hemos construido distintas cosmovisiones, podemos intervenir, en la
realidad, para modificarla, (concepto asociado “libertad”). También la puedo
pensar como medio para ser feliz.
[7]
Jorge Rojas,
Murallas
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