Odiando nuestra historia.

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“Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza”, dijo Herbert Marcuse en su libro "Eros y civilización" de 1955. Filósofo y sociólogo alemán conocido por su trabajo en la teoría critica y por su critica al capitalismo. Nació el 19 de julio de 1898 en Berlín y murió el 29 de julio de 1979 en Starnberg.

Marcuse



Comenzó a estudiar filosofía en la universidad de Friburgo con importantes intelectuales como Martin Heidegger y Edmund Husserl. En 1922 obtuvo su doctorado en la universidad de Berlín, hogar de numerosos académicos y científicos destacados a lo largo de los años. En la década de los treinta se incorporó al instituto de investigación social en Frankfurt, conocido como la escuela de Frankfurt, donde conoció a Max Horkheimer y a Theodor Adorno, destacados filósofos y sociólogos alemanes autores de la obra conjunta "Dialéctica del Iluminismo".

En 1933 Marcuse que era de ascendencia judía debió huir de Alemania hacia Estados Unidos, en donde enseñó en diversas universidades como Columbia, Harvard y la Universidad de California. Lugares donde se convirtió en una figura influyente del movimiento estudiantil de la década del 60, especialmente con su libro “El hombre unidimensional”, donde critica la sociedad industrial avanzada y propone una liberación radical de su sistema.

La explotación en la sociedad industrial avanzada es una máxima tan apabullante que 50 años después un filosofo surcoreano iba a apuntar "la necesidad" de ser feliz y su explotación en la era del ciberespacio. Explotación, alienación y opresión son las características de la sociedad industrial avanzada, explotación de la pereza, de la alegría, del tiempo y del espacio; alienación de las personas en la fabrica, en las oficinas, en sus hogares, pero también en los “no lugares”, esos espacios urbanos que son parte intermedia de la obligación del trabajador y su verdadera vida, sus medios de transporte y aquellos espacios que forman parte de su rutina, donde también son analizados, explotados y exigidos; opresión porque se les prohíbe llevar una vida verdaderamente intelectual, en donde sean portavoces de los acontecimientos de sus época y las criticas propuestas a esta. Esto es, la era industrial crea una sociedad unidimensional para que la vida, en cualquiera de sus aspectos empíricos y metafísicos, sea asediada por el consumismo y la conformidad. Seguridad, razón de estado, aspectos legales, educación, calidad de vida.

El consumo es entonces un medio por el cual no solamente se busca el lucro, el libre mercado y el flujo libre de materias e información, por parte de los pequeños pero por sobre todo de los mas poderosos, sino que también es una forma de manipulación social e ideológica, liderados por las leyes del deseo y las pulsiones que llevan al hombre-masa por caminos que no puedan ser gravemente afectados ni influenciados. Verdaderos adictos a imágenes e información que pronto se olvidarán, maquinas intelectualoides que necesitan constantemente un estímulo que les recuerde que siguen en carrera económica, de felicidad y de éxito.

“El principio de realidad” es un concepto que indica qué tan alejado está el ciudadano del orden establecido y que reprime sus verdaderos deseos, los deseos naturales que buscan orientarle sobre su verdadera sabiduría. Las personas entonces deben adaptarse y someterse al orden existente, orden que también varía, pero que sigue un mandato ya establecido por el poder, debiendo el individuo acomodarse a las normas culturales y sociales de felicidad y contentamiento; este orden se mimetiza con el verdadero deseo y se "parcha" encima por sí mismo, para que se restrinjan y se desorienten los ideales naturales de las mentes de los gobernados, provocándoles el efecto de que sirven para algo, que pertenecen a algo.

Lo relevantemente grave en este estado es la perdida de autenticidad por parte de las personas, la alienación por tanto ya no es solamente en la fabrica en donde se transforma el individuo en un engranaje del proceso, sino que también subsiste en la manera en cómo las cosas, adquiridas como bienes de consumo, terminan poseyendo al individuo. Esto implica en primera parte que las empresas que construyen "estas cosas" no solo poseen las horas laborales del trabajador, sino también sus expectativas, visiones, revelaciones e incluso esperanzas. Las potencialidades de la persona y de las personas se verían mermadas por un bien que escapa de las necesidades de los individuos; se limita el arte, y con esto la completa plenitud. La fama vendría a ser por ejemplo, y lo ha sido, una piedra de tope para la verdadera creatividad de las personas, que deben seguir a “riendas sueltas” sólo la limitada estructura para la que fueron famosos, artísticos y creativos. Este camuflaje puede ser notoriamente eficaz, desalentando y alentando fuerzas mecánicas que buscan la perpetuidad a anclajes híbridos, irregulares y mitológicos.

Es pues, la creación de la palabra lo que verdaderamente hace los milagros, y no la sociedad instrumental en donde constantemente se nos intenta hacer ver lo correcto, a través de medios manipulatorios tanto internos como externos. Cada coma, cada punto, cada interpretación de el conocimiento instrumental sirve a este poder. En esta esclavitud realmente hay mucho que hacer, pero los esfuerzos son infructuosos si no se tiene en cuenta el verdadero deseo, "el deseo positivo" que desvela el arte y la única esperanza.

“El principio de placer” es el concepto que busca identificar los verdaderos deseos humanos y de la sociedad, poniendo a la vista los correctos miramientos para ejercer una vida sana y plena. Esto, sin ningún animo hegemónico, y he aquí lo difícil de estos conceptos, los que vienen a instalarse como verdaderas soluciones a los males del mundo, sin tomar en cuenta que es un ejercicio y una actividad que debe vivirse constantemente, con ciertos toques de estoicismo, con colores de epicureísmo. Como todo derecho, o se toma o se arranca, aunque esto deba significar una verdadera confrontación con las fieras del sistema, incluso con sus más sutiles y bellos engaños.  

No se entiende con esto una sociedad del caos en donde reine el desorden y la inseguridad, se entiende con esto una sociedad que colabore entre sí y que sea capaz de asestar golpes solidos contra sus propios demonios, recordando que estos son los causantes de los verdaderos dramas y acontecimientos más tenebrosos de nuestra historia. El hilo es corto, pero es digno recordar que será más corto entre más poder le demos a lo que nos domina. Puede que el estructuralismo y el post estructuralismo no hayan sido más que profecías de las fuerzas en nuestra contra.

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