Lo calculado del arte

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Como desarrollo dialectico, en el arte, las cosas se someten al sujeto y a la sustancia. El sujeto al principio es uno (artista), una especie de dios que siente, que cree, que desea, que se involucra con su obra, que se conecta con su esencia para formar lo que él quiere que sea sustancia; mas, empíricamente, jamás se sabrá si se crea una sustancia realmente, o cuál es la sustancia que permanece de la obra, cuál muere, cuál jamás existió. 


¿Parte la obra desde otra sustancia? ¿O quizás sea la conexión de una esencia con una sustancia? Solamente en el caso de Dios, y por definición, se puede hablar de una conexión de sustancia con sustancia, es decir, hablar de conexión sería una pérdida de tiempo. ¿En qué medida analizar esto no es una pérdida de tiempo en el humano? En la medida en que nos separa de lo divino. 


¿Tan separado está el artista de la naturaleza, de la belleza, de lo sublime? Si su obra no llena ese vacío, esa necesidad no de ser dios (ni Satán), sino de encontrar lo sublime, la vida del artista es vana; una vida sin sustancia, creo, es una historia muy triste en la dialéctica creador-espectador. Luego, es el arte una forma de conexión no ya del que crea solamente, sino que interconecta a los posibles admiradores de las obras con dos posibles; todos los demás seres, subjetivos también, que tratan de entender cómo se manifestó dicha conexión, o desde dónde y en qué medida se está desconectado de estas realidades que parecieran llegar a la subjetividad, parecen advertir que es algo que siempre estuvo ahí. El arte, como la ciencia, solamente pueden existir a través de lo que tenemos en común, aunque, a diferencia de la ciencia, el arte usa un lenguaje que trasciende lo que se puede simbolizar, o que se explica mejor a través del no lenguaje. Suponemos que el arte tiende a lo eterno, y así pareciera serlo, pero sólo depende de lo eterno en cuanto al presente (Benjamin), pensar todo lo demás no tiene sentido.


Pero, ¿Qué es lo que intenta comunicarse, la sustancia o el sujeto? Atendiendo a que nosotros mismos, inmiscuidos en el lenguaje, no venimos a ser más que objetos, lo artístico nos salva; otra de las importancias del arte, es que cartografía el mar del sujeto y no el del objeto; analizar el arte es analizar los motivos del porqué seguimos siendo individuos libres, subjetivos, de valor, y no meramente objetos destinados a ser aparatos con voz, pero sin voz, con voto, pero sin voto. El arte es, por tanto, la santificación más correcta de lo pagano.


Descubre tu valor y escóndelo. Un tesoro merece eso, esconderse, y brillar de vez en cuando en los momentos en que la tierra seca necesite lluvia. Nadie quiere subjetividad por siempre, aunque ella sea la esencia del valor humano.


Si bien Hegel mantuvo su apego por el romanticismo al hablar de espíritu absoluto, su racionalismo no quedo atrás. Su famosa frase: “No importa que tan excelentemente pintados estén el Cristo o la Virgen, o que tan exquisitamente hayan sido esculpidos los dioses griegos. ¡Ya no nos arrodillaremos más!”, representa su radicalización y las razones por las que pensadores como Marx le comenzaran a seguir. Pero detrás de esta irreverencia, la cita invita a una introspección, al reconocimiento de que el espíritu absoluto no simplemente esta ahí afuera; dentro de nosotros hay una sustancia, que desconocemos, pero que permanece. Esto pareciera ser una forma de abolir el arte, ya que el arte lo vemos siempre desde algún otro, hay cosas que ningún lenguaje puede comunicar sin un otro, hay poco subjetivismo que descubrir sin un Otro. La intención no es descubrir el subjetivismo de los demás de manera directa, lo cual sería imposible; de manera indirecta, incluso, a través de los objetos, se podría ver el subjetivismo del mismísimo Dios. Como Hegel lo diría, el arte depende de su tiempo, no se puede hablar de arte llanamente, sino de historicismo; el arte, como noción metafísica, necesita dividirse para comprenderse. Una ciencia más desde el estudio, un silencio para el que admira, un grito para el artista.


Y el arte se industrializó (sin ánimos de juzgar si esto está bien o mal), a la vez que se destruyó la idea que el arte era irreproducible (¿lo es?). Las nociones del arte se pierden con la evolución humana, o cómo la humanidad, al hacerse aún más objeto, luchan por seguir subjetivatizándose. A pesar de las fuerzas adversas, de la mano invisible, de la burocracia, de los horrores de la técnica, de la fabricación en serie, algo salvaje o muy humano pareciera no morir. Lo maravilloso es que esto sería indemostrable sin la presencia del arte.


El marketing a tratado de hacerse Sustancia para encontrar el lugar común que acoja a la mayor cantidad de personas según edad, sexo, actividades y características, cada vez más especificas para el especifico consumo. Caracterizarnos es una obra de mercado. Tener cara de que nos gusta tal cosa, tal música, tal arte, es la concreción de una lógica que nació mucho antes de Altamira. La reproducción en serie de “obras de arte” involucra la reproducción en serie de su público. No debemos encontrar nada subjetivo que no sea controlado, nada espiritual ni carnal que ya no esté en boca de todos. "La sustancia" se reinventa, deja por definición de ser sustancia, pero se vende como sustancia. 


El mercado amenaza con cosas que creemos sustancia, pero que no conocemos del todo ni siquiera cómo es su verdadera esencia: la Muerte, la Felicidad, el Terrorismo, son sustanciales para llevar desde ahí al camino pavimentado de las ortopedias impuestas. Estar lisiado es la condición del hombre del siglo XXI. Ya lejos de la definición de Nietzsche del hombre de su tiempo (Rio), y del superhombre (Océano), se trata de hacer al individuo una re-presa, res-presa. Temen a la fluidez de las aguas de nuestro espíritu porque ellas pueden conectar con lo que no pueden definir, reconectar con lo sublime y encontrar el camino de su propia naturaleza hacia la sustancia, desde la esencia.


La sustancia no cede ante la repetición, aunque sea la repetición la pista para encontrar la sustancia. Todo el industrialismo del mundo y la fabricación en serie han cedido a la idea de que pueden existir dos cosas iguales; pero iguales ¿en qué sentido? ¿Desde su tiempo? Las personas que las realizan, las maquinas, la logística, los materiales, el diseño, han cambiado, y Hegel, que tomaba el arte como una forma de ver la historia, vería hoy en día al producto aún más historicista que ningún otro. Es la historia del producto un historicismo, es la historia del consumidor un historicismo, al igual que lo son la historia de la estética y del espectador. Aunque la sustancia tras el arte, aquello de lo que no podemos hablar, sea eterna.


¿Es este un argumento para decir que el producto es arte? Claramente no. El producto es una farsa, el arte es verdadero, aunque no quiere decir que el producto no sea útil o que el arte sea inútil, como intentando contrapesar las cosas desde la limitada lógica de lo conveniente. El producto es una farsa porque rellena una necesidad que puede ser llenada por otra cosa, ya sea por su copia o por algún sustituto complementario; al igual que el servicio, al igual que el consumidor. El estadio del espejo permanece durante toda nuestra vida a través de una pantalla.

 Las empresas se desmoronaran si ven demasiado al abismo. 


La razón instrumental plantea lo dual. La dialéctica, convenientemente, relata estos hechos. Por ello Hegel es un unificador de estas dos fuerzas, el mito romántico de la belleza y la estrategia fría de la técnica. Es su propio espíritu el que intenta relatar el Espíritu, pero solamente explica el estado de las cosas de su tiempo, de lo que entendió del pasado, y lo que entendería del futuro. 

Qué lucido fue Goethe cuando dijo: "Quien posee ciencia y arte, tiene también religión; y quien no posee aquellos dos, ¡Pues que tenga religión!"

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