"La perversidad de los malos pone incluso a los buenos en la obligación de recurrir, si quieren protegerse, a las virtudes bélicas, la violencia y la astucia, o mejor dicho, a la rapacidad bestial.” (Hobbes).
Hay una guerra que permite que se invadan espacios privados, intelectuales sobre todo, espirituales por más, como queriendo abarcar una humanidad que parece extinta; en estricta dominancia de la conectividad que pueda tener un mundo que se vislumbra solitario, desértico, pero aún desafiante para el mal, por el mal, hacia el mal, se prolonga una forma de vida tan amenazada como amenazante.
Es el mal el peor de todos los miedos, dado que no puede existir por sí mismo. Antes de huir, advierte atrevidamente, dada su emergencia totalitaria de consumir, de absorber, de
pretender ser eterno, estable, y, si cabe, feliz, pleno. Su fuerza tiende a ser
mayor porque ataca primero, es ofensivo, vulgar, culpabilizante, alienígena,
seductor.
Es alienígena en tanto no pertenece al orden de las cosas, se escapa de la matemática en pos del conductismo, es extraterrestre porque es artificial, inventado, su estrategia es la búsqueda de otros mundos para
alterarlos. Pero nada puede existir sin su lucha, sin la resistencia que le regala sustentabilidad, la virtud del bien es el bien; por ello la guerra, de la guerra depende la existencia de la guerra. En
esta lucha aglutinadora pierde consistencia y retrocede, toma características
naturales para mutarlas en seductoras, crea su propio erotismo sin convalidar
la existencia del otro, para su propio bien, se enmascara, trata de comprender el
mundo superficialmente, y su terror regresa. Ataca de nuevo, copiándose, en serie, fluvialmente, su objetivo es tan claro que torna obvio,
revolcándose en su propio vomito.
Lo que ha logrado es que filosóficamente se pueda detectar con más facilidad que nunca la existencia de la bondad, pero pragmáticamente sea cada vez más difícil seguirla. Ya el mero hecho de nacer nos torna malos, las fantasías secretas de las religiones y las culturas de la culpa se cumplieron, mutaron a reales. Todo lo real es racional y todo lo racional es real, si así lo creemos, es cuestión de fe. Un niño nace y se le hace un favor, instituciones le cuidan, le educan, le vigilan, le adoctrinan, para que la mera posibilidad de libertad sea alta traición. Cuidaron y adoctrinaron también a sus padres. No debes ser libre.
Puedes elegir ser
libre, pero es la última decisión que tomarás (Kafka).
Quién está en guerra no habita, está de paso tratando de
destruir y colonizar las riquezas del territorio para después seguir
evolucionando hacia otros parajes, a otras posibilidades. Habitar es comprender el lugar en donde se
vive, no se existe por sí mismo sin el sistema que le rodea, sin embargo, si le incluímos, somos el bosque. Todos los
sistemas que traten de desvincularse, de individualizarse, encuentran su
perdición, su miedo, su guerra. Ser auténtico no es hacer perpetua la certeza de la
muerte que acaecerá personalmente para persistir buscando el enfrentamiento con
el Ser, reconociéndose hasta el infinito, ser autentico es considerar de qué
depende esta autenticidad. La existencia debe ser elegida, claro está, pero
también se elige el lugar donde habitar. Vincularse con la muerte puede ser un
medio hacia una guerra total, ofensiva (nazismo), en ultima instancia, vana, dado que ser
para la muerte desvincula la vida de las cosas. No trato en absoluto de
contradecir a Martin Heidegger, pero es necesario atacar lo superficial siempre, el resumen,
lo incompleto. Este raciocinio teorético, pierde el verdadero pensar, la
verdadera ignorancia, el correcto observar, olvida que la vida es un misterio,
que hacer un hogar es un misterio, que el hogar mismo es un misterio. La muerte
no es un confrontar, es un habitar.
Así como el quién nos confronta teme, también puede infundir temor, pero este temor es extranjero. Así como seductora es la opresión, también puede infundir esperanza (pinochetismo), pero esta esperanza es extranjera. Donde hay poder hay resistencia al poder (Foucault). El bien puede permanecer estático y seguir siendo bueno, pero los humanos portamos el aguijón que nos envenena, lo que hace poco eficaz permanecer quietos por siempre, como la sangre que pierde su vida si se detiene.
Hay resistencia desde la inferioridad, desde otras estrategias, completamente nuevas, con otras metas, diseñada para causar mucho daño en poco espacio, porque es minoría: la guerra defensiva, la guerra de guerrillas, tiene otra moral, otra estética, otra relación con las cosas. Como, diría el poeta, las aves surcan el cielo sabiendo que no les pertenece; simplemente le protegen con sus cuerpos, cuidan una forma de existir, de sentir, sin apropiarse. La fuerza de los desamparados, es su unión, su saturación con el territorio para unirse, para pensar como lo haría dios. Quienes crean su mundo luego lo cuidan, le dan libertad, dan preguntas y inventan respuestas. La guerra ofensiva rehúye todos los porqués, la guerra defensiva los enfrenta.
No es que los que se defienden se escondan en lugares secretos apartados del mundo, es que son el mundo mismo. Ellos ya están mientras se trata de coartar sus posibilidades, porque el mal quiere hacer de ellos un hogar, poseer, mientras el bien hace uno el todo. Los que conocen de historia saben que las religiones les brindaron estabilidad a los imperios, cuando estas religiones dejaron de responder preguntas, los imperios cayeron, llegaron otros respondiendo y haciendo más. La labor del amo y del esclavo ha hecho la historia, ésta por el contrario, les oculta, los borra del mapa y los utiliza.
“El agua mantiene a flote al bote, pero también lo puede dar vuelta.
Lo mismo ocurre con el pueblo, este mantiene al príncipe, pero también lo puede
derribar” (General T´ai Tsung). Se creía en la antigua China que el emperador debía ser el más recto
de los hombres para que el pueblo se mantuviera recto, si el hombre pensaba y
actuaba correctamente, la mayoría de los males del mundo desaparecería. La
virtud personal del emperador, el Hijo del Cielo, era garantía de la felicidad
de sus súbditos. Es esta moral casi religiosa, la que renace, lucha y pervive
desde su minoría y su debilidad.
Lo salvaje, en las profundidades, pareciera ser lucidamente alegre. El bosque no es un elemento ajeno, es un nosotros, es un yo que antagoniza con la abstracción del dominar; en el fondo de nuestras almas pasa lo mismo. El buen salvaje está adelantado a su tiempo y al nuestro, siempre fue un hombre del futuro. El asombro ante el contacto del europeo con los indígenas de los continentes americano, africano y de Oceanía, es histórico; involucionó de tal manera que lograron aprovecharse de la ignorancia mercantil de aquellos que no necesitaban para ser felices más que su medio ecológico. Hubieron casos en que estaban sumergidos en luchas intestinas que les alejaron de la unicidad con su entorno, salvo algunas excepciones, en cada uno de estos continentes ellos fueron derrotados. El buen salvaje no fue una amenaza para los europeos, es una amenaza para los sistemas de poder. El "ser ignorante" de sus pasiones, proporcionan de una u otra manera los procesos para que sigua en pie la dominación actual. Pero no es una ignorancia de los deseos, sabemos muy bien lo que queremos, el problema es encontrar las razones, las emociones, los sentimientos o los placeres que nos digan que vale la pena luchar contra ellos. Apasionarse de nuevo es una tarea Definitiva en la medida que este nuevo hombre de las cavernas ignore sus vínculos con todo, y se una a esta nueva caverna de acero, de plástico, de silicona, que atrinchera a sus prisioneros, les da un arma como bozal, intercepta sus comunicaciones sin que se comuniquen con nada, sin que digan nada. Le dicen pasión en el comercial pero no en el corazón.
Nadie puede, según Rousseau, gobernar al pueblo mejor que el mismo pueblo. Es una posibilidad engañosa. Lo revolucionario es que nazca un ser completamente libre, es mucho pedir que sea un pueblo, últimamente nos conformamos con algunos seres. Aún se desconoce la libertad. La desigualdad social, las contradicciones y el futuro de la sociedad moderna, señala las aporías que conducen a los conflictos sociales y a las guerras. La victoria es inevitable, sólo queremos que sufran los menos, en lo posible. En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo (Franz Kafka).
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